El yoga es tan antiguo ya la vez tan actual que Mircea Eliade
-practicante de yoga- se refirió a él como «un fósil viviente».
Es, sin duda, la técnica liberatoria más antigua del
mundo, pues el yoga arcaico (que ya disponía de eficaces métodos para
conducir la mente a un estado de conciencia superior) es muy anterior a la
penetración de los arios en la India. Los primeros yoguis se adentraron en la
búsqueda interior con el afán de conectar con conocimientos de orden superior
y poder acceder a regiones ignotas de la mente. En el transcurso de los años
fue configurándose un cuerpo amplísimo de enseñanzas, métodos, técnicas y
prescripciones para la auto superación, la evolución de la conciencia y la
conquista de una mente superior a la que el yoga denomina supramundana, por
situarse más allá de las apariencias.
Por su propia experimentación personal, los yoguis
fueron concibiendo y ensayando toda clase de métodos de autoconocimiento y
autodesarrollo, así como técnicas muy específicas para la contención del
pensamiento, el cultivo armónico de la atención, el acrecentamiento de la
conciencia, la purificación del inconsciente, el control psicosomático, el
desarrollo de la visión esclarecida y la reunificación de las energías
dispersas. Como lo más cercano a un ser humano es su propio cuerpo, su mente
y las energías que animan a ambos, el yogui convirtió su complejo psicofísico
en un laboratorio para efectuar su trabajo, poniendo en práctica innumerables
procedimientos para armonizar el cuerpo, la mente y las energías y poder
conquistar un tipo de percepción (yóguica) liberadora muy diferente y muy
superior a la percepción ordinaria, siempre sometida a error.
El yogui emprendió sin tregua el trabajo sobre sí mismo,
al que denominamos, por su carácter, trabajo interior. Se trata de una
práctica minuciosamente llevada a cabo para poder conocer la naturaleza real
que reside en uno mismo y para aprender a conocer y regular la propia
realidad interna. Se trata de superar la ignorancia básica de la mente y de
desplegar todos los potenciales internos para superar la desdicha, procurar
un sentido de aprendizaje interior a la vida y mejorar las relaciones con uno
mismo y con los demás.
Este trabajo es integral, o sea, que se realiza sobre
todos los componentes del ser humano: cuerpo, cuerpo energético, órgano
psicomental (mente y emociones) y comportamiento. Se conoce ese trabajo
interior que es el entrenamiento yóguico como sadhana o práctica espiritual.
El sadhana tiene por objeto la evolución consciente, el autoconocimiento y el
autodesarrollo, para beneficio propio y ajeno. En este trabajo sobre uno
mismo, el practicante encontrará no pocos obstáculos, pero también buenos
aliados internos. Entre los obstáculos se encuentran no solamente las circunstancias
externas adversas y el entorno inapropiado y las vicisitudes de la vida, sino
también los que derivan del desequilibrio orgánico y de la inarmonía
psíquica. Son obstáculos el desasosiego, la pereza, la negligencia, el
descontento, la ofuscación, la avidez, el odio y tantos otros, a los que hay
que sumar el propio inconsciente desordenado, caótico y el cúmulo de viejos
patrones, heridas psicológicas, traumas y frustraciones. También son
obstáculos los enfoques incorrectos, los estrechos puntos de vista, el apego
a las ideas.
A menudo es la propia mente uno de los escollos más
difíciles de superar, porque hay que ir limpiándola de esa ofuscación o
ignorancia básica que genera innumerables emociones insanas, del mismo modo
que hay que ir aprendiendo a contener el pensamiento neurótico y
descontrolado que es fuente de avidez, odio y, en suma, de una gran masa de
sufrimiento para uno mismo y para los demás. Todas las técnicas del yoga
(incluidas las del yoga psicofísico) apuntan a la mente para sanearla e
iluminarla. De una mente ofuscada todo lo que se deriva es nocivo.
