EL ARTE DE VIVIR
J. Krishnamurti
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INTRODUCCIÓN
Me parece que una clase
completamente distinta de moralidad y de conducta, y una acción que surja de la
comprensión de todo el proceso del vivir, se han vuelto una necesidad urgente
en nuestro mundo de crisis y de problemas en constante aumento. Tratamos de abordar estos problemas mediante
métodos políticos y de organización, mediante reajustes económicos y diversas
reformas; pero ninguna de estas cosas resolverá jamás las complejas
dificultades de la existencia humana, aun cuando puedan ofrecer un alivio
transitorio. Todas las reformas, por
extensas y aparentemente duraderas que sean, son en sí mismas causa de ulterior
confusión y nueva necesidad de reformas.
Sin comprender todo el complejo ser del hombre, las meras reformas
producirán sólo la confusa exigencia de más reformas. Las reformas no terminan nunca y, a lo largo de estas mismas
líneas, no existe una solución fundamental.
Las revoluciones políticas,
económicas o sociales tampoco son la respuesta, porque han producido tiranías
espantosas o la mera transferencia de poder y autoridad a manos de un grupo
diferente. Tales revoluciones jamás son
la salida para nuestra confusión y para el conflicto en que vivimos.
Pero hay una revolución que es
por completo diferente y tiene que ocurrir si hemos de emerger de la inacabable
serie de ansiedades, conflictos y frustraciones en que estamos atrapados. Esta revolución tiene que comenzar no con
teorías e ideaciones que, a la larga, demuestran ser inútiles, sino con una
transformación radical en la mente misma.
Una transformación semejante sólo puede tener lugar mediante una
educación correcta y el total desarrollo del ser humano. Es una revolución que ha de ocurrir en la
totalidad de la mente, y no sólo en el pensamiento. El pensamiento, después de todo, es sólo un resultado y no la
fuente , el origen. Tiene que haber una
transformación radical en el origen mismo y no una mera modificación del
resultado. Al presente, nos
entretenemos con los resultados, con los síntomas. No producimos un cambio vital desarraigando los viejos métodos de
pensamiento, liberando a la mente de las tradiciones y los hábitos. Es en este cambio vital en el que estamos
interesados, el cual sólo puede originarse en una correcta educación.
La función de la mente es
investigar y aprender. Por aprender no
entiendo el mero cultivo de la memoria o la acumulación de conocimientos, sino
la capacidad de pensar clara y sensatamente sin ilusión, partiendo de hechos y
no de creencias e ideales. No existe el
aprender, si el pensamiento se origina en conclusiones previas. Adquirir meramente información o conocimiento,
no es aprender. Aprender implica amar
la comprensión y amar hacer una cosa por sí misma. El aprender sólo es posible cuando no hay coacción de ninguna
clase. Y la coacción adopta muchas
formas, ¿no es así? Hay coacción a
través de la influencia, a través del apego o la amenaza, mediante la
estimulación persuasiva o las sutiles formas de recompensa.
La mayoría de la gente piensa que
el aprendizaje es favorecido por la comparación, mientras que en realidad es lo
contrario. La comparación genera
frustración y fomenta meramente la envidia, la cual es llamada competencia. Como otras formas de persuasión, la
comparación impide el aprender y engendra el temor. También la ambición engendra temor. La ambición, ya sea personal o identificada con lo colectivo, es
siempre antisocial. La así llamada
ambición noble es fundamentalmente destructivo en la relación.
Es necesario alentar el
desarrollo de una buena mente, una mente capaz de habérselas con múltiples
problemas de la vida como una totalidad, y que no trate de escapar de ellos
volviéndose de ese modo contradictoria en sí misma, frustrada, amarga o
cínica. Y es esencial que la mente se
percate de su propio condicionamiento, de sus propios motivos y de sus
búsquedas.
Puesto que el desarrollo de una
buena mente constituye uno de nuestros intereses fundamentales, es muy
importante el modo como uno enseña.
Tiene que haber un cultivo de la totalidad de la mente y no sólo la
transmisión de informaciones. En el
proceso de impartir conocimiento, el educador ha de invitar a la discusión y
alentará a los estudiantes para que investiguen y piensen de una manera
independiente.
La autoridad, "el que
sabe", no tiene cabida en el aprender.
El educador y el estudiante están ambos aprendiendo, a través de la
especial relación mutua que han establecido; pero esto no quiere decir que el
educador descuide el sentido de orden en el pensar. Ese orden no es producido por la disciplina en la forma de
enunciaciones afirmativas del conocimiento, sino que surje naturalmente cuando
el educador comprende que en el cultivo de la inteligencia tiene que haber un sentido
de libertad. Esto no significa libertad
para hacer lo que a uno le plazca o para pensar con espíritu de mera
contradicción. Es la libertad en la que
al estudiante se le ayuda a darse cuenta de sus propios impulsos y motivos, los
que se revelan a través de su cotidiano pensar y actuar.
Una mente disciplinada nunca es
libre, ni puede ser libre jamás una mente que ha reprimido el deseo. Es sólo mediante la comprensión de todo el
proceso del deseo como la mente puede alcanzar la libertad. La disciplina limita siempre a la mente a un
movimiento dentro de la estructura de un sistema particular de pensamiento o de
creencia, ¿no es así? Y una mente
semejante jamás está libre para ser inteligente. La disciplina genera sumisión a la autoridad. Provee la capacidad para desempeñarse dentro
del patrón de una sociedad que requiere habilidad funcional, pero no despierta
la inteligencia, la cual posee su capacidad propia. La mente que no ha cultivado otra cosa que la capacidad por medio
de la memoria es como la moderna computadora electrónica la cual, si bien
funciona con habilidad y exactitud asombrosas, sigue siendo solamente una
máquina. La autoridad puede persuadir a
la mente para que piense en una dirección particular. Pero ser guiada para pensar a lo largo de ciertas líneas o en los
términos de una conclusión previa, no es pensar en absoluto; es funcionar
meramente como una máquina humana, lo cual engendra descontento irreflexivo que
acarrea frustración y otras desdichas.
Estamos interesados en el desarrollo
total de cada ser humano, en ayudarlo a realizar su más alta y plena capacidad
propia -no alguna capacidad ficticia que el educador tiene en vista como un
concepto o un ideal-. Cualquier
espíritu de comparación impide el florecimiento pleno del individuo, ya sea que
se trate de un científico o de un jardinero.
La más plena capacidad de un jardinero es igual a la más plena capacidad
de un científico, cuando no hay comparación; pero cuando la comparación interviene,
surgen el menosprecio y las relaciones envidiosas que crean conflicto entre
hombre y hombre. Como sucede con el
dolor, el amor no es comparativo; no puede ser comparado con lo más grande o lo
más pequeño. El dolor es dolor, como el
amor es amor, ya sea que exista en el rico o en el pobre.
El más pleno desarrollo de todos
los individuos crea una sociedad de iguales.
La actual lucha para producir igualdad en el nivel económico o en algún
nivel espiritual, no tiene ningún sentido.
Las reformas sociales que apuntan a establecer la igualdad engendran
otras formas de actividad antisocial; pero con la educación correcta no es
necesario buscar la igualdad mediante reformas sociales o de otra especie,
porque la envidia -con su comparación de capacidades- cesa.
Debemos diferenciar aquí entre
función y nivel social. El nivel
social, con todo su prestigio emocional y jerárquico, surge sólo a través de la
comparación de funciones, al considerarlas como función superior e inferior. Cuando cada individuo está floreciendo a su
más plena capacidad, no hay comparación de funciones; sólo existe la expresión
de la capacidad como maestro o primer ministro o jardinero, y entonces el nivel
social pierde su aguijón de envidia.
La capacidad funcional o técnica
se reconoce, hoy en día, cuando poseemos un título a continuación de nuestro
nombre; pero si estamos verdaderamente interesados en el desarrollo total del
ser humano, nuestro enfoque es por completo diferente. Un individuo que posee la capacidad
necesaria puede graduarse académicamente y agregar letras a su nombre, o puede
no hacerlo, como le plazca. Pero
conocerá por sí mismo sus propias aptitudes profundas, que no serán formuladas
por un título y cuya expresión no habrá de producir esa confianza egocéntrico
que habitualmente engendra la capacidad técnica. Una confianza semejante es comparativa y, por lo tanto,
antisocial. La comparación puede
existir para propósitos utilitarios, pero no es la tarea del educador comparar
las capacidades de sus estudiantes y producir evaluaciones más altas o más
bajas.
Puesto que estamos interesados en
el desarrollo total del individuo, al estudiante no debe dejársela que al
principio elija sus propias materias, porque su elección probablemente esté
basada en prejuicios y estados de ánimo pasajeros o en encontrar lo que resulta
más fácil de hacer; o puede que elija de acuerdo con los requerimientos
inmediatos de una necesidad particular.
Pero si se le ayuda a descubrir por sí mismo y a cultivar sus
capacidades innatas, entonces elegirá naturalmente no las materias más fáciles,
sino aquéllas por las que puede expresar sus capacidades hasta su más pleno y
alto nivel. Si al estudiante se le
ayuda, desde el principio mismo, a mirar la vida como una totalidad con todos
sus problemas psicológicos, intelectuales y emocionales, no se sentirá
atemorizado por ella.
La inteligencia es la capacidad
de abordar la vida como una totalidad; y el hecho de otorgar calificaciones al
estudiante no asegura la inteligencia.
Por el contrario, degrada la dignidad humana. Esta evaluación comparativa mutila la mente -lo cual no quiere
decir que el maestro no deba observar el progreso de cada estudiante y llevar
un registro de ello-. Los padres,
naturalmente ansiosos por conocer el progreso de sus hijos, querrán un informe;
pero si, desafortunadamente, no comprenden lo que el maestro está tratando de
hacer, el informe se convertirá en un instrumento de coacción para producir los
resultados que ellos desean, y de ese modo desvirtuarán la tarea del educador.
Los padres deben comprender la
clase de educación que la escuela se propone impartir. Por lo general, se satisfacen con ver que
sus hijos se preparan para obtener algún título que les asegure buenos medios
de vida. Muy pocos se interesan en algo
más que esto. Desde luego, desean ver a
sus hijos felices, pero más allá de este vago anhelo, muy pocos piensan en el
desarrollo total de los niños. Como
casi todos los padres ansían, por encima de cualquier otra cosa, que sus hijos
tengan una carrera de éxito, los fuerzan con amenazas o les intimidan afectuosamente
para que adquieran conocimientos, y así es como el libro se vuelve tan
importante; esto va acompañado por el mero cultivo de la memoria, por la mera
repetición, sin que tras ello exista la calidad de un verdadero pensar.
Tal vez, la mayor dificultad que
debe afrontar el educador es la indiferencia de los padres a una educación más
amplia y profunda. La mayoría de ellos
se interesa solamente en el cultivo de algún conocimiento superficial que
asegure a sus hijos posiciones respetables en una sociedad corrupta. Así que el educador no sólo ha de educar a
los niños del modo correcto, sino también ha de ver que los padres no deshagan
lo que de bueno pueda haberse hecho en la escuela. En realidad, la escuela y el hogar deben ser centros mancomunados
de educación correcta; de ninguna manera han de oponerse entre sí, con los
padres deseando una cosa y el educador haciendo algo por completo
diferente. Es muy importante que los
padres sean plenamente informados de lo que el educador está haciendo y se interesen
vitalmente en el desarrollo total de sus hijos. Es tanto responsabilidad de los padres ver que esta clase de
educación sea llevada a la práctica, como de los maestros, cuya carga ya es
suficientemente pesada. Un desarrollo
total del niño sólo puede producirse cuando existe la correcta relación entre
el maestro, el estudiante y los padres.
Como el educador no puede ceder a las fantasías pasajeras o las
obstinadas exigencias de los padres, es necesario que éstos comprendan al
educador y cooperen con él, sin generar conflicto y confusión en sus hijos.
La curiosidad natural del niño,
el impulso de aprender existe desde el principio mismo, y sin duda debe ser
alentado inteligentemente de manera constante, a fin de que se mantenga vital y
sin distorsión alguna; ello habrá de conducirlo gradualmente al estudio de una
variedad de materias. Si esta avidez
por aprender es estimulada en el niño todo el tiempo, entonces su estudio de
las matemáticas, de la geografía, de la historia, de la ciencia o de cualquier
otra materia no será un problema, ni para el niño ni para el educador. El aprendizaje se facilita cuando hay una
atmósfera dichosa de afecto y atenta solicitud.
La apertura emocional y la
sensibilidad pueden cultivarse únicamente cuando el estudiante se siente seguro
en la relación con sus maestros. El
sentimiento de seguridad es una necesidad primordial en los niños. Hay una diferencia inmensa entre el
sentimiento de seguridad y el sentimiento de dependencia. Consciente o inconscientemente, la mayoría
de los educadores cultiva el sentimiento de dependencia y, por lo tanto,
alienta sutilmente el temor, lo cual también hacen los padres a su propia
manera, afectuosa o agresiva. La
dependencia es producida en el niño por las aseveraciones autoritarias o
dogmáticas de los padres y de los maestros acerca de lo que el niño debe ser y
hacer. La dependencia va siempre
acompañada por la sombra del temor, y este temor obliga al niño a obedecer, a
amoldarse, a aceptar sin reflexión los edictos y las sanciones de sus
mayores. En esta atmósfera de
dependencia queda aplastada la sensibilidad; pero cuando el niño sabe y siente
que está seguro, su florecimiento emocional no se ve bloqueado por el temor.
Este sentido de seguridad en el
niño no es lo opuesto a la inseguridad.
Implica que se siente tan cómodo en la escuela como en su propia casa,
siente que él puede ser lo que es sin que lo fuercen en modo alguno, que puede
subirse a un árbol sin que lo reprendan si llega a caerse. Este sentido de seguridad puede tenerlo sólo
si los padres y los educadores están profundamente interesados en el bienestar
del niño.
Es importante que el niño, en la
escuela, se sienta tranquilo, completamente seguro desde el primer día. Esta primera impresión es fundamental. Pero si el educador, artificialmente, por
diversos medios trata de ganarse la confianza del niño y le permite hacer lo
que a éste le plazca, entonces está cultivando la dependencia, no le transmite
al niño el sentimiento de que está seguro, de que se encuentra en un lugar
donde hay personas hondamente interesadas en su bienestar total.
El propio impacto de esta nueva
relación basada en la confianza, relación que tal vez el niño jamás había
conocido antes, contribuirá a una comunicación natural en la que el joven no considerará
a los mayores como una amenaza a la que debe temer. Un niño que se siente seguro tiene sus propios medios naturales
de expresar el respeto que es esencial para el aprendizaje. Este respeto está despojado de toda
autoridad, de todo temor. Cuando el
niño tiene este sentimiento de seguridad, su conducta o comportamiento no es
algo impuesto por los mayores, sino que se vuelve parte del proceso de
aprender. A causa de que se siente
seguro en su relación con el maestro, el niño será naturalmente atento; es sólo
en esta atmósfera de seguridad donde pueden florecer la apertura emocional y la
sensibilidad. Sintiéndose cómodo,
seguro, el niño hará lo que le gusta; pero al hacer lo que le gusta descubrirá
qué es lo correcto, y su conducta no se deberá entonces a la resistencia ni a
la obstinación ni a sentimientos reprimidos ni a la mera expresión de un
impulso momentáneo.
La sensibilidad implica ser
sensible a todo lo que nos rodea: a las plantas, a los animales, a los árboles,
al cielo, a las aguas del río, al pájaro que vuela; y también a los estados de
ánimo de las personas a nuestro alrededor, al extraño que pasa cerca de
nosotros. Esta sensibilidad genera la
cualidad de una respuesta generosa, no calculada, que constituye la verdadera
moralidad y conducta. Siendo sensible,
el niño tendrá una conducta abierta y sin reservas; por lo tanto, una simple
sugerencia por parte del maestro será aceptada fácilmente, sin resistencia ni
fricción alguna.
Como estamos interesados en el
desarrollo total del ser humano, debemos comprender sus impulsos emocionales,
que son mucho más fuertes que cualquier razonamiento intelectual; tenemos que
cultivar la capacidad emocional y no contribuir a reprimirla. Cuando comprendamos esto y, por
consiguiente, seamos capaces de tratar tanto con los problemas emocionales como
con los intelectuales, no habrá ninguna razón para temer abordarlos.
Para el desarrollo total del ser
humano, se vuelve indispensable la soledad, como un medio de cultivar la
sensibilidad. Uno tiene que saber lo
que es estar solo, lo que es meditar, lo que es morir; y las ¡aplicaciones de
la soledad, de la meditación, de la muerte, sólo pueden ser conocidas si uno
las anhela. Estas aplicaciones no
pueden ser enseñadas, tienen que ser aprendidas. Uno puede indicar, pero aprender a base de lo indicado no es
experimentar la soledad o la meditación.
Para experimentarlas, uno debe hallarse en un estado de investigación;
sólo una mente que investiga es capaz de aprender. Pero cuando la investigación es suprimida por el conocimiento
previo o por la autoridad y la experiencia de otro, el aprender se vuelve mera
imitación, y la imitación hace que un ser humano repita lo aprendido sin
experimentarlo.
La enseñanza no consiste tan sólo
en impartir información, sino que es el cultivo de una mente inquisitivo. Una mente así penetrará en el problema de lo
que es la religión y no aceptará meramente las religiones establecidas, con sus
templos y rituales. La búsqueda de
Dios, de la verdad o como guste uno llamarlo -y no la mera aceptación de la
creencia y el dogma- es la verdadera religión.
Tal como el estudiante lava sus
dientes todos los días, se baña todos los días, así también tiene que existir
la acción de sentarse quietamente con otros o a solas. Esta soledad creativa no puede ser producida
por la enseñanza o impulsada por la autoridad externa de la tradición o
inducida por la influencia de aquéllos que desean sentarse quietamente, pero
son incapaces de permanecer solos. Esta
soledad ayuda a la mente a que se vea con claridad a sí misma como en un espejo
y a que se libere del inútil esfuerzo de la ambición con todas sus
complejidades, temores y frustraciones que son el resultado de la actividad
egocéntrico. La soledad confiere
estabilidad a la mente, la da una constancia que no puede ser medida en
términos de tiempo. Esa claridad de la
mente es el carácter. La falta de
carácter es el estado de contradicción interna.
Ser sensible es amar. La palabra "amor" no es el
amor. Y el amor no puede dividirse como
el amor a Dios y el amor al hombre, ni puede medirse como el amor a uno solo y
el amor a muchos. El amor se brinda a
sí mismo tal como una flor da su perfume; pero nosotros estamos siempre
midiendo el amor en nuestras relaciones y, debido a eso, lo destruimos.
El amor no es un producto del
reformador o del trabajador social, no es un instrumento político con el que se
pueda crear acción. Cuando el político
y el reformador hablan de amor, están usando la palabra sin tocar la realidad
que implica, porque el amor no puede ser empleado como un medio para un fin, ya
sea éste inmediato o se encuentre en el lejano futuro. El amor pertenece a toda la Tierra y no a un
campo o bosque en particular. El amor
de la realidad no puede ser abarcado por ninguna religión; y cuando las
religiones organizadas lo usan, deja de existir. Las sociedades, las religiones organizadas y los gobiernos
totalitarios, perseverando en sus múltiples actividades, destruyen
inconscientemente ese amor que, cuando actúa, se convierte en pasión.
En el desarrollo total del ser
humano mediante la correcta educación, la calidad del amor debe ser nutrida y
sostenida desde el comienzo mismo. El amor no es sentimentalismo ni es
devoción. Es tan poderoso como la
muerte. El amor no puede ser comprado
mediante el conocimiento; y una mente que, sin amor, persigue el conocimiento,
es una mente que trafica con la crueldad y aspira meramente a la eficiencia.
De modo que el educador debe
interesarse desde el principio mismo en esta calidad del amor, la cual es humildad,
delicadeza, consideración, paciencia y cortesía. La modestia y la cortesía son innatas en el hombre que ha tenido
una educación apropiada; él es atento con todo, incluyendo los animales y las
plantas, y esto se refleja en su conducta y en su manera de hablar.
El énfasis en esta calidad del
amor libera a la mente del ensimismamiento en su ambición, en su codicia y en
su afán adquisitivo. ¿Acaso el amor no tiene, en relación con la mente, un
refinamiento que se expresa como respeto y buen gusto? ¿Acaso no produce la
purificación de la mente, la que de otro modo tiene una tendencia a
fortalecerse en la arrogancia? El
refinamiento en la conducta no es un ajuste autoimpuesto o el resultado de una
exigencia externa; surge espontáneamente, con la calidad del amor. Cuando hay una comprensión del amor,
entonces el sexo y todas las complicaciones y sutilezas de la relación humana
pueden abordarse con sensatez y no con excitación y aprensión.
El educador para quien es de
primordial importancia el desarrollo total del ser humano, tiene que comprender
las ¡aplicaciones del impulso sexual que juega un papel tan importante en
nuestra vida y, desde el principio mismo, ha de afrontar la natural curiosidad
de los niños, sin que en ello se manifieste un interés morboso. El impartir meramente información biológica a
los adolescentes puede conducir a la experimentación de lujuria, si no se
percibe la calidad del amor. El amor
libera del mal a la mente. Sin amor y
sin comprensión por parte del educador, el mero separar a los muchachos de las
chicas, ya sea con alambre de púas o con edictos, no hace sino fortalecer su
natural curiosidad y estimular esa pasión que forzosamente tiene que degenerar
en mera satisfacción. Por lo tanto, es
esencial que los muchachos y las chicas sean educados juntos, de manera
apropiada.
Esta calidad del amor también
tiene que expresarse cuando uno realiza trabajos manuales, tales como la
jardinería, la carpintería, la pintura, la artesanía; y a través de los
sentidos, cuando uno mira los árboles, las montañas, la riqueza de la Tierra,
la pobreza que los hombres han creado entre ellos mismos; y también al escuchar
música, el canto de los pájaros, el murmullo de las aguas que corren.
Estamos interesados no sólo en el
cultivo de la mente y en el despertar de la sensibilidad emocional, sino
también en un cabal desarrollo físico, y a esto debemos dedicar una atención
considerable. Porque si el cuerpo no es
sano, vital, distorsionará inevitablemente el pensamiento y contribuirá a la
insensibilidad. Esto es tan obvio que
no necesitamos examinarlo en detalle.
Es necesario que el cuerpo goce de una excelente salud, que se le
proporcione la clase apropiada de alimentación y duerma lo suficiente. Si los sentidos no están alerta, el cuerpo
impedirá el desarrollo total del ser humano.
Para tener gracia en los movimientos y un control bien equilibrado de
los músculos, tienen que haber diversas formas de ejercicios, danzas y
juegos. Un cuerpo que no se conserva
limpio, que es descuidado y no se mantiene en una postura correcta, no conduce
a la sensibilidad de la mente y de las emociones. El cuerpo es el instrumento de la mente; pero el cuerpo, las
emociones y la mente componen el ser humano total. A menos que vivan armoniosamente, el conflicto es inevitable.
El conflicto contribuye a la
inestabilidad. La mente puede dominar
el cuerpo y reprimir los sentidos, pero debido a eso toma el cuerpo insensible;
y un cuerpo insensible se convierte en un obstáculo para el vuelo pleno de la
mente. La mortificación del cuerpo no
conduce en absoluto a la búsqueda de niveles más profundos de conciencia; y
esto sólo es posible cuando la mente, las emociones y el cuerpo no se
contradicen entre sí sino que están integrados, operan al unísono sin esfuerzo
alguno, sin ser dirigidos por ninguna creencia, ningún concepto o ideal.
En el cultivo de la mente,
nuestro acento no debe estar puesto en la concentración sino en la
atención. La concentración es un
proceso de forzar la mente, restringiéndola a un punto, mientras que la atención
carece de fronteras. En ese proceso, la
mente está siempre limitada por una frontera, pero cuando nuestro interés es
comprender la totalidad de la mente, la mera concentración se vuelve un
impedimento. La atención es ¡limitada,
sin las fronteras del conocimiento. El
conocimiento llega mediante la concentración y, cualquiera sea la extensión del
conocimiento, sigue estando dentro de sus propias fronteras. En el estado de atención la mente puede y
debe usar el conocimiento, el cual, por necesidad, es un resultado de la
concentración; pero la parte jamás es el todo, y juntando entre sí las
múltiples partes no se contribuye a la comprensión de lo total. El conocimiento, que es el proceso aditivo
de la concentración, no produce la comprensión de lo inmensurable. Lo total no se encuentra nunca encerrado
entre los corchetes de una mente concentrada.
La atención es, entonces, de
primordial importancia, pero no se obtiene mediante el esfuerzo de la
concentración. Es un estado en el que
la mente está siempre aprendiendo, sin un centro alrededor del cual el
conocimiento se acumule como experiencia.
Una mente que se concentra sobre sí misma, usa el conocimiento como un
medio para su propia expansión; y una actividad semejante se vuelve
contradictoria y antisocial.
Aprender, en el verdadero sentido
de la palabra, sólo es posible en ese estado de atención en el que no existe
compulsión externa ni interna. El recto
pensar surge sólo cuando la mente no se halla esclavizada por la tradición y la
memoria. Es la atención la que permite
que el silencio dé con la mente, lo cual abre la puerta a la creación. Por eso la atención es de extrema
importancia.
El conocimiento es necesario en
el nivel funcional, como un medio de cultivar la mente y no como un fin en sí
mismo. Estamos interesados no en el
desarrollo de una capacidad determinada, como la de matemático o científico o
músico, sino en el desarrollo total del estudiante como ser humano.
¿Cómo ha de originarse el estado
de atención? No puede ser cultivado
mediante la persuasión, la comparación, la recompensa o el castigo, que son
todas formas de coacción. La
eliminación del temor es el principio de la atención. El temor debe existir, por fuerza, en tanto haya un ¡impulso de
ser o llegar a ser esto o aquello, lo cual constituye la persecución del éxito
con todas sus frustraciones y tortuosas contradicciones. Uno puede enseñar concentración, pero la
atención no puede enseñarse, tal como es imposible enseñar la libertad con respecto
al temor; pero podemos empezar a descubrir las causas que producen el temor y,
en la comprensión de estas causas, está la eliminación del temor. Así, la atención surge espontáneamente
cuando alrededor del estudiante hay una atmósfera de bienestar, cuando él tiene
la sensación de hallarse seguro, tranquilo, y advierte la acción desinteresada
que llega con el amor. El amor no
compara; de ese modo se terminan la envidia y la tortura del "llegar a
ser".
El descontento general que casi
todos, jóvenes o viejos, experimentamos, pronto encuentra una vía de
satisfacción y, de esa manera, nuestras mentes se echan a dormir. El descontento se despierta de vez en cuando
a causa del sufrimiento, pero la mente vuelve a buscar una solución
gratificadora. Se halla atrapada en
esta rueda de la insatisfacción y la gratificación, y el constante despertar a
través del dolor es parte de nuestro descontento. El descontento es la vía de la investigación, pero no puede haber
investigación si la mente está atada a la tradición, a los ideales. La investigación es la llama de la atención.
Por descontento entiendo el
estado en que la mente comprende lo que es lo real, e investiga constantemente
para descubrir más. Es un movimiento
para ir más allá de las limitaciones de lo que es; y si uno encuentra caminos y
medios con los cuales sofocar o superar el descontento, entonces aceptará las
limitaciones de la actividad egocéntrico y de la sociedad en que vive.
El descontento es la llama que
quema los desechos de la satisfacción, pero la mayoría de nosotros busca disiparla
de diversas maneras. Nuestro
descontento se convierte entonces en la persecución del "más", en el
deseo de una casa más grande, un automóvil mejor, etc., todo lo cual se halla
dentro del campo de la envidia; y es la envidia la que sostiene un descontento
semejante. Estoy hablando de un
descontento en el que no existen la envidia ni la codicia del "más",
un descontento que no está alimentado por ningún deseo de satisfacción. Este descontento es un estado puro que
existe en cada uno de nosotros, si no se lo apaga a causa de una mala
educación, mediante soluciones gratificadoras, la ambición o la persecución de
un ideal. Cuando comprendamos la
naturaleza del verdadero descontento, veremos que la atención forma parte de
esa llama ardiente que consume la pequeñez y deja a la mente libre de las
limitaciones que implican las búsquedas y gratificaciones que la encierran
dentro de sí misma.
Así, la atención surge solamente
cuando existe una investigación que no se basa en el progreso propio o en la
gratificación. Esta atención debe ser
cultivada en el niño, desde el comienzo mismo.
Ustedes encontrarán que cuando hay amor -que se expresa mediante la
humildad, la cortesía, la paciencia, la delicadeza- ya están libres de las
barreras que erige la insensibilidad; de ese modo están ayudando a generar este
estado de atención en el niño desde una edad muy temprana.
La atención no es algo que pueda
aprenderse, pero ustedes pueden ayudar a despertarla en el estudiante, no
creando a su alrededor ese sentido de compulsión que produce una existencia
contradictoria en sí misma. Entonces,
la atención del niño puede ser enfocada en cualquier momento sobre un tema
determinado, y no será la estrecha concentración producida por el impulso
compulsivo de adquisición o logro.
Una generación de niños educados
de esta manera estará libre del afán adquisitivo y del temor, que son la
herencia psicológica de sus padres y de la sociedad en que han nacido; y a
causa de que han sido educados así, no dependerán de la herencia de la propiedad. Esta cuestión de la herencia es destructivo:
impide que sean verdaderamente independientes y limita la inteligencia, porque
engendra una sensación falsa de seguridad que los hace sentirse seguros de sí
mismos sin base alguna, creando así una oscuridad mental en la que nada nuevo
puede florecer. Pero una generación de
seres humanos educados de esta manera por completo diferente -que hemos estado
considerando- creará una nueva sociedad; porque ellos tendrán la capacidad
nacida de esta inteligencia no trabada por el temor.
