El yoga ha sido durante
milenios el eje espiritual no sólo de la India, sino también de Oriente.
Es, básicamente, un método de mejoramiento humano con una antigüedad de más
de seis mil años, originario de la India, pero que despierta un creciente e
intenso interés, cada día mayor, entre los occidentales. Se ha convertido
en una necesidad específica de nuestro tiempo, pues procura claves,
prescripciones, métodos y técnicas para el auto-perfeccionamiento, el
bienestar integral y la evolución de la conciencia.
Pero el descubrimiento del yoga y de sus notables excelencias por los
occidentales no es ni mucho menos reciente. Recordemos que ya Alejandro
Magno se dejó instruir por un yogui
jaina de nombre Kalano y que desde aquellos remotos días empezaron a ser
numerosos los filósofos, místicos, pensadores, viajeros sobresalientes,
peregrinos y escritores de nuestro hemisferio interesados por las
enseñanzas del yoga e incluso entusiasmados por sus textos espirituales. A
propósito de los Upanishads, Schopenhauer declaró: «Han sido el consuelo de
mi vida y de mi muerte». Del mismo modo, Hermann Hesse destacaría hace casi
ocho décadas que si algo le urgía a Occidente era la práctica del yoga, y
antes que él innumerables intelectuales y pensadores como Victor Hugo,
Lamartine, Pierre Loti, Romain Roland y tantos otros habrían de interesarse
vivamente por el pensamiento de la India.
Los métodos liberatorios del yoga se han ido incorporando desde muy antiguo
a otras tradiciones, tales como el budismo theravada, el budismo zen, el
budismo tibetano, el jainismo, el tantra, el sufismo, el gnosticismo, el
cristianismo oriental y otros sistemas soteriológicos. Puesto que el yoga
es suprarreligioso y fundamentalmente ecléctico en este sentido, es de utilidad
tanto para personas con creencias como para quienes no las tengan,
pues lo que aporta es un conjunto de preciosísimas técnicas para el
autodesarrollo. De ahí que numerosos sistemas espirituales y psicologías de
la realización se hayan servido de sus eficientes y milenariamente
experimentados métodos para el control del pensamiento, la evolución de la
conciencia y el acopio de valiosas energías internas.
Son métodos que están al alcance de cualquier persona que desee mejorar y
esté dispuesta a practicarlos con alguna asiduidad. Tres décadas en la
docencia del yoga, habiendo impartido sus técnicas a más de doscientas mil
personas, de todas las edades y condiciones, me permiten asegurar los
indiscutibles beneficios de este nutrido cuerpo de enseñanzas vivientes que
se ha ido transmitiendo, y verificando personalmente, desde la noche de
los tiempos. El mismo yoga psicofísico (hatha-yoga), comúnmente denominado
yoga físico, es de una asombrosa precisión y en la medida en que lo he
seguido practicando desde hace muchos años, me he dado cuenta, siempre con
renovada sorpresa, hasta qué punto sus técnicas son excepcionalmente
eficaces y beneficiosas. Cada persona debe ir perfeccionando estas técnicas
mediante la práctica asidua y hasta donde quiera llegar. A mayor esfuerzo
sobrevendrán, por supuesto, resultados mayores.
El yoga nos abre extraordinarias posibilidades, pero compete al practicante
determinar hasta dónde quiere profundizar en el yoga y qué espera recibir
del mismo. Muy repetido es ese adagio del yoga que reza: «Es más importante
un gramo de práctica que toneladas de teoría», pues el yoga es ante todo un
método de transformación que requiere la puesta en práctica de un buen
número de técnicas psicofísicas, psicomentales y psicoenergéticas. Son los
métodos correctamente utilizados y desarrollados los que van transformando
a la persona. y estos métodos, todos ellos, además de sus finalidades
concretas (sean psicosomáticas, psíquicas, espirituales u otras), tienen la
utilidad también de que tienden a «desautomatizar», es decir, a hacer más
consciente al practicante. Son, pues, métodos de contramecanicidad y que,
por tanto, siempre exigen una atención consciente y vigilante, que así va
refrenando los automatismos.
Incluso el yoga físico requiere la presencia de una atención consciente
para que todas sus técnicas no sólo tengan implicaciones fisiológicas, sino
también mentales, lo cual permite al practicante ir sometiendo al
escrutinio de la atención vigilante cualquier ejercicio. Se eleva así el
umbral de la conciencia y se consigue una armónica interrelación de cuerpo
y mente. Ya hoy en día, la más moderna ciencia psicosomática indica (como
ya lo hiciera el yoga hace miles de años como precursor de la ciencia
psicosomática) las estrechísimas conexiones existentes entre el cuerpo y la
mente y cómo todo aquello que afecta al cuerpo repercute en la mente o todo
aquello que altera la mente alcanza al cuerpo. Si también se ha propuesto
el yoga como una ciencia de la salud integral es, precisamente, porque procura
ese bienestar real del cuerpo, la mente y el comportamiento que caracteriza
a la verdadera salud, que no es sólo ausencia de enfermedad.
