jueves, 27 de febrero de 2014

DEJAR DE PENSAR (Ramiro Calle)

Aprender a Dejar de Pensar

27 de febrero de 2014 a la(s) 12:12
No hay que subestimar el pensamiento, pero tampoco se le puede dar un carácter de omnipotencia. El pensamiento es muy útil en su plano, pero no lo es necesariamente en otros. Siempre les digo a mis alumnos en las clases de meditación: "Cuando haya que pensar, piensa, pero cuando no haya que hacerlo, vive".
La atención pura, libre de pensamientos, es infinitamente más sagaz que el pensamiento conceptual, y nos permite captar lo que a éste le pasa desapercibido. Si pensar es un arte, dejar de pensar lo es mucho más. Si porque pienso existo, se nos ha dicho, cuando no pienso existo mucho más.
A menudo el pensamiento va por un lado y la vida fluye por otro. Con demasiada frecuencia el pensamiento tiende a medir, comparar, etiquetar y rotular, tanto que asesina la vida y le roba toda su gloriosa frescura. Hay que ir logrando una consciencia alerta, capaz de captar el hecho al desnudo, sin interferencias mentales; una mente renovada, libre de los "cachibaches" que se han ido acumulando, que pueda así estar en continuado aprendizaje.
El pensamiento es muy útil y necesario para muchas actividades de la vida diaria, pero otras veces frustra la energía hermosa y natural de la emoción o el sentimiento. El pensamiento conceptual puede tornarse seco y estéril, y meter a la persona en un callejón sin salida. Buda ya prevenía contra ese amasijo de ideas que nos pueden terminar por alienar. A menudo el pensamiento forma una masa tal de ideas incontroladas que nos impide captar el momento presente en todo su esplendor. Hay una historia zen muy significativa:
El discípulo acude a visitar al maestro y le dice:
- Maestro, ¿hago bien en no tener ideas?
El maestro responde:
- Allá tú si quieres seguir con esa idea de las no ideas.
El pensamiento es necesario pero en muchos ámbitos resulta insuficiente e incluso contraproducente. Hay que ir más allá de la palabra y el concepto, porque el azúcar es dulce le llamemos azúcar o sal. Para disipar la ignorancia de la mente no basta el pensamiento, sino que se requiere la visión lúcida y cabal que, precisamente, muchas veces los pensamientos incontrolados sabotean. Nuestra realidad más profunda no la vamos a captar a través del pensamiento. Ya nos lo avisa un precioso texto, el Jivanmukti Viveka, que dice: "El Ser no se obtiene por medio de la discusión la inteligencia o el aprendizaje".
Una cosa es el simple conocimiento y otra la Sabiduría. El pensamiento procura conocimiento, información, infinidad de datos, pero no Sabiduría. Más allá del conocimiento ordinario, brota la Sabiduría. El conocimiento no transforma, la sabiduría sí. El conocimiento se estrella contra las apariencias, pero la Sabiduría las penetra. Por eso la meditación nos enseña a activar la atención e ir más allá del pensamiento ordinario.
La primera definición de yoga por escrito fue: "Es la supresión de los pensamientos en la mente". Cuando los pensamientos cesan, uno se establece en su naturaleza real y resplandece la luz del Ser. El pensamiento, pues, es una herramienta importante, pero no única. La maraña de las ideas a menudo nos atrapa y le roba el brillo a lo existente.
Si logramos que la consciencia esté más libre de interferencias mentales cuando así sea conveniente, ésta se tornará mucho más penetrativa y reveladora y nos permitirá conectar con la vida como es, sin tanto incurrir en juicios ni en reacciones emocionales de apego y odio, que tanto limitan nuestra capacidad vital. Y uno puede adquririr así un modo de ser más expansivo, pleno, despajado y vital.Como reza un versículo de las sagradas escrituras de la India con respecto al sabio:
"Debe ser como un loto, que cuando es cortado no tiembla ni se enfurece. Debe ser como el mismo espacio, que cuando es cortado, no tiembla ni se enfurece".
Cuando se conecta con la fuente del pensamiento, surge una inmensurable serenidad. En el silencio interior, más allá de las ideas y conceptos, surge un poder que trasciende las palabras. Asi, como decía el yogui Ramana Maharshi, el silencio se torna el lenguaje más elocuente.

Ramiro Calle
Director del Centro de Yoga Shadak y escritor
www.ramirocalle.com
Fuente: www.espaciohumano.com
 