Hasta que se somete uno al sadhana adecuado, la mente
está dominada por innumerables condicionamientos (muchos de ellos
inconscientes) que falsean su visión, ya que ésta está densamente velada por
tres « oscurecimientos»: el interpretativo, el reactivo y el imaginativo. La
visión liberadora va desencadenándose en la medida en que la mente se
purifica, los condicionamientos se resuelven y la percepción se esclarece.
Pero si bien los obstáculos no son pocos en esta senda
hacia la paz interior y la sabiduría, también hay dentro de uno mismo un buen
número de aliados que se desplegarán para colaborar en la conquista de la
quietud y el conocimiento liberador. Son simientes de iluminación que es
necesario cultivar para que maduren y reporten sus excelencias. Estos
aliados, denominados factores de crecimiento o iluminación, son entre otros:
el esfuerzo correcto, la atención vigilante, la ecuanimidad, el sosiego, el
contento y la visión lúcida. Estos factores de iluminación colaborarán de
manera eficaz en la superación de uno de los más graves obstáculos, el del ego o la
autopersonalidad, que nos desvía de nuestra naturaleza original y nos somete
a esclavitud.
Los condicionamientos inconscientes reaccionan generando
a menudo el «charloteo» mental, ese pensamiento mecánico y confuso (en las
antípodas del recto pensar) que es el ladrón de la felicidad. Tengamos bien
presente que la primera definición del yoga por escrito es «el control de los
pensamientos en la mente»; así, todos los procedimientos yóguicos ponen su
empeño en controlar los pensamientos mecánicos y neuróticos, para poder
conocer un tipo superior de mente que nada tiene que ver con la mente
ordinaria, al que se denomina unmani o no mente.
Como el trabajo interior o sobre uno mismo tiene un
carácter integral (se extiende a todos los elementos que conforman al ser
humano), comporta: . Unos ideales yóguicos que son asiduamente cultivados. . Un buen número de técnicas psicofisiológicas para
intensificar el control psicosomático y mejorar psicofísicamente a la
persona. . Un nutrido arsenal de técnicas psicomentales, entre
las que se encuentran la retracción de los órganos sensoriales y el
recogimiento interior, la concentración, la meditación, la auto indagación,
la contención del pensamiento y muchas otras. . El cultivo de una adecuada actitud vital, que debe ser
trasladada a la vida cotidiana, apuntalada en la atención consciente, la
ecuanimidad, el sosiego y la compasión. . Una ética natural, que estriba en poner medios para
que las otras criaturas sean felices y evitarles el sufrimiento.
Este sadhana (ejercitación) integral compete, pues, al
cuerpo, al cuerpo energético, al órgano psicomental y al comportamiento con
nosotros y con los demás. El trabajo sobre el órgano psicomental adquiere
gran importancia, pues somos aquello que pensamos y sentimos, ya que lo que
hay dentro de nosotros tiende a emerger a través del comportamiento. Incluso
el yoga psicofísico (hatha-yoga) pretende con sus numerosas técnicas no sólo
beneficiar los cuerpos físico y energético, sino también favorecer el dominio
de la psique.
Este trabajo integral se traslada a la vida
cotidiana y el practicante debe tomar su existencia como una práctica
interior, tratando de:
Hacer lo mejor que pueda en cualquier momento y
circunstancia.
- . Hacer con atención consciente y con destreza, sin
dejarse alienar por la acción.
. No obsesionarse por los resultados, pues los
mismos, si han de venir, lo harán por añadidura. . Tratar de que la acción sea menos persona lista y
egoísta. . Convertir la vida cotidiana en un maestro,
aprendiendo a bregar sabiamente y con actitud adecuada con los
acontecimientos, circunstancias y situaciones, poniendo en marcha la atención consciente y la firme ecuanimidad.
La práctica de las técnicas yóguicas va
transformando al practicante y le enseña a modificar sus viejos modelos
de conducta mental cuando estos son nocivos o perturbadores, para poder
conseguir una renovada y más armónica forma de sentir y sentirse.
EL GRAN LIBRO DE YOGA (Ramiro Calle)
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