Puesto que la educación es tanto
responsabilidad de los padres como de los maestros, tenemos que aprender el
arte de trabajar juntos, y eso es posible solamente cuando cada uno de nosotros
percibe lo que es verdadero. Es esta
percepción de la verdad la que nos une, no la opinión, la creencia o la
teoría. Hay una diferencia enorme entre
lo conceptual y lo factual. Lo
conceptual nos puede unir transitoriamente, pero habrá una nueva separación si
nuestro trabajo en conjunto es sólo un asunto de convicción. Si cada uno de nosotros ve la verdad, podrá
haber discrepancia en los detalles, pero no existirá el impulso de
separarse. Sólo el tonto se separa a
causa de algún detalle. Cuando todos
ven la verdad, el detalle jamás puede convertirse en materia de disensión.
Casi todos estamos acostumbrados
a trabajar juntos según las líneas de la autoridad establecida. Nos reunimos para desarrollar un concepto o
promover un ideal, y todo esto requiere convicción, persuasión, propaganda y
demás. Este trabajar juntos por un
concepto, por un ideal, es completamente distinto de la cooperación que surge
al ver la verdad y la necesidad de poner esa verdad en acción. Trabajar bajo el estímulo de la autoridad
-ya sea la autoridad de un ideal o la autoridad de una persona que representa
ese ideal- no es verdadera cooperación.
Una autoridad central que conoce muchísimo o que tiene una fuerte
personalidad y está obsesionada por ciertas ideas puede forzar o persuadir sutilmente
a otros para que trabajen con ella; pero éste no es, ciertamente, el trabajo en
conjunto de individuos alertas y vitales.
En cambio, cuando cada uno de
nosotros comprende por sí mismo la verdad de cualquier problema, entonces
nuestra comprensión común de esa verdad conduce a la acción, y una acción
semejante es cooperación. Aquél que
coopera porque ve la verdad como verdad, lo falso como falso y la verdad en lo
falso, también sabrá cuándo no cooperar, lo cual es igualmente importante.
Si cada uno de nosotros comprende
la necesidad de una revolución fundamental en la educación y percibe la verdad
de lo que hemos estado considerando, entonces trabajaremos juntos, sin ninguna
forma de persuasión. La persuasión
existe sólo cuando alguien adopta una posición de la cual no está dispuesto a
moverse. Cuando está meramente
convencido de una idea o atrincherado en una opinión, genera oposición, y
entonces él o el otro tienen que ser persuadidos, influidos o inducidos para
que piensen de una manera diferente.
Una situación así no se presentará jamás, cuando cada uno de nosotros
vea por sí mismo la verdad de algo.
Pero si no vemos la verdad y actuamos basados meramente en la convicción
verbal o en el razonamiento intelectual, entonces es forzoso que haya argumentos,
acuerdo o desacuerdo, con toda la distorsión y el esfuerzo inútil que eso
implica.
Es esencial que trabajemos
juntos. Es como si construyéramos una
casa; si algunos de nosotros están construyendo y otros están demoliendo, es
obvio que la casa jamás llegará a construirse.
De modo que debemos tener muy en claro, individualmente, que vemos y
comprendemos de hecho la necesidad de producir la clase de educación gracias a
la cual se dará origen a una generación nueva, capaz de habérselas con los
problemas de la vida como una totalidad, no como partes aisladas y no
relacionadas con lo total.
A fin de poder trabajar juntos de
este modo realmente cooperativo, debemos reunimos con frecuencia y tener
cuidado de no quedar sumergidos en los detalles. Aquellos de nosotros que estamos seriamente dedicados a producir
la clase correcta de educación, tenemos la responsabilidad no sólo de llevar a
la práctica todo cuanto hemos comprendido, sino también de ayudar a otros para
que alcancen esta comprensión. La
enseñanza es la más noble de las profesiones, si es que puede siquiera ser
llamada una profesión. Es un arte que
requiere no sólo logros intelectuales, sino una paciencia y amor mutuos. Ser correctamente educados es comprender
nuestra relación con todas las cosas -con el dinero, con la propiedad, con la
gente, con la naturaleza- en el vasto campo de nuestra existencia.
La belleza forma parte de esta
comprensión, pero la belleza no es meramente un asunto de proporciones, forma,
buen gusto y comportamiento. La belleza
es ese estado en el que la mente ha abandonado el centro del yo, por la pasión
de la sencillez. La sencillez no tiene
fin; y sólo puede haber sencillez cuando existe una austeridad que no es el
resultado de la disciplina calculada y del renunciamiento. Esta austeridad es el olvido de sí mismo, el
cual sólo puede tener su origen en el amor.
Cuando carecemos de amor, creamos una civilización en la que se busca la
belleza de la forma sin la austeridad y vitalidad internas propias del simple
olvido de uno mismo. No hay tal olvido
de nosotros mismos si nos inmolamos en la ejecución de buenas obras, en
ideales, en creencias. Estas
actividades parecen estar libres del yo, pero en realidad el yo sigue operando
bajo la cubierta de diferentes rótulos.
Sólo la mente inocente puede inquirir en lo desconocido. Pero la inocencia calculada, que puede
vestir un taparrabo o la túnica de un monje, no es esa pasión del olvido de sí
mismo, desde el cual surgen la cortesía, la delicadeza, la humildad, la
paciencia, que son expresiones del amor.
La mayoría de nosotros conoce la
belleza únicamente a través de aquello que ha sido creado o producido: la
belleza de una forma o de un templo.
Decimos que un árbol o una casa o la curva muy distante de un río tienen
belleza. Y por medio de la comparación
sabemos qué es la fealdad -al menos eso es lo que creemos-. ¿Pero es comparable
la belleza? ¿Es belleza aquello que se ha hecho evidente, que se ha
manifestado? Consideramos bella una
pintura en particular, decimos que un poema o un rostro son bellos porque ya
conocemos qué es la belleza merced a lo que nos han enseñado o porque estamos
familiarizados con ello y tenemos una opinión formada al respecto. ¿Pero acaso
con la comparación no llega a su fin la belleza? ¿Es la belleza una mera
familiaridad con lo conocido o es un estado del ser en el que puede existir o
no la forma creada?
Estamos siempre persiguiendo la
belleza y evitando lo feo, y esta búsqueda de enriquecimiento mediante lo uno y
la evitación de lo otro tiene que engendrar, inevitablemente, insensibilidad. Ciertamente, para comprender o sentir qué es
la belleza, tiene que haber sensibilidad tanto a lo que llamamos bello como a
lo que llamamos feo. Un sentimiento no
es bello ni feo, es sólo un sentimiento, y de ese modo lo distorsionamos o lo
destruimos. Cuando al sentimiento no se
le pone rótulo, permanece intenso, y esta intensidad apasionada es esencial
para la comprensión de aquello que no es fealdad ni belleza manifestada. Es de suma importancia el sentimiento
sostenido, esa pasión que no es la mera lujuria ni la gratificación propia;
porque esta pasión es la que crea la belleza y, por no ser comparable, no tiene
opuesto.
Al intentar producir un
desarrollo total del ser humano, es obvio que debemos tomar muy en
consideración la mente inconsciente al igual que la consciente. El mero educar la mente consciente sin
comprender la inconsciente genera contradicción interna en las vidas humanas,
con todas sus frustraciones y desdichas.
La mente oculta es mucho más vital que la superficial. La mayoría de los educadores se interesa
solamente en transmitir información o conocimientos a la mente superficial,
preparándola para conseguir un empleo y ajustarse a la sociedad. De ese modo jamás tocamos la mente oculta. Todo lo que hace la así llamada educación es
superponer una capa de conocimiento y técnica y proveer cierta capacidad para
que nos amoldemos al medio.
La mente oculta es mucho más
poderosa que la mente superficial, por bien educados que estemos y por más
capaces que seamos de ajustamos al medio; y no se tarta de algo
misterioso. La mente oculta o
inconsciente es la depositaria de la memoria racial. La religión, la superstición, el símbolo, las tradiciones
peculiares de una raza determinada, la influencia de la literatura tanto
sagrada como profana, de las aspiraciones, de las frustraciones, de los hábitos
y de las diversidades de alimentación, todo eso está arraigado en el
inconsciente. Los deseos manifiestos y
los deseos secretos con sus motivaciones, esperanzas y temores, sus
sufrimientos y placeres, y las creencias alimentadas por el impulso de
seguridad que se traduce de múltiples maneras, estas cosas también están
contenidas en la mente oculta, la cual no sólo posee esta capacidad
extraordinaria de contener el pasado residual, sino que también es capaz de
influir sobre el futuro. Las
insinuaciones de todo esto se transmiten a la mente superficial por medio de
los sueños y de varias otras maneras, cuando esa mente no está ocupada en su
totalidad con los sucesos cotidianos.
La mente oculta no tiene nada de
sagrado y no hay en ella nada que deba temerse, ni tampoco requiere un
especialista para que la exponga a la mente superficial. Pero a causa del enorme poder de la mente
oculta, la superficial no puede habérselas con ella como quisiera. La mente superficial es, en gran medida,
impotente en relación con su propia parte oculta. Por mucho que trate de dominar, moldear, controlar lo oculto,
apenas si puede, a causa de sus exigencias y actividades sociales, arañar la
superficie de lo oculto; y entonces hay entre ambas mentes una hendidura, una
contradicción. Tratamos de tender un
puente sobre este abismo mediante la disciplina, mediante prácticas diversas,
sanciones y demás, pero no es posible lograrlo de ese modo.
La mente consciente está ocupada
con lo inmediato, el limitado presente, mientras que la inconsciente está bajo
el peso de los siglos y no puede ser reprimida o desviada de su curso por una
necesidad inmediata. Lo inconsciente
tiene la cualidad del tiempo profundo, y la mente consciente, con su cultura
recién adquirida, no puede habérselas con ello conforme a sus urgencias
pasajeras. Para erradicar la
contradicción interna, la mente superficial tiene que comprender este hecho y
permanecer tranquila -lo cual no implica dar oportunidad a los innumerables
impulsos de lo oculto-. Cuando no hay
resistencias entre lo manifiesto y lo oculto, entonces lo oculto, a causa de
que tiene la paciencia del tiempo, no invadirá lo inmediato.
La mente oculta, inexplorado y no
comprendida, con su parte superficial que ha sido "educada", entra en
contacto con los retos y las exigencias del presente inmediato. Puede que lo superficial responda al reto
adecuadamente, pero a causa de que hay contradicción entre lo superficial y lo
oculto, cualquier experiencia de lo superficial sólo incremento el conflicto
con lo oculto. Esto produce más
experiencias aún, ampliando así el abismo entre el presente y el pasado. La mente superficial, al experimentar lo
externo sin comprender lo interno, lo oculto, sólo ocasiona un conflicto más
vasto y profundo.
La experiencia no libera ni
enriquece a la mente, como por lo general pensamos que hace. En tanto la experiencia fortalezca al
experimentador, tiene que haber un conflicto.
Al tener experiencias, una mente condicionada sólo refuerza su
condicionamiento y así perpetúa la contradicción y la desdicha. Sólo para la mente que es capaz de
comprender en totalidad sus propios comportamientos, la experiencia puede ser
un factor de liberación.
Una vez que se perciben y
comprenden los poderes y las capacidades de las múltiples capas de lo oculto,
entonces los detalles pueden ser sabia e inteligentemente investigados. Lo importante es la comprensión de lo oculto
y no la mera educación de la mente superficial a fin de que adquiera conocimientos,
por indispensables que sean. Esta
comprensión de lo oculto libera del conflicto a la mente total, y sólo entonces
hay inteligencia.
Tenemos que despertar la plena
capacidad de la mente superficial que vive en la actividad cotidiana y también
tenemos que comprender lo oculto. En la
comprensión de lo oculto existe un vivir total en el que llega a su fin la
contradicción interna con su dolor y su felicidad alternantes. Es esencial estar familiarizado con la mente
oculta y percatarse de sus operaciones; pero es igualmente importante no estar
ocupado con ella ni darle una significación indebida. Es sólo cuando la mente comprende lo superficial y lo oculto que
puede ir más allá de sus propias limitaciones y descubrir esa bendición que no
pertenece al tiempo.
J. KRISHNAMURTI
CAPITULO 1
¿Alguna vez han pensado ustedes
por qué se les educa, por qué están aprendiendo historia, matemáticas,
geografía o lo que fuere? ¿Alguna vez se han preguntado por qué asisten a
escuelas y colegios? ¿Acaso no es muy importante averiguar por qué se les
atesta con información, con conocimientos? ¿Qué es toda la así llamada
educación? Sus padres les envían aquí,
tal vez porque ellos mismos han aprobado ciertos exámenes y han obtenido
diversos títulos. ¿Se han preguntado alguna vez por qué están aquí, y los
maestros les han preguntado por qué están aquí? ¿Saben los maestros por qué
ellos están aquí? ¿No deben ustedes tratar de averiguar qué significa toda esta
lucha, esta lucha para estudiar, para aprobar exámenes, para vivir en cierto
lugar lejos de sus casas y no tener miedo, para ser hábiles en los deportes y
demás? ¿No deberían sus maestros ayudarles a investigar todo esto y no a
prepararlos meramente para que aprueben los exámenes?
Los chicos aprueban los exámenes
porque saben que tendrán que obtener un empleo, que deberán ganarse la vida.
¿Por qué aprueban los exámenes las chicas? ¿Para poder conseguir con su
educación mejores maridos? No se rían,
sólo piensen en esto. ¿Acaso sus padres les envían lejos, a la escuela, porque
en su hogar son ustedes un estorbe?
Pasando los exámenes, ¿van ustedes a comprender toda la significación de
la vida? Algunas personas son muy
ingeniosas en la aprobación de los exámenes, pero eso no significa
necesariamente que sean inteligentes.
Otras, que no saben cómo aprobar los exámenes, pueden ser mucho más
inteligentes; pueden ser más capaces con sus manos y pueden considerar las
cosas más profundamente que la persona que sólo rellena su cabeza para aprobar
los exámenes.
Muchos chicos estudian solamente
para tener un empleo y ésa es toda la aspiración que tienen en la vida. Pero después de que consiguen el empleo,
¿qué sucede? Se casan, tienen hijos y
por el resto de sus vidas están presos en la maquinaria, ¿no es así? Se vuelven oficinistas, abogados, policías o
lo que fuere; viven en perpetua lucha con sus esposas, con sus hijos; la vida
que llevan es una batalla constante hasta que mueren.
¿Y qué es lo que ocurre con
ustedes, las chicas? Se casan -aspiran
a eso, así como el interés de sus padres es que se casen- y después tienen
hijos. Si disponen de algún dinero se
interesan en sus saris y en cómo lucen; se preocupan por las reyertas que
tienen con sus maridos y por lo que dirá la gente.
¿Alcanzan a ver todo esto? ¿Acaso
no lo advierten en sus familias, en sus vecinos? ¿No han notado cómo esto
ocurre todo el tiempo? Casi ninguno de
ustedes averigua cuál es el significado de la educación, por qué necesitan que
se les eduque, por qué sus padres quieren que se les eduque, por qué se
pronuncian elaborados discursos acerca de lo que se supone que la educación
está haciendo en el mundo. Ustedes
quizá puedan leer las obras de Bernard Shaw, quizá puedan citar a Shakespeare o
Voltaire o a algún nuevo filósofo, pero si en sí mismos no son inteligentes, si
no son creativos, ¿cuál es el sentido de esta educación?
¿No es, entonces, esencial tanto
para los maestros como para los estudiantes descubrir cómo ser
inteligentes? La educación no consiste
en que sean meramente capaces de leer y de aprobar exámenes; cualquier persona
lista puede hacer esto. La educación
consiste en cultivar la inteligencia, ¿no es así? Por inteligencia no entiendo la astucia o el tratar de ser hábil
a fin de superar a otros. La
inteligencia, por cierto, es algo completamente distinto. La inteligencia existe cuando no sienten
temor ¿Y cuándo sienten temor? El temor
surge cuando piensan en lo que la gente puede decir de ustedes o en lo que
podrán decir sus padres; temen ser criticados, temen ser castigados o fracasar
en la aprobación de un examen. Cuando
el maestro les reprende o cuando no son populares en su clase, poco a poco se
introduce furtivamente el temor.
El temor es, obviamente, una de
las barreras para la inteligencia, ¿no es así?
Y la esencia misma de la educación consiste en ayudar al estudiante
-ustedes y yo- a tomar conciencia de las causas del temor y a comprenderlas, de
modo tal que desde la infancia misma en adelante pueda vivir libre de temor.
¿Se dan cuenta de que están
atemorizados? Sienten temor, ¿verdad?
¿O están libres de temor? ¿Acaso no sienten temor de sus padres, de sus
maestros, de lo que la gente podría pensar?
Supongamos que hicieron algo que sus padres y la sociedad desaprueban.
¿No sentirían temor? Supongamos que las
chicas quisieran casarse con alguien que no pertenece a la clase o a la casta
de ellas, ¿no tendrían miedo de lo que la gente podría decir? Si el futuro marido no ganara el dinero
suficiente o si no tuviera posición o prestigio, ¿no se sentirían avergonzadas?
¿No temerían que sus amigas pudieran pensar mal de ellas? ¿Y no temen todos a
la enfermedad, a la muerte?
La mayoría de nosotros tiene
miedo. No digan "no" tan
rápidamente. Quizá no hayamos pensado
al respecto; pero si lo hacemos advertimos que casi todos en el mundo, tanto
los adultos como los niños, tienen alguna clase de temor que les corroe el
corazón. ¿No es función de la educación ayudar a cada individuo a librarse del
temor, de modo que pueda ser inteligente?
A eso aspiramos en la escuela, lo cual significa que los propios
maestros han de estar realmente libres de temor. ¿De qué sirve que los maestros
hablen de no tener miedo si ellos mismos temen lo que sus vecinos podrían
decir, si temen a sus esposas?
Si uno está atemorizado, no puede
haber iniciativa en el sentido creativo de la palabra. Tener iniciativa en este sentido es hacer
algo original, hacerlo espontáneamente, naturalmente, sin ser forzado, guiado,
controlado. Es hacer algo que uno
ama. Ustedes deben haber visto a menudo
una piedra en medio de la carretera y un automóvil que choca contra ella.
¿Alguna vez han quitado esa piedra? ¿O alguna vez, cuando salían a pasear y
observaban a la gente pobre, a los paisanos, a los aldeanos, han hecho alguna
cosa, la han hecho espontáneamente, naturalmente, por iniciativa propia, sin
esperar que alguien les dijera lo que deben hacer?
Vean, si sienten temor, todo esto
está excluido de sus vidas; se vuelven insensibles y no observan lo que ocurre
alrededor de ustedes. Si sienten temor
están atados por la tradición, siguen a algún líder o gurú. Cuando están atados por la tradición, cuando
temen a sus maridos o a sus esposas, pierden su dignidad como seres humanos
individuales.
¿No es, entonces, tarea de la
educación liberarlos del temor y no prepararlos meramente para que aprueben
ciertos exámenes, por necesario que esto pueda ser? Esencialmente, profundamente, ése debe ser el propósito vital de
la educación y de todos los maestros; ayudarles desde la infancia a que se liberen
del temor, de modo que cuando salgan al mundo sean seres humanos inteligentes,
plenos de verdadera iniciativa. La
iniciativa se destruye cuando están meramente copiando, cuando están amarrados
por la tradición, cuando siguen a un dirigente político o a un swami
religioso. Seguir a alguien es sin duda
perjudicial para la inteligencia.
El proceso mismo de seguir crea
una sensación de temor; y el temor cierra las puertas a la comprensión de la
vida con todas sus extraordinarias complicaciones, sus luchas, sus
sufrimientos, su pobreza, su opulencia y su belleza -la belleza de los pájaros
o de la puesta del sol sobre el agua-.
Cuando están atemorizados, son completamente insensibles a todo esto.
¿Puedo sugerirles que pidan a sus
maestros que les expliquen lo que hemos estado hablando? ¿Lo harán? Descubran por sí mismos si los maestros han
comprendido estas cosas, eso contribuirá a que ellos los ayuden a ser más
inteligentes, a no tener miedo. En
cuestiones de esta clase necesitamos maestros que sean muy inteligentes,
inteligentes en el verdadero sentido, no sólo en el sentido de haber aprobado
los exámenes de maestría o de licenciatura.
Si les interesa, vean si pueden arreglárselas para disponer durante el
día de un período en el que discutan y conversen sobre todo esto con sus
maestros. Puesto que se volverán
adultos, van a tener maridos, esposas, hijos, y tendrán que saberlo todo acerca
de lo que es la vida, la vida con su lucha para ganarse la subsistencia, con
sus desdichas, con su belleza extraordinaria.
Todo esto tendrán que conocerlo y comprenderlo; y la escuela es el lugar
para aprender acerca de estas cosas. Si
los maestros les enseñan meramente matemáticas y geografía, historia y ciencia,
es obvio que eso resulta insuficiente.
Lo importante para ustedes es que estén alerta, que hagan preguntas, que
descubran, de modo que puedan despertar la propia iniciativa.
CAPITULO 2
Hemos estado considerando el
problema del temor. Vimos que casi
todos estamos atemorizados y que el temor impide la iniciativa porque hace que
nos aferremos a la gente y a las cosas como una enredadera se aferra a un
árbol. Nos aferramos a nuestros padres,
a nuestros maridos, a nuestros hijos e hijas, a nuestras esposas y a nuestras
posesiones. Ésa es la forma exterior del temor. Estando internamente atemorizados, tenemos miedo de estar
solos. Podremos poseer muchos saris,
joyas y otras propiedades, pero internamente, psicológicamente, somos muy
pobres. Cuanto más pobres somos en lo interno,
tanto más tratamos de enriquecemos exteriormente apegándonos a las personas, a
la posición, a la propiedad.
Cuando estamos atemorizados nos
aferramos no sólo a las cosas externas sino también a las internas, tales como
la tradición. Para la mayoría de las
personas de edad avanzada y para las que en lo interno son insuficientes y
vacías, la tradición importa muchísimo. ¿Han notado esto entre sus amigos, sus
padres y maestros? ¿Lo han notado en sí mismos? En el momento en que hay temor, temor interno, tratan de
ocultarlo bajo la respetabilidad, siguiendo una tradición, y así pierden la
iniciativa. A causa de que les falta
iniciativa y sólo siguen a otros, la tradición se vuelve muy importante, la
tradición de lo que dice la gente, la tradición de lo que ha sido transmitido
desde el pasado, la tradición que carece de vitalidad, del sabor de la vida,
porque es una mera repetición sin significado alguno.
Cuando uno tiene miedo, hay
siempre una tendencia a imitar. ¿Han notado eso? Las personas que tienen miedo imitan a otras; se aferran a la
tradición, a sus padres, a sus esposas o maridos, a sus hermanos. Y la imitación destruye la iniciativa.
¿Saben?, cuando dibujan o pintan un árbol, no imitan el árbol, no lo copian
exactamente como es, lo cual sería una mera fotografía. A fin de tener la libertad necesaria para
pintar un árbol o una flor o una puesta del sol, tienen que sentir lo que estas
cosas les comunican, el significado, el sentido que tienen. Esto es muy importante: que traten de
comunicar el significado de lo que ven y no que meramente lo copien, porque de
ese modo están abiertos al proceso creativo. Y para esto tiene que haber una
mente que sea libre, que no esté cargada con la tradición, con la imitación.
¡Miren nada más que sus propias vidas y las vidas de quienes los rodean, vean
lo tradicionales, lo imitativas que son!
En ciertas cuestiones están
ustedes obligados a ser imitativos, tal como en las ropas que visten, en los
libros que leen, en el idioma que hablan. Éstas son todas formas de
imitación. Pero es necesario ir más
allá de este nivel y sentimos libres para pensar las cosas por nosotros mismos,
de modo que no aceptemos irreflexivamente lo que algún otro dice, sin ¡importar
quién sea: un maestro en la escuela, un padre o uno de los grandes instructores
religiosos. Es esencial que piensen las
cosas por sí mismos y no sigan a nadie, porque el seguimiento indica temor, ¿no
es así? En el momento en que alguien
les ofrece algo que ustedes desean -el paraíso, el cielo o un empleo mejor-,
hay temor de no obtenerlo; por consiguiente, empiezan a obedecer, a
seguir. En tanto estén deseando algo se
hallan atados al temor; y el temor mutila la mente de tal modo, que no pueden
ser libres.
¿Saben lo que es una mente libre?
¿Alguna vez han observado la propia mente?
No es libre, ¿verdad? Siempre
están a la expectativa de lo que sus amigos dicen de ustedes. Esa mente es como una casa cercada por una
valla o por un alambre de púas. En este
estado nada nuevo puede acontecer; lo nuevo sólo es posible cuando no hay
temor. Y es extremadamente difícil para
la mente estar libre de temor, porque ello implica realmente estar libres del
deseo de imitar, de seguir, libres del deseo de acumular riquezas o de
amoldarse a una tradición, todo lo cual no quiere decir que hayan de hacer algo
extravagante.
La libertad de la mente adviene cuando
no hay temor, cuando la mente no desea alardear y no urde intrigas en busca de
posición o prestigio. Entonces no hay
sentido de imitación. Y es importante
tener una mente así, una mente de verdad libre de la tradición, la cual
constituye el mecanismo formador de los hábitos.
¿Es esto demasiado difícil? No creo que sea tan difícil como la
geografía o las matemáticas de ustedes.
Es mucho más fácil, sólo que jamás han pensado al respecto. Pasan diez o quince años de sus vidas en la
escuela adquiriendo información; sin embargo, nunca se toman tiempo -ni una
semana, ni siquiera un día- para pensar plenamente, completamente en algunas de
estas cosas. Por eso parece tan
difícil, pero en realidad no lo es en absoluto. Al contrario, si le dedican tiempo podrán ver por sí mismos cómo
trabaja la mente de ustedes, cómo opera, cómo responde. Y es muy importante que empiecen a
comprender su propia mente mientras son jóvenes, de otro modo crecerán
siguiendo alguna tradición, lo cual tiene muy poco sentido; imitarán, o sea,
que seguirán cultivando el temor y así nunca serán libres.
¿Han advertido lo atados que
están a la tradición aquí, en la India?
Deben casarse de cierta manera, sus padres eligen al marido o a la
esposa. Deben practicar ciertos rituales;
puede que éstos no tengan ningún sentido, pero están obligados a
practicarlos. Tienen líderes a quienes
deben seguir. Todo alrededor de
ustedes, si lo han observado, refleja un estilo de vida en el que la autoridad
se halla muy bien afirmada. Está la autoridad del gurú, la autoridad del grupo
político, la autoridad de los padres y de la opinión pública. Cuanto más antigua es una civilización,
tanto mayor es el peso de la tradición, con su serie de imitaciones; y, estando
agobiada por ese peso, la mente de ustedes jamás es libre. Pueden hablar de libertad política o de
cualquier otro tipo de libertad, pero como individuos nunca son libres para
descubrir por sí mismos; siempre están siguiendo, siguiendo un ideal, siguiendo
a algún gurú o maestro, alguna superstición absurda.
Por lo tanto, toda la vida de
ustedes está restringida, limitada, confinada a ciertas ideas; y muy en lo
hondo, está el temor. ¿Cómo pueden pensar libremente, si hay temor? Por eso es tan importante estar conscientes
de todas estas cosas. Si ven una víbora
y saben que es venenosa, se apartan, no se acercan a ella. Pero ignoran que se hallan atrapados en una
serie de imitaciones que impiden la iniciativa; están atrapados en ellas
inconscientemente. Pero si comienzan a
tomar conciencia de ellas y de cómo los tienen sujetos, si se dan cuenta del
hecho de que quieren imitar porque sienten temor de lo que la gente pueda
decir, porque temen a sus padres o a sus maestros, entonces podrán mirar todas
estas imitaciones en las que están atrapados, podrán examinarlas como estudian
las matemáticas o cualquier otra materia.
¿Están conscientes, por ejemplo,
de que tratan a las mujeres de distinta manera que a los hombres? ¿Por qué
tratan desdeñosamente a las mujeres? Al
menos los hombres lo hacen con frecuencia. ¿Por qué van a un templo, por qué
practican rituales, por qué siguen a un gurú?
Vean, primero tienen que darse
cuenta de todas estas cosas y después pueden investigarlas, cuestionarlas,
estudiarlas; pero si todo lo aceptan ciegamente porque por los últimos treinta
siglos ha sido así, entonces eso no tiene sentido, ¿verdad? Lo que indudablemente necesitamos son
individuos como ustedes y como yo que están comenzando a examinar todos estos
problemas, no de manera superficial o casual sino más y más profunda, a fin de
que la mente tenga libertad para ser creativa, libertad para pensar, libertad
para amar.
La educación es un medio para
descubrir nuestra verdadera relación con las cosas, con otros seres humanos y
con la naturaleza. Pero la mente crea
ideas. Y estas ideas se vuelven tan
fuertes, tan dominantes, que nos impiden mirar más allá. En tanto haya temor hay seguimiento de la
tradición, hay imitación. Una mente que
sólo imita es mecánica, ¿no es así? En
su funcionamiento es como una máquina: no es creativa, no examina los
problemas. Puede producir ciertas
acciones, ciertos resultados, pero no es creativa.
Ahora bien, lo que todos debemos
hacer -ustedes y yo igual que los maestros, los directores y las autoridades-
es investigar juntos todos estos problemas, de modo que cuando dejen este lugar
sean individuos maduros, capaces de considerar las cosas por sí mismos, sin
depender de alguna estupidez tradicional.
Entonces tendrán la dignidad de un ser humano verdaderamente libre. Ése
es todo el propósito de la educación, no el de prepararles meramente para que
aprueben ciertos exámenes y después, por el resto de sus vidas, sean derivados
hacia algo que no aman, como el convertirse en abogados o en oficinistas o en
amas de casa o en máquinas de engendrar niños.
Tienen que insistir en que se les imparta la clase de educación que les
estimule a pensar libremente y sin temor, que les ayude a investigar, a
comprender; deben exigirla de sus maestros.
