martes, 26 de noviembre de 2013

Dudas, miedos, efectos y regla de oro sobre la relajación.

   Una duda muy frecuente para la persona que se inicia en la práctica de la relajación es saber si se encuentra bien relajada o no durante su realización. Es muy difícil dar datos acerca de cuáles son los signos que demuestran que el estado de relajación es bueno, y, sin embargo, cada persona los encuentra en sí misma. Para cada persona suelen ser distintos estos signos que se presentan con la relajación profunda, pero siempre son los mismos, apareciendo de forma constante en cada sesión de relajación que realiza el sujeto. Cuando un individuo siente que se ha relajado, ya no duda de su grado de relajación y ya no se plantea si lo hace bien o mal. Los signos que se presentan en la relajación profunda varían con las personas, pero pueden ser desde estados de absoluta pérdida de sentido espacial del cuerpo, no sabiendo el sujeto dónde se encuentra ni en qué posición, a sensaciones de caída en vacío o estados más complejos y que se conocen con el nombre de autoscopia y que consisten de una manera global, en una percepción por parte del sujeto de sí mismo, como viéndose desde fuera de él mismo; son fenómenos de desdoblamiento en los que el sujeto se percibe a sí mismo desde fuera. Todo practicante de relajación en profundidad los conoce habitualmente, aunque no se presentan siempre de forma obligatoria. Al principio suelen ejercer sobre el sujeto una sensación de terror o pánico, fundamentada primordialmente en la posibilidad de no poder reintegrarse en sí mismo que el sujeto puede experimentar al vivenciarlos; nunca hay que dejarse ganar por este miedo, ya que tal posibilidad es únicamente producto de la fantasía. Por el contrario, hay que seguir avanzando en la relajación, cada vez más y más profundamente, y cada vez más y más autoconsciente del proceso, de sí mismo y de la propia mente relajada, serena y sin contentos.

   Los efectos, a un nivel puramente somático o corporal, que se obtienen con la relajación son evidentes, importantes y variados. Se produce una vasodilatación general de todo el organismo, que condiciona una regulación de las cifras de tensión arterial, manteniéndola en niveles óptimos, con disminución global de sus valores. El corazón trabaja a un ritmo más lento, con disminución de la frecuencia cardíaca en el número de pulsaciones por minuto, con una mejora de la función de bomba; los latidos cardiacos se hacen más llenos, potentes, lentos y efectivos. Hay un proceso de estimulación de todo el sistema parasimpático, a nivel orgánico general, con la consiguiente disminución de las tasas de adrenalina circulante por la sangre. A nivel material y psicológico es donde los efectos de la relajación son más marcados, produciéndose un estado mental especial en el que no se experimentan tensiones ni ansiedades, vivenciando el sujeto una cualidad distinta de sí mismo, lo que le permite apreciar en su interior espacios o funciones de su psicología completamente diferentes de los habituales en su vida diaria.

   Hay que considerar que el proceso de relajación no presenta parecido a ningún otro estado de la mente, ya que aunque se podría emparentar con el estado mental que precede al hecho de dormirse, es, no obstante, sensiblemente diferente a éste. UN PRINCIPIO que debe observarse siempre durante la relajación, como REGLA DE ORO, es que en ningún caso debe el individuo dormirse, sino, bien al contrario, se debe mantenerse siempre un estado de atención mental despierta y bien concentrada en el proceso de relajación.


Dr. Miguel Fraile (médico internista, psicoanalista y yogoterapeuta)

YOGA, tomo 4
(ESTUDIO ESPECIAL DE LA RELAJACIÓN YÓGUICA)
Ramiro Calle

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