miércoles, 26 de febrero de 2014

GNANA-YOGA, El Yoga del conocimiento


               El ser humano vive en la superficie, y su entendimiento superior, en lugar de irse activando, va atrofiándose con el transcurso del tiempo, salvo que trabaje sobre él. Para hacer posible la evolución de la consciencia necesita poner en marcha los mecanismos oportunos. Hay un conocimiento religioso, científico, filosófico, psicológico, espiritual. Y hay, por encima de todos ellos un conocimiento integral, puro, sin mezcla. Ese conocimiento está en las profundidades y no sobreviene por sí solo. Es forzoso emprender su búsqueda si quiere rescatarse. Incluso los más grandes iniciados tuvieron que retirarse temporalmente del mundo fenoménico para establecerse más sólidamente ene su Sí-mismo y lograr la conquista del supremo conocimiento. Tal fue el caso de Buda, Mahavira, Sankara, Cristo y otros mahatmas (almas grandes).
            La visión superior es independiente, amplia y libre. No tiene mezcla, porque está más allá de toda interferencia. No está sometida a nada ni a nadie. No es un producto de la elaboración intelectual ni se basa en la lógica y en el razonamiento. Va apareciendo cuando la mente va consiguiendo la unidireccionalidad (ekagrata), la voluntad se va reafirmando definitivamente, las emociones se van controlando y la conducta obtiene la purificación adecuada. Durante muchos siglos algunos seres  humanos han buscado el conocimiento superior a través de unas técnicas arriesgadas, drogas, esoterismo de naturaleza inferior, choques sobre el sistema nervioso con distintos procedimientos, ascesis férrea, ayunos prolongados y otros. Otros han optado por procedimientos mas fiables y menos extremos: la meditación, el alertamiento mental, el trabajo inteligente sobre el cuerpo, la vía de la entrega, la purificación del discernimiento y otros En cualquier modo hay que tratar de superar las actitudes egocéntricas y saber que el conocimiento superior sólo es obtenible dentro de uno mismo, a diferencia de ese otro conocimiento adquirido que es prestado por los demás.
            El gnana-yogui no debe limitarse a concentrarse durante determinados momentos del día, sino que su atención mental ha de mantenerse despierta en todo instante. No debe dejarse atrapar por su mente conceptual aunque tendrá que usarla en la vida cotidiana. Debe imponerse un estado de tranquilidad que evite en lo posible la agitación mental, porque ésta es un obstáculo para la clara visión y puede crear falsas ideas o erróneos pensamientos que en nada favorecen su desenvolvimiento interior; debe en todo instante sustraerse a la identificación del Yo con el cuerpo el sistema emocional o la mente; debe distanciarse de sus elementos, comprendiendo que son parte de él, pero que no  son su Yo; debe, en definitiva, apoyarse en la sabiduría y hacer una precia distinción entre su Yo y su no Yo.
            El gnana-yogui, como los restantes practicantes de yoga, busca la inmovilidad  de la mente. Incluso el hatha-yoga busca esta inmovilidad de la mente, apoyándose para ello en la inmovilidad el cuerpo y en la neutralización de la dinámica sensorial. La abolición de toda agitación es uno de los procedimientos del ejercitamiento yóguico, pues el silencio de la mente es el campo abonado para que se manifieste el conocimiento superior. Tal silencio se ve quebrado en el ser humano común por una larga serie de elementos que el yogui se esfuerza por refrenar. En un estado de quietud la atención se hace infinitamente más viva y penetrante, al sustraerse del desgaste de energía que provocan los actores perturbadores. En tal caso la atención no oscila ni vacila y se toma un instrumento eficaz para ir alertando la mente intuitiva, que si bien al principio es tan débil que pasa inadvertida posteriormente se va fortaleciendo e independizando de la mente racional. De esta manera el ser humano, para los asuntos de la vida cotidiana, en su esfera de relacion, cuenta con la inteligencia ordinaria, pero para la indagación del Yo va disponiendo de la inteligencia supramundana. Una y otra no tienen por qué interferirse ni limitarse sino que son complementarias y mediante las técnicas yóguicas no sólo se estimula la mente supramundana sino que se va perfeccionando asimismo la mente mundana. Se mejora la atención, la memoria, la capacidad de concentración, se integra la voluntad y se fortalece el carácter. De hecho, el ser humano ni siquiera utiliza asiduamente y con eficacia las facultades de  su mente ordinaria. La observación y el análisis intelectivo son instrumentos excelentes para desarrollar la mente e ir trascendiendo a planos intuitivos. Aunque ellos únicamente facilitan un conocimiento indirecto y sujeto a error, sirven de apoyo para ir integrando la mente. Mediante ellos el practicante debe enriquecer sus conocimientos y hacer que los conocimientos ordinarios sirvan de impulso para obtener conocimientos superiores y despierten una inquietud que solamente pueda satisfacer la sabiduría suprema y el conocimiento directo. Tras las apariencias está la realidad y tras la forma de las cosas está su esencia, su modo final de ser. En tanto la razón se estrella contra las apariencias y las formas, la mente intuitiva penetra hasta la base. El ego es la identificación con el cuerpo, las emociones, los pensamientos, los hábitos El Yo es energía libre e independiente, incondicionada El Yo es la Consciencia Cósmica que habita en cada ser sintiente. El jivanmukta (liberado en vida) es quien realiza definitivamente su Si-mismo como parte de la totalidad. El se convierte en Aquello. Desapegado de sus sentidos, habiendo superado los infinitos ropajes del ego, reside en su mismidad.
            El discernimiento, la capacidad de discriminación y la indagación son los medios de que se sirve, implacablemente, el Gnana-Yoga. El gnana-yogui se sitúa más allá del dolor y del placer y se va independizando, gracias a la labor infatigable de su discernimiento puro, de innumerables ataduras. Una energía nueva y fresca, la de la inteligencia primordial, aflora cuando la mente ordinaria ha sido puesta en su lugar y el practicante ha sido capaz de rescatar una actitud que se ubica en un plano mental no mediatizado por el apego y la aversión. Tal es la energía incondicionada que genera la inteligencia discernitiva. El practicante aprende a distinguir entre el que ve y lo visto, se convierte en espectador más allá del espectáculo. Y, más aún, comprende que también gracias a él es el espectáculo. Y de una es por todas está en el carnaval con plena conciencia de que él es el testigo imperturbable del carnaval y que las mascaras están en la personalidad, pero no en la esencia.

Colección fascículos de Yoga.
TOMO  2 (Ramiro Calle)

Los errores


martes, 25 de febrero de 2014