De lo contrario, desperdician la vida, ¿no es así? Se les "educa", aprueban los
exámenes de licenciatura o maestría, obtienen un empleo que les desagrada pero
que aceptan a causa de que tienen que ganar dinero, se casan y tienen hijos...
y ahí se quedan, clavados por el resto de sus vidas. Son desdichados, infelices, pendencieros; no tienen nada que
esperar, excepto más bebés, más hambre, más desdicha. ¿Llaman a esto el
propósito de la educación? Por cierto,
la educación tiene que ayudarles a ser tan agudamente inteligentes que puedan
hacer lo que aman y no queden atascados en algo estúpido que les hará
desgraciados por el resto de sus vidas.
Por lo tanto, mientras son
jóvenes deben despertar en su interior la llama del descontento, deben hallarse
en un estado de revolución. Ésta es la época para inquirir, para descubrir,
para crecer; por eso insistan en que sus padres y sus maestros les eduquen
apropiadamente. No se satisfagan
meramente con sentarse en una aula y absorber información acerca de este rey o
de aquella guerra. Estén descontentos,
acudan a sus maestros e inquieran, descubran.
Si ellos no son inteligentes, al inquirir así les ayudarán a que sean
inteligentes. Y cuando ustedes dejen la
escuela crecerán en madurez, en verdadera libertad. Entonces continuarán aprendiendo durante toda la vida hasta que
mueran, y serán seres humanos inteligentes, dichosos.
Interlocutor: ¿ Cómo hemos de adquirir el hábito de vivir
sin temor?
K.: Mira las palabras que has usado. El "hábito" implica un movimiento
que se repite una y otra y otra vez. Si
haces algo una y otra vez, ¿asegura eso alguna cosa, excepto la monotonía?
¿Acaso es un hábito la ausencia de temor?
Ciertamente, la ausencia de temor llega solamente cuando uno puede
afrontar los acontecimientos de la vida y resolverlos a fondo, cuando puede verlos
y examinarlos, pero no con una mente agotada que está presa en el hábito.
Si haces algo habitualmente, si estás preso en el hábito,
eres meramente una máquina repetitivo.
El hábito es repetición, es hacer irreflexivamente la misma cosa una y
otra vez, lo cual ¡implica construir un muro a nuestro alrededor. Si a causa de algún hábito has construido un
muro a tu alrededor, no estás libre del temor; es el propio vivir dentro del
muro el que te hace temer. Cuando
tenemos la inteligencia para mirar todo lo que ocurre en la vida, lo cual
implica examinar cada problema, cada suceso, cada pensamiento y emoción, cada
reacción, sólo entonces estamos libres del temor.
CAPITULO 3
Hemos estado hablando acerca del
temor y de cómo vernos libres de él, y hemos visto cómo el temor pervierte la
mente impidiéndole ser libre, creativa y privándola, por lo tanto, de la
enormemente importante cualidad de la iniciativa.
Creo que debemos considerar
también la cuestión de la autoridad.
Ustedes saben qué es la autoridad, pero ¿saben cómo nace? El gobierno tiene autoridad, ¿no es
así? Está la autoridad del estado, de
la ley, del policía y del soldado. Sus
padres y sus maestros tienen cierta autoridad sobre ustedes, les hacen hacer lo
que ellos piensan que deben hacer: irse a dormir a cierta hora, comer la clase
apropiada de comida, conocer la clase correcta de personas. Les disciplinan, ¿verdad? ¿Por qué? Dicen que es por el propio bien de ustedes.
¿Lo es? Investigaremos eso. Pero primero tenemos que comprender cómo
surge la autoridad. La autoridad es
coacción, compulsión, el poder de una persona sobre otra, de los pocos sobre
los muchos o de los muchos sobre los pocos.
Por el hecho de que alguien sea
mi padre o mi madre, ¿tiene algún derecho sobre mí? ¿Qué derecho tiene
cualquiera de tratar a otro como basura? ¿Qué piensan ustedes que da origen a
la autoridad?
Obviamente, en primer lugar está
el deseo que cada uno de nosotros tiene de encontrar un modo seguro de
comportamiento: queremos que se nos diga lo que debemos hacer. Estando confundidos, preocupados y no
sabiendo qué hacer, acudimos a un sacerdote, a un maestro, a un padre o a
alguna otra persona buscando una salida para nuestra confusión. A causa de que pensamos que él sabe mejor
que nosotros lo que hay que hacer, vamos a ver al gurú o a algún otro hombre
ilustrado y le pedimos que nos diga cómo debemos actuar. Por lo tanto, es nuestro deseo de encontrar
un estilo particular de la vida, una forma de conducta, lo que da origen a la
autoridad, ¿no es así?
Digamos, por ejemplo, que voy a
ver a un gurú. Acudo a él porque pienso
que es un gran hombre que conoce la verdad, que conoce a Dios y que, por lo
tanto, puede darme paz. No sé nada
acerca de todo esto por mí mismo, de modo que acudo a él, me prostemo, le ofrezco
flores, le entrego mi devoción. Deseo
ser consolado, que me digan lo que tengo que hacer y, de ese modo, creo una
autoridad. Esa autoridad no tiene una
existencia real fuera de mí.
Mientras son ustedes jóvenes, el
maestro puede señalarles aquello que no conocen. Pero si es de verdad inteligente, les ayudará a que crezcan para
ser también inteligentes, les ayudará a que comprendan la confusión en que
viven a fin de que no busquen la autoridad, ni la de él ni la de ningún otro.
Existe la autoridad externa del
estado, de la ley, del policía. Somos
nosotros los que creamos exteriormente esta autoridad, porque tenemos
propiedades que proteger. La propiedad
es nuestra y no queremos que ningún otro la tenga, y así creamos un gobierno
para que proteja lo que poseemos. El
gobierno se convierte en nuestra autoridad; es nuestra invención, para que nos
proteja, para que proteja nuestro estilo de vida, nuestro sistema de
pensamiento. Gradualmente, a través de
siglos, hemos establecido un sistema de leyes, de autoridad: el estado, el
gobierno, la policía, el ejército, para que "me" proteja y proteja lo
"mío".
También está la autoridad del
ideal, que no es externa sino interna.
Cuando decimos: "debo ser bueno, no debo ser envidioso, debo
sentirme fraternal con todos", creamos en nuestra mente la autoridad de un
ideal, ¿no es así? Supongamos que soy
intrigante, estúpido, cruel, que lo quiero todo para mí, que deseo el poder.
Ése es el hecho, es lo que realmente soy.
Pero pienso que debo ser fraternal porque así lo han dicho las personas
religiosas, y también porque es conveniente, provechoso decir eso; en
consecuencia, creo el ideal de la fraternidad.
No soy fraternal, pero por diversas razones deseo serio; de ese modo, el
ideal se convierte en mi autoridad.
Entonces, a fin de vivir conforme
a ese ideal, me impongo una disciplina.
Me siento muy envidioso de usted porque tiene un abrigo mejor o un sari
más bonito o más títulos; por consiguiente, digo: "no debo tener sentimientos
de envidia, debo ser fraternal".
El ideal se ha vuelto mi autoridad y trato de vivir conforme a ese
ideal.¿Qué sucede entonces? Que vida se
convierte en una batalla constante entre lo que soy y lo que debería ser. Me disciplino, y el estado también me
disciplina; ya sea comunista, socialista o capitalista, el estado tiene ideas
acerca de cómo debo comportarme. Si
vivo en un estado así y hago algo contrario a la ideología oficial, soy
reprimido por el estado, o sea, por los pocos que controlan el estado.
Existen en nosotros dos partes:
la parte consciente y la parte inconsciente. ¿Comprenden lo que eso
significa? Supongan que estoy paseando
por el camino y hablo con un amigo. Mi
mente consciente está ocupada con nuestra conversación, pero hay otra parte de
mí que está absorbiendo inconscientemente innumerables impresiones: los
árboles, las hojas, los pájaros, la luz del sol sobre el agua. Este impacto de lo externo sobre lo
inconsciente ocurre todo el tiempo, aunque nuestra mente consciente esté ocupada. Y lo que absorbe el inconsciente es mucho
más importante que lo que absorbe la mente consciente. Ésta puede absorber
comparativamente poco. Ustedes absorben
conscientemente, por ejemplo, lo que se les enseña en la escuela, y eso no es
realmente mucho. Pero la mente
inconsciente está absorbiendo de manera constante las acciones recíprocas entre
ustedes y el maestro, entre ustedes y sus amigos; todo esto ocurre
subterráneamente e importa mucho más que la mera absorción de hechos en la
superficie. De manera similar, durante
estas charlas de cada mañana, la mente inconsciente está absorbiendo
constantemente lo que se dice, y más tarde, durante el día o durante la semana,
de pronto lo recordarán. Esto tendrá un
efecto mayor sobre ustedes que lo que escuchan conscientemente.
Volvamos atrás: nosotros creamos
la autoridad, la autoridad del estado, de la policía, la autoridad del ideal,
la autoridad de la tradición. Quiero
hacer algo, pero mi padre dice: "No lo hagas". Tengo que obedecerle, de lo contrario se
enojará y dependo de él para alimentarme. Él me controla mediante el temor, ¿no
es así? Por lo tanto, se convierte en
mi autoridad. De igual modo, estamos
controlados por la tradición: "debes hacer eso y no aquello, debes vestir
tu sari de cierta manera, no debes mirar a los muchachos, o a las
chicas..." La tradición les dice lo que deben hacer; y la tradición,
después de todo, es conocimiento, ¿verdad?
Están los libros que les dicen lo que hay que hacer, sus padres les
dicen lo que hay que hacer, la sociedad y la religión les dicen lo que hay que
hacer. ¿Y a ustedes qué les ocurre?
Quedan aplastados, abatidos.
Jamás piensan, jamás actúan y viven vitalmente, porque todas estas cosas
les atemorizan. Dicen que tienen que
obedecer, de otro modo estarán indefensos. ¿Qué significa esto? Significa que han creado la autoridad, a
causa de que están buscando un modo seguro de conducirse, una manera segura de
vivir. La persecución misma de la
seguridad crea autoridad, y así es como nos volvemos meros esclavos, dientes en
las ruedas de una maquinaria, viviendo sin ninguna capacidad para pensar, para
crear.
No sé si ustedes pintan. Si lo hacen, generalmente el maestro de arte
les dice cómo pintar. Ven un árbol y lo
copian. Pero pintar es ver el árbol y
expresar sobre la tela o en el papel lo que sienten respecto de ese árbol, lo
que significa: el movimiento de las hojas con el susurro del viento que pasa
entre ellas. Para hacer eso, para captar el movimiento de la luz y de las
sombras, tienen que ser muy sensibles. ¿Y cómo pueden ser muy sensibles a
cualquier cosa si tienen miedo y están todo el tiempo diciendo: "debo
hacer esto, debo hacer aquello, de lo contrario, ¿qué pensará la
gente?". Toda sensibilidad a lo
bello es paulatinamente destruida por la autoridad.
Surge, entonces, el problema de si
una escuela de esta clase debe disciplinarles.
Vean las dificultades que los maestros, si son verdaderos maestros,
tienen que afrontar. Alguno de ustedes
es una chica o un chico desobediente; si yo soy un maestro, ¿debo imponerle una
disciplina? Si lo hago, ¿qué
ocurre? Siendo más grande, teniendo más
autoridad y todo eso, y porque me pagan para hacer ciertas cosas, le obligo a
obedecer. Al hacerlo, ¿no estoy
mutilando su mente? ¿No estoy comenzando a destruir su inteligencia? Si le fuerzo para que haga las cosas porque
pienso que eso es lo correcto, ¿no le vuelvo estúpido? Y a ustedes les gusta ser disciplinados, que
les fuercen para que hagan las cosas, aun cuando exteriormente puedan
objetarle. Eso les da una sensación de
seguridad. Si no les forzaran, piensan
que estarían realmente mal, que harían cosas incorrectas; por lo tanto, dicen:
"por favor, disciplíneme, ayúdeme a comportarme correctamente".
Entonces, ¿debo disciplinarles o
más bien ayudarles a que comprendan por qué son desobedientes, por qué hacen
esto o aquello? Esto significa, sin
duda, que como maestro o padre no debo tener sentido alguno de autoridad. Debo ayudarles realmente a que comprendan
sus dificultades, por qué son malos, por qué huyen; debo desear que se
comprendan a sí mismos. Si les fuerzo
no les ayudo. Si como maestro quiero
ayudarles de verdad a que se comprendan a sí mismos, eso significa que sólo
puedo ocuparme de unos pocos niños o niñas.
No puedo tener cincuenta estudiantes en mi clase. Sólo he de tener unos pocos, de modo que
pueda prestar atención individual a cada uno de ellos. Entonces, no crearé la autoridad que les
obligue a hacer algo que probablemente harían por su propia cuenta una vez que
se comprendieran a sí mismos.
Espero, pues, que vean cómo la autoridad
destruye la inteligencia. Después de
todo, la inteligencia puede advenir sólo cuando hay libertad, libertad para
pensar, para sentir, para observar, para investigar. Pero si les fuerzo, les hago tan tonitos como yo lo soy; y esto
es lo que por lo general ocurre en una escuela. El maestro enseña lo que sabe él y no saben ustedes. ¿Pero qué es
lo que el maestro sabe? Un poquito más
de matemáticas o geografía. Él no ha resuelto ninguno de los problemas vitales,
no ha investigado las cosas enormemente importantes de la vida, ¡y truena como
Júpiter o como un sargento mayor!
Por lo tanto, en una escuela de
esta clase es esencial que, en vez de ser meramente disciplinados para que
hagan lo que se les dice, se les ayude a comprender, a ser inteligentes y
libres, porque entonces serán capaces de afrontar sin temor todas las
dificultades de la vida. Esto requiere
un maestro competente, un maestro que se interese realmente por ustedes, que no
está preocupado por el dinero, por su esposa y sus hijos; y es responsabilidad
tanto de los estudiantes como de los maestros crear un estado de cosas
semejante. No se limiten a obedecer,
descubran cómo resolver un problema por sí mismos. No digan: "hago esto porque mi padre quiere que lo
haga". Descubran más bien por qué
quiere él que lo hagan, por qué piensa él que una cosa es buena y alguna otra
es mala. Háganle preguntas, de modo tal
que no sólo despierten la propia inteligencia, sino que también le ayuden a él
a ser inteligente.
¿Pero qué es lo que suele ocurrir
cuando comienzan a hacerle preguntas a su padre? Él les castiga, ¿no es
así? Está preocupado por su trabajo y
no tiene la paciencia, el amor para sentarse y conversar con ustedes sobre las
enormes dificultades de la existencia, de ganarse la vida, de tener una esposa
o un marido. No quiere tomarse tiempo
para examinar todo esto, de modo que les aparta o les manda a la escuela. Y en esto, el maestro es igual que el padre
de ustedes, igual que cualquier otra persona.
Pero es responsabilidad de los maestros, de los padres y de todos
ustedes, los estudiantes, contribuir al despertar de la inteligencia.
Interlocutor: ¿De qué modo puede
uno ser inteligente?
K.: ¿Qué implica esta
pregunta? Quieres un método por el cual
ser inteligente, lo cual implica que sabes lo que es la inteligencia. Cuando vas a algún lugar, ya sabes cuál es
tu destino y sólo tienes que averiguar el modo de llegar más allá. De igual manera, piensas que sabes lo que es
la inteligencia y deseas un método por el cual puedas ser inteligente. La inteligencia es el cuestionamiento del
método. El temor destruye la
inteligencia, ¿no es así? El temor te
impide examinar, cuestionar, inquirir; te impide descubrir lo verdadero. Quizá llegues a ser inteligente cuando ya no
sientas temor. Tienes que investigar
todo el problema del temor y estar libre del temor; entonces existe la
posibilidad de que seas inteligente.
Pero si preguntas: "¿de qué modo puedo ser inteligente?",
estás cultivando meramente un método y así te vuelves tonto.
Interlocutor: Todos sabemos que
vamos a morir ¿Por qué le tenemos miedo a la muerte?
K.: ¿Por qué le temes a la
muerte? Tal vez sea porque no sabes
cómo vivir. Si supieras cómo vivir
plenamente, ¿le tendrías miedo a la muerte?
Si amaras los árboles, la puesta del sol, si amaras a los pájaros, la
hoja que cae, si tuvieras conciencia de los hombres y mujeres que lloran, de la
gente pobre, si realmente sintieras amor en tu corazón, ¿estarías temeroso de
la muerte? ¿Lo estarías? No te dejes
persuadir por mí. Consideremóslo juntos.
Ustedes no viven con alegría, no son dichosos, no son vitalmente
sensibles a las cosas; por eso preguntan qué va a pasar cuando mueran. Para ustedes la vida es dolor, por eso están
mucho más interesados en la muerte.
Sienten que tal vez habrá felicidad después de la muerte. Pero ése es un problema tremendo y ustedes
no saben cómo investigarlo. Después de
todo, en el fondo de esto está el temor: temor de morir, temor de vivir, temor
de sufrir. Si no pueden comprender qué
es lo que causa el temor y se libran de él, entonces no tiene mucha importancia
si están viviendo o si están muertos.
Interlocutor: ¿Como podemos vivir
dichosamente?
K.: Cuando estás viviendo
dichosamente, ¿lo sabes? Sabes cuando
estás sufriendo, cuando tienes un dolor físico. Cuando alguien te golpea o se enoja contigo, sabes que
sufres. Pero cuando eres dichoso, ¿lo
sabes? ¿Tienes conciencia de tu cuerpo cuando está sano? Ciertamente, la felicidad es un estado del
cual somos inconscientes, del cual no nos percatamos. En el momento en que nos damos cuenta de que
somos felices, dejamos de ser felices, ¿no es así? Pero casi todos ustedes sufren; siendo conscientes de eso, desean
escapar del sufrimiento hacia lo que llaman felicidad. Quieren ser conscientemente felices; y en el
momento en que son conscientemente felices, la felicidad se ha ido. ¿Puedes
decir alguna vez que eres dichoso? Es
solamente después, un instante o una semana después cuando dices: " ¡qué
feliz fui, qué dichoso he sido!".
En el instante real eres inconsciente de la felicidad, y ésa es su
belleza.
CAPITULO 4
El problema de la disciplina es
realmente muy complejo, porque la mayoría de nosotros piensa que mediante
alguna forma de disciplina tendremos finalmente la libertad. La disciplina es el cultivo de la
resistencia, ¿no es así? Pensamos que
resistiendo, erigiendo internamente una barrera contra algo que considerarnos
malo, seremos más capaces de comprenderlo y de tener libertad para vivir
plenamente; pero eso no es un hecho, ¿verdad?
Cuanto más resisten o luchan contra algo, tanto menos lo
comprenden. Ciertamente, es sólo cuando
hay libertad, verdadera libertad para pensar, para descubrir, cuando uno puede
llegar a saber alguna cosa.
Pero la libertad, obviamente, no
puede existir dentro de una estructura.
Y casi todos nosotros vivimos en una estructura, en un mundo creado por
ideas, ¿no es así? Por ejemplo, sus
padres y sus maestros les dicen lo que está bien y lo que está mal, qué es
dañino y qué es beneficioso. Y ustedes
saben lo que dice la gente, lo que dice el sacerdote, lo que dice la tradición
y lo que han aprendido en la escuela.
Todo eso forma una especie de cercado dentro del cual viven, y, viviendo
dentro de ese cercado, dicen que son libres. ¿Lo son? ¿Puede un hombre ser
libre alguna vez, en tanto esté viviendo en una prisión?
Por lo tanto, uno ha de demoler
los muros que lo mantienen preso en la tradición y descubrir por sí mismo qué
es lo real, lo verdadero. Tiene que
experimentar y descubrir por su cuenta, y no seguir meramente a alguien, por
noble o estimulante que sea esa persona y por feliz que uno pueda sentirse en
su presencia. Lo importante es ser
capaz de examinar, no sólo aceptar, todos los valores creados por la tradición,
todas las cosas que la gente ha dicho que son buenas, beneficiosas,
valiosas. En el momento en que aceptan,
empiezan a amoldarse, a imitar; y el amoldarse, el imitar, el seguir, jamás
pueden hacer que uno sea libre y dichoso.
Nuestros mayores dicen que
ustedes deben ser disciplinados. La
disciplina se la imponen ustedes a sí mismos y les es impuesta por otros, desde
fuera. Pero lo importante es estar
libres para pensar, para inquirir, de modo que puedan empezar a descubrir por
sí mismos. Por desgracia, la mayoría de
la gente no quiere pensar, no quiere descubrir; tiene mentes cerradas. Pensar profundamente, investigar las cosas y
descubrir por uno mismo lo que es verdadero, resulta muy difícil; requiere
percepción alerta, investigación constante, y la mayoría de las personas no
tiene ni la disposición ni la energía para eso. Dicen: "usted sabe mejor que yo; usted es mi gurú, mi
maestro, y yo le seguiré".
Es entonces muy importante que
desde la más tierna edad estén ustedes libres para descubrir y no se hallen
cercados por un muro de "debes" y "no debes", porque si les
dicen constantemente lo que deben y lo que no deben hacer, ¿qué ocurrirá con su
inteligencia? Serán entidades
irreflexivas que solamente siguen una carrera, a las que sus padres les dicen
con quién deben casarse o no casarse; y eso, evidentemente, no es la acción de
la inteligencia. Ustedes podrán pasar
sus exámenes y ser muy prósperos, podrán tener buenas ropas y estar llenos de
joyas, podrán gozar de amigos y de prestigio, pero en tanto estén atados por la
tradición, no puede haber inteligencia.
La inteligencia, por cierto,
adviene sólo cuando tenemos libertad para investigar, para considerar
cuidadosamente las cosas y descubrir; de ese modo nuestra mente se vuelve muy
activa, muy alerta y clara. Entonces somos
individuos plenamente integrados, no entidades temerosas que, no sabiendo qué
hacer, sienten internamente una cosa y exteriormente se ajustan a algo
diferente.
La inteligencia les exige que
rompan con la tradición y vivan su propia vida, pero están cercados por las
ideas de sus padres acerca de lo que deben y lo que no deben hacer y por las
tradiciones de la sociedad. En
consecuencia, hay un conflicto desarrollándose internamente, ¿no es así? Ustedes son todos jóvenes, pero no creo que
sean demasiado jóvenes como para no darse cuenta de todo esto. Quieren hacer algo, pero sus padres y
maestros les dicen: "no lo hagas".
Por eso tiene lugar una lucha interna, y en tanto no resuelvan esa lucha
estarán atrapados en el conflicto, en la pena, en el dolor, deseando
perpetuamente hacer algo y estando impedidos de hacerlo.
Si lo investigan cuidadosamente,
verán que la disciplina y la libertad son contradictorias, y que al buscar la
verdadera libertad se pone en marcha un proceso diferente que trae su propia
clarificación, de modo tal que ustedes simplemente no hacen ciertas cosas.
Mientras son jóvenes, es muy
importante que estén libres para descubrir y se les ayude a que descubran lo
que realmente quieren hacer en la vida.
Si no lo descubren mientras son jóvenes, jamás lo descubrirán y ya nunca
serán individuos libres y dichosos. La
semilla debe ser sembrada ahora, de modo que comiencen ahora a tomar la
iniciativa.
En el camino, han pasado
frecuentemente junto a aldeanas que llevan pesadas cargas, ¿no es así? ¿Qué
sienten respecto de ellas? Esas pobres
mujeres con los vestidos rotos y sucios, con comida insuficiente, que trabajan
día tras día por un jornal de hambre, ¿sienten algo por ellas? ¿O están ustedes
tan atemorizados, tan ocupados consigo mismos, con sus exámenes, con su apariencia,
con sus saris, que jamás les prestan atención?
Cuando las ven pasar junto a ustedes, ¿qué sienten? ¿Sienten que son
mucho mejores, que pertenecen a una clase más alta y que, por lo tanto, no
necesitan tener consideración por ellas? ¿No quieren ayudarlas? ¿No? Eso indica cómo piensan. ¿Acaso están todos
tan embotados por siglos de tradición, por lo que dicen sus padres y sus
madres, son tan conscientes de que pertenecen a cierta clase, que ni siquiera
miran a los aldeanos y aldeanas? ¿Están realmente tan ciegos que no saben lo
que pasa alrededor de ustedes?
Es el temor, temor a lo que dirán
sus padres, sus maestros, temor a la tradición, temor a la vida, lo que
destruye gradualmente la sensibilidad, ¿no es así? ¿Saben lo que es la
sensibilidad? Ser sensible es sentir,
recibir impresiones, tener simpatía por aquellos que sufren, tener afecto,
damos cuenta de las cosas que suceden alrededor de nosotros. Cuando está repicando la campana del templo,
¿se dan cuenta de ello? ¿Escuchan el sonido? ¿Alguna vez ven la luz del sol
sobre el agua? ¿Se dan cuenta de la gente pobre, de los aldeanos que han sido
controlados, oprimidos durante siglos por los explotadores? Cuando ven a un sirviente que lleva una
alfombra pesada, ¿le prestan ayuda?
Todo esto implica la
sensibilidad. Pero ya lo ven, la
sensibilidad se destruye cuando nos imponen una disciplina, cuando sentimos
temor o nos interesamos mucho por nosotros mismos. Interesamos por nuestra apariencia, por nuestros saris, pensar
todo el tiempo en nosotros mismos -cosa que casi todos hacemos en una u otra
forma-, es ser insensibles, porque entonces la mente y el corazón están
cerrados y perdemos toda apreciación de la belleza.
Ser realmente libre implica una
gran sensibilidad. No hay libertad si
estamos cercados por el interés propio o por distintos muros de
disciplinas. En tanto nuestra vida sea
un proceso de imitación no puede haber sensibilidad ni libertad. Es esencial, mientras están aquí, sembrar la
semilla de la libertad, lo cual implica despertar la inteligencia; porque con
esa inteligencia podrán ustedes abordar todos los problemas de la vida.
Interlocutor: ¿Es factible para
un hombre librarse de todo sentimiento de temor y, al mismo tiempo, permanecer
en la sociedad?
K.: ¿Qué es la sociedad? Un conjunto de valores, un conjunto de
normas, regulaciones y tradiciones, ¿no es así? Uno ve estas condiciones externas y dice: "¿puedo tener una
relación práctica con todo eso?" ¿Por qué no? Después de todo, si uno encaja meramente en esa estructura de los
valores, ¿es libre? ¿Y qué es lo que entiendes por "factible"? Hay muchas cosas que uno puede hacer para
ganarse la vida; y si eres libre, ¿acaso no puedes elegir lo que quieres hacer?
¿No es eso factible? ¿O considerarías factible olvidar tu libertad y encajar
meramente en la estructura convirtiéndote en abogado, banquero, comerciante o
barrendero? Ciertamente, si eres libre
y has cultivado tu inteligencia, descubrirás qué es lo mejor para tí. Dejarás de lado todas las tradiciones y
harás algo que amas realmente, sin considerar lo que tus padres o la sociedad
aprueben o desaprueben. A causa de que
eres libre hay inteligencia, y harás algo que es completamente tuyo, actuarás
como un ser humano integrado.
Interlocutor: ¿Qué es Dios?
K.: ¿Como vas a descubrirlo?
¿Aceptando la información de alguna otra persona? ¿O tratarás de descubrir por
tí mismo qué es Dios? Es fácil formular
preguntas, pero experimentar la verdad requiere muchísima inteligencia,
muchísima búsqueda e investigación.
Por lo tanto, la primera pregunta
es: ¿vas a aceptar lo que otro dice acerca de Dios? No importa quién lo diga, Krishna, Buda o Cristo, porque todos
pueden estar equivocados; del mismo modo puede estar equivocado tu propio gurú
particular. Ciertamente, para descubrir
qué es verdadero, tu mente tiene que estar libre para investigar, lo cual
significa que no puede meramente aceptar o creer. Yo puedo darte una descripción de la verdad, pero no será igual
que si experimentas la verdad por ti mismo.
Todos los libros sagrados describen lo que es Dios, pero esa descripción
no es Dios. La palabra "Dios"
no es Dios, ¿verdad?
A fin de descubrir qué es
verdadero, jamás debes aceptar, jamás debes ser influido por lo que puedan
decir los libros, los maestros o cualquier otra persona. Si eres influido por ellos, sólo encontrarás
lo que ellos quieren que encuentres. Y
debes saber que tu propia mente puede crear la imagen de lo que ella desea:
puede imaginar a Dios con barba o con un solo ojo, puede hacer que sea azul o
púrpura. De modo que has de estar
atento a tus propios deseos y no has de dejarte engañar por las proyecciones de
tus propias necesidades y anhelos. Si
anhelas ver a Dios de cierta manera, la imagen que verás estará de acuerdo con
tus deseos; y esa imagen no será Dios, ¿verdad? Si estás sufriendo y deseas ser consolado, o si te sientes
romántico o sentimental en tus aspiraciones religiosas, a larga crearás un Dios
que proveerá lo que necesitas; pero eso tampoco será Dios.
Así que tu mente tiene que estar
por completo libre; sólo entonces podrás descubrir lo verdadero, no mediante la
aceptación de superstición alguna, no mediante la lectura de los así llamados
libros sagrados ni siguiendo a ningún gurú.
Sólo cuando tengas esta libertad, esta verdadera libertad respecto de
las influencias externas, y también estés libre de tus propios deseos y
anhelos, de modo que tu mente sea muy clara, sólo entonces te será posible
descubrir lo que Dios es. Pero si
meramente te sientas y especulas, entonces tu suposición es tan buena como la
de tu gurú y es igualmente ilusoria.
Interlocutor: ¿ Podemos darnos
cuenta de nuestros deseos inconscientes?
