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miércoles, 21 de marzo de 2012

Introducción Yoga



El yoga ha sido durante milenios el eje espiritual no sólo de la India, sino también de Oriente. Es, básicamente, un método de mejoramiento humano con una antigüedad de más de seis mil años, originario de la India, pero que despierta un creciente e intenso interés, cada día mayor, entre los occidentales. Se ha convertido en una necesidad específica de nuestro tiempo, pues procura claves, prescripciones, métodos y técnicas para el auto-perfeccionamiento, el bienestar integral y la evolución de la conciencia.

Pero el descubrimiento del yoga y de sus notables excelencias por los occidentales no es ni mucho menos reciente. Recordemos que ya Alejandro Magno se dejó instruir por un yogui  
jaina de nombre Kalano y que desde aquellos remotos días empezaron a ser numerosos los filósofos, místicos, pensadores, viajeros sobresalientes, peregrinos y escritores de nuestro hemisferio interesados por las enseñanzas del yoga e incluso entusiasmados por sus textos espirituales. A propósito de los Upanishads, Schopenhauer declaró: «Han sido el consuelo de mi vida y de mi muerte». Del mismo modo, Hermann Hesse destacaría hace casi ocho décadas que si algo le urgía a Occidente era la práctica del yoga, y antes que él innumerables intelectuales y pensadores como Victor Hugo, Lamartine, Pierre Loti, Romain Roland y tantos otros habrían de interesarse vivamente por el pensamiento de la India.

Los métodos liberatorios del yoga se han ido incorporando desde muy antiguo a otras tradiciones, tales como el budismo theravada, el budismo zen, el budismo tibetano, el jainismo, el tantra, el sufismo, el gnosticismo, el cristianismo oriental y otros sistemas soteriológicos. Puesto que el yoga es suprarreligioso y fundamentalmente ecléctico en este sentido, es de utilidad tanto para personas con creencias como para quienes no las tengan,
pues lo que aporta es un conjunto de preciosísimas técnicas para el autodesarrollo. De ahí que numerosos sistemas espirituales y psicologías de la realización se hayan servido de sus eficientes y milenariamente experimentados métodos para el control del pensamiento, la evolución de la conciencia y el acopio de valiosas energías internas.

Son métodos que están al alcance de cualquier persona que desee mejorar y esté dispuesta a practicarlos con alguna asiduidad. Tres décadas en la docencia del yoga, habiendo impartido sus técnicas a más de doscientas mil personas, de todas las edades y condiciones, me permiten asegurar los indiscutibles beneficios de este nutrido cuerpo de enseñanzas vivientes que se ha ido transmitiendo, y verificando personalmente, desde la noche de
los tiempos. El mismo yoga psicofísico (hatha-yoga), comúnmente denominado yoga físico, es de una asombrosa precisión y en la medida en que lo he seguido practicando desde hace muchos años, me he dado cuenta, siempre con renovada sorpresa, hasta qué punto sus técnicas son excepcionalmente eficaces y beneficiosas. Cada persona debe ir perfeccionando estas técnicas mediante la práctica asidua y hasta donde quiera llegar. A mayor esfuerzo sobrevendrán, por supuesto, resultados mayores.

El yoga nos abre extraordinarias posibilidades, pero compete al practicante determinar hasta dónde quiere profundizar en el yoga y qué espera recibir del mismo. Muy repetido es ese adagio del yoga que reza: «Es más importante un gramo de práctica que toneladas de teoría», pues el yoga es ante todo un método de transformación que requiere la puesta en práctica de un buen número de técnicas psicofísicas, psicomentales y psicoenergéticas. Son los métodos correctamente utilizados y desarrollados los que van transformando a la persona. y estos métodos, todos ellos, además de sus finalidades concretas (sean psicosomáticas, psíquicas, espirituales u otras), tienen la utilidad también de que tienden a «desautomatizar», es decir, a hacer más consciente al practicante. Son, pues, métodos de contramecanicidad y que, por tanto, siempre exigen una atención consciente y vigilante, que así va refrenando los automatismos.

Incluso el yoga físico requiere la presencia de una atención consciente para que todas sus técnicas no sólo tengan implicaciones fisiológicas, sino también mentales, lo cual permite al practicante ir sometiendo al escrutinio de la atención vigilante cualquier ejercicio. Se eleva así el umbral de la conciencia y se consigue una armónica interrelación de cuerpo y mente. Ya hoy en día, la más moderna ciencia psicosomática indica (como ya lo hiciera el yoga hace miles de años como precursor de la ciencia psicosomática) las estrechísimas conexiones existentes entre el cuerpo y la mente y cómo todo aquello que afecta al cuerpo repercute en la mente o todo aquello que altera la mente alcanza al cuerpo. Si también se ha propuesto el yoga como una ciencia de la salud integral es, precisamente, porque procura ese bienestar real del cuerpo, la mente y el comportamiento que caracteriza a la verdadera salud, que no es sólo ausencia de enfermedad.