De ahí que también, en algunas de sus vertientes, el yoga haya sido
considerado la primera «medicina» natural del mundo con métodos
preventivos, terapéuticos y recuperativos.
Aun en la búsqueda de la elevación espiritual, los yoguis siempre han
considerado el cuerpo muy importante, puesto que si además de las
dificultades que entraña la búsqueda de lo Absoluto, el cuerpo no opera
armónicamente, se convertirá en un obstáculo añadido. Pero si, por el
contrario, el cuerpo y sus energías y funciones cursan armónicamente, la
envoltura física se convertirá en un benéfico aliado en la senda hacia lo
inefable.
Ello no quiere decir, en absoluto, que deba rendirse culto al cuerpo o que
éste deba despertar en el individuo apego u obsesión, sino que el cuerpo,
que es la base y el aspecto más tosco de la pirámide humana, merece una
adecuada atención.
Además, el cuerpo puede instrumentalizarse sabiamente en la búsqueda hacia
el objetivo supremo y convertirse en un laboratorio en el que trabajar
minuciosamente para desplegar las potencias más reveladoras de la mente.
Cuando el yoga psicofísico se practica con la debida actitud, tiene mucho
de yoga mental.
Pero si, además, necesario es el cuidado del cuerpo, mucho más lo es el de
la mente, puesto que esta es el origen de todo y todo se fundamenta sobre
la misma.
Si consideramos que más de un 70 por ciento de trastornos lo son de carácter
psicosomático, comprenderemos cuán importante es ejercitar, cuidar,
cultivar y reeducar la mente, a fin de mantenerla equilibrada, consciente y
subyugada. Yoga es unión y tiene mucho que ver con la palabra yugo. Por un
lado, el yogui (el que busca la unión) trata de reunificar sus energías
dispersas y de unirse a su naturaleza más íntima y real; por otro, se
ejercita para poner la mente bajo el yugo de su voluntad y su conciencia, a
fin de que la misma mente que es la que vela (cuando no está desarrollada y
purificada) sea la que desvele y proporcione una sabiduría de gran alcance
tanto para la vida cotidiana como para la senda hacia lo incondicionado.
Como el yoga tiene un sentido muy pragmático, los maestros del yoga han
insistido en la necesidad de aprender a manejarse hacia fuera y hacia
dentro, es decir, en el ámbito de la vida y en el de la vida interna. Y más
aún: instrumentalizar los eventos y situaciones de la vida cotidiana para
propulsar el crecimiento interior y conquistar una actitud mental de
lucidez y ecuanimidad. No debe pasarse por alto que el yoga es asimismo una
actitud de vida, basada en la atención consciente, la firmeza de mente, la
tolerancia, el equilibrio y el sosiego.
Así, la vida misma se torna un maestro y un desafío, y el practicante la
aprovecha para ejercitarse interiormente e incluso para acopiar energías y
acumular conciencia en lugar de dejar que las energías se debiliten y la
conciencia baje a un umbral paupérrimo, como suele ocurrir en el desgaste a
que nos somete habitualmente la vida cotidiana y que es la que también
provoca ese estado psíquico de somnolencia que es la mecanicidad, que
diseca la existencia diaria y le roba su gloriosa frescura.
El yoga, también, es un ejercitamiento parala contención del pensamiento y
de la imaginación perniciosa. Todas sus técnicas, al exigir la presencia de
la atención aquí-ahora, predisponen saludablemente la mente para que pueda
conectarse más con la realidad momentánea, en lugar de desertizarse en
inútiles memorias y ensoñaciones. También por su capacidad para
«desautomatizar», para contener el pensamiento y cultivar el equilibrio
interior, el yoga juega un papel destacado en el campo de la salud psíquica
y mental, pudiendo colaborar con eficacia en la resolución de conflictos internos
y tendencias neuróticas. Asimismo, el yoga puede ser muy útil en el ámbito
pedagógico; el niño puede encontrar en el yoga una ayuda extraordinaria
para beneficiar su cuerpo, potenciar sus funciones mentales, cultivar una
saludable actitud mental de por vida e incluso disponer
de una valiosa técnica para superar el estrés escolar y los trastornos
emocionales propios de su edad. Pueden sus técnicas también ser aplicadas
con notable éxito como prácticas coadyuvantes en el tratamiento a niños
autistas y mongólicos, así como a personas con problemas de ludopatía,
alcoholismo o cualquier tipo de drogadicción.
Por fortuna, y ya desde hace años, el yoga se ha ido abriendo camino en
muchas direcciones, habiendo sido incorporado tanto a seminarios
espirituales como a cárceles, a colegios como a fábricas, a los
profesionales más diversos y en activo como a personas de ya muy avanzada
edad, quienes han encontrado en el yoga un método de gran ayuda para los
últimos años de su vida.