K.: En primer lugar, ¿te das
cuenta de tus deseos conscientes? ¿Sabes lo que es el deseo? ¿Te das cuenta de
que habitualmente no escuchas a nadie que esté diciendo algo contrario a lo que
crees? Tu deseo te impide
escuchar. Si deseas a Dios y alguien te
señala que el Dios que deseas es el resultado de tus frustraciones y temores,
¿le escucharás? Por supuesto que
no. Tú deseas una cosa y la verdad es
algo por completo diferente. Te limitas
a ti mismo dentro de tus propios deseos.
Sólo te percatas a medias de tus deseos conscientes, ¿no es así? Y mucho más difícil es darse cuenta de los
deseos que están muy ocultos. Para
descubrir lo que está oculto, para descubrir cuáles son sus propias
motivaciones, la mente que investiga tiene que ser absolutamente clara y estar
completamente libre. Por lo tanto,
primero tienes que darte cuenta plenamente de tus propios deseos conscientes;
entonces, a medida que te vuelvas cada vez más alerta a lo que está en la
superficie, podrás ir penetrando más y más en lo profundo.
Interlocutor: ¿Por qué algunas
personas nacen en condiciones de pobreza, mientras que otras son ricas y
acomodadas?
K.: ¿Qué es lo que piensas
tú? En vez de preguntármelo y esperar
mi respuesta, ¿por qué no averiguas lo que tú sientes al respecto? ¿Piensas que
es algún proceso misterioso al que llamas karma? En una vida anterior has vivido noblemente y, debido a eso,
¡ahora estás siendo recompensado con riqueza y posición! ¿Es así? O habiendo
actuado mal en una vida anterior, ¡estás pagando por ello en esta vida!
Mira, éste es realmente un
problema muy complejo. La pobreza es
culpa de la sociedad, una sociedad en la que los codiciosos y los astutos
prosperan y alcanzan la cúspide. Y
nosotros queremos la misma cosa, también queremos trepar por la escalera y
llegar a la parte de arriba. Y cuando
todos queremos llegar arriba, ¿qué sucede?
Pisamos a alguien; y el hombre al que pisan, al que destruyen, pregunta:
"¿por qué la vida es tan injusta?
Ustedes lo tienen todo y yo no tengo capacidad, no tengo
nada". En tanto sigamos trepando
por la escalera del éxito, siempre existirán el enfermo y el mal
alimentado. Es el deseo de éxito el que
tiene que ser comprendido y no por qué hay ricos y pobres o por qué algunos
tienen talento y otros no tienen ninguno.
Lo que tiene que cambiar es nuestro deseo de trepar, nuestro deseo de
ser grandes, de alcanzar el éxito.
Todos aspiramos al éxito, ¿no es así?
Allí radica la culpa y no en el karma o en alguna otra explicación. El hecho real es que todos nosotros deseamos
estar en la cima; quizá no en la cima misma, pero al menos tan alto en la
escalera como seamos capaces de treparla.
En tanto exista este impulso de ser grande, de ser "alguien"
en el mundo, vamos a tener al rico y al pobre, al explotador y a los
explotados.
Interlocutor: ¿Es Dios un hombre
o una mujer, o es algo completamente misterioso?
K.: Acabo de contestar esa
pregunta y me temo que no escuchaste.
Este país está dominado por los hombres. Supongamos que digo que Dios es una señora, ¿qué harías? Rechazarías eso porque estás lleno con la
idea de que Dios es un hombre. Así que
tienes que descubrirlo por ti mismo; pero para descubrir, tienes que estar
libre de todo prejuicio.
CAPITULO 5
Las tres o cuatro últimas veces
hemos estado hablando del temor, y como ésa es una de las causas fundamentales
de nuestro deterioro, pienso que debemos considerarla desde un ángulo
diferente, desde un diferente punto de vista.
Ustedes saben, siempre nos dicen
lo que debemos pensar y lo que no debemos pensar. Los libros, los maestros, los padres, la sociedad que nos rodea
nos dicen qué debemos pensar, pero jamás nos ayudan a descubrir cómo debemos
pensar. Saber qué pensar es
comparativamente fácil, porque desde la infancia nuestras mentes están
condicionadas por palabras, por frases, por actitudes establecidas y
prejuicios. No sé si han notado lo
fijas que se hallan las mentes de casi todas las personas mayores; están
encajadas como la arcilla en un molde y es muy difícil abrirse paso por ese
molde. El moldeado de la mente es su condicionamiento.
Aquí, en la India, ustedes están
condicionados por siglos de tradición, a pensar de cierta manera; ese condicionamiento
tiene causas económicas, sociales y religiosas. En Europa, la mente está condicionada de un modo algo diferente;
y en Rusia, desde la revolución, los líderes políticos han estado condicionando
la mente a su propia manera. Así, en
todas partes la mente está siendo condicionada, no sólo superficialmente,
conscientemente, sino también profundamente.
La mente oculta o inconsciente está condicionada por la raza, por el
clima, por las imitaciones no verbalizadas, no expresadas.
Ahora bien, la mente no puede ser
libre en tanto permanezca moldeada o condicionada. Y la mayoría de la gente piensa que jamás podremos liberar a la
mente de su condicionamiento, que debe estar siempre condicionada. Ellos dicen que no podemos evitar ciertos
hábitos de pensar, ciertos prejuicios, y que no puede haber liberación para la
mente, que ésta jamás podrá ser libre.
Además, cuanto más antigua es la civilización, mayor es el peso de la
tradición, de la autoridad, de la disciplina con que la mente se halla
agobiada. Las personas que pertenecen a una raza antigua, como en la India,
están más condicionadas que las que viven en América, por ejemplo, donde existe
más libertad social y económica y donde sus habitantes han sido pioneros en
fecha bastante reciente.
Una mente condicionada no es
libre porque jamás puede ir más allá de sus propios límites, de las barreras
que ha erigido en tomo de sí misma; eso es obvio. Y es muy difícil para una mente semejante liberarse de su
condicionamiento e ir más allá, porque este condicionamiento le ha sido
impuesto no sólo por la sociedad, sino que se lo ha impuesto ella misma. Ustedes gustan de su condicionamiento,
porque no se atreven a ir más allá.
Temen lo que podrían decir sus padres y sus madres, lo que el sacerdote
y la sociedad podrían decir; en consecuencia, contribuyen a crear las barreras
que los retienen. Ésta es la prisión en que casi todos estamos atrapados y por
eso sus padres están siempre diciéndoles -como ustedes a su vez les dirán a sus
hijos- que hagan esto y no hagan aquello.
¿Qué ocurre por lo general en una
escuela, especialmente si el maestro les agrada? Si su maestro les agrada, desean seguirle, imitarle; por lo
tanto, el condicionamiento de sus mentes se vuelve más y más rígido, más
permanente. Digamos, por ejemplo, que
están en un albergue al cuidado de un maestro que practica diariamente su
ritual religioso. A ustedes les gusta
el espectáculo o la belleza del mismo, de modo que empiezan a practicarlo
también. En otras palabras, se están
condicionando más aún; y tal condicionamiento es muy efectivo, porque cuando
uno es joven la mente es muy ansiosa, impresionable, imitativa. Y no sé si son ustedes creativos,
probablemente no, porque sus padres no les permitirían salir fuera del muro,
ellos no quieren que miren más allá del condicionamiento. Son exactamente como cualquier otra
persona. Practican sus rituales, tienen
sus temores, su deseo de gurú; y como ustedes reciben enseñanza de ellos -y
también porque puede agradarles un maestro en particular o porque ven un ritual
hermoso y quieren practicarlo-, inconscientemente pueden quedar presos de la
imitación.
¿Por qué practican rituales las
personas mayores? Porque sus padres lo
hicieron antes que ellas y también porque eso les transmite ciertos
sentimientos, ciertas sensaciones que les aquietan internamente. Cantan determinadas plegarias, pensando que
si no lo hicieran tal vez estarían perdidas.
Y los jóvenes copian a los mayores y así es como empieza la imitación.
Si el maestro mismo cuestionara
toda esta ritualidad, si realmente reflexionara al respecto -cosa que muy pocos
hacen alguna vez-, si usara su inteligencia para examinar eso sin prejuicio
alguno, pronto descubriría que no tiene ningún sentido. Pero para investigar y descubrir la verdad
en esta cuestión, se requiere muchísima libertad. Si ustedes ya tienen un prejuicio a favor de algo y entonces
proceden a investigarlo, es obvio que no puede haber investigación. Tan sólo fortalecerán su prejuicio, su idea
preconcebida.
Por lo tanto, es esencial que los
maestros se libren ellos mismos de su condicionamiento y así ayuden a los niños
a librarse del suyo. Conociendo la
influencia condicionadora de los padres, de la tradición, de la sociedad, el
maestro tiene que alentar a los niños para que no acepten cosas
irreflexivamente, sino que investiguen, que cuestionen.
Si ustedes observan, a medida que
crecen comenzarán a ver cómo los moldean diversas influencias, cómo no se les
ayuda a pensar sino que se les dice qué deben pensar. Finalmente, si no se rebelan contra este proceso se vuelven como
una máquina automática, funcionan sin creatividad, sin mucho pensamiento
original.
Todos temen que si no encajan
dentro de la sociedad serán incapaces de ganarse la vida. Si mi padre es abogado, pienso que también
tengo que ser abogado. Si soy una
muchacha, me someto a que me casen. ¿Qué sucede, entonces? Empiezan siendo personas jóvenes con
muchísima vitalidad y enorme entusiasmo, pero todo esto es gradualmente
destruido por la influencia condicionadora de los padres y maestros con sus
propios prejuicios, temores y supersticiones.
Cuando dejan la escuela y salen al mundo, están llenos de información
pero han perdido la vitalidad para investigar, para rebelarse contra las estupideces
tradicionales de la sociedad.
Ustedes se sientan aquí y
escuchan todo esto. ¿Qué es lo que va a ocurrir cuando finalmente aprueben sus
exámenes de licenciatura o maestría?
Saben muy bien lo que va a ocurrir.
A menos que se rebelen, serán exactamente iguales al resto del mundo,
porque no se atreven a ser otra cosa.
Estarán tan condicionados, tan moldeados, que tendrán miedo de echarse a
andar por sí mismos. Serán controlados
por sus esposas, sus maridos, y la sociedad les dirá lo que tienen que hacer;
la imitación prosigue generación tras generación. No hay verdadera iniciativa, no hay libertad, no hay felicidad;
no hay nada sino una muerte lenta. ¿Cuál es el sentido de que se les eduque, de
que aprendan a leer y escribir, si sólo van a funcionar como una máquina? Pero eso es lo que quieren sus padres y lo
que quiere el mundo. El mundo quiere
que no piensen, no quiere que sean libres para descubrir, porque entonces
serían ciudadanos peligrosos, no encajarían en el patrón establecido. Un ser humano libre nunca puede sentir que
pertenece a un país determinado, a una particular clase o forma de pensar. La libertad implica libertad en todos los
niveles, del principio al fin, y pensar solamente a lo largo de una línea
particular no es libertad.
Por lo tanto, mientras son
jóvenes es muy importante que sean libres, no sólo en el nivel consciente sino
también profundamente en lo interno.
Esto significa que deben vigilarse a sí mismos, que deben percatarse más
y más de las influencias que buscan controlarles y dominarles; significa que
jamás deben aceptar irreflexivamente, sino que deben cuestionar siempre,
investigar y hallarse en estado de rebelión.
Interlocutor: ¿Cómo podemos hacer
para liberar nuestras mentes, cuando vivimos en una sociedad llena de tradición
?
K.: En primer lugar, deben tener
el impulso, la exigencia de libertad.
Es como el anhelo de volar que tiene el pájaro o el de las aguas del
río, de fluir. ¿Tienen este impulso de ser libres? Si lo tienen, ¿qué ocurre entonces? Sus padres y la sociedad tratan de forzarles dentro de un molde.
¿Pueden resistirles? Encontrarán que es
difícil, porque sienten temor. Temor de
no conseguir un empleo, de no conseguir la esposa o el marido apropiado, de que
puedan padecer hambre, de lo que la gente podría decir de ustedes. Aunque deseen ser libres, sienten temor; por
lo tanto, no van a resistir. El temor a
lo que la gente pueda decir o a lo que sus padres puedan hacer, les bloquea, y
así son forzados dentro del molde.
Ahora bien, ¿pueden decir:
"yo quiero saber y no me importa si padezco hambre. Sea lo que fuera lo que ocurra, voy a luchar
contra las barreras de esta sociedad corrupta, porque quiero ser libre para
descubrir"? ¿Pueden decir eso?
Cuando viven con temor, ¿pueden oponerse a todas estas barreras, a todas
estas imposiciones?
Es muy importante, pues, ayudar
al niño desde la más tierna edad a que vea las aplicaciones del temor y se
libere de él. En el momento en que
están ustedes atemorizados, se termina la libertad.
Interlocutor: Puesto que hemos
sido criados en una sociedad basada en el temor, ¿cómo es posible para nosotros
estar libres del temor?
K.: ¿Se dan cuenta de qué están
atemorizados? Si es así, ¿cómo van a
liberarse del temor? Ustedes y yo
tenemos que averiguarlo; por lo tanto, considérenlo conmigo.
Cuando están conscientes de que
sienten temor, ¿qué es lo que hacen realmente?
Escapan de él, ¿no es así? Toman
un libro o salen a dar un paseo; tratan de olvidarlo. Sienten temor de sus padres, de la sociedad; están conscientes de
ese temor y no saben cómo resolverlo.
Tienen miedo de mirarlo siquiera; de modo que huyen de él en distintas
direcciones. Por eso siguen estudiando
y aprobando exámenes hasta el último momento, cuando tienen que afrontar lo
inevitable y actuar. Continuamente
tratan de escapar de su problema, pero eso no les ayuda a resolverlo. Tienen que enfrentarse a él.
Entonces, ¿pueden mirar su
temor? Si quieren examinar un pájaro,
observar la forma de sus alas, su pico, deben acercársela mucho, ¿verdad? De igual modo, si están atemorizados, tienen
que observar desde muy cerca su temor.
Cuando escapan del temor sólo lo incrementan.
Digamos, por ejemplo, que quieren
dedicar su vida a algo que aman de verdad, pero sus padres les dicen que no
deben hacerlo y les amenazan con algo terrible si lo hacen: dicen que no les
darán nada de dinero, y eso los atemoriza.
Están tan atemorizados que no se atreven a mirar el propio temor. Así que ceden y el temor continúa.
Interlocutor: ¿Qué es la
verdadera libertad y cómo puede uno adquirirla?
K.: La verdadera libertad no es
algo que pueda adquiriese, es el resultado de la inteligencia. No puedes salir y comprar la libertad en el
mercado. No puedes obtenerla leyendo un
libro o escuchando hablar a alguien. La
libertad adviene con la inteligencia.
¿Pero qué es la inteligencia?
¿Puede haber inteligencia cuando hay temor o cuando la mente está
condicionada? Cuando tu mente tiene
prejuicios o cuando piensas que eres un ser humano maravilloso, o cuando eres
muy ambicioso y deseas trepar la escalera del éxito, mundano o espiritual,
¿puede haber inteligencia? Cuando sólo
te interesas en ti mismo, cuando sigues a alguien o le rindes culto, ¿puede
haber inteligencia? Ciertamente, la
inteligencia llega cuando comprendes toda esta estupidez y rompes con
ella. Por lo tanto, tienes que empezar,
y lo primero es que te des cuenta de que tu mente no es libre. Has de observar cómo tu mente está atada por
todas estas cosas; ése es el principio de la inteligencia, la cual trae
libertad. Tienes que encontrar la
respuesta por ti mismo. ¿De qué sirve que algún otro sea libre cuando tú no lo
eres, o que algún otro tenga comida cuando tú tienes hambre?
Para ser creativo, lo cual
implica tener verdadera iniciativa, tiene que haber libertad; y para que haya
libertad tiene que haber inteligencia.
Tienes, pues, que investigar y descubrir qué es lo que impide que haya
inteligencia. Has de investigar la
vida, cuestionar los valores sociales, todo, y no aceptar nada sólo porque
estés atemorizado.
CAPITULO 6
Tal vez podamos abordar el
problema del temor desde otro ángulo diferente. El temor, en la mayoría de nosotros, produce cosas
extraordinarias. Crea toda clase de
ilusiones y problemas. Hasta que no lo
investigamos muy a fondo y lo comprendamos realmente, el temor distorsionará
siempre nuestras acciones. El temor
deforma nuestras ideas y tuerce el camino de nuestra vida; crea barreras entre
la gente y, por cierto, destruye el amor.
Por lo tanto, cuanto más investiguemos el temor, cuanto más lo
comprendamos y nos liberemos realmente de él, mayor será nuestro contacto con
todo lo que nos rodea. Al presente,
nuestros contactos vitales con la existencia son muy pocos, ¿no es así? Pero si podemos libramos del temor tendremos
contactos amplios, comprensión profunda, verdadera simpatía, consideración
afectuosa y la extensión de nuestro horizonte será muy grande. Veamos, pues, si podemos considerar el temor
desde un punto de vista diferente.
Me pregunto si han advertido que
casi todos deseamos alguna clase de seguridad psicológica. Queremos seguridad, alguien en quien
apoyarnos. Como un niño pequeño se toma
la mano de su madre, así queremos algo a lo cual aferramos; queremos que
alguien nos ame. Sin una sensación de
seguridad, sin una garantía mental, nos sentimos perdidos, ¿no es así? Estamos acostumbrados a apoyamos en otros, a
esperar que otros nos guíen, nos ayuden, y sin esta sustentación estamos
confundidos, atemorizados, no sabemos qué pensar, cómo actuar. En el momento en que quedamos abandonados a
nosotros mismos, nos sentimos solos, inseguros, perplejos. De esto surge el temor, ¿no es cierto?
Entonces, queremos algo que nos
dé sensación de seguridad, y para ello tenemos defensas de muchas clases
diferentes. Tenemos protecciones tanto
internas como externas. Cuando cerramos
las ventanas y las puertas de nuestra casa y permanecemos dentro, nos sentimos
seguros, a salvo, sentimos que no nos molestan. Pero la vida no es eso.
La vida está golpeando constantemente a nuestras puertas, trata de abrir
nuestras ventanas para que podamos ver más; y si a causa del temor cerramos las
puertas y echamos el cerrojo a todas las ventanas, los golpeteos sólo se
vuelven más fuertes aún. Cuanto más
estrechamente nos aferramos a la seguridad en cualquiera de sus formas, más
viene la vida y nos empuja. Cuanto más
miedo tenemos y nos encerramos en nosotros mismos, mayor es nuestro
sufrimiento, porque la vida no nos dejará tranquilos. Queremos estar seguros, pero la vida dice que no podemos estarlo;
y así es como comienza nuestra lucha.
Buscamos seguridad en la sociedad, en la tradición, en la relación con
nuestros padres y nuestras madres, con nuestras esposas y nuestros maridos;
pero la vida se abre paso siempre por los muros de nuestra seguridad.
También buscamos seguridad o
consuelo en las ideas, ¿no es así? ¿Han observado de qué modo aparecen las
ideas y cómo la mente se aferra a ellas?
Uno tiene una idea de algo herinoso que vio cuando salió a dar un paseo,
y su mente regresa a esa idea, a ese recuerdo.
Uno lee un libro y se forma una idea a la que se aferra. Ustedes tienen que ver cómo surgen las ideas
y cómo se convierten en medios de consuelo y seguridad interior, en algo a lo
cual la mente se aferra.
¿Alguna vez han pensado acerca de
esta cuestión de las ideas? Si uno de
ustedes tiene una idea y yo tengo una idea y cada uno de nosotros piensa que su
idea es mejor que la del otro, luchamos por ellas, ¿no es así? Yo trato de convencerle a él y él trata de
convencerme a mí. Todo el mundo está
edificado sobre las ideas y el conflicto entre ellas; y si lo investigan,
encontrarán que el mero obstinarse en una idea no tiene sentido. ¿Pero han
notado cómo sus padres, sus madres, sus maestros, sus tíos y tías se aferran
todos fuertemente a lo que piensan?
Entonces, ¿cómo surge una idea?
¿Cómo llegan ustedes a tener una idea?
Cuando tienen, por ejemplo, la idea de salir a dar un paseo, ¿cómo surge
esa idea? Es muy interesante
descubrirlo. Si lo observan, verán cómo
surge una idea de esa clase y cómo la mente de ustedes se aferra a ella,
descartando cualquier otra cosa. La
idea de salir a dar un paseo es la respuesta a una sensación, ¿no es así? Han salido a pasear anteriormente y ello ha
dejado un sentimiento o una sensación agradable; desean hacerlo nuevamente y de
ese modo es creada la idea y luego puesta en acción. Cuando ven un automóvil herinoso hay una sensación, ¿verdad? La sensación proviene del mismo mirar el
automóvil. El ver crea la
sensación. De la sensación nace la
idea: "quiero ese automóvil, es mi automóvil", y la idea se vuelve, entonces,
muy dominante.
Buscamos seguridad en las
posesiones externas y en las relaciones, y también en las ideas o creencias
internas. Creo en Dios, en los
rituales, creo que debo casarme de cierta manera, creo en la reencarnación, en
la vida después de la muerte, etcétera.
Estas creencias son todas producidas por mis deseos, por mis prejuicios,
y yo me aferro a esas ideas. Tengo
seguridades externas, fuera de la piel por decirlo así, y también seguridades
internas; si me las quitan o me las cuestionan, tengo miedo; apartaré a quienes
lo hagan, lucharé con ellos si amenazan mi seguridad.
Ahora bien, ¿existe una cosa tal
como la seguridad? ¿Entienden? Tenemos
ideas acerca de la seguridad. Podemos
sentir que estamos a salvo con nuestros padres o en un empleo determinado. La manera como pensamos, como vivimos, como
miramos las cosas... con todo esto podremos sentimos satisfechos.. Casi todos
estamos satisfechos de estar encerrados en ideas seguras. ¿Pero acaso podemos
estar seguros alguna vez, podemos estar a salvo, por muchas garantías externas
o internas que tengamos? Exteriormente,
el banco de uno puede quebrar mañana, nuestro padre o nuestra madre pueden
morir, puede haber una revolución.
Pero, ¿hay alguna seguridad en las ideas? Nos gusta pensar que estamos a salvo en nuestras ideas, en
nuestras creencias, en nuestros prejuicios, pero ¿lo estamos? Son muros que carecen de realidad, son
meramente nuestras concepciones, nuestras sensaciones. Nos gusta creer que hay un Dios que cuida de
nosotros, que vamos a renacer más ricos, más nobles de lo que ahora somos. Puede que sea así, puede que no lo sea. De modo que podemos ver por nosotros mismos,
si investigamos tanto las seguridades externas como las internas, que en la
vida no hay en absoluto seguridad alguna.
Si se lo preguntamos a los
refugiados de Pakistán o de Europa oriental, nos dirán indudablemente que la
seguridad externa no existe. Pero
sienten que hay seguridad internamente y se aferran a esa idea. Ustedes podrán perder su seguridad externa,
pero entonces están más ansiosos aún de construir su seguridad internamente y
no quieren desprenderse de ella. Esto
implica un miedo mayor.
Si mañana o dentro de pocos años
sus padres les dicen con quién desean ellos que se casen, ¿acaso sentirán temor? Por supuesto que no, porque han sido
educados para hacer exactamente lo que les dicen; sus padres, el gurú, el
sacerdote, les han enseñado a pensar a lo largo de ciertas líneas, a actuar de
cierta manera, a sustentar ciertas creencias.
Pero si se les pidiera que decidieran por sí mismos, ¿no estarían
completamente perdidos? Si sus padres
les dijeran que se casen con la persona que a ustedes les gusta, temblarían,
¿verdad? Habiendo sido condicionados
totalmente por la tradición, por los temores, no quieren que se les deje
decidir las cosas por sí mismos. Hay
peligro en que a uno le dejen solo, y ustedes nunca quieren que les dejen
solos. Nunca quieren resolver nada por
sí mismos-. Nunca quieren salir a dar
un paseo a solas. Todos quieren estar
haciendo algo, como hormigas activas.
Temen considerar solos algún problema, afrontar solos algunas de las
exigencias de la vida; y estando atemorizados hacen cosas caóticas y
absurdas. Como un hombre con una
escudilla de mendigo, aceptan irreflexivamente cualquier cosa que les ofrecen.
Viendo todo esto, una persona
verdaderamente reflexiva empieza a liberarse de toda clase de seguridad,
interna o externa. Esto es
extremadamente difícil porque significa que uno se queda solo, solo en el
sentido de que no depende de nadie. En
el momento en que uno depende, hay temor; y donde hay temor no hay amor. Cuando ustedes aman, no se sienten
solos. El sentimiento de soledad surge
únicamente cuando nos atemoriza estar solos y no sabemos qué hacer. Cuando estamos controlados por ideas,
aislados por creencias, entonces el temor es inevitable; y cuando estamos
atemorizados, nos cegamos completamente.
Por lo tanto, los maestros y los
padres han de resolver juntos este problema del temor. Pero desgraciadamente, los padres de ustedes
tienen miedo de lo que sus hijos podrían hacer si no se casaran o si no
consiguieran un empleo. Tienen miedo de
que se equivoquen o de lo que podría decir la gente, y a causa de este miedo
quieren que ustedes hagan ciertas cosas.
El miedo que sienten se encubre bajo lo que ellos llaman amor. Desean protegerles, por lo tanto, ustedes
deben hacer esto o aquello. Pero si uno
pasa detrás del muro de sus así llamados afecto y consideración, encontrará que
hay temor por la seguridad y respetabilidad de ustedes; y ustedes también están
atemorizados porque han dependido durante tanto tiempo de otras personas.
Por eso es muy importante que,
desde la más tierna edad, empiecen a cuestionar y a eliminar estos sentimientos
de temor, a fin de que no queden aislados por ellos ni encerrados en ideas,
tradiciones, hábitos, sino que sean seres humanos libres con vitalidad
creativa.
Interlocutor: ¿Por qué, aun
cuando sabemos que Dios nos protege, tenemos miedo?
K.: Eso es lo que te han
dicho. Tu padre, tu madre, tu hermano
mayor, te han dicho que Dios te protege; es una idea a la cual te aferras. Sin embargo, sigue habiendo miedo. Aunque tengas esta idea, este pensamiento,
este sentimiento de que Dios te protege, el hecho es que tienes miedo. La cosa real es tu miedo, no la idea de que
vas a ser protegido por Dios porque tus padres y tu tradición te aseguren que
lo serás.
Ahora bien, ¿qué es lo que sucede
realmente? ¿Estás siendo protegido?
Mira los millones de personas que no están protegidas, que se están muriendo
de hambre. Mira a los aldeanos que
llevan pesadas cargas, que están hambrientos, sucios, con las ropas en jirones.
¿Están ellos protegidos por Dios? A
causa de que posees más dinero que otros, de que tienes cierta posición social,
de que tu padre es un funcionario o un recaudador o un comerciante que
astutamente ha timado a alguien, ¿debes ser protegido, mientras millones en el
mundo siguen sin comida suficiente, sin ropa ni vivienda apropiada? Tú esperas que el pobre y el que se muere de
hambre sean protegidos por el estado, por sus empleadores, por la sociedad, por
Dios; pero ellos no van a ser protegidos.
En realidad, no hay protección, aunque te guste sentir que Dios te
protegerá. Ésa es sólo una idea agradable para pacificar tu miedo; de ese modo
no cuestionas nada, sino que meramente crees en Dios. No tiene sentido empezar con la idea de que vas a ser protegido
por Dios. Pero si investigas de verdad
todo el problema del miedo, entonces descubrirás si Dios te protege o no.
Cuando existe el sentimiento de
afecto, no hay miedo, no hay explotación, y entonces no hay problema.
Interlocutor: ¿ Qué es la
sociedad?
K.: ¿Qué es la sociedad? ¿Y qué
es la familia? Averigüemos, paso a
paso, cómo se crea la sociedad, cómo nace.
¿Qué es la familia? Cuando tú dices: "ésta es mi
familia", ¿qué quieres decir? Tu
padre, tu madre, tu hermano y tu hermana, la sensación de intimidad, el hecho
de que estén viviendo juntos en la misma casa, el sentimiento de que tus padres
van a protegerte, la posesión de cierta propiedad, de joyas, saris, ropas...
todo esto es la base de la familia. Hay
otras familias como la tuya viviendo en otras casas, sintiendo exactamente las
mismas cosas que tú sientes, teniendo el mismo sentimiento de "mi
esposa", "mi marido", "mis hijos", "mi
casa", "mis ropas", "mi automóvil"; hay muchas
familias así viviendo sobre el mismo pedazo de tierra, y ellas llegan a tener
el mismo sentimiento de que no deben ser invadidas a su vez por otras familias. En consecuencia, empiezan a fabricar leyes. Las familias poderosas se colocan a sí
mismas en altas posiciones, adquieren grandes propiedades, disponen de más
dinero, más ropas, más automóviles; se juntan y estructuran las leyes, les
dicen a los demás lo que deben hacen Así, gradualmente, se forma una sociedad
con leyes, regulaciones, policías, un ejército, una armada. Finalmente, toda la Tierra queda poblada por
sociedades de diversas clases. Entonces
eso ocasiona en la gente ideas antagónicas y el deseo de derribar a aquéllos
que se hallan establecidos en altas posiciones, que tienen en sus manos todos
los recursos del poder. Derrumban esa
sociedad particular y forman otra.
La sociedad es la relación entre
la gente, la relación entre una persona y otra, entre una familia y otra, entre
un grupo y otro, y entre el individuo y el grupo. La sociedad es la relación humana, la relación entre ustedes y
yo. Si yo soy muy codicioso, muy
astuto, si tengo gran poder y autoridad, les voy a hacer a un lado; y ustedes
tratarán de hacer lo mismo conmigo. Así
que fabricamos leyes. Pero vienen otros
que invalidan nuestras leyes estableciendo otra serie de leyes, y esto prosigue
todo el tiempo. En la sociedad, que es
la relación humana, existe este conflicto constante. Ésta es la base simple de
la sociedad, pero se vuelve más y más compleja a medida que los seres humanos
mismos se vuelven más y más complejos en sus ideas, en sus deseos, en sus
instituciones y en sus industrias.