De ahí que también, en algunas de sus vertientes, el yoga haya sido considerado la primera «medicina» natural del mundo con métodos preventivos, terapéuticos y recuperativos.

Aun en la búsqueda de la elevación espiritual, los yoguis siempre han considerado el cuerpo muy importante, puesto que si además de las dificultades que entraña la búsqueda de lo Absoluto, el cuerpo no opera armónicamente, se convertirá en un obstáculo añadido. Pero si, por el contrario, el cuerpo y sus energías y funciones cursan armónicamente, la envoltura física se convertirá en un benéfico aliado en la senda hacia lo inefable.

Ello no quiere decir, en absoluto, que deba rendirse culto al cuerpo o que éste deba despertar en el individuo apego u obsesión, sino que el cuerpo, que es la base y el aspecto más tosco de la pirámide humana, merece una adecuada atención.

Además, el cuerpo puede instrumentalizarse sabiamente en la búsqueda hacia el objetivo supremo y convertirse en un laboratorio en el que trabajar minuciosamente para desplegar las potencias más reveladoras de la mente. Cuando el yoga psicofísico se practica con la debida actitud, tiene mucho de yoga mental.

Pero si, además, necesario es el cuidado del cuerpo, mucho más lo es el de la mente, puesto que esta es el origen de todo y todo se fundamenta sobre la misma.
Si consideramos que más de un 70 por ciento de trastornos lo son de carácter psicosomático, comprenderemos cuán importante es ejercitar, cuidar, cultivar y reeducar la mente, a fin de mantenerla equilibrada, consciente y subyugada. Yoga es unión y tiene mucho que ver con la palabra yugo. Por un lado, el yogui (el que busca la unión) trata de reunificar sus energías dispersas y de unirse a su naturaleza más íntima y real; por otro, se
ejercita para poner la mente bajo el yugo de su voluntad y su conciencia, a fin de que la misma mente que es la que vela (cuando no está desarrollada y purificada) sea la que desvele y proporcione una sabiduría de gran alcance tanto para la vida cotidiana como para la senda hacia lo incondicionado.

Como el yoga tiene un sentido muy pragmático, los maestros del yoga han insistido en la necesidad de aprender a manejarse hacia fuera y hacia dentro, es decir, en el ámbito de la vida y en el de la vida interna. Y más aún: instrumentalizar los eventos y situaciones de la vida cotidiana para propulsar el crecimiento interior y conquistar una actitud mental de lucidez y ecuanimidad. No debe pasarse por alto que el yoga es asimismo una actitud de vida, basada en la atención consciente, la firmeza de mente, la tolerancia, el equilibrio y el sosiego.

Así, la vida misma se torna un maestro y un desafío, y el practicante la aprovecha para ejercitarse interiormente e incluso para acopiar energías y acumular conciencia en lugar de dejar que las energías se debiliten y la conciencia baje a un umbral paupérrimo, como suele ocurrir en el desgaste a que nos somete habitualmente la vida cotidiana y que es la que también provoca ese estado psíquico de somnolencia que es la mecanicidad, que diseca la existencia diaria y le roba su gloriosa frescura.

El yoga, también, es un ejercitamiento parala contención del pensamiento y de la imaginación perniciosa. Todas sus técnicas, al exigir la presencia de la atención aquí-ahora, predisponen saludablemente la mente para que pueda conectarse más con la realidad momentánea, en lugar de desertizarse en inútiles memorias y ensoñaciones. También por su capacidad para «desautomatizar», para contener el pensamiento y cultivar el equilibrio interior, el yoga juega un papel destacado en el campo de la salud psíquica y mental, pudiendo colaborar con eficacia en la resolución de conflictos internos y tendencias neuróticas. Asimismo, el yoga puede ser muy útil en el ámbito pedagógico; el niño puede encontrar en el yoga una ayuda extraordinaria para beneficiar su cuerpo, potenciar sus funciones mentales, cultivar una saludable actitud mental de por vida e incluso disponer
de una valiosa técnica para superar el estrés escolar y los trastornos emocionales propios de su edad. Pueden sus técnicas también ser aplicadas con notable éxito como prácticas coadyuvantes en el tratamiento a niños autistas y mongólicos, así como a personas con problemas de ludopatía, alcoholismo o cualquier tipo de drogadicción.

Por fortuna, y ya desde hace años, el yoga se ha ido abriendo camino en muchas direcciones, habiendo sido incorporado tanto a seminarios espirituales como a cárceles, a colegios como a fábricas, a los profesionales más diversos y en activo como a personas de ya muy avanzada edad, quienes han encontrado en el yoga un método de gran ayuda para los últimos años de su vida.

