La mente ordinaria se caracteriza por el caos que reina en su contenido. Está llena de tensiones, contradicciones muy profundas, conflictos y ansiedad. Todo ello impide la percepción pura y reveladora, esclaviza al individuo y le limita. Que todo ello suceda en la mente no es lo grave El verdadero problema se encuentra en que el individuo se identifica con todos los procesos y fluctuaciones de su mente, se deja concernir y envolver por ellos, permite que mecánicamente le encadenen y arrastren. Esa identificación con la dispersión mental provoca todo tipo de tensiones, ofuscación y malestar, pero además roba parte de las mejores energías. La dispersión de la mente es una de las fugas de energía. Sumido en la frenética corriente de sus pensamientos descontrolados, el individuo pierde de vista la realidad existente y es fascinado por todo lo aparente. Las propias ideaciones mentales se vuelven pernicioso, subterfugio y escapismo. La mente condicionada provoca toda clase de autoengaños, proyecciones psicológicas y temores que ponen disfraz sobre disfraz a todo aquello que se percibe. Una mente hasta tal punto condicionada carece de la capacidad del recto discernir (viveka), de la discriminación liberadora. Esa es la situación de la mente en la mayoría de las personas. Es una mente vieja y reengolfada, una mente que ha ido acumulando y acumulando y que, insatisfactoria por naturaleza, origina mucha aflicción. Pero de la misma manera que se limpia un espejo empañado, puede limpiarse y purificarse la mente a través de las técnicas de concentración y de meditación. Por un lado, el yoga invita al aprendizaje, que consiste en refrenar todos los procesos de la mente. Por otro lado, enseña la manera en cómo la mente debe ser tomada y obrada. Porque la persona se implica con su mente, se enreda en ella, es por lo que surge tanto conflicto y dolor. El pensamiento descontrolado no sólo no es de ninguna utilidad, sino que falsea la visión de la realidad. Por ello el yogui debe aprender a pensar voluntaria e intencionadamente y , aún mejor, a dejar también de pensar. El recto pensar será de gran utilidad para tomar determinaciones en la vida cotidiana y el no-pensamiento será lo más apropiado para escalar a la cima de las más alta Sabiduría.
La mente común es de naturaleza profundamente egocéntrica. Tiende a hacerlo todo autorreferencial y, debido a sus viejos patrones y acumulaciones, dispone de una tendencia compulsiva a etiquetarlo todo convencionalmente. Es una mente, pues estrecha y deficitaria, enganchada en el pasado, zarandeada por la expectativas del futuro, siempre aferrada a la personalidad y no a la esencia genuina. Y porque una mente tal no sólo es inservible, sino perjudicial, el yogui se propone transmutar esa mente de oscuridad en una mente de luz, esa mente sujeta a las fórmulas intelectivas, en una mente supralógica. Ello requiere un intenso sadhana (entrenamiento psicoespiritual), pero es la única forma de ir más allá de lo meramente ideacional y nacer a un mente nueva poseedora de una renovada energía que hace posible la captación pura y el poner la vida cotidiana al servicio de la búsqueda interior. Lo primero que debe hacer el practicante es romper la dependencia con respecto a su mente. Hay muchos tipos de adicciones y uno de los más graves es la adicción al pensamiento descontrolado, repetitivo y en círculo, ya que él no sólo no proporciona ninguna claridad, sino que sumerge más al individuo en la ignorancia, y lo peor: le sirve de escapismo y le oculta los hechos tal y como son.
Meditamos en el yoga para transformar la mente ordinaria en una mente más luminosa, para descondicionarla y dejarla brotar en un nivel más elevado y pleno. Meditamos para romper las ataduras de la mente egocéntrica, para activarla y purificarla de tal manera que pueda ofrecernos, a niveles supralógicos, respuestas que no puede brindar el pensamiento ordinario.
Meditamos para ser nosotros mismos a pesar de los enredos de la mente, para aprender a desidentificarnos de su contenido, siempre cambiante. Meditamos, en suma, para lograr modificaciones muy profundas en la consciencia, ensancharla y profundizarla y poder obtener un conocimiento no reactivo y que no sea el resultado de los viejos impulsos, impresiones y reacciones. Pero, además, el órgano psicomental del ser humano común se halla lleno de nudos, bloqueos, cortocircuitos. Así no puede fluir la energía total y surgen toda clase de tensiones internas, estancamientos, contradicciones psicológicas, hábitos coagulados, reacciones mecánicas. La meditación se empeña en desatar esos nudos y liberar los bloqueos para que en la mente nueva surja una energía más vital. Cada vez que el yogui utiliza el recto pensar o el no-pensamiento, modificaciones importantes están sucediendo en esa mente cuya única, mórbida y compulsiva actividad es la de crear ideaciones descontroladas y sin fin. Cuando estudiemos el radja-yoga de Patanjali comprobaremos cómo el secreto está en parar la mente, es decir, reprimir sus procesos descontrolados para que la persona se pueda establecer en su real naturaleza. Si estamos en el pensamiento descontrolado estamos en la superficie, en la periferia. Más allá del pensamiento estamos en el ser. La mente, en realidad, no es más que un leve reflejo del Ser. No tiene luz propia y, en tanto no ha sido lo suficientemente purificada, todo lo refleja deformándolo.
El practicante de yoga debe ensayar con asiduidad el ejercicio que consiste en la observación de los pensamientos y cuya técnica describimos a continuación:
Adopte la postura de meditación. Relájese tanto como pueda y pause la respiración. Muy atento y sereno, observe todo lo que vaya surgiendo en su mente. No fabrique pensamientos; tampoco los frustre. Limítese a estar implacablemente atento y receptivo, desde la distancia, observando todo lo que va brotando y desfilando por la mente. Los pensamientos van y vienen como nubes en el cielo. Observe implacable y desapasionadamente. No deje de contemplar todo proceso que surja y desaparezca. Podrá observar ideas, recuerdos, imágenes, percepciones sensoriales, sentimientos, emociones, todo aquello que surja y se desvanezca en la mente. A veces se olvidará de que está haciendo el ejercicio y se implicará por completo en el mente incluso durante minutos. Pero en cuanto recobre la autoconsciencia sepárese de la mente y comience a observarla con toda ecuanimidad, atento y desapegado. Proceda así durante quince o veinte minutos. Persevere en la práctica. Esta es una de las técnicas más importantes del yoga mental. Nos enseña s ser nosotros mismos más allá de la mente, a conocer el contenido y a desidentificarnos.
Colección fascículos YOGA (Ramiro Calle)