Interlocutor: ¿Puede uno ser
libre mientras está viviendo en esta sociedad?
K.: Si dependo de la sociedad
para mi satisfacción, para mi bienestar, ¿puedo ser libre alguna vez? Si dependo de mi padre por el afecto, por el
dinero, por la iniciativa de hacer las cosas, o si dependo en alguna forma de
un gurú, no soy libre, ¿verdad? Por lo
tanto, ¿puedo ser libre mientras sea psicológicamente dependiente? Por cierto, la libertad sólo es posible
cuando tengo capacidad, iniciativa, cuando puedo pensar de manera
independiente, cuando no temo lo que alguno pueda decir, cuando quiero
descubrir realmente qué es verdadero y no soy codicioso, envidioso,
celoso. En tanto sea envidioso,
codicioso, dependeré psicológicamente de la sociedad y, mientras dependa de ese
modo de la sociedad, no seré libre.
Pero si dejo de ser codicioso, seré libre.
Interlocutor: ¿Por qué las
personas quieren vivir en sociedad cuando pueden vivir solas?
K.: ¿Puedes tú vivir solo?
Interlocutor: Yo vivo en sociedad
porque mi padre y mi madre viven en la sociedad.
K.: Para conseguir un empleo,
para ganarte la vida, ¿acaso no tienes que vivir en la sociedad? ¿Puedes vivir
solo?
Para la comida, para la ropa y la
vivienda dependes de alguien. No puedes
vivir aislado. Ninguna entidad está
completamente sola. únicamente en la muerte estás solo. Mientras vives estás siempre relacionado con
tu padre, con tu hermano, con el mendigo, con el hombre que repara la calle,
con el comerciante, con el recaudador.
Siempre estás relacionado; y a causa de que no comprendes esta relación,
hay conflicto. Pero si comprendes la
relación entre tú mismo y otro, no hay conflicto y entonces no surge la
cuestión de vivir solo.
Interlocutor: Puesto que siempre
estamos relacionados con otros, ¿ no es verdad que nunca podemos ser
absolutamente libres?
K.: No comprendemos qué es la
relación, la verdadera relación.
Supongamos que yo dependo de ti para mi gratificación, para mi
bienestar, para mi sentido de la seguridad; ¿cómo puedo ser libre alguna
vez? Pero si no dependo de ese modo aún
sigo relacionado contigo, ¿no es así?
Dependo de ti para alguna clase de solaz emocional, físico o
intelectual; por lo tanto, no soy libre.
Me apego a mis padres porque necesito alguna clase de seguridad, lo cual
implica que mi relación con ellos es de dependencia y está basada en el temor.
¿Cómo puede haber, entonces, relación alguna que sea libre? Sólo hay libertad en la relación cuando no
hay temor. Por lo tanto, para tener una
verdadera relación debo empezar a liberarme de esta dependencia psicológica que
engendra temor.
Interlocutor: ¿Cómo podemos ser
libres cuando nuestros padres dependen de nosotros en su ancianidad?
K.: A causa de que son viejos,
dependen de ti para que les mantengas. ¿Qué sucede entonces? Esperan que ganes dinero suficiente como
para vestirles y alimentarles; y si lo que deseas es ser un carpintero o un
artista, aun cuando tal vez no ganes nada de dinero, tus padres te dirán que no
debes hacer eso porque tienes que mantenerles a ellos. Sólo piensa en esto. No digo que sea bueno o malo; al decir que
es bueno o malo ponemos fin al pensar.
El requerimiento de tus padres de que debes ser el sostén de ellos te
impide vivir tu propia vida, y que quieras vivir tu propia vida se considera
egoísta; de este modo, te conviertes en el esclavo de tus padres.
Uno podría decir que el Estado
debería cuidar a los ancianos mediante pensiones a la vejez y varios otros
sistemas de seguridad. Pero en un país
donde hay superpoblación, insuficiencia de ingresos nacionales, falta de
productividad y demás, el Estado no puede proteger a las personas
ancianas. De modo que los padres de
avanzada edad dependen de los jóvenes, y los jóvenes encajan siempre en el
surco de la tradición y son destruidos.
Pero éste no es un problema para ser discutido por mí. Todos ustedes tienen que considerarlo y
resolverlo.
Naturalmente, dentro de límites razonables, yo deseo
mantener a mis padres. Pero supongamos
que anhelo hacer algo que rinde muy poco.
Supongamos que quiero convertirme en una persona religiosa y consagrar
mi vida a descubrir qué es Dios, qué es la verdad. Ese modo de vida puede no aportarme ningún dinero y si lo sigo
quizá deba abandonar a mi familia, lo cual implica que probablemente morirán de
hambre como millones de personas. ¿Qué he de hacer? En tanto tenga miedo de lo que dirá la gente -que no soy un hijo
cumplidor, que soy un hijo indigno-, jamás seré un ser humano creativo. Para ser un hombre creativo, dichoso, debo
tener muchísima iniciativa.
Interlocutor: ¿Sería bueno de
nuestra parte permitir que nuestros padres murieran de hambre?
K.: No lo estás planteando
correctamente. Supongamos que de verdad
quiero ser un artista, un pintor, y sé que la pintura va a rendirme muy poco
dinero. ¿Qué he de hacer? ¿Sacrificar mi profundo impulso de pintar y
convertirme en un oficinista? Eso es lo
que generalmente sucede, ¿verdad? Me
convierto en oficinista y por el resto de mi vida vivo en un gran conflicto,
soy un desdichado; y a causa de que sufro, de que me siento frustrado, hago la
vida desdichada para mi esposa y mis hijos.
Pero si, como joven artista, veo la significación de todo esto, digo a
mis padres: "quiero pintar y les daré lo que pueda de lo poco que tenga;
eso es todo cuanto puedo hacer".
Ustedes han formulado preguntas y
yo las he contestado. Pero si no
reflexionan realmente acerca de estas cuestiones, si no las investigan por sí
mismos más y más profundamente y las abordan desde distintos ángulos, si no las
consideran de diferentes maneras, entonces sólo dirán: "esto es bueno y
aquello es malo; esto es mi deber y eso no lo es; esto es verdadero y eso es erróneo",
lo cual no les llevará muy lejos.
Mientras que si ustedes y yo consideramos juntos todas estas cuestiones,
y con sus padres y maestros las discuten, las investigan, entonces la
inteligencia de ustedes se despertará, y cuando estos problemas surjan en su
vida cotidiana serán capaces de afrontarlos.
Pero no lo serán si aceptan meramente lo que estoy diciendo. Mis respuestas a sus preguntas tienen sólo
el propósito de despertar la inteligencia de ustedes a fin de que consideren
cuidadosamente estos problemas por sí mismos y de ese modo sean capaces de
encarar la vida correctamente.
CAPITULO 7
Sé que he estado hablando acerca
del temor; y es muy importante para nosotros que estemos conscientes del temor,
que nos percatemos de él. ¿Saben ustedes cómo nace el temor? En todo el mundo podemos ver que la gente
está pervertida por el temor, deformada en sus ideas, en sus sentimientos y sus
actividades. Por lo tanto debemos investigar
el problema del temor desde todos los ángulos posibles, no sólo desde el punto
de vista económico y moral de la sociedad, sino también desde el punto de vista
de nuestras luchas psicológicas, internas.
Como he dicho, el temor por
nuestra seguridad externa e interna deforma la mente y distorsiona nuestro
pensar. Espero que hayan reflexionado
un poco acerca de esto, porque cuanto más claramente consideren y vean la
verdad de ello, más libres estarán de toda dependencia. Los adultos no han producido una sociedad
maravillosa; los padres, los ministros, los maestros, los gobernantes, los
sacerdotes no han creado un mundo bello.
Por el contrario, han creado un mundo terrible, brutal, en el que todos
están peleando con alguien, en el que un grupo está contra otro grupo, una
nación contra otra, una ideología o conjunto de creencias contra otra ideología
o conjunto de creencias. El mundo en el
que van a crecer es un mundo feo, un mundo deplorable, donde los mayores tratan
de sofocarles con sus propias creencias, sus ideas, su perversidad; y si
ustedes van a seguir meramente el deplorable patrón de los mayores que han
producido esta sociedad monstruosa, ¿cuál es el sentido de que se les eduque,
cuál es, en absoluto, el sentido de vivir?
Si miran a su alrededor, verán
que en todo el mundo hay una espantosa destrucción y desdicha humana. Pueden leer sobre las guerras en la
historia, pero no conocen su realidad, de qué modo las ciudades son destruidas
por completo, cómo la bomba de hidrógeno, arrojada sobre una isla, causa la
total desaparición de la isla, cómo los barcos son bombardeados y se esfuman en
el aire. Hay una destrucción espantosa
a causa del llamado progreso; y es en este mundo donde ustedes van a
crecer. Podrán pasarlo bien,
dichosamente mientras son jóvenes; pero cuando se vuelvan adultos, a menos que
estén muy alerta, atentos a sus pensamientos, a sus sentimientos, perpetuarán
este mundo de batallas, de ambiciones despiadadas, un mundo donde cada uno está
compitiendo con otro, donde hay miseria, inanición, superpoblación y
enfermedad.
Así, mientras son jóvenes, ¿no es
importante que sean ayudados por la clase correcta de maestro, para que
reflexionen sobre todas estas cosas, y no que se les enseñe meramente a aprobar
algunos opacos exámenes? La vida es
dolor, muerte, amor, odio, crueldad, enfermedad, inanición, y tienen que
empezar a considerar todos estos hechos.
Por eso siento que es bueno que ustedes y yo investiguemos estos
problemas juntos, de modo que se les despierte la inteligencia y empiecen a
tener una percepción real de todo esto.
Entonces no madurarán solamente para que les casen y para convertirse en
un irreflexivo oficinista o en una máquina de engendrar hijos, perdiéndose en
ese perverso patrón de vida, como las aguas se pierden en la arena.
Una de las causas del temor es la
ambición, ¿no es así? ¿Acaso no son todos ambiciosos? ¿Cuál es la ambición de
ustedes? ¿Aprobar algún examen? ¿Convertirse en gobernador? O, si son muy
jóvenes, tal vez quieran ser maquinistas, manejar locomotoras a través del
puente. ¿Pero por qué son ambiciosos? ¿Qué es lo que eso significa? ¿Han
pensado alguna vez al respecto? ¿Han notado lo ambiciosas que son las personas
mayores? En su propia familia, ¿no han
escuchado a su padre o a su tío hablar de ganar un sueldo mayor o de ocupar
alguna posición prominente? En nuestra
sociedad -ya he explicado qué es nuestra sociedad- todos están haciendo esto,
tratando de llegar a la cima. Todos
quieren llegar a ser "alguien", ¿verdad? El amanuense quiere llegar a gerente, el gerente quiere llegar a
algo más grande y así sucesivamente, la continua puja por "llegar a
ser". Si soy maestro, quiero
llegar a director; si soy director quiero llegar a ser el rector. Si son feos, desean ser hermosos. O desean
tener más dinero, más saris, más ropa, más muebles, casas, propiedades: más,
más y más. No sólo exteriormente sino
también internamente, en el así llamado sentido espiritual, quieren ustedes
llegar a ser alguien, aunque puedan ocultar esa ambición bajo un montón de
palabras. ¿No han advertido esto? Y piensan
que todo eso está perfectamente bien, ¿no es así? Piensan que es perfectamente normal, justificable, correcto.
Ahora bien, ¿qué es lo que la
ambición ha hecho en el mundo? Muy
pocos de nosotros hemos pensado alguna vez en eso. Cuando ustedes ven a un hombre luchando por sacar ventaja, por
alcanzar y adelantarse a algún otro, ¿alguna vez se han preguntado qué hay en
su corazón? Si miraran en su propio
corazón cuando son ambiciosos, cuando están bregando por llegar a ser alguien,
espiritualmente o en el sentido mundano, encontrarían allí el gusano del
miedo. El hombre ambicioso es el más
temeroso de los hombres, porque tiene miedo de ser lo que es. Dice: 'Si permanezco siendo lo que soy, no
seré nadie; por lo tanto, tengo que ser alguien, tengo que convertirme en
magistrado, en juez, en ministro".
Si examinan muy atentamente este proceso, si ven detrás de la pantalla
de las palabras y las ideas, si van más allá del muro de la posición social y
del éxito, encontrarán que hay miedo, porque el hombre ambicioso teme ser lo
que es. Piensa que en sí mismo es
insignificante, pobre, feo, se siente solo, totalmente vacío; por lo tanto,
dice: "Tengo que ir y obtener algo más". De modo que, o bien va detrás de lo que llama Dios, que es
solamente otra forma de ambición, o trata de llegar a ser alguien en el
mundo. De esta manera encubre su
soledad, su sentido de vacuidad interna, del cual está realmente
atemorizado. Escapa de eso, y la
ambición se vuelve el medio a través del cual puede escapar.
Entonces, ¿qué es lo que está
sucediendo verdaderamente en el mundo?
Todos están luchando con alguien.
Un hombre se siente inferior a otro, pugna por llegar bien arriba. No hay amor, no hay consideración, no hay un
pensar profundo. Nuestra sociedad es
una batalla constante del hombre contra el hombre. Esta lucha nace de la ambición por llegar a ser alguien, y los
adultos los alientan a ustedes para que sean ambiciosos. Quieren que lleguen a ser algo importante,
que se casen con una mujer rica o con un hombre rico, que tengan amigos
influyentes. Estando atemorizados,
siendo feos internamente, tratan de hacerles iguales a ellos; y ustedes, a su
vez, desean ser como ellos, porque todo eso les atrae. Cuando llega el gobernador, todos se
inclinan hasta el suelo para recibirle, le ofrecen guirnaldas, elaboran
discursos. Él les ama y ustedes también le aman. Se sienten honrados si conocen al tío de él o a su secretario, y
se calientan al sol de su ambición, de sus realizaciones. De ese modo quedan presos en la perversa
telaraña de la generación más vieja, en el patrón de esta sociedad
monstruosa. Solamente si están muy
alerta, constantemente vigilantes y no temen ni aceptan sino que cuestionan
todo el tiempo, sólo entonces no estarán presos sino que irán más allá de esto
y crearán un mundo diferente.
Por eso es muy importante que
descubran su verdadera vocación. ¿Saben qué significa
"vocación"? Algo que les
gusta hacer, que aman y que es natural para ustedes. Después de todo, ése es el sentido de la educación: ayudarles a
que crezcan independientemente, de modo que estén libres de ambiciones y puedan
descubrir su verdadera vocación. El
hombre ambicioso jamás ha descubierto su verdadera vocación; si lo hubiera
hecho, no sería ambicioso.
Es pues, responsabilidad de los
maestros, del director, ayudarles a que sean inteligentes, a que no tengan
miedo, de manera que puedan descubrir su verdadera vocación, su propio modo de
vida, el modo como realmente quieren vivir y ganarse la subsistencia. Esto implica una revolución en el pensar,
porque en nuestra sociedad actual se considera que quien es capaz de hablar, de
escribir, el hombre que puede mandar, que tiene un gran automóvil, es el que
está en una posición maravillosa; se menosprecia al hombre que cava en el
jardín, al que cocina, al que construye una casa.
¿Se percatan ustedes de sus
propios sentimientos cuando miran a un albañil, al hombre que repara la
carretera, al que conduce un taxi o tira de una carreta? ¿Han advertido cómo le
miran con absoluto desdén? Para ustedes
apenas si existe, hacen caso omiso de él.
Pero cuando un hombre tiene un título de alguna clase, o es un banquero,
un comerciante, un gurú o un ministro, inmediatamente le respetan. Pero si cada uno de ustedes descubriera
realmente su verdadera vocación, contribuiría a desbaratar por completo este
sistema corrupto; porque entonces, si es un jardinero o un pintor o un
ingeniero, estará haciendo algo que ama con todo el ser; y eso no es
ambición. Hacer algo maravillosamente
bien, hacerlo de manera completa, genuina, conforme a lo que uno piensa y
siente profundamente, eso no es ambición y en eso no hay temor alguno.
Ayudarles a descubrir su
auténtica vocación es muy difícil, porque significa que el maestro ha de
prestar muchísima atención a cada estudiante, a fin de descubrir para qué está
capacitado. Ha de ayudarle a no tener
miedo, a cuestionar, a investigar.
Puede que el estudiante sea un escritor, un poeta o un pintor en
potencia. Cualquier cosa que sea, si
realmente ama lo que hace, no es ambicioso; porque en el amor no hay ambición.
¿No es, entonces, esencial que,
mientras son jóvenes, se les ayude a despertar su propia inteligencia, para que
de ese modo puedan encontrar su vocación auténtica? Entonces amarán lo que hacen, lo amarán a lo largo de toda la
vida, lo cual implica que no habrá ambición ni competencia, que no pelearán con
otro por la posición, por el prestigio; y entonces quizá sean capaces de crear
un mundo nuevo. En ese mundo nuevo
dejarán de existir todas las cosas abominables de la vieja generación: sus
guerras, su perversidad, sus dioses separativos, sus rituales que no significan
absolutamente nada, sus gobiernos soberanos, su violencia. Por eso, la responsabilidad de los maestros
y de los estudiantes es muy grande.
Interlocutor: Si alguien tiene la
ambición de ser un ingeniero, ¿no significa eso que le interesa la ingeniería?
K.: ¿Dirías que estar interesado
en algo es ambición? Podemos dar a esa
palabra "ambición" diversos significados. Para mí, la ambición es consecuencia del temor. Pero si yo soy un chico y estoy interesado
en ser ingeniero porque quiero construir estructuras maravillosas, magníficos
sistemas de irrigación, espléndidos caminos, significa que amo la ingeniería, y
eso no es ambición. En el amor no
existe el miedo.
Por lo tanto, la ambición y el
interés son dos cosas diferentes, ¿no es así?
Si estoy realmente interesado en pintar, si amo la pintura, no compito
para ser el mejor o el más famoso de los pintores. Sólo amo la pintura. Tú
puedes ser mejor pintor que yo, pero no me comparo contigo. Cuando pinto, amo lo que estoy haciendo y
para mí eso es suficiente en sí mismo.
Interlocutor: ¿Cuál es la manera
más fácil de encontrar a Dios?
K.: Me temo que no hay una manera
fácil, porque encontrar a Dios es una cosa de lo más difícil y ardua. Lo que llamamos Dios, ¿no es acaso algo
creado por la mente? Ustedes saben lo
que es la mente. La mente es el
resultado del tiempo y puede crear cualquier cosa, cualquier ilusión. Tiene el poder de crear ideas, de protegerse
con fantasías, con la imaginación; está constantemente acumulando, descartando,
eligiendo. Siendo estrecha, limitada,
estando llena de prejuicios, la mente puede representarse a Dios, puede
imaginar de acuerdo con sus propias limitaciones, lo que Dios es. A causa de que ciertos instructores, sacerdotes
y los así llamados salvadores han dicho que Dios existe y lo han descrito, la
mente puede imaginar a Dios en esos términos, pero tal imagen no es Dios. Dios es algo que no puede ser encontrado por
la mente.
Para comprender a Dios tenemos
que comprender primero nuestra propia mente, lo cual es muy difícil. La mente es muy compleja y no es fácil
comprenderla. Pero es bastante fácil
sentarse y entrar en alguna clase de ensoñación, tener distintas visiones,
ilusiones y pensar que estamos muy cerca de Dios. La mente puede engañarse enormemente a sí misma. Así, para experimentar de verdad aquello que
puede ser llamado Dios, tenemos que estar completamente quietos; ¿y no han
descubierto lo extremadamente difícil que es eso? ¿No han notado cómo aun las
personas mayores jamás se sientan quietamente, cómo se agitan, cómo menean los
dedos de los pies y mueven las manos?
Es físicamente difícil permanecer quietos; ¡mucho más difícil le es a la
mente quedarse quieta! Está siempre
inquieta, como un niño a quien se le ordena permanecer en el rincón. Es un gran arte para la mente estar
completamente silenciosa, sin coacción alguna; sólo entonces es posible
experimentar aquello que puede ser llamado Dios.
Interlocutor: ¿Está Dios en todas
partes?
K.: ¿Estás realmente interesado
en descubrirlo? Ustedes formulan
preguntas y después se dejan caer, no escuchan. ¿Han advertido cómo los mayores
casi nunca les escuchan? Raramente les
escuchan porque están encerrados en sus propios pensamientos, en sus propias
emociones, en sus propias satisfacciones y en sus pesares. Espero que hayan advertido esto. Si saben cómo observar y cómo escuchar,
escuchar de verdad, descubrirán muchísimas cosas, no sólo con respecto a la
gente sino con respecto al mundo.
Aquí está este niño preguntando
si Dios se encuentra en todas partes.
Es más bien joven para formular esa pregunta. Él no sabe lo que eso
significa en realidad. Probablemente
tiene un vago indicio de algo: el sentimiento de la belleza, una percepción de
los pájaros en el cielo, de las aguas que fluyen, de un rostro hermoso,
sonriente, de una hoja bailando en el viento, de una mujer llevando una carga
pesada. Y hay ira, ruido, dolor, todo
eso está en el aire. De modo que se
halla naturalmente interesado y ansioso por descubrir qué es la vida en todas
partes. Oye hablar de Dios a las
personas mayores y se siente perplejo.
Es muy importante para él formular semejante pregunta, ¿verdad? Y es igualmente importante para todos
ustedes buscar la respuesta porque, como dije el otro día, comenzarán a captar
el significado de todo esto internamente, inconscientemente, muy en el fondo; y
entonces, a medida que crezcan, tendrán insinuaciones de otras cosas además de
este feo mundo de luchas. El mundo es
bello, la Tierra es generosa, pero nosotros somos sus expoliadores.
Interlocutor: ¿Cuál es el
verdadero propósito de la vida?
K.: Es, en primer lugar, lo que
tú haces de ella. Es lo que tú haces de
la vida.
Interlocutor: Por lo que toca a
la realidad, tiene que haber alguna otra cosa.
Yo no estoy particularmente interesado en tener un propósito personal,
pero quiero saber cuál es el propósito para todos?
K.: ¿Cómo lo descubrirás? ¿Quién
te lo mostrará? ¿Puedes descubrirlo leyendo?
Si lees, un autor puede darte un método particular, mientras que otro
autor puede ofrecerte un método completamente distinto. Si acudes a un hombre que está sufriendo te
dirá que el propósito de la vida es ser feliz.
Si acudes a un hombre que se está muriendo de hambre, que por años no ha
tenido comida suficiente, su propósito será tener el estómago lleno. Si acudes a un político, su propósito será
convertirse en uno de los que dirigen, de los que gobiernan el mundo. Si le preguntas a una mujer joven, ella
dirá: "Mi propósito es tener un bebé". Si acudes a un sanyasi su propósito es encontrar a Dios. El propósito, el deseo implícito de la gente
es, por lo general, encontrar algo gratificante, confortador; todos quieren
alguna forma de seguridad, de garantía, de modo que no tengan dudas ni
cuestionamientos, ni ansiedad ni temor.
La mayoría de nosotros quiere algo permanente a lo cual aferrarse, ¿no
es así?
Por lo tanto, el propósito
general para el hombre es alguna clase de esperanza, de seguridad, de
permanencia. No digas: "¿Eso es
todo?". Ése es el hecho inmediato, y primero tienes que estar plenamente
familiarizado con eso. Tienes que
cuestionar todo eso, lo cual implica que tienes que cuestionarte a ti
mismo. El propósito general de la vida
está incrustado en ti, porque eres parte de la totalidad. Tú mismo deseas
seguridad, permanencia, felicidad; deseas algo a lo cual poder asirte.
Ahora bien, para descubrir si hay
alguna otra cosa más allá, alguna verdad que no es de la mente, es preciso
terminar con todas las ilusiones que la mente crea, o sea, que tienes que
comprenderlas y dejarlas de lado. Sólo
entonces podrás descubrir lo verdadero, si hay un propósito o no lo hay. Estipular que debe haber un propósito o
creer que hay un propósito, es meramente otra ilusión.
Pero si puedes cuestionar todos tus
conflictos, tus luchas, tus pesares, tus vanidades, tus ambiciones, esperanzas
y temores, examinar cuidadosamente todo eso e ir mucho más allá, entonces
descubrirás.
Interlocutor: Si desarrollo
influencias superiores, ¿veré finalmente lo supremo?
K.: ¿Cómo puedes ver lo supremo
en tanto haya muchas barreras entre tú y eso?
En primer lugar, tienes que eliminar las barreras. No puedes sentarte en una habitación cerrada
y saber cómo es el aire fresco. Para
tener aire fresco debes abrir las ventanas.
De igual modo, tienes que ver, comprender y descartar todas las
barreras, todas las limitaciones y los condicionamientos que hay dentro de
ti. Entonces descubrirás. Pero no tiene sentido que te sientes de este
lado y trates de descubrir qué hay en el otro.
CAPITULO 8
Como ustedes saben, hemos estado
hablando mucho acerca del temor, y lo hemos hecho porque es un factor muy
poderoso en nuestras vida. Hablemos
ahora un rato acerca del amor, descubramos si tras esta palabra y este sentimiento
-que para todos nosotros tanto significa- existe también ese elemento peculiar
de aprensión, de ansiedad, de esa cosa que los adultos conocen como soledad.
¿Saben qué es el amor? ¿Aman
ustedes a su padre, a su madre, a su hermano, a su maestro, a su amigo? ¿Saben
lo que significa amar? ¿Cuando dicen que aman a sus padres, ¿qué significa
eso? Se sienten seguros con ellos, se
sienten confortables. Sus padres les
protegen, les dan dinero, albergue, comida y ropa, y ustedes tienen con ellos
una sensación de relación muy estrecha, ¿no es así? También sienten que pueden confiar en ellos -o tal vez no lo
sientan-. Es probable que no hablen con
ellos tan fácil y alegremente como lo hacen con sus propios amigos. Pero les respetan, son guiados por ellos,
les obedecen, tienen cierto sentido de responsabilidad hacia sus padres,
sienten que tendrán que mantenerles cuando ellos sean viejos. Ellos, a su vez, les aman, quieren
protegerles, guiarlos, ayudarles, al menos así lo afirman. Desean unirles en matrimonio de modo que
lleven una vida así llamada moral y estén libres de preocupaciones, que tengan
un marido que las cuide o una esposa que cocine para ustedes y críe a sus
hijos. A todo esto se lo llama amor,
¿no es así?
No podemos decir inmediatamente
qué es el amor, porque el amor no es fácil de explicar con palabras. No nos llega con facilidad. No obstante, sin amor, la vida es muy
estéril; sin amor, los árboles, los pájaros, la sonrisa de hombres y mujeres,
el puente que atraviesa el río, los barqueros que navegan en él, los animales,
no tienen ningún sentido. Sin amor, la
vida es como un pozo poco profundo. En
un río profundo hay riqueza y pueden vivir muchos peces; pero el pozo sin
profundidad lo seca pronto el sol intenso y nada queda en él, excepto lodo y
suciedad.
Para la mayoría de nosotros, el
amor es una cosa extraordinariamente difícil de comprender porque nuestras
vidas son muy superficiales. Queremos
que nos amen y también queremos amar, pero tras esa palabra hay un temor latente.
¿No es, entonces, muy importante para cada uno de nosotros descubrir qué es
realmente esta cosa extraordinaria? Y
sólo podemos descubrirlo si nos damos cuenta de la manera como miramos a otros
seres humanos, cómo miramos los árboles, los animales, a un extraño, al hombre
hambriento. Debemos ser conscientes de
la manera como miramos a nuestros amigos, a nuestro gurú (si es que tenemos
uno), a nuestros padres.
Cuando dicen: "Amo a mi
padre y a mi madre, amo a mi tutor, a mi maestro", ¿qué es lo que eso
significa? Cuando respetan tremendamente
a determinadas personas y las tienen en gran estima, cuando sienten que el
deber de ustedes es obedecerlas y ellas esperan, a su vez, que las obedezcan,
¿es amor eso? ¿Es aprensivo el amor?
Ciertamente, cuando respetan a alguna persona, también desprecian a
alguna otra, ¿verdad? ¿Es amor eso? En
el amor, ¿hay sentido alguno de respetar y despreciar, hay compulsión alguna de
obedecer a otro?
Cuando dicen que aman a alguien,
¿no dependen internamente de esa persona?
Mientras son niños dependen naturalmente de su padre, de su madre, de su
maestro, de su tutor. Necesitan que les
cuiden, que les alimenten, que les vistan, que les den protección. Necesitan sentirse seguros, sentir que
alguien se ocupa de ustedes.
¿Pero qué es lo que generalmente
sucede? A medida que van creciendo,
este sentimiento de dependencia continúa, ¿no es cierto? ¿No lo han notado en
los adultos, en sus padres y sus maestros? ¿No han notado cómo dependen
emocionalmente de sus esposas o de sus maridos, de sus hijos, de sus propios padres? Casi todas las personas, cuando llegan a
adultas, siguen aferradas a alguien, continúan dependiendo. Si no tienen a alguien en quien apoyarse,
alguien que les brinde una sensación de bienestar y seguridad, se sienten
solos, ¿no es así? Se sienten
perdidos. Esta dependencia respecto de
otro es llamada amor; pero si lo observan muy atentamente, verán que la
dependencia es miedo, que no es amor.
Casi todos tienen miedo de
permanecer solos; temen examinar las cosas por sí mismos, temen pensar profundamente,
explorar y descubrir todo el significado de la vida. En consecuencia, dicen que aman a Dios, y dependen de lo que
ellos llaman Dios; pero eso no es Dios, no es lo desconocido, es una cosa
creada por la mente.
Lo mismo hacemos con un ideal o
una creencia. Yo creo en algo y me
aferro a un ideal y eso me brinda un gran consuelo; pero quítenme el ideal,
quítenme la creencia y estoy perdido.