No quiero finalizar esta introducción sin señalar enfáticamente que no es
necesario en absoluto adaptar el yoga a las características del practicante
occidental, porque eso sería tan innecesario como adaptar el ajedrez (que,
por cierto, se originó también en la India) a los jugadores que no fueran
indios. El yoga tiene un carácter universal como tal método ecléctico y no
adoctrinante y sus técnicas y procedimientos son adecuados para todas las
razas, si bien habrá que buscar naturales adaptaciones de sus prácticas
psicofísicas para niños de corta edad y para personas enfermas.
El yoga siempre apela a la inteligencia y al discernimiento del
practicante, y debe éste tratar de evitar a esos «maestros» o
«instructores» que acompañan la enseñanza del yoga de adoctrinamientos
incluso muchas veces dogmáticos y que nada tienen que ver con el yoga
mismo. El verdadero yoga, que es el que se viene practicando desde tiempos
inmemoriales en todas las épocas y latitudes, es a veces falseado por
desaprensivos maestros e instructores que lo convierten en una simple
gimnasia, o lo reducen a una simple y casi grotesca caricatura del yoga
real, o, incluso, lo que es verdaderamente inexcusable, lo proponen hasta
como un método competitivo y un espectáculo de campeones. También invito al
lector a que utilice su sabiduría discriminativa para prevenirse contra los
diversos pseudoyogas que algunos instructores proponen o contra los
sucedáneos que algunos tratan de «colar» como si se tratara de verdaderas
enseñanzas. No hay atajos para llegar al cielo y los métodos que prometen
éxitos espectaculares en un breve espacio de tiempo son
todos cebos para atraer a personas ingenuas que luego se encontrarán con el
anzuelo y comprobarán, desanimadas, que lo que se les ha ofrecido, y por lo
que obviamente han pagado, no tiene ningún alcance ni eficacia.
Si después de haber publicado varios libros de yoga me decido ahora a
publicar esta obra con Ediciones Urano es para brindar al lector lo mejor y
lo más práctico y beneficioso del verdadero yoga. Aunque el yoga es como un
gran árbol con numerosas ramas (sus distintas modalidades), me centraré en
esta obra en las principales y más benéficas técnicas del yoga psico-físico
(hatha-yoga) y del yoga mental (radja-yoga), si bien los lectores
interesados en otras formas pueden consultar otras obras mías dedicadas a
las distintas modalidades yóguicas, como el mantra -yoga o el
kundalini-yoga.
Si estas técnicas se han perpetuado desde hace miles de años no es por
casualidad ni gratuitamente, sino porque han demostrado su fiabilidad,
porque las han puesto en práctica personas de todas las épocas y de las más
distintas latitudes. Con ello quiero significar su validez y volver a
alertar al lector para que desconfíe razonablemente de los pseudoyogas o
técnicas sucedáneas e insustanciales. Hay un adagio oriental antiguo que
reza: «A cada gusano su gusto; los hay que prefieren las ortigas».
Pero el yoga es un cuerpo de enseñanzas y técnicas muy elaborado y
completo, algo que lo convierte en una primorosa orquídea y no en una
ortiga. Porque una cosa es una técnica aplicada aisladamente, por eficaz
que resulte (con frecuencia robada al yoga ya la que no se le reconoce
muchas veces su paternidad), y otra es toda una psicología de la
realización que incluye: ética genuina, comportamiento amoroso, cultivo de
emociones laudables, numerosos ejercicios psicomentales, una sabia actitud
de vida, procedimientos para el desarrollo de la sabiduría liberadora y, en
suma, todo un noble arte de vivir.
Aunque lo idóneo para un principiante es poder asistir a un centro
especializado y recibir clases de un instructor calificado, si no es
posible, también un libro puede ser de una notable ayuda. Pero, además,
aunque una persona esté asistiendo a un centro especializado (sea dos o
tres veces por semana, como es lo más común), siempre es conveniente
practicar en casa y en este caso un libro con explicaciones sencillas será
un referente muy válido y una gran ayuda. El autor de estas páginas comenzó
hace cuatro décadas a practicar el yoga con la ayuda de libros, hasta que
tuvo la fortuna de conocer instructores y maestros que le prodigaron
enseñanzas y métodos. Tenga el lector la certeza de que el yoga que
presentamos en esta obra, sus técnicas y su modo de practicarlas se avienen
estrictamente al yoga genuino, tal y como lo han enseñado y propagado los
más grandes maestros del yoga. Cuando un diamante es impecable, ¿por qué
añadirle nada; por qué restarle nada?
Hemos creído conveniente estructurar esta obra en dos partes. La primera
recoge una exposición general acerca del yoga y de su alcance, así como
diversos aspectos tanto del yoga psicofísico (hatha-yoga) como del mental
(radja-yoga); la segunda se extiende sobre las técnicas del yoga físico y
los métodos del yoga mental. Incorporamos, asimismo, dos apéndices de gran interés,
uno de ellos de la profesora de yoga Isabel Morillo, con gran experiencia
docente. La segunda parte tiene un carácter fundamentalmente práctico, ya
que el yoga es un método basado en la experiencia para que cada persona
pueda encender su propia lámpara interior; en última instancia, uno siempre
es su propio maestro y su propio discípulo.
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