No quiero finalizar esta introducción sin señalar enfáticamente que no es necesario en absoluto adaptar el yoga a las características del practicante occidental, porque eso sería tan innecesario como adaptar el ajedrez (que, por cierto, se originó también en la India) a los jugadores que no fueran indios. El yoga tiene un carácter universal como tal método ecléctico y no adoctrinante y sus técnicas y procedimientos son adecuados para todas las razas, si bien habrá que buscar naturales adaptaciones de sus prácticas psicofísicas para niños de corta edad y para personas enfermas.

El yoga siempre apela a la inteligencia y al discernimiento del practicante, y debe éste tratar de evitar a esos «maestros» o «instructores» que acompañan la enseñanza del yoga de adoctrinamientos incluso muchas veces dogmáticos y que nada tienen que ver con el yoga mismo. El verdadero yoga, que es el que se viene practicando desde tiempos inmemoriales en todas las épocas y latitudes, es a veces falseado por desaprensivos maestros e instructores que lo convierten en una simple gimnasia, o lo reducen a una simple y casi grotesca caricatura del yoga real, o, incluso, lo que es verdaderamente inexcusable, lo proponen hasta como un método competitivo y un espectáculo de campeones. También invito al lector a que utilice su sabiduría discriminativa para prevenirse contra los diversos pseudoyogas que algunos instructores proponen o contra los sucedáneos que algunos tratan de «colar» como si se tratara de verdaderas enseñanzas. No hay atajos para llegar al cielo y los métodos que prometen éxitos espectaculares en un breve espacio de tiempo son
todos cebos para atraer a personas ingenuas que luego se encontrarán con el anzuelo y comprobarán, desanimadas, que lo que se les ha ofrecido, y por lo que obviamente han pagado, no tiene ningún alcance ni eficacia.

Si después de haber publicado varios libros de yoga me decido ahora a publicar esta obra con Ediciones Urano es para brindar al lector lo mejor y lo más práctico y beneficioso del verdadero yoga. Aunque el yoga es como un gran árbol con numerosas ramas (sus distintas modalidades), me centraré en esta obra en las principales y más benéficas técnicas del yoga psico-físico (hatha-yoga) y del yoga mental (radja-yoga), si bien los lectores interesados en otras formas pueden consultar otras obras mías dedicadas a las distintas modalidades yóguicas, como el mantra -yoga o el kundalini-yoga.

Si estas técnicas se han perpetuado desde hace miles de años no es por casualidad ni gratuitamente, sino porque han demostrado su fiabilidad, porque las han puesto en práctica personas de todas las épocas y de las más distintas latitudes. Con ello quiero significar su validez y volver a alertar al lector para que desconfíe razonablemente de los pseudoyogas o técnicas sucedáneas e insustanciales. Hay un adagio oriental antiguo que reza: «A cada gusano su gusto; los hay que prefieren las ortigas».

Pero el yoga es un cuerpo de enseñanzas y técnicas muy elaborado y completo, algo que lo convierte en una primorosa orquídea y no en una ortiga. Porque una cosa es una técnica aplicada aisladamente, por eficaz que resulte (con frecuencia robada al yoga ya la que no se le reconoce muchas veces su paternidad), y otra es toda una psicología de la realización que incluye: ética genuina, comportamiento amoroso, cultivo de emociones laudables, numerosos ejercicios psicomentales, una sabia actitud de vida, procedimientos para el desarrollo de la sabiduría liberadora y, en suma, todo un noble arte de vivir.

Aunque lo idóneo para un principiante es poder asistir a un centro especializado y recibir clases de un instructor calificado, si no es posible, también un libro puede ser de una notable ayuda. Pero, además, aunque una persona esté asistiendo a un centro especializado (sea dos o tres veces por semana, como es lo más común), siempre es conveniente practicar en casa y en este caso un libro con explicaciones sencillas será un referente muy válido y una gran ayuda. El autor de estas páginas comenzó hace cuatro décadas a practicar el yoga con la ayuda de libros, hasta que tuvo la fortuna de conocer instructores y maestros que le prodigaron enseñanzas y métodos. Tenga el lector la certeza de que el yoga que presentamos en esta obra, sus técnicas y su modo de practicarlas se avienen estrictamente al yoga genuino, tal y como lo han enseñado y propagado los más grandes maestros del yoga. Cuando un diamante es impecable, ¿por qué añadirle nada; por qué restarle nada?

Hemos creído conveniente estructurar esta obra en dos partes. La primera recoge una exposición general acerca del yoga y de su alcance, así como diversos aspectos tanto del yoga psicofísico (hatha-yoga) como del mental (radja-yoga); la segunda se extiende sobre las técnicas del yoga físico y los métodos del yoga mental. Incorporamos, asimismo, dos apéndices de gran interés, uno de ellos de la profesora de yoga Isabel Morillo, con gran experiencia docente. La segunda parte tiene un carácter fundamentalmente práctico, ya que el yoga es un método basado en la experiencia para que cada persona pueda encender su propia lámpara interior; en última instancia, uno siempre es su propio maestro y su propio discípulo.


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