Con un gurú pasa lo mismo.
Dependo porque quiero recibir; por lo tanto, está ahí la aflicción del
temor. Es igual cuando ustedes dependen
de sus padres o maestros. Es natural y
correcto que deban hacerlo así cuando son jóvenes; pero si siguen dependiendo
cuando han llegado a la madurez, eso les tomará incapaces de pensar, de ser
libres. Donde hay dependencia hay
temor, y donde hay temor hay autoridad, no hay amor. Cuando sus padres les dicen que deben obedecer, que deben seguir
ciertas tradiciones, que deben tomar solamente un determinado empleo o hacer
sólo un tipo particular de trabajo, en todo eso no hay amor. Y no hay amor en nuestro corazón cuando
dependemos de la sociedad, en el sentido de que aceptamos la estructura de la
sociedad tal como es, sin cuestionarla.
Las personas ambiciosas, hombres
y mujeres, no saben qué es el amor; y estamos dominados por las personas
ambiciosas. Por eso no hay felicidad en
el mundo y por eso es muy importante que ustedes, a medida que crecen, lo vean
y comprendan todo esto y averigüen por sí mismos si es posible descubrir qué es
el amor. Podrán tener una buena
posición, una casa muy hermosa, un maravilloso jardín, muchas ropas; podrán
llegar a ser un primer ministro; pero sin amor, ninguna de estas cosas tiene
sentido.
Tienen, pues, que empezar a
descubrir ahora -no esperar hasta que sean viejos, porque entonces no lo descubrirán
qué es lo que realmente sienten en la relación con sus padres, con sus
maestros, con el gurú. No pueden
aceptar meramente la palabra "amor" o cualquier otra palabra, sino
que han de ir detrás del significado de las palabras para ver cuál es la realidad,
siendo la realidad lo que ustedes sienten de hecho, no lo que suponen que
sienten. Si se sienten realmente
celosos, o furiosos, el decir: "no debo estar celoso, no debo estar
furioso", es meramente un deseo, carece de realidad. Lo que importa es que vean muy sinceramente
y con mucha claridad y exactitud lo que están sintiendo en ese momento, y no
introduzcan en ello el ideal de cómo deberían sentir o de lo que sentirán en
alguna fecha futura; de ese modo podrán hacer algo al respecto. Pero decir: "Debo amar a mis padres,
debo amar a mis maestros", no tiene sentido, ¿verdad? Porque sus verdaderos sentimientos son por
completo diferentes y esas palabras se vuelven una pantalla detrás de la cual
se ocultan.
¿No es, por lo tanto, condición
de la inteligencia mirar más allá del significado aceptado de las
palabras? Palabras como
"deber", "responsabilidad", "Dios",
"amor" han adquirido un significado tradicional; pero una persona
inteligente, verdaderamente educada, mira más allá del significado tradicional
de tales palabras. Por ejemplo, si
alguien les dijera que no cree en Dios, ustedes se escandalizarían, ¿no es
así? Dirían: "¡Por Dios, qué
espantoso!", porque ustedes creen en Dios -al menos así lo piensan-. Pero la creencia y la no creencia significan
muy poco.
Lo importante es que averigüen
qué hay detrás de la palabra "amor", para descubrir si realmente aman
a sus padres y si sus padres les aman.
Por cierto, si ustedes y sus padres se amaran realmente los unos a los
otros, el mundo sería por completo diferente.
No habría guerras ni hambre ni diferencias de clase. No habría ricos ni pobres. Ya lo ven, sin amor tratamos de reformar
económicamente la sociedad, tratamos de poner en orden las cosas; pero en tanto
no tengamos amor en nuestros corazones, no podremos crear una estructura social
libre de conflicto y desdicha. Por eso
tenemos que investigar muy cuidadosamente estas cosas; tal vez descubriremos lo
que es el amor.
Interlocutor: ¿Por qué hay dolor
y desdicha en el mundo?
K.: Me pregunto si ese niño sabe
qué significan esas palabras.
Probablemente ha visto a un asno sobrecargado, con las patas casi
quebradas, o ha visto llorar a otro niño, o a una madre golpeando a su hijo. Tal vez ha visto a los mayores peleando
entre ellos. Y está la muerte, el
cuerpo que llevan para ser cremado; está el mendigo, hay pobreza, enfermedad,
vejez; hay dolor, no sólo fuera de nosotros sino internamente. Por eso él
pregunta: "¿Por qué hay dolor?". ¿No desean saberlo también ustedes?
¿Alguna vez se han hecho preguntas acerca de las causas de su propio dolor?
¿Qué es el dolor? ¿Por qué existe? Si
deseo algo y no puedo obtenerlo, me siento infeliz; si deseo tener más saris,
más dinero, o si quiero ser más hermoso y no puedo tener lo que quiero, estoy
desconsolado. Si deseo amar a cierta
persona y esa persona no me ama, otra vez me siento desdichado. Muere mi padre y experimento un gran dolor.
¿Por qué?
¿Por qué nos sentimos desdichados
cuando no podemos tener lo que deseamos? ¿Por qué debemos tener necesariamente
lo que deseamos? Pensamos que es
nuestro derecho, ¿no es cierto? ¿Pero nos preguntamos alguna vez por qué
debemos tener lo que deseamos, cuando millones no tienen ni siquiera lo que
necesitan? Además, ¿por qué lo
deseamos? Está nuestra necesidad de alimento,
ropa y albergue; pero no nos satisfacemos con eso, deseamos mucho más. Deseamos el éxito, que se nos respete, que
se nos ame, que se nos estime, queremos tener poder, queremos ser poetas,
santos, oradores famosos, primeros ministros, presidentes. ¿Por qué? ¿Lo han
examinado alguna vez? ¿Por qué queremos todo esto? No es que debamos estar satisfechos con lo que somos, no quiero
decir eso. Sería torpe, tonto. ¿Pero por
qué este anhelo constante de más y más y más?
El anhelo indica que estamos insatisfechos, descontentos, pero ¿con qué?
¿Con lo que somos? Soy esto, no me
gusta y quiero ser eso otro. Pienso que
me veré mucho más hermoso con una nueva chaqueta o que me veré más bella con un
nuevo sari, de modo que lo deseo. Esto
significa que estoy insatisfecho con lo que soy y pienso que puedo escapar de
mi descontento adquiriendo más ropa, más poder, etc. Pero la insatisfacción sigue ahí, ¿verdad? Sólo la he tapado con ropas, con poder, con
automóviles.
Tenemos, pues, que comprender lo
que somos. No tiene sentido que nos
cubramos meramente de posesiones, de poder y posición, porque seguiremos siendo
infelices. Viendo esto, la persona
desdichada, la persona que sufre, no huye en busca de gurúes, no esconde su
dolor tras las posesiones, tras el poder; por el contrario, quiere saber qué
hay detrás de su dolor. Si ustedes van
y miran detrás de su propio dolor ' encontrarán que son muy insignificantes,
vacíos, limitados, y que están luchando por lograr cosas, por "llegar a
ser". Esta lucha misma por lograr,
por llegar a ser algo, es la causa del dolor.
Pero si comienzan a comprender lo que son realmente y lo investigan cada
vez a mayor profundidad, descubrirán que ocurre algo por completo diferente.
Interlocutor: Si un hombre se
está muriendo de hambre y yo siento que puedo ayudarle, ¿ es ambición esto o es
amor?
K.: Todo depende del motivo por
el cual le ayudes. Afirmando que es para ayudar al hombre pobre, el político se
instala en Nueva Delhi, vive en una gran casa y alardea de sí mismo. ¿Es eso
amor? ¿Comprendes? ¿Es eso amor?
Interlocutor: Si yo alivio su
hambre mediante mi ayuda, ¿no es amor eso?
K.: Él se está muriendo de hambre
y le ayudas con comida. ¿Es amor eso? ¿Por qué deseas ayudarle? ¿Acaso no
tienes ningún otro motivo, ningún otro incentivo que el deseo de ayudarle? ¿No
sacas ningún beneficio de eso?
Examínalo, no digas "sí" o "no". Si estás esperando algún provecho de eso,
políticamente o de otra manera, algún beneficio interno o externo, entonces no
le amas. Si le alimentas para volverte
más popular, o esperando que tus amigos te ayuden a ir a Nueva Delhi, entonces
eso no es amor, ¿verdad? Pero si le
amas, le alimentarás sin ningún motivo ulterior, sin querer nada a cambio. Si le alimentas y él no te lo agradece, ¿te
sientes lastimado? Si es así, no le
amas. Si él te dice y dice a los de la
aldea que eres un hombre maravilloso y te sientes muy halagado por ello,
significa que estás pensando en ti mismo; y por cierto, eso no es amor. Por lo tanto, uno debe estar muy alerta para
descubrir si está obteniendo alguna clase de beneficio de su ayuda y cuál es el
motivo que le lleva a alimentar al hambriento.
Interlocutor: Supongamos que yo
quiero ir a mi casa y el director dice que no.
Si le desobedezco, tendré que afrontar las consecuencias. Si obedezco al director, se me partirá el
corazón. ¿Qué tengo que hacer?
K.: ¿Quieres decir que no puedes
hablarlo con el director, que no puedes depositar tu confianza en él y
exponerle tu problema? Si es la clase
adecuada de director puedes confiar en él, conversar con él acerca de tu
problema. Si aun así dice que no debes
ir, es posible que sea por obstinación de él, lo cual indicaría que algo anda
mal con el director; pero puede tener buenas razones para decir que no y tú
tienes que averiguarlas. De modo que
eso requiere confianza mutua. Tú debes
confiar en el director y el director debe confiar en ti. La vida no es sólo una relación
unilateral. Tú eres un ser humano y así
es el director un ser humano, y él también puede cometer errores. De modo que ambos tienen que estar
dispuestos a discutirlo. Tú puedes
desear muchísimo ir a tu casa, pero puede que eso no sea del todo suficiente;
tus padres pueden haber escrito al director pidiéndole que no te deje ir a
casa. Tiene que haber una indagación
mutua, ¿no es así?, de modo que no quedes lastimado, que no sientas que te
maltratan o te hacen a un lado brutalmente; y eso puede suceder sólo cuando
tienes confianza en el maestro y él tiene confianza en ti. En otras palabras, tiene que haber auténtico
amor; y un ambiente así es el que debe proveer una escuela.
Interlocutor: ¿Por qué no debemos
practicar puja?
K.: ¿Has averiguado por qué los
mayores hacen puja? Ellos están
copiando, ¿no es así? Cuanto más
inmaduros somos, más deseamos copiar. ¿Has notado cómo la gente ama los
uniformes? De modo que antes de
preguntar por qué no debes hacer puja, pregunta a los mayores por qué lo
practican ellos. Lo practican, ante
todo, porque es una tradición; sus abuelos lo hacían. Luego, la repetición de las palabras les comunica cierta
sensación de paz. ¿Comprendes esto? Las
palabras constantemente repetidas embotan la mente y eso les da a ustedes una
sensación de quietud. Las palabras del
sánscrito, especialmente, poseen ciertas vibraciones que les hacen sentirse muy
quietos. Los mayores también hacen puja
porque todos los demás lo hacen; y ustedes, siendo jóvenes, quieren copiarles.
¿Quieres hacer puja porque alguien te dice que es bueno hacerlo? ¿Quieres hacerlo
porque encuentras un efecto hipnótico agradable al repetir ciertas
palabras? Antes de hacer nada, ¿no
deberías descubrir por qué quieres hacerlo?
Aun cuando millones de personas crean en la puja, ¿no deberías usar tu
propia mente para descubrir el verdadero significado que tiene?
Mira, la repetición de palabras
en sánscrito o de ciertos gestos no te ayudará realmente a descubrir qué es la
verdad, qué es Dios. Para descubrirlo
tienes que saber cómo meditar. Pero ésta
es una cuestión por completo diferente -por completo diferente de practicar
puja-. Millones de personas practican
puja; ¿ha dado eso origen a un mundo más feliz? Personas así, ¿son creativas?
Ser creativo es estar lleno de iniciativa, lleno de amor, de delicadeza,
de simpatía y consideración. Si siendo
un niño pequeño empiezas a practicar puja y sigues repitiéndolo, te volverás
como una máquina. Pero si empiezas a
cuestionar, a dudar, a investigar, entonces tal vez descubrirás cómo
meditar. Y la meditación, si sabes cómo
hacerla correctamente, es una de las mayores bendiciones.
CAPITULO 9
No creo que podamos comprender el
complejo problema del amor hasta que comprendamos el problema igualmente
complejo al que llamamos mente. ¿Han notado, cuando somos muy jóvenes, lo
inquisitivos que somos? Queremos saber
y vemos muchas más cosas que las que ven los mayores. Si estamos del todo despiertos, observamos cosas que los adultos
ni siquiera advierten. La mente, cuando
somos jóvenes, es mucho más alerta, curiosa y deseosa de saber. Por eso es por lo que aprendemos con tanta
facilidad matemáticas, geografía o lo que sea.
A medida que crecemos y nos volvemos adultos, la mente se cristaliza más
y más, se vuelve cada vez más densa, más lerda. ¿Han notado cómo las personas
de mayor edad están llenas de prejuicios?
Sus mentes no están abiertas, lo abordan todo desde un punto de vista
fijo. Ustedes ahora son jóvenes, pero
si no están muy alerta, sus mentes también se volverán así.
¿No es, entonces, muy importante
comprender la mente y ver si, en lugar de embotaría poco a poco, pueden ustedes
ser flexibles, capaces de ajustes instantáneos, de extraordinaria iniciativa,
de investigación profunda y de comprensión en todas las etapas de la vida? ¿No
deben conocer las modalidades de la mente para comprender la naturaleza del
amor? Porque es la mente la que
destruye al amor. Las personas que son
meramente ingeniosas, diestras, no saben qué es el amor porque sus mentes, si
bien agudas, son superficiales; viven en la superficie, y el amor no es una
cosa que exista en la superficie.
¿Qué es la mente? No me refiero sólo al cerebro, al organismo
físico que reacciona a los estímulos mediante diversas respuestas nerviosas y
acerca del cual cualquier psicólogo puede hablarles. Más bien vamos a averiguar qué es la mente. La mente que dice: "yo pienso",
"esto es mío", "me siento lastimado", "soy
celosa", "amo", "odio", "soy indio",
"soy musulmán", "creo en esto y no creo en aquello",
"yo sé y tú no sabes", "yo respeto", "yo
desprecio", "yo deseo", "yo no deseo"... ¿qué es esta
cosa? A menos que empiecen a
comprenderlo ahora y se familiaricen enteramente con todo el proceso del pensar
al que llaman la mente, a menos que estén por completo conscientes de ese
proceso en ustedes mismos, gradualmente, a medida que vayan avanzado en años,
se endurecerán, quedarán cristalizados, embotados, fijados en cierto patrón de
pensamiento.
¿Qué es esta cosa que llamamos
mente? Es el modo como pensamos, ¿no es
así? Estoy hablando de la mente de cada
uno de ustedes, no de la mente de algún otro: el modo como piensan y sienten,
el modo como miran los árboles, como miran a los pescadores, el modo como
consideran al aldeano. Nuestra mente, a
medida que envejecemos, se pervierte o queda fija en un patrón determinado. Queremos algo, lo anhelamos, deseamos ser o
llegar a ser alguna cosa, y este deseo establece un patrón; o sea, que nuestra
mente crea un patrón y queda presa en él.
El deseo cristaliza la mente.
Digamos, por ejemplo, que quiero
ser un hombre muy rico. El deseo de ser
rico crea un patrón, y entonces mi pensar queda atrapado en él; puedo pensar
únicamente en esos términos y no puedo ir más allá. Por lo tanto, mi mente se cristaliza poco a poco, se endurece, se
embota. O, si creo en algo, en Dios, en el comunismo, en cierto sistema
político, esa creencia misma establece el patrón porque ella es el resultado de
mi deseo; y mi deseo refuerza los muros del patrón. Poco a poco mi mente pierde su capacidad de rápido ajuste, de
penetración profunda, de verdadera claridad, porque estoy atrapado en el
laberinto de mis propios deseos.
Por lo tanto, hasta que
comencemos a investigar este proceso que llamamos la mente, hasta que
comprendamos nuestra propia forma de pensar y nos familiaricemos con ella, no
podremos descubrir qué es el amor. No
puede haber amor mientras nuestras mentes deseen del amor ciertas cosas o le
exijan que actúe de una manera determinada.
Cuando imaginamos lo que debe ser el amor y le damos ciertos motivos,
creamos gradualmente un patrón de acción respecto del amor; pero eso no es
amor, es meramente nuestra idea de lo que el amor debería ser.
Digamos, por ejemplo, que poseo a
mi esposa o marido, tal como ustedes poseen un sari o una chaqueta. Si alguien les quitara la chaqueta estarían
ansiosos, irritados, furiosos. ¿Por qué?
Porque consideran esa chaqueta como su propiedad; la poseen y al
poseerla se sienten enriquecidos, ¿no es así?
Mediante la posesión de muchas ropas se sienten enriquecidos no sólo
físicamente sino internamente; y cuando alguien les quita la chaqueta se
irritan, porque internamente se les priva de ese sentimiento de riqueza, de esa
sensación de poseer algo.
Ahora bien, el sentimiento de
posesión crea una barrera respecto del amor, ¿verdad? Si alguien me pertenece, si lo poseo, ¿es eso amor? Lo poseo como poseo un automóvil, una
chaqueta, un sari, porque al poseerlo me siento muy gratificado y dependo de
ese sentimiento; para mí es muy importante internamente. Este sentido de propiedad, de poseer a
alguien, este depender emocionalmente de otro es lo que llamamos amor; pero si lo
examinan, encontrarán que detrás de la palabra "amor" la mente está
obteniendo satisfacción en el acto de poseer.
Después de todo, cuando poseen muchos saris bonitos, o un magnífico
automóvil o una gran casa, el sentimiento de que eso es de ustedes les brinda
internamente una gran satisfacción.
Así, al desear, al anhelar algo,
la mente crea un patrón y en ese patrón queda atrapada; y entonces se fatiga,
se embota, se vuelve estúpida, irreflexivo.
La mente es el centro de este sentimiento de posesión, el sentimiento
del "yo" y lo "mío": "Yo poseo alguna cosa",
"yo soy un gran hombre", "soy un hombre pequeño", "yo
he sido insultado", "me han alabado", "yo soy
inteligente", "yo soy muy hermosa", "quiero llegar a ser
alguien", "soy el hijo o la hija de alguien"... Este sentimiento
del "yo" y lo "mío" es el núcleo mismo de la mente, es la
mente misma. Cuanto más tiene la mente
este sentimiento de ser alguien, de ser grande o muy inteligente o muy
estúpida, etc., tanto más construye muros alrededor de sí misma y se encierra,
se embota. Entonces sufre, porque en
ese encierro inevitablemente hay dolor.
A causa de que está sufriendo, la mente pregunta: "¿Qué puedo
hacer?". Pero en vez de quitar los
muros que la cercan, de quitarlos mediante una percepción sensible y una
cuidadosa reflexión, investigando y comprendiendo todo el proceso por el cual
se han creado los muros, lucha para encontrar algo externo con lo cual vuelve a
cercarse nuevamente. Así es como poco a
poco la mente se convierte en una barrera para el amor; y sin comprender lo que
la mente es, lo cual equivale a comprender las modalidades de nuestro propio
pensar, la fuente interna de donde proviene la acción, no podremos descubrir
qué es el amor.
¿No es también la mente un
instrumento de comparación? Ustedes
saben qué significa comparar. Dicen:
"Esto es mejor que aquello"; se comparan con alguien que es más
hermoso o menos inteligente. Hay
comparación cuando dicen: "Recuerdo un río que vi hace un año; es todavía
más hermoso que éste". Se comparan
con un santo o con un héroe, con el ideal supremo. Este juicio comparativo embota la mente; no la estimula, no la
toma comprensiva, abarcativa. Cuando
comparan constantemente, ¿qué ocurre?
Cuando ven una puesta de sol y la comparan inmediatamente con una puesta
anterior, o cuando dicen: "Esa montaña es hermosa, pero hace dos años vi
una montaña que era aún más hermosa", no están mirando realmente la
belleza que está ahí delante de ustedes.
De modo que la comparación les impide mirar plenamente. Si al mirarte a ti, por ejemplo, digo:
"Conozco a una chica que es mucho más bonita", no te estoy mirando
realmente, ¿verdad? Mi mente está
ocupada con alguna otra cosa. Para
mirar de verdad una puesta de sol, no tiene que haber comparación; para mirarte
realmente, no tengo que compararte con ninguna otra persona. Sólo cuando te miro plenamente, sin ningún
prejuicio comparativo, puedo comprenderte. Cuando te comparo con alguien no te
comprendo, meramente te juzgo, digo que eres esto o aquello. Así, la estupidez surge cuando hay
comparación, porque comparar a alguien con alguna otra persona implica falta de
dignidad. Pero cuando te miro sin
comparar, entonces mi único interés es comprenderte, y en ese interés mismo, que
no es comparativo, hay inteligencia, hay dignidad humana.
En tanto la mente está
comparando, no hay amor; y la mente está siempre comparando, sopesando,
juzgando, ¿no es así? Está siempre
mirando para descubrir dónde está la debilidad; por lo tanto, no hay amor. Cuando la madre y el padre aman a sus hijos,
no comparan un hijo con otro. Pero
ustedes se comparan con alguno que es mejor, más noble, más rico; en la
relación que establecen con otro están siempre interesándose en sí mismos, y
así crean internamente la falta de amor.
De esta manera, la mente se vuelve más y más comparativa, más y más
posesiva, más y más dependiente estableciendo, debido a eso, un patrón en el
que queda presa. A causa de que no
puede mirar nada de un modo nuevo, como sí fuera por primera vez, destruye el
perfume mismo de la vida, que es el amor.
Interlocutor: ¿Qué debemos
pedirle a Dios que nos dé?
K.: Estás muy interesado en Dios,
¿verdad? Es a causa de que tu mente
está pidiendo algo, deseando algo. Por
eso está constantemente agitada. Si yo
te pido algo o espero alguna cosa de ti, mi mente está agitada, ¿no es así?
Este niño quiere saber qué debe
pedirle a Dios. No sabe qué es Dios ni
qué es lo que desea realmente. Pero hay
un sentimiento general de aprensión, el sentimiento de que 'debo pedir, debo
rezar, debo ser protegido". La
mente está siempre buscando en todos los rincones para conseguir alguna cosa;
está siempre anhelando, asiéndose a esto o a aquello, observando, urgiendo,
comparando, juzgando, y así jamás está quieta.
Observa tu propia mente y verás lo que está haciendo, cómo trata de
controlarse, de dominar, de reprimir, de encontrar alguna forma de
satisfacción, cómo está constantemente pidiendo, suplicando, luchando,
comparando. A una mente así la
calificamos de muy alerta, ¿pero es alerta?
Una mente alerta es, sin duda, una mente quieta, no una que, como una
mariposa, vuela de aquí para allá por todas partes. Y es sólo una mente quieta la que puede comprender lo que es
Dios. Una mente quieta jamás le pide
nada a Dios. Es sólo la mente empobrecida
la que implora, la que pide. Lo que
pide jamás podrá tenerlo, porque lo que realmente desea es seguridad, consuelo,
certidumbre. Si le pides cualquier cosa
a Dios, jamás encontrarás a Dios.
Interlocutor: ¿Qué es la
verdadera grandeza y cómo puedo ser grande?
K.: Mira, la desgracia es que
queramos ser grandes. Todos queremos
ser grandes. Queremos ser un Gandhi o
un primer ministro, queremos ser grandes inventores, grandes escritores. ¿Por
qué? En la educación, en la religión,
en todos los departamentos de nuestra vida, tenemos ejemplos de esto. El gran poeta, el gran orador, el gran
estadista, el gran santo, el gran héroe; tales personas son exaltadas como
ejemplos y queremos ser como ellas.
Ahora bien, cuando queremos ser
como algún otro hemos creado un patrón de acción, ¿verdad? Hemos puesto una limitación a nuestro
pensamiento, lo hemos constreñido dentro de ciertos límites. De este modo, nuestro pensamiento ya se ha
cristalizado volviéndose estrecho, limitado, reprimido. ¿Por qué quieres ser grande?
¿Por qué no miras lo que eres y comprendes eso? En el momento en que quieres ser como otro, hay desdicha,
conflicto, envidia, dolor. Si quieres
ser como el Buda, ¿qué ocurre? Luchas
perpetuamente por alcanzar ese ideal.
Si eres estúpido y ansías ser inteligente, tratas constantemente de
dejar de ser lo que eres y de ir más allá.
Si eres feo y deseas ser hermoso, anhelas serlo hasta que mueres o te
engañas a ti mismo pensando que eres hermoso.
De modo que, en tanto estés tratando de ser alguna otra cosa que lo que
realmente eres, tu mente lo único que hace es fatigarse. Pero si dices: "Esto es lo que soy, es
un hecho y voy a investigarlo, a comprenderlo", entonces sí que puedes ir
más allá, porque encontrarás que la comprensión de lo que eres trae consigo
gran paz y contentamiento, una gran percepción, un gran amor.
Interlocutor: El amor, ¿no se
basa en la atracción?
K.: Supongamos que alguien se
siente atraído hacia una bella mujer o hacia un hombre bien parecido. ¿Qué hay
de malo en eso? Estamos tratando de
descubrir. Mira, cuando somos atraídos
por una mujer, por un hombre, ¿qué es lo que generalmente sucede? No sólo queremos estar con esta persona,
sino que queremos poseerla, poder decir que es nuestra. Nuestro cuerpo tiene que estar cerca del
cuerpo de esta persona. ¿Qué es, entonces, lo que hemos hecho? El hecho es que cuando somos atraídos
queremos poseer, no queremos que esa persona mire a nadie más; y cuando
consideramos a otro ser humano como "nuestro", ¿hay amor allí? Obviamente no. En el momento en que mi mente crea alrededor de esa persona un
cerco que implica "es mía", no hay amor.
El hecho es que nuestras mentes
están haciendo esto todo el tiempo. Por
eso estamos discutiendo estas cosas, para ver cómo opera la mente; quizás, al
darse cuenta de sus propios movimientos, la mente se aquietará de manera
espontánea.
Interlocutor: ¿Qué es la oración?
¿Tiene alguna importancia en la vida cotidiana?
K.: ¿Por qué oras? ¿Y qué es la
oración? Las oraciones son, en su
mayoría, súplicas, una manera de pedir.
Nos entregamos a esta clase de oración cuando sufrimos. Cuando nos sentimos completamente solos,
cuando estamos deprimidos y pesarosos, pedimos a Dios que nos ayude; por lo
tanto, lo que ustedes llaman oración es una súplica. La forma de la oración puede variar, pero la finalidad que hay
detrás es generalmente la misma. La
oración, para la mayoría de la gente, es una súplica, un rogar, un pedir. ¿Es
eso lo que tú haces? ¿Por qué oras? ¿Por más conocimiento, por más paz? ¿Oras
porque el mundo pueda estar libre de dolor? ¿Existe alguna otra clase de
oración? Existe la oración que no es en
realidad una oración, sino una expresión de buena voluntad, una expresión de
amor, una expresión de ideas. ¿Qué es lo que haces tú?
Cuando oras, generalmente le
estás pidiendo a Dios o a algún santo, que llene tu escudilla vacía, ¿no es
así? No estás satisfecho con lo que
ocurre, con las cosas como se dan, sino que quieres tu escudilla llena de
acuerdo con tus deseos. De modo que la
oración de ustedes es meramente un pedido, una exigencia de que deben ser
satisfechos; por lo tanto, no es oración en absoluto. Le dicen a Dios: "Estoy sufriendo, por favor, gratifícame;
por favor, devuélveme a mi hermano, a mi hijo.
Por favor, hazme rico".
Están perpetuando sus propios requerimientos y eso, obviamente, no es
orar.
Lo legítimo es que se comprendan
a sí mismos, que vean por qué están pidiendo perpetuamente algo, por qué existe
en ustedes esta exigencia, este impulso de implorar. Cuanto más se conozcan a sí mismos mediante la percepción alerta
de lo que están pensando, de lo que están sintiendo, tanto más descubrirán la
verdad de lo que es: esta verdad es la que les ayudará a ser libres.
CAPITULO 10
Pienso que es muy importante
saber cómo escuchar. Si saben cómo
escuchar, llegarán inmediatamente a la raíz de las cosas. Si escuchan el sonido puro, tendrán un
contacto instantáneo con su belleza. De
igual manera, si supieran cómo escuchar lo que se está diciendo, habría una
comprensión instantánea. Escuchar es
enfocar completamente la atención.
Ustedes piensan que la atención es una cosa cansadora, que aprender a
concentrarse es un largo proceso. Pero
si realmente saben cómo escuchar, entonces la atención no es difícil y
encontrarán que llegan inmediatamente al corazón de las cosas, con un estado
extraordinario de alerta.
La mayoría de nosotros no escucha
realmente. Nos distraen los ruidos
externos o tenemos algún prejuicio, alguna propensión que deforma nuestra
mente, y eso nos impide escuchar verdaderamente lo que se dice. Esto es especialmente así con las personas
mayores, porque tienen tras de sí una larga serie de logros y fracasos; son
alguien o no son nadie en el mundo, y es muy difícil penetrar las capas de sus
formulaciones, de sus conceptos previos.
Su imaginación, su condicionamiento, su sentido de la realización
personal impedirán que lo que se dice pueda penetrar. Pero si sabemos cómo escuchar lo que se está diciendo, si podemos
escuchar como si escucháramos el canto de un pájaro en la mañana, entonces el
escuchar es una cosa extraordinaria, especialmente cuando lo que se dice es
algo verdadero. Puede no gustamos,
puede que lo resistamos instintivamente; pero si realmente podemos escuchar,
veremos la verdad de ello. De ese modo,
el auténtico escuchar quita la carga de la mente, limpia los desperdicios de
muchos años de fracasos, éxitos, anhelos.
Ustedes saben lo que es la
propaganda, ¿no es así? Significa
propagar, sembrar o repetir constantemente una idea. Así es como el propagandista, el político, el líder religioso
imprimen en la mente de ustedes lo que ellos quieren que crean. También en este proceso hay involucrado un
escuchar. Tales personas repiten continuamente
lo que uno debe hacer, qué libros debe leer, a quién debe seguir, qué ideas son
correctas y qué ideas son erróneas; y esta constante repetición deja una huella
en nuestra mente. Aun si no los
escuchamos de manera consciente, eso va dejando una impresión, y tal es el
propósito de la propaganda. Pero ya lo
ven: la propaganda es meramente un interés creado, no trae esa verdad que uno
comprende al instante cuando realmente escucha, cuando presta atención sin
esfuerzo alguno.
Ahora ustedes me están
escuchando; no están haciendo un esfuerzo para prestar atención, simplemente
están escuchando; y si hay verdad en lo que oyen, encontrarán que dentro de
ustedes ocurre algo notable: un cambio no premeditado ni deseado, una
transformación, una revolución completa en la que sólo reina la verdad y no las
creaciones de la mente. Si puedo
sugerirlo, de ese modo tienen que escucharlo todo, no sólo lo que estoy
diciendo sino también lo que dicen otras personas; así tienen que escuchar a
los pájaros, el silbido de una locomotora, el ruido del autobús que pasa. Encontrarán que cuanto más lo escuchan todo,
mayor es el silencio, y ese silencio no es roto por el ruido. Pero cuando están resistiendo algo, cuando
erigen una barrera entre ustedes y aquello que no desean escuchar, sólo
entonces se genera una lucha.
Ahora bien, ¿no es muy importante
ser refinado, tanto exteriormente como interiormente? ¿Saben qué es el
refinamiento? Es ser sensibles a todo
lo que nos rodea, y también a los pensamientos, a las creencias, a los
sentimientos que hay dentro de nosotros.
El refinamiento se refleja en las ropas que vestimos, en nuestros
modales, en nuestros gestos, en la manera como caminamos, como hablamos, como
miramos a la gente. Y el refinamiento
es esencial, ¿verdad? Porque sin
refinamiento lo que hay es deterioro.
¿Saben qué significa
deteriorar? Es lo opuesto de crear, de
construir, de tener la iniciativa para progresar, para crecer. El deterioro implica lenta decadencia,
marchitamiento; y eso es lo que está sucediendo en el mundo. En los colegios y en las universidades,
entre las naciones, entre los pueblos, en el individuo, hay una paulatina
decadencia; el proceso de deterioro prosigue todo el tiempo y esto es porque
falta refinamiento interno. Ustedes
podrán tener cierta cantidad de refinamiento exterior, podrán vivir en una
hermosa casa, alimentarse bien, observar una pulcritud escrupulosa, pero sin el
refinamiento interno, la perfección externa de la forma tiene muy poco
sentido. Es meramente otra variedad de
deterioro. Tener bellas posesiones pero
ser internamente groseros, o sea, estar interesados en la propia vanidad y
grandiosidad, en las propias ambiciones y logros, es el camino del deterioro.
Existe la belleza de la forma en
la poesía o en una persona o en un árbol hermoso, pero sólo tiene sentido a
través del refinamiento interno del amor.
Si hay amor, habrá refinamiento tanto externo como interno. El refinamiento se expresa exteriormente en
la consideración por los demás, en la manera como tratamos a nuestros padres, a
nuestros vecinos, al sirviente, al jardinero.
El jardinero puede haber creado para nosotros un bello jardín, pero sin
ese refinamiento que es amor, el jardín es meramente una expresión de nuestra
propia vanidad.
Por lo tanto, es esencial tener
refinamiento, tanto externo como interno.
La manera como ustedes comen es muy importante: si hacen ruido mientras
comen, eso importa muchísimo. El modo
como se comportan, los modales que tienen cuando están con sus amigos, la
manera como hablan de otros... todas estas cosas importan porque señalan lo que
son ustedes internamente, indican si hay o no hay refinamiento interno. Una falta de refinamiento interno se expresa
en la degeneración externa de la forma; de modo que el refinamiento externo
significa muy poco si no hay amor. Y ya
hemos visto que el amor no es una cosa que podamos poseer. Adviene sólo cuando la mente comprende los
complejos problemas que ella misma ha creado.
Interlocutor:¿Por qué sentimos
orgullo cuando tenemos éxito ?
K.: ¿Con el éxito hay un
sentimiento de orgullo? ¿Qué es el éxito? ¿Alguna vez han considerado qué es
tener éxito como escritor, como poeta, como pintor, como hombre de negocios o
político? Sentir que internamente hemos
logrado cierto control que otros no poseen o que hemos triunfado donde otros
han fracasado; sentir que somos mejores que algún otro, que hemos llegado a ser
un hombre de éxito, que somos respetados, estimados por los demás como
ejemplo... ¿qué indica todo esto?
Naturalmente, cuando tenemos este sentimiento hay orgullo: Yo he hecho
algo, yo soy importante. El sentimiento del "yo" es, por su misma
naturaleza, un sentimiento de orgullo.
Así, el orgullo crece con el éxito; uno está orgulloso de ser muy
importante, comparado con otras personas.
Esta comparación de uno mismo con otro existe también en nuestro
seguimiento del ejemplo, del ideal, y nos brinda esperanza, nos da fuerza,
propósito, impulso, lo cual sólo fortalece al "yo", al agradable
sentimiento de que uno es mucho más importante que cualquier otro; y ese
sentimiento, esa sensación de placer, es el principio del orgullo.
El orgullo genera muchísima
vanidad, un engreimiento egocéntrico.
Esto pueden observarlo en los adultos y en ustedes mismos. Cuando aprueban un examen y sienten que son
un poco más inteligentes que otro, se introduce en ello una sensación de
placer. Es lo mismo cuando superan a
alguno en una discusión o cuando sienten que son físicamente más fuertes o más
hermosos: inmediatamente hay un sentimiento de la propia importancia. Este sentimiento de la importancia del yo
engendra inevitablemente conflicto, lucha, dolor, porque uno tiene que sostener
su importancia todo el tiempo.
Interlocutor: ¿Cómo podemos
librarnos del orgullo?
K.: Si hubieras escuchado
realmente la respuesta a la pregunta anterior, habrías entendido cómo se puede
estar libre del orgullo y estarías libre del orgullo; pero estabas ocupado
pensando en cómo formular la siguiente pregunta, ¿no es así? Por lo tanto, no estabas escuchando. Si realmente escuchas lo que se está
diciendo, descubrirás por ti mismo la verdad de ello.
Supongamos que estoy orgulloso
porque he logrado alguna cosa. Me he
convertido en el director; he estado en Inglaterra o en Norteamérica; he hecho
grandes cosas, mi fotografía ha aparecido en los periódicos, etc., etc. Sintiéndome muy orgulloso me digo:
"¿Cómo puedo librarme del orgullo?"
Ahora bien, ¿por qué quiero estar
libre del orgullo? Ésa es la pregunta importante, no cómo estar libre. ¿Cuál es
el motivo, cuál es la razón, el incentivo? ¿Quiero librarme del orgullo porque
siento que es dañino para mí, que es penoso, que no es bueno
espiritualmente? Si ése es el motivo,
entonces el tratar de librarme del orgullo es otra forma de orgullo,
¿verdad? Sigo estando interesado en mi
realización personal. Al encontrar que
el orgullo es muy penoso, espiritualmente feo, digo que debo librarme de
él. El "debo librarme"
contiene el mismo motivo que el "debo tener éxito". El "yo" sigue siendo importante,
es el centro de mi lucha por librarme.
Lo que importa, pues, no es cómo
estar libre de¡ orgullo, sino comprender el "yo", y el "yo"
es muy sutil. Este año quiere una cosa
y quiere otra cosa al año siguiente; y cuando eso resulta ser doloroso,
entonces quiere alguna otra cosa. Por
lo tanto, mientras este centro del "yo" exista, significa muy poco
que uno sea orgulloso o sea lo que suele llamarse humilde. Son sólo chaquetas diferentes que uno se
pone. Cuando una chaqueta en particular
me gusta, me la pongo; y al año siguiente, según mis fantasías, mis deseos, me
pongo otra chaqueta.
Lo que tienen que comprender es
cómo se forma este "yo". El
"yo" se forma a causa del sentimiento de logro en sus distintas
formas. Esto no quiere decir que
ustedes no deban actuar; lo que tiene que comprenderse es el sentimiento de que
"yo" estoy actuando, de que "yo" lo estoy logrando, de que
"yo" no debo tener orgullo.
Tienen que comprender la estructura del "yo". Tienen que percatarse de su propio pensar;
tienen que observar cómo tratan al sirviente, a su padre y a su madre, al
maestro; tienen que ser conscientes de cómo miran a los que están por encima y
a los que están por debajo de ustedes, a los que respetan y a los que
desprecian. Todo esto revela los
comportamientos del "yo".
Comprendiendo los comportamientos del "yo" hay libertad
respecto del "yo". Eso es lo
que importa, no cómo librarse del orgullo.
Interlocutor: ¿De qué modo algo
bello puede ser motivo de felicidad para siempre?
K.: ¿Es ése tu pensamiento
original o estás citando a alguien? ¿Quieres descubrir si la belleza es
perecedera y si puede haber felicidad eterna?
Interlocutor: La belleza llega en
ciertas formas.
K.: El árbol, la hoja, el río, la
mujer, el hombre, esas aldeanas que llevan una carga pesada sobre sus cabezas y
caminan bellamente... ¿Es perecedera la belleza?
Interlocutor: Las aldeanas pasan
pero dejan una impresión de belleza.
K.: Pasan, y el recuerdo de ello
permanece. Vemos un árbol, una hoja, y
el recuerdo de esa belleza permanece.
Ahora bien, el recuerdo de la
belleza, ¿es una cosa viva? Cuando
vemos algo bello, el júbilo es inmediato; vemos una puesta de sol y hay una
respuesta inmediata de júbilo. Ese
júbilo, pocos momentos después, se ha convertido en un recuerdo. ¿Es una cosa
viva el recuerdo de ese júbilo? El
recuerdo de la puesta de sol, ¿es una cosa viva? Es una huella muerta, ¿verdad?
Y mediante esa huella muerta de la puesta de sol queremos recapturar el
júbilo. Hay júbilo como respuesta
inmediata a la belleza, pero interviene el recuerdo y lo destruye todo. Sólo si hay una constante percepción de la
belleza, sin las acumulaciones de la memoria, existe la posibilidad de una
felicidad perdurable.
Pero no es fácil estar libres de
las acumulaciones de la memoria, porque en el momento en que vemos algo muy
placentero, lo convertimos en un recuerdo al que nos aferramos. Cuando vemos un objeto bello, un niño
hermoso, un hermoso árbol, hay un júbilo inmediato, pero entonces queremos más
de eso. El querer más de eso es la
acumulación de la memoria. Al querer
más de lo mismo hemos puesto en marcha el proceso de la desintegración, y en
eso no hay júbilo alguno' La memoria jamás puede producir una felicidad
perdurable. Ésta existe sólo cuando hay una constante y espontánea respuesta a
la belleza, a la fealdad, a todo, sin que se active el impulso de la memoria;
esto implica una gran sensibilidad interna y externa, implica tener un
verdadero amor.
Interlocutor: ¿Por qué los pobres
son felices y los ricos son desdichados?
K.: ¿Son particularmente felices
los pobres? Podrán cantar, podrán
bailar, pero ¿son felices? Tienen
comida insuficiente, tienen pocas ropas o ninguna, no pueden mantenerse
limpios, trabajan de la mañana a la noche año tras año. Puede que tengan ocasionales momentos de
felicidad, pero no son verdaderamente felices, ¿no es así?
¿Y son desdichados los
ricos? Poseen abundancia de todo, disfrutan
de altas posiciones, viajan. Son
desdichados cuando se frustran de algún modo, cuando se enfrentan con
obstáculos y no pueden obtener lo que desean.
¿Qué es lo que entiendes por
felicidad? Algunos dirán que la
felicidad consiste en lograr lo que queremos.
Si queremos un automóvil y lo obtenemos, somos felices, al menos por un
tiempo. Es lo mismo si queremos un sari
o un viaje a Europa; si logramos lo que queremos, somos felices. Si queremos ser el profesor más renombrado o
el más grande de los políticos, somos felices si podemos llegar a eso y
desdichados si no podemos.
Por lo tanto, lo que ustedes
llaman felicidad es el resultado de obtener lo que desean, de alcanzar el
éxito, de llegar a ser ilustres. Desean
algo, y mientras pueden obtenerlo sienten que son perfectamente felices, no se
sienten frustrados; pero si no pueden obtener lo que desean, entonces comienza
la infelicidad.
Este problema nos concierne a
todos, no sólo al rico y al pobre. El
rico y el pobre desean por igual algo para sí mismos, y si algo les impide
lograrlo, se sienten desdichados. No
estoy diciendo que los pobres no deban tener lo que quieren o necesitan. Ésa no
es la cuestión que estamos considerando.
Tratamos de descubrir qué es la felicidad y si la felicidad es algo de
lo que estamos conscientes.
Cuando estamos conscientes de que
somos felices, ¿es eso felicidad? Eso
no es felicidad, ¿cierto? Ocurre como
la humildad: en el momento en que estamos conscientes de que somos humildes, no
somos humildes. De modo que no podemos
ir tras la felicidad, no es algo que pueda perseguirse. Llega; pero si la buscamos nos eludirá.
Interlocutor: Aunque hay progreso
en diferentes direcciones, ¿por qué no hay hermandad?
K.: ¿Qué es lo que entiendes por
progreso?
Interlocutor: El progreso
científico.
K.: De la carreta de bueyes al
jet, eso es progresos ¿verdad. Hace
siglos sólo existía la carreta de bueyes, pero paulatinamente, a través del
tiempo, hemos desarrollado el jet. Los
medios de transporte en la antigüedad eran muy lentos y ahora son muy rápidos:
en pocas horas podemos estar en Londres.
Gracias a las medidas sanitarias, a la nutrición apropiada y al cuidado
médico, ha habido también una gran mejora en materia de salud física. Todo esto es progreso científico; sin
embargo, no nos hemos desarrollado o progresado igualmente respecto de la
hermandad.
Ahora bien, ¿es la hermandad una
cuestión de progreso? Sabemos lo que
queremos decir con "progreso": es evolución, es alcanzar algo a
través del tiempo. Los científicos
dicen que hemos evolucionado a partir del mono; dicen que, a través de millones
de años, hemos progresado desde las formas de vida más inferiores hasta la más
alta, que es el hombre. ¿Pero es la hermandad una cuestión de progreso? ¿Es
algo que puede evolucionar a través del tiempo? Está la unidad de la familia y la unidad de una sociedad o nación
en particular; desde la nación, el paso siguiente es el internacionalismo, y de
ahí surge la idea de un mundo único y unido. El concepto del mundo unido es lo
que llamamos hermandad. ¿Pero es el sentimiento de hermandad un asunto de
evolución? ¿Puede ser cultivado lentamente a través de las etapas de la
familia, la comunidad, el nacionalismo, el internacionalismo y la unidad
mundial? La hermandad es amor, ¿no es
así? ¿Puede el amor ser cultivado paso a paso? ¿Es una cuestión de tiempo el
amor? ¿Comprenden de qué estoy hablando?
Si digo que habrá hermandad
dentro de diez, o treinta, o cien años, ¿qué es lo que eso indica? Indica, ciertamente, que no amo, que no me
siento fraternal. Cuando digo: "Seré fraternal, amaré", el hecho real
es que no amo, que no soy fraternal. En tanto piense en términos de
"seré", no soy. Mientras que
si elimino de mi mente el concepto de ser fraternal en el futuro, puedo ver lo
que realmente soy; puedo ver que no soy fraternal y puedo empezar a descubrir
por qué.
¿Qué es lo importante: ver lo que
soy o especular acerca de lo que seré?
Ciertamente, lo importante es ver lo que soy, porque entonces puedo
habérmelas con ello. Lo que seré está
en el futuro, y el futuro es imposible de predecir. El hecho real es que carezco del sentido fraternal, que no amo
verdaderamente; y es con ese hecho con el que puedo comenzar, comenzar a hacer
algo al respecto. Pero decir que seré
algo en el futuro es mero idealismo, y el idealista es una persona que está
escapando de lo que es: escapa del hecho, el cual sólo puede ser cambiado en el
presente.
CAPITULO 11
Ustedes recordarán que hemos
estado conversando acerca del temor.
Ahora bien, ¿no es el temor el responsable de la acumulación de
conocimiento? Éste es un tema difícil, así que veamos si podemos examinarlo,
considerémoslo muy cuidadosamente.
Los seres humanos acumulan el
conocimiento y le rinden culto, no sólo el conocimiento científico sino también
el así llamado conocimiento espiritual.
Piensan que el conocimiento es de suma importancia en la vida, el
conocimiento de lo que ha sucedido y de lo que va a suceder. Todo este proceso de acumular información,
de rendir culto al conocimiento, ¿no surge de un trasfondo de temor? Tememos que sin el conocimiento estaríamos
perdidos, que no sabríamos cómo conducimos.
Así, leyendo lo que los sabios han dicho, mediante las creencias y experiencias
de otras personas y también mediante nuestras propias experiencias, paulatinamente
construimos un trasfondo de conocimiento que se vuelve tradición; y buscamos
refugio detrás de esta tradición.
Pensamos que este conocimiento o que esta tradición es esencial, y que
sin eso estaríamos perdidos, no sabríamos qué hacer.
Ahora bien, cuando hablamos del
conocimiento, ¿qué entendemos por esa palabra? ¿Qué es lo que
"conocemos"? ¿Qué es lo que ustedes realmente conocen cuando llegan a
considerar el conocimiento que han acumulado?
En un cierto nivel, en la ciencia, en la ingeniería y demás, el
conocimiento es importante, pero más allá de eso, ¿qué es lo que conocemos?
¿Han considerado alguna vez todo
este proceso de acumular conocimientos? ¿Qué es lo que estudian, por qué dan
exámenes? El conocimiento es necesario
en un cierto nivel, ¿no es así? Sin un
conocimiento de las matemáticas y de otras materias uno no podría ser ingeniero
ni científico. La relación social está
basada en tal conocimiento y sin él no podríamos ganamos la vida. Pero más allá de esta clase de conocimiento,
¿qué es lo que conocemos? Más allá de
eso, ¿cuál es la naturaleza del conocimiento?
¿Qué queremos decir cuando
afirmamos que el conocimiento es necesario para encontrar a Dios, o que el
conocimiento es necesario para comprendemos a nosotros mismos, o que es
indispensable para encontrar un camino a través de todas las agitaciones de la
vida? En esos casos, entendemos el
conocimiento como experiencia; ¿y qué es esta experiencia? ¿Qué es lo que
conocemos mediante la experiencia? ¿Acaso este conocimiento no es utilizado por
el ego, por el "yo" para fortalecerse a sí mismo?
Digamos, por ejemplo, que he
logrado cierta posición social. Esta
experiencia, con sus sentimientos de éxito, de prestigio, de poder, me da
cierta sensación de seguridad, de bienestar.
Así, el conocimiento de mí éxito, el conocimiento de que soy
"alguien", de que tengo una posición, poder, refuerza el
"yo", el ego, ¿no es así?
¿Han advertido lo inflados que
están de conocimiento los pundits, y cómo el conocimiento da a los padres de
ustedes, a sus maestros, la actitud de "yo he experimentado más que tú, yo
sé y tú no sabes"? Así es como el
conocimiento, que es meramente información, se convierte poco a poco en el
sustento de la vanidad, en el alimento del ego, del .yo". Porque el ego no puede existir sin ésta u
otra clase de dependencia parasitaria.
El científico usa su conocimiento
para nutrir su vanidad, para sentir que es alguien, tal como lo hace el
pundit. Los maestros, los padres, los
gurúes, todos quieren ser "alguien" en este mundo, de modo que
utilizan el conocimiento como un medio para ese fin, para satisfacer ese
deseo. Pero cuando uno mira detrás de
sus palabras, ¿qué es lo que ellos conocen en realidad? Conocen solamente lo que contienen los
libros o lo que han experimentado; y sus experiencias dependen del trasfondo de
su condicionamiento. Al igual que
ellos, casi todos nosotros estamos llenos de palabras, de información que
llamamos conocimiento, y sin eso estamos perdidos; de modo que tras esta
pantalla de palabras, de información, siempre está acechando el miedo.
Donde hay miedo no hay amor; y el
conocimiento sin amor nos destruye. Eso
es lo que está sucediendo en el mundo actualmente. Por ejemplo, ahora tenemos conocimiento suficiente para alimentar
a todos los seres humanos del mundo; sabemos cómo alimentar, vestir y albergar
a la humanidad, pero no lo hacemos porque estarnos divididos en grupos
nacionalistas, cada cual con sus propias actividades egocéntricas. Si tuviéramos realmente el deseo de terminar
con las guerras podríamos hacerlo, pero no tenemos ese deseo y es por la misma
razón. De modo que el conocimiento sin
amor se convierte en un medio de destrucción.
Hasta que comprendamos esto, el pasar meramente los exámenes y alcanzar
posiciones de prestigio y poder conduce inevitablemente al deterioro, a la
corrupción, al lento marchitarse de la dignidad humana.
Es obviamente esencial poseer
conocimientos en ciertos niveles, pero mucho más importante aún es ver cómo el
conocimiento es utilizado egoístamente para fines de interés propio. Obsérvense a sí mismos y verán de qué modo
la experiencia es empleada por la mente como un medio de expansión propia, como
un medio para obtener prestigio y poder.
Observen a los adultos y verán cómo anhelan posición y se aferran a su
éxito. Quieren construir una morada de
seguridad para sí mismos, desean poder, prestigio, autoridad; y casi todos
nosotros, de diversas maneras, vamos detrás de la misma cosa. No queremos ser nosotros mismos, cualquier
cosa que seamos; queremos ser "alguien". Hay, ciertamente, una diferencia entre ser y desear ser. El deseo de ser o llegar a ser se continúa y
se fortalece mediante el conocimiento, el cual es usado para el
engrandecimiento propio.
Es importante para todos
nosotros, a medida que vamos madurando, investigar estos problemas y
comprenderlos, de modo que no respetemos a una persona meramente porque posee
un título o una alta posición social o porque se supone que tiene muchísimos
conocimientos. Realmente, conocemos muy
poco. Podemos haber leído muchos
libros, pero muy pocos de nosotros tenemos experiencia directa de algo. Lo que tiene vital importancia es la
experiencia directa de la realidad, de Dios; y para eso tiene que haber amor.
CAPITULO 12
¿No es acaso muy importante,
mientras somos jóvenes, que se nos ame y también saber qué significa amar? Pero me parece que muy pocos de nosotros
amamos o somos amados. Y creo que es esencial, mientras somos jóvenes,
investigar este problema muy seriamente y comprenderlo; porque entonces quizá podamos
ser lo bastante sensibles como para sentir amor, conocer su cualidad, su
perfume, de modo que cuando crezcamos éste no sea completamente destruido. Consideremos, pues, esta cuestión.
¿Qué significa amar? ¿Es un
ideal, algo lejano, inalcanzable? ¿O puede ser sentido por cada uno de
nosotros, en raros momentos del día?
Tener la cualidad de la simpatía, de la comprensión, ayudar a alguien
naturalmente sin ningún motivo, ser espontáneamente amable, cuidar con esmero
una planta o un perro, ser compasivo con el aldeano, generoso con el amigo, con
un vecino, ¿no es esto lo que entendemos por amor? ¿No es el amor un estado en
el que no hay sentido alguno de resentimiento sino una perpetua indulgencia?
¿Acaso no es posible sentir esto mientras somos jóvenes?
Muchos de nosotros experimentamos
este sentimiento en la juventud: un súbito flujo de simpatía por el aldeano,
por un perro, por aquellos que son pequeños o desvalidos. ¿No deberíamos tender
constantemente a eso? ¿No deberían ustedes dedicar alguna parte del día para
ayudar a otro, para cuidar un árbol o un jardín, para ayudar en la casa o en la
posada, de modo que cuando alcancen la madurez sepan lo que significa ser
naturalmente considerados, sin esfuerzo ni motivo alguno? ¿No deberían tener
esta calidad del verdadero afecto?
El verdadero afecto no puede
generarse artificialmente, tenemos que sentirlo, y también deben sentirlo sus
tutores, sus padres, sus maestros. Muy
pocas personas sienten verdadero afecto; están demasiado interesadas en sus
realizaciones personales, en sus anhelos, en sus conocimientos, en su
éxito. Dan a lo que han hecho y a lo
que desean hacer, una importancia tan colosal que finalmente las destruye.
Por eso es muy importante,
mientras son jóvenes, que se ocupen de las habitaciones o cuiden una cantidad
de árboles que ustedes mismos hayan plantado o vayan a asistir a un amigo
enfermo, de modo que haya un sutil sentimiento de simpatía, de interés, de
generosidad -generosidad auténtica que no es de la mente y que les hace querer
compartir con alguien cualquier cosa que puedan poseer, por pequeña que
sea-. Si no tienen este sentimiento de
amor, de generosidad, de bondad, de delicadeza, mientras son jóvenes, será muy
difícil que lo tengan cuando sean mayores; pero si empiezan a tenerlo ahora,
entonces tal vez podrán despertarlo en otros.
Tener simpatía y afecto implica
estar libres del temor, ¿no es así?
Pero ya lo ven, es muy difícil crecer en este mundo sin temor, sin tener
algún motivo personal para actuar. Las
personas mayores jamás han reflexionado acerca de este problema del temor o lo
han considerado solamente de manera abstracta, sin actuar sobre el temor en sus
existencias cotidianas. Ustedes son
todavía muy jóvenes, observan, inquieren, aprenden, pero si no ven y comprenden
qué es lo que causa el temor, se volverán como sus mayores. El temor crecerá como una especie de maleza
oculta y se extenderá por sus mentes, deformándolas. Por lo tanto, deben estar alerta a todo lo que ocurre alrededor y
dentro de ustedes -cómo hablan sus maestros, cómo se comportan sus padres y
cómo responden ustedes-, de modo que puedan ver y comprender esta cuestión del
temor.
La mayoría de los adultos piensa
que es necesaria alguna clase de disciplina. ¿Saben ustedes qué es la
disciplina? Es un proceso por el cual
se les fuerza a hacer algo que no quieren hacer. Donde hay disciplina, hay miedo; por consiguiente, la disciplina
no es la vía del amor. Es por eso por
lo que la disciplina debe evitarse a toda costa, siendo la disciplina coacción,
resistencia, compulsión, forzarles a hacer lo que no comprenden o persuadirles
a que lo hagan ofreciéndoles un premio.
Si no comprenden algo, no lo hagan ni se esfuercen por hacerlo. Pidan una explicación; no sean meramente
obstinados, traten de descubrir la verdad del asunto de manera que no haya
temor alguno implicado y la mente de ustedes se vuelva muy flexible, muy
dúctil.
Cuando no comprenden y son
meramente obligados por la autoridad de los mayores, están reprimiendo la
propia mente, y entonces surge el temor; y ese temor les persigue como una
sombra a lo largo de toda la vida. Por
eso es tan importante que no se les discipline según algún tipo particular de
pensamiento o modelo de acción. Pero
casi todos los adultos sólo pueden pensar en esos términos. Quieren inducirles a hacer algo por el así
llamado bien de ustedes. Este proceso
mismo de inducirles a que hagan algo por el propio "bien" de ustedes,
es destructivo para la sensibilidad, para la capacidad de comprender; por lo
tanto destruye el amor. Es muy difícil
negarse a ser coaccionado u obligado, porque el mundo que nos rodea tiene mucha
fuerza; pero si meramente cedemos y hacemos cosas sin comprenderlas, caemos en
el hábito de la irreflexión y entonces se vuelve aún más difícil para nosotros
salimos de ello.
Por lo tanto, ¿tiene que haber
autoridad y disciplina en la escuela? ¿O deberían sus maestros asentarles a
discutir estas cuestiones, a investigarlas, a comprenderlas a fin de que,
cuando hayan crecido y salgan al mundo, sean seres humanos maduros capaces de
afrontar inteligentemente los problemas que el mundo habrá de
presentarles? Ustedes no pueden tener
esa profunda inteligencia, si existe alguna clase de temor. El temor tan sólo les embota, les refrena la
iniciativa, apaga ese fuego que llamamos simpatía, generosidad, afecto,
amor. De modo que no se dejen
disciplinar dentro de un patrón de acción, sino descubran, lo cual implica que
deben tener tiempo para cuestionar, para investigar; y los maestros también
deben tener tiempo. Si no hay tiempo,
entonces deben conseguirlo. El temor es
una fuente de corrupción, es el principio de la degeneración, y estar libres de
temor es más importante que cualquier examen o cualquier título académico.
Interlocutor: ¿Qué es el amor en
sí mismo?
K.: ¿Qué es el amor
intrínsecamente? ¿Es eso lo que quieres decir? ¿Preguntas qué es el amor sin
motivo, sin incentivo? Escucha atentamente y lo descubrirás. Estamos examinando la pregunta, no estamos
buscando la respuesta. Al estudiar
matemáticas o al formular una pregunta, la mayoría de nosotros se interesa más
en encontrar la respuesta que en comprender el problema. Comprendamos, pues, qué es el problema y no
busquemos una respuesta, ya sea una respuesta del Bhagavad Gita, del Corán, de
la Biblia o de algún profesor o conferenciante. Si podemos comprender realmente el problema, la respuesta surgirá
de él; porque la respuesta está en el problema, no está separada del problema.
El problema es: ¿Qué es el amor
sin motivo? ¿Puede haber amor sin ningún incentivo, sin que uno desee nada para
sí mismo del amor? ¿Puede haber amor sin que uno se sienta lastimado cuando el
amor no es retribuido? Si yo te ofrezco
mi amistad y tú la rechazas, ¿no me siento lastimado? Ese sentirse lastimado, ¿es el resultado de la amistad, de la
generosidad, de la simpatía?
Ciertamente, en tanto me sienta lastimado, en tanto haya temor, en tanto
te ayude esperando que tú puedas ayudarme -a lo cual llaman servicio-, no hay
amor.
Si comprendes esto, la respuesta
está ahí.
Interlocutor: ¿Qué es la
religión?
K.: ¿Quieres una respuesta de mí
o quieres descubrirla por ti mismo? ¿Estás buscando una respuesta de alguien,
por grande o necio que pueda ser? ¿O estás realmente tratando de descubrir la
verdad acerca de lo que es la religión?
Para descubrir qué es la
verdadera religión, tienes que descartar todo lo que estorba. Si tienes muchas ventanas pintadas o sucias
y quieres ver la luz pura del sol, debes limpiar o abrir las ventanas o salir
fuera. De igual modo, para descubrir
qué es la verdadera religión, primero tienes que ver lo que no es verdadera
religión y desecharlo. Entonces puedes
descubrir, porque hay percepción directa.
Veamos, pues, lo que no es religión.
Hacer puja, practicar un ritual,
¿es eso religión? Repites una y otra
vez cierto ritual, cierto mantra frente a un altar o un ídolo. Eso puede proporcionarte una sensación de
placer, de satisfacción, ¿pero es religión eso? Ponerse el hilo sagrado, llamarse uno hindú, budista, cristiano,
aceptar ciertas tradiciones, dogmas, creencias, ¿tiene todo eso algo que ver
con la religión? Obviamente, no. Por lo tanto, la religión debe ser algo que
puede encontrarse sólo cuando la mente ha comprendido y desechado todo esto.
La religión, en el verdadero
sentido de la palabra, no genera separación, ¿verdad? ¿Pero qué sucede cuando
tú eres musulmán y yo soy cristiano, o cuando yo creo en algo y tú no crees en
eso? Nuestras creencias nos separan;
por lo tanto, nuestras creencias no tienen nada que ver con la religión. El hecho de que tú creas de una manera y yo
de otra, depende mayormente de dónde hayamos nacido, ya sea en Inglaterra, en
la India, en Rusia o en América. De
modo que la creencia no es religión, es solamente el resultado de nuestro
condicionamiento.
Luego está la búsqueda de la salvación
personal. Quiero estar a salvo, quiero
alcanzar el nirvana o el cielo; tengo que encontrar un sitio cerca de Jesús,
cerca de Buda o a la diestra de un Dios en particular. Tu creencia no me proporciona una
satisfacción profunda, no me da consuelo; por lo tanto, tengo mi propia
creencia que sí lo hace. ¿Es religión eso?
Por cierto, nuestra mente debe estar libre de todas estas cosas para
descubrir lo que es la verdadera religión.
Y, ¿es la religión meramente una
cuestión de hacer el bien, de servir o de ayudar a otros? ¿O es algo más? Lo cual no quiere decir que no podamos ser
generosos o amables. ¿Pero eso es todo? ¿Acaso la religión no es algo más
grande, más puro, más inmenso, más expansivo que todo lo concebido en la mente?
Para descubrir, pues, lo que es
la verdadera religión, debemos investigar profundamente todas estas cosas y
estar libres del temor. Es como salir
de una casa oscura, a la luz del sol.
Entonces no preguntarás qué es la verdadera religión; lo sabrás. Habrá una experiencia directa de aquello que
es ver-
Interlocutor: Si alguien es
desdichado y quiere ser feliz, ¿eso es ambición?
K.: Cuando uno está sufriendo
quiere estar libre del sufrimiento. Eso
no es ambición, ¿verdad? Es el instinto
natural de todas las personas, de todos nosotros: no tener miedo, no tener
dolor físico ni emocional. Pero nuestra
vida es tal que constantemente estamos experimentando dolor. He comido algo que no me sienta bien y tengo
dolor de estómago. Alguien me dice algo
y me siento lastimado. Estoy impedido
de hacer alguna cosa que anhelo hacer y me siento frustrado, infeliz. Soy desdichado porque ha muerto mi padre o
mi hijo, etcétera. La vida está
actuando constantemente sobre mí, me guste o no me guste, y me siento siempre
herido, frustrado, tengo reacciones dolorosas.
Lo que he de hacer, entonces, es comprender todo este proceso del
dolor. Pero ya lo ven, la mayoría de
nosotros escapa del dolor.
Cuando ustedes sufren
internamente, psicológicamente, ¿qué hacen?
Acuden a alguien en busca de consuelo, leen un libro o encienden la
radio o van y hacen puja. Son todas
indicaciones de que están escapando del sufrimiento. Si escapan de algo, obviamente no lo comprenden. Pero sí uno mira su sufrimiento, si lo
observa de instante en instante, comienza a comprender el problema que implica,
y esto no es ambición. La ambición
surge cuando escapamos de nuestro sufrimiento o nos aferramos a él o lo
combatimos, o cuando elaboramos teorías y esperanzas en tomo a él. En el instante en que escapamos del sufrimiento,
la cosa hacia la cual escapamos se vuelve muy importante, porque nos
identificamos con ella. Nos
identificamos con nuestro país, con nuestra posición, con nuestro Dios, y esto
sí que es una de ambición.
CAPITULO 13
Lo que estoy diciendo en todas
estas conversaciones no es algo para ser meramente recordado. Su propósito no es que ustedes traten de
acumular en la mente lo que oyen, que se acuerden de ello y después piensen o
actúen al respecto. Si simplemente
acumulan en sus mentes lo que les estoy diciendo, eso no será más que memoria,
no será una cosa viva, algo que comprenden realmente. Lo que importa es la comprensión, no el recuerdo. Espero que vean la diferencia entre ambas
cosas. La comprensión es inmediata,
directa, es algo que ustedes experimentan intensamente. Pero si sólo recuerdan lo que han oído, ello
servirá solamente como un patrón, como una guía para seguir, para repetir, una
idea para imitar, un ideal sobre el cual basar sus vidas. La comprensión no es un asunto de la memoria. Es una intensidad constante, un
descubrimiento permanente.
Por lo tanto, si sólo recuerdan
aquello de que hablo, compararán y tratarán de modificar sus acciones o de
ajustarlas a lo que recuerdan. Pero si
realmente comprenden, esa comprensión misma genera acción, y entonces no tienen
que actuar conforme a lo que recuerden.
Por eso es muy importante no limitarse a recordar, sino escuchar y
comprender instantáneamente.
Cuando ustedes recuerdan ciertas
palabras, ciertas frases, o rememoran ciertos sentimientos que se despertaron
aquí y comparan aquello que hacen con lo que recuerdan, existe siempre una
lucha entre esa acción y lo recordado.
Pero si de verdad comprenden, no copian. Cualquiera que posea cierta capacidad puede recordar palabras y
aprobar exámenes; pero si comienzan a comprender todo lo implicado en aquello
que ven, que oyen, que sienten, esa comprensión misma genera una acción que
ustedes no tienen que dirigir, moldear ni controlar.
Si meramente recuerdan, estarán
siempre comparando; la comparación engendra envidia y sobre esa envidia se basa
toda nuestra sociedad adquisitiva. La
comparación jamás dará origen a la comprensión. En la comprensión hay amor, mientras que la comparación es mera
intelectualización, es un proceso mental que consiste en imitar, en seguir,
proceso en el que siempre existe el peligro del conductor y el conducido.
¿Alcanzan a ver esto?
En este mundo, la estructura de
la sociedad se basa en el que conduce y los que son conducidos, en el ejemplo y
los que siguen el ejemplo, en el héroe y los adoradores del héroe. Si investigan este proceso de conducir y ser
conducido, encontrarán que cuando siguen a otro no hay iniciativa. No hay libertad ni para ustedes ni para el
que conduce; porque ustedes crean al que les conduce y entonces éste les
controla. En tanto estén siguiendo un ejemplo de renunciamiento, de grandeza,
de sabiduría, de amor, en tanto tengan un ideal que deba ser recordado y
copiado, habrá inevitablemente una brecha, una división entre el ideal y la
acción que desarrollan. Un hombre que
realmente ve la verdad de esto, no tiene ideales ni ejemplos, no sigue a
nadie. Para él no hay ni gurú ni
mahatma ni conductor heroico. Está
comprendiendo constantemente lo que hay dentro de él mismo y lo que escucha de
otros, ya sea de sus padres, de un maestro, de una persona como yo, que
ocasionalmente entra en su vida.
Si ahora están escuchando y
comprendiendo, entonces no siguen ni imitan; por lo tanto, no temen, y entonces
hay amor.
Es esencial que todo lo vean muy
claramente por sí mismos, de manera que no sean fascinados por héroes ni
hipnotizados por ejemplos, por ideales.
Los ejemplos, los héroes, los ideales tienen que ser recordados y se
olvidan fácilmente; por eso necesitan tener un recordatorio constante en la forma
de una pintura, un ídolo, un eslógan.
Al seguir un ideal, un ejemplo, están meramente recordando, y en el
recuerdo no hay comprensión. Están
comparando lo que son con lo que quieren ser, y esa comparación misma engendra
autoridad, envidia y miedo; y en eso no hay amor.
Por favor, escuchen muy
atentamente todo esto y compréndanlo de modo que no tengan que seguir a líderes
ni tengan que imitar o copiar ejemplos e ideales, porque entonces serán
individuos libres con dignidad humana.
No pueden ser libres si están comparándose perpetuamente con el ideal,
con lo que deberían ser. Comprender lo
que son realmente -por feos o hermosos o temerosos que sean- no es una cuestión
de memoria, de recordar un ideal.
Tienen que observarse, tienen que estar atentos a sí mismos, de instante
en instante, en la relación humana.
Estar conscientes de lo que son en realidad, es el proceso de la
comprensión.
Si realmente comprenden de qué
estoy hablando, si lo escuchan completamente, estarán libres de todas las cosas
totalmente falsas que las pasadas generaciones han creado. No estarán agobiados por la imitación, por
la mera repetición de un ideal, lo cual sólo mutila la mente engendrando temor
y envidia. Puede que inconscientemente
estén escuchando esto de manera muy intensa.
Espero que así sea, porque entonces verán qué transformación
extraordinaria adviene con el escuchar profundo y la libertad respecto de la
limitación.
Interlocutor: La belleza, ¿es
objetiva o subjetiva?
K.: Ves algo hermoso, el río
desde el balcón; o ves a un niño en harapos que llora. Si no eres sensible, si no te das cuenta de
todo lo que te rodea, entonces pasas de largo y ese acontecimiento tiene muy
poco valor. Una mujer va caminando con
una carga sobre la cabeza. Sus ropas
están sucias, ella se ve hambrienta y cansada. ¿Ves el color de su sari, por
manchado que pueda estar? Están estas
influencias objetivas que te rodean; y si careces de sensibilidad, jamás las
apreciarás, ¿verdad?
Ser sensible es estar atento no
sólo a las cosas bellas sino también a las que llamamos feas. El río, los campos verdes, los árboles en la
distancia, las nubes de un atardecer, a estas cosas las llamamos bellas. A los aldeanos sucios, medio muertos de
hambre, a las personas que viven en la escualidez o a las que tienen muy poca
capacidad de pensamiento, de sentimiento, a todo esto lo llamamos feo. Ahora bien, si lo observan, verán que lo que
hace la mayoría de nosotros es aferrarse a lo bello y desechar lo feo. ¿Pero
acaso no es importante ser sensibles tanto a la belleza como a lo que llamamos
fealdad? La falta de esta sensibilidad
es la causa de que dividamos la vida en lo feo y lo bello. Pero si somos abiertos, receptivos,
sensibles tanto a lo feo como a lo bello, entonces veremos que ambos están
llenos de significado, y esta percepción enriquece la vida.
Entonces, ¿es subjetiva u
objetiva la belleza? Si uno fuera
ciego, si fuera sordo y no pudiera escuchar ninguna música, ¿carecería de
belleza? ¿O la belleza es algo interno?
Puede que uno no vea con sus ojos, que no escuche con sus oídos, pero si
experimenta este estado de hallarse realmente abierto, sensible a todo, si está
profundamente consciente de todo lo que ocurre dentro, consciente de cada
pensamiento, de cada sentimiento, ¿acaso no hay belleza también en eso? Pero ya lo ven, pensamos que la belleza es
algo exterior a nosotros. Por eso
compramos pinturas y las colgamos en la pared.
Queremos poseer hermosos saris, trajes, turbantes; queremos rodeamos de
cosas bellas, porque tememos que sin un recordatorio objetivo perderíamos algo
internamente.
¿Pero es posible dividir la vida,
todo el proceso de la existencia, en lo subjetivo y lo objetivo? ¿Acaso no es
un proceso unitario? Sin lo externo no
existe lo interno; sin lo interno no existe lo externo.
Interlocutor: ¿Por qué los
fuertes reprimen a los débiles?
K.: ¿Reprimes tú al débil? Descubrámoslo. En una discusión o en cuestiones de fuerza física, ¿no apartas
del camino a tu hermano menor,
al que es más pequeño que tú? Es porque deseas
afirmarte a ti mismo. Quieres mostrar
tu fuerza, mostrar que eres mejor o más poderoso, de modo que dominas y apartas
al más pequeño, te das importancia. Lo
mismo sucede con los adultos. Son más
grandes que tú, conocen un poco más que tú porque han leído libros, tienen una
posición, dinero, autoridad, de modo que te reprimen, te hacen a un lado; y tú
aceptas que te hagan a un lado; entonces, reprimes a alguien que está debajo de
ti. Cada cual quiere afirmarse a sí
mismo, dominar, mostrar que tiene poder sobre otros. Casi ninguno de nosotros quiere ser como nada. Queremos ser alguien, y el mostrar poder
sobre otros nos proporciona satisfacción, nos hace sentir que somos alguien.
Interlocutor: ¿Por eso el pez más grande se traga al
pequeño ?
K.: En el mundo animal tal vez
sea natural que el pez grande viva del pequeño. Es algo que no podemos cambiar.
Pero el ser humano grande no necesita vivir del ser humano pequeño. Si sabemos cómo utilizar nuestra
inteligencia, podemos dejar de vivir uno del otro, no sólo físicamente sino
también en el sentido psicológico. Ver
este problema y comprenderlo, lo cual implica tener inteligencia, es dejar de
vivir del otro. Pero casi todos
queremos vivir de otros, de modo que nos aprovechamos de alguno que es más
débil que nosotros. La libertad no
implica estar libres para hacer lo que nos plazca. Sólo puede haber verdadera libertad cuando hay inteligencia; y la
inteligencia adviene cuando comprendemos la relación, la relación entre tú y
yo, la relación entre cada uno de nosotros y alguna otra persona.
Interlocutor: ¿Es verdad que los
descubrimientos científicos hacen que nuestras vidas sean más fáciles de vivir?
K.: ¿No han hecho más fácil tu
vida? Tienes electricidad, ¿no es
así? Mueves un interruptor y tienes
luz. En este lugar hay un teléfono,
puedes hablar si lo deseas a un amigo en Bombay o en Nueva York. ¿No es fácil
eso? 0 puedes tomar un avión e ir rápidamente a Delhi o a Londres. Estas cosas son el resultado de los
descubrimientos científicos y han hecho más fácil la vida. La ciencia ha ayudado a curar enfermedades;
pero también nos ha dado la bomba de hidrógeno, que puede matar a millares de
seres humanos. Por lo tanto, como la
ciencia está descubriendo constantemente más y más, si no empezamos a utilizar
con inteligencia, con amor el conocimiento científico, vamos a destruirnos a
nosotros mismos.
Interlocutor: ¿Qué es la muerte?
K.: ¿Qué es la muerte? ¡Qué
pregunta para una niñita!
Has visto los cuerpos que llevan
al río; has visto hojas muertas, árboles muertos; sabes que las frutas se
marchitan y se pudren. Las aves que
están tan llenas de vida en la mañana, parloteando, llamándose unas a otras,
puede que estén muertas a la noche. La
persona que está viva puede ser abatida por un desastre mañana. Vemos que ocurre todo esto. La muerte es común a todos nosotros, todos
terminaremos de ese modo. Podemos vivir
treinta, cincuenta u ochenta años, gozando, sufriendo, temiendo, y al final de
ello ya no estamos más.
¿Qué es eso que llamamos el vivir
y qué es lo que llamamos muerte? Es
realmente un problema complejo y no sé si quieren investigarlo. Si pudiéramos descubrir, comprender qué es
el vivir, quizá comprenderíamos qué es la muerte. Cuando perdemos a alguien a quien amamos, nos sentimos
desconsolados, solos; en consecuencia, decimos que la muerte no tiene nada que
ver con el vivir. Separamos la muerte
de la vida. ¿Pero está la muerte separada de la vida? ¿No es el vivir un
proceso de morir?
¿Qué significa el vivir, para la
mayoría de nosotros? Significa el
acumular, elegir, sufrir, reír. Y en el
trasfondo, detrás de todo el placer y el dolor, está el miedo: el miedo de que
llegue el fin, el miedo a lo que va a suceder mañana, el miedo de no tener
nombre ni fama, de no tener propiedad ni posición social, de que termine todo
lo que queremos que continúe. Pero la
muerte es inevitable; entonces nos preguntamos:"¿Qué sucede después de la
muerte?"
Y bien, ¿qué es lo que llega a su
fin en la muerte? ¿La vida? ¿Es la vida meramente un proceso de inspirar y
expeler el aire? Comer, odiar, amar,
adquirir, poseer, comparar, envidiar... esto es lo que la mayoría de nosotros
conoce de la vida. Para la mayoría, la
vida es un sufrimiento, una batalla constante de dolor y placer, esperanza y frustración.
¿Y no puede eso terminar? ¿Acaso no deberíamos morir? En el otoño, con la llegada del tiempo frío, las hojas caen de
los árboles y reaparecen en primavera. ¿No deberíamos, de igual modo, morir a
todo lo de ayer, a todas nuestras acumulaciones y esperanzas, a todos los
éxitos que hemos cosechado? ¿No deberíamos morir a todo eso y vivir de nuevo
mañana, de manera que, como una hoja nueva, fuéramos puros, tiernos,
sensibles? Para el hombre que dice:
"Yo soy alguien y tengo que continuar", para él siempre hay muerte y
ghat crematorio; y ese hombre no conoce el amor.
CAPITULO 14
Hay diversos factores implicados
en la desintegración humana y hay diversas maneras en que los hombres se
desintegran. Integrar es unir,
completar. Si ustedes están integrados,
sus pensamientos, sentimientos y acciones son enteramente una unidad que se
mueve en un solo sentido, no se contradicen entre sí. Cada uno es, entonces, un ser humano total, sin conflicto. Eso es lo que ¡implica la integración. Desintegrar es lo opuesto de eso, es
desmoronar, despedazar, dispersar lo que ha sido unido. Y hay muchas maneras en que los seres
humanos se desintegran, se desmoronan, se destruyen a sí mismos. Pienso que uno de los factores principales
es el sentimiento de envidia, el cual es tan sutil que se le considera, bajo
diferentes nombres, como valioso, útil, un elemento digno de estima en la
conducta humana.
¿Saben lo que es la envidia? Empieza cuando todavía son muy pequeños: se
sienten envidiosos de un amiguito que tiene mejor apariencia, que posee cosas
mejores o una mejor posición social.
Sienten celos si otro niño u otra niña les supera en la clase, si tiene
padres ricos o si pertenece a una familia más distinguida. Así, la envidia o los celos empiezan a una
edad muy temprana y gradualmente adoptan la forma de la competencia. Ustedes
quieren hacer algo que les distinga, obtener mejores notas, ser mejores atletas
que algún otro compañero, quieren superar a los demás, brillar más que ellos.
A medida que van creciendo, la
envidia se vuelve más y más fuerte. El
pobre envidia al rico y el rico envidia al más rico. Está la envidia de aquéllos que han tenido experiencias y quieren
tener más experiencias, y la envidia del escritor que quiere escribir mejor
todavía. El deseo mismo de ser mejor,
de convertirse en algo meritorio, de tener más de esto o de aquello, es afán
adquisitivo, es el proceso de acumular, de guardar. Si lo observan, verán que casi todos tenemos el instinto de
adquirir, de poseer más y más saris, más ropas, más casas, más propiedades. Y
si no es eso, entonces queremos más experiencias, más conocimiento; deseamos
sentir que sabemos más que algún otro, que hemos leído mucho más que otro. Queremos estar más cerca que otros de algún
funcionario importante con alta posición en el gobierno, o sentir que
espiritualmente, internamente, estamos más evolucionados que los demás.
Queremos ser conscientes de que somos humildes, virtuosos, de que podemos
explicar cosas que otros no pueden.
Así, cuanto más adquirimos, mayor
es nuestra desintegración. Cuanto más propiedades,
más fama, más experiencia, más conocimiento acumulamos, más rápido es nuestro
deterioro. Desde el deseo de ser o de
adquirir más, brota la enfermedad universal de los celos, de la envidia. ¿No
han observado esto en sí mismos y en las personas adultas que les rodean? ¿No
han advertido cómo el maestro desea ser profesor y el profesor desea ser el
director? ¿O cómo el propio padre o la madre de ustedes desean más propiedades,
mayor reputación?
En la lucha por adquirir nos
volvemos crueles. En la adquisición no
hay amor. El modo adquisitivo de vida
es una batalla constante con nuestro prójimo, con la sociedad, batalla en la
que hay un permanente temor; pero justificamos todo esto y aceptamos los celos
como inevitables. Pensamos que debemos
ser adquisitivos, aunque designemos eso con una palabra que suena mejor: lo
llamamos evolución, crecimiento, desarrollo, progreso, y decimos que es algo
esencial.
Vean, muy pocos estamos
conscientes de esto; no nos damos cuenta de que somos codiciosos, adquisitivos,
de que nuestros corazones se hallan devorados por la envidia, de que nuestras
mentes se están deteriorando. Y cuando
por un instante tomamos conciencia de esto, lo justificamos o decimos meramente
que está mal o tratamos de escapar de ello de diversas maneras.
La envidia es una cosa muy
difícil de revelar o descubrir en uno mismo, porque la mente es el centro de la
envidia, la mente misma es envidiosa.
La propia estructura de la mente está edificada sobre la adquisición y
la envidia. Si observamos nuestros
pensamientos, el modo como pensamos, veremos que lo que llamamos pensar es
generalmente un proceso de comparación: "Yo puedo explicarme mejor, tengo
un conocimiento mayor, más sabiduría".
Pensar en términos del "más" es la operación de la mente adquisitiva,
es su modo de existencia. Si ustedes no
piensan en términos del "más", encontrarán que es extremadamente
difícil pensar en absoluto. La
persecución del "más" es el movimiento comparativo del pensar, el
cual crea el tiempo: tiempo para llegar a ser, para ser "alguien";
ése es el proceso de la envidia, de la adquisición. Pensando comparativamente, la mente dice: "Soy esto, y algún
día seré aquello"; "Soy feo, pero seré hermoso en el
futuro". De modo que el afán
adquisitivo, la envidia, el pensar comparativo produce descontento, inquietud;
y nuestra reacción a eso es decir que debemos estar satisfechos con nuestra
suerte, que debemos contentamos con lo que tenemos. Eso es lo que dicen las personas que se encuentran en la parte
superior de la escalera. Las religiones
predican universalmente el contentamiento.
El verdadero contentamiento no es
una reacción, no es lo opuesto del espíritu adquisitivo; es algo mucho más
vasto y mucho más significativo. El
hombre cuyo contentamiento es lo opuesto del espíritu adquisitivo, de la
envidia, es como un vegetal, internamente es una entidad muerta, como lo está
la mayoría de la gente. Casi todas esas
personas que están tranquilas es porque internamente están muertas, y están
muertas internamente porque han cultivado lo opuesto -lo opuesto de todo lo que
son realmente-. Siendo envidiosas,
dicen: "No debo ser envidioso".
Podrán negar la perpetua lucha de la envidia poniéndose un taparrabo y
diciendo que no van a adquirir cosas; pero este deseo mismo de ser buenos, de
no ser adquisitivos, deseo que implica lo opuesto de lo otro, sigue estando
dentro del campo del tiempo, sigue formando parte del sentimiento de envidia,
porque todavía desean ser alguna cosa.
El verdadero contentamiento no es así, es algo mucho más creativo y
profundo. No hay contentamiento cuando
optamos por estar contentos; el contentamiento no llega de ese modo. Llega cuando comprendemos lo que somos
realmente y no perseguimos lo que deberíamos ser.
Ustedes piensan que estarán
contentos cuando hayan logrado todo lo que desean. Pueden desear ser un gobernador, un gran santo, y piensan que
alcanzando ese objetivo estarán contentos.
En otras palabras, esperan llegar al contentamiento mediante el proceso
de la envidia. A través de un medio incorrecto
esperan alcanzar un resultado correcto.
El contentamiento no es satisfacción, es algo muy vital. Es un estado de creatividad en el que se
comprende lo que realmente se es. Si
comienzan a comprender lo que realmente son de instante en instante, de día en
día, descubrirán que desde esta comprensión surge un estado extraordinario de
inmensidad, de comprensión sin límites. O sea, que si somos codiciosos, lo que
importa es comprender nuestra codicia y no tratar de volvemos no codiciosos;
porque el deseo mismo de volverse no codicioso sigue siendo una forma de
codicia.
Nuestra estructura religiosa,
nuestras maneras de pensar, nuestra vida social, todo lo que hacemos se basa en
el afán adquisitivo, en una perspectiva envidiosa, y durante siglos nos han
educado de ese modo. Estamos tan
condicionados a eso que no podemos pensar aparte de "lo mejor", de lo
"más"; debido a eso hacemos que la envidia sea algo deseable. No lo llamamos envidia, lo llamamos con
diversos términos eufemísticos; pero si miran detrás de la palabra, verán que
este deseo extraordinario por el "más" es egocéntrico, que les
encierra en sí mismos. Limita el
pensamiento.
La mente limitada por la envidia,
por el "yo", por el deseo adquisitivo de cosas o virtud, jamás puede
ser una verdadera mente religiosa. La
mente religiosa no es una mente comparativa.
La mente religiosa ve y comprende el significado pleno de lo que
es. Por eso es muy importante que nos
comprendamos a nosotros mismos, lo cual equivale a percibir el funcionamiento
de nuestra propia mente: los motivos, las intenciones, los anhelos, los deseos,
la constante presión de perseguir cosas, presión que engendra envidia, afán
adquisitivo y comparación. Cuando todo
esto haya llegado a su fin mediante la comprensión de lo que es, sólo entonces
conocerán ustedes la verdadera religión, sabrán lo que es Dios.
Interlocutor: La verdad, ¿es
relativa o absoluta?
K.: En primer lugar, miremos a
través de las palabras el significado de la pregunta. Deseamos algo absoluto, ¿no es así? El anhelo humano es por algo permanente, fijo, inmóvil, eterno,
algo que no se deteriore, que no conozca la muerte: una idea, un sentimiento,
un estado perdurable al que la mente pueda aferrarse. Tenemos que comprender este anhelo antes de que podamos comprender
la pregunta y contestarla apropiadamente.
La mente humana desea permanencia
en todo, en la relación, en la propiedad, en la virtud. Desea algo que no pueda ser destruido. Por eso decimos que Dios es permanente o que
la verdad es absoluta.
¿Pero qué es la verdad? ¿Es algún
misterio extraordinario, algo muy lejano, inimaginable, abstracto? ¿O la verdad
es algo que uno descubre de instante en instante, de día en día? Si puede ser acumulada, reunida a través de la
experiencia, entonces no es la verdad, porque detrás de esta acumulación
alienta el mismo espíritu adquisitivo.
Si es algo muy lejano que sólo puede ser encontrado mediante un sistema
de meditación o mediante la práctica de la abnegación y el sacrificio, eso
tampoco es la verdad, porque también es un proceso adquisitivo.
La verdad es para ser descubierta
y comprendida en cada acción, en cada pensamiento, en cada sentimiento, por
efímero o trivial que sea. Es para ser
observada en cada instante de cada día, para ser escuchada en lo que dicen el
marido o la esposa, en lo que dice el jardinero, en lo que dicen los amigos y
en el proceso de nuestro propio pensar.
Nuestro pensar puede ser falso, puede estar condicionado, limitado; y
descubrir que nuestro pensar está limitado, condicionado, es la verdad. Ese descubrimiento mismo libera a la mente
de su limitación. Si uno descubre que
es codicioso -si lo descubre, no sólo porque algún otro se lo diga-, ese
descubrimiento es la verdad, y esa verdad tiene su propia acción sobre nuestra
codicia.
La verdad no es algo que uno
pueda adquirir, acumular, guardar y después contar con ella como una guía. Ésa
es sólo otra forma de posesión. Y es
muy difícil para la mente no adquirir, no guardar. Cuando comprendas el significado de esto, descubrirás qué cosa extraordinaria
es la verdad. La verdad es intemporal,
pero en el instante en que la capturamos, como cuando decimos: "He
descubierto la verdad, es mía", eso ya no es más la verdad.
Por lo tanto, que la verdad sea
"absoluta" o intemporal, depende de la mente. Cuando la mente dice: 'Quiero lo absoluto,
algo que jamás se deteriore, que no conozca la muerte", lo que en realidad
desea es algo permanente para aferrarse a ello; de modo que crea lo permanente. Pero una mente que se da cuenta de todo lo
que ocurre fuera y dentro de ella misma y ve la verdad de ello, una mente así
es intemporal; y sólo una mente semejante puede conocer aquello que está más
allá de todos los nombres, más allá de lo permanente y de lo impermanente.
Interlocutor: ¿Qué es la
conciencia externa?
K.: ¿No eres consciente de que
estás sentado en esta sala? ¿No eres consciente de los árboles, de la puesta de
sol? ¿No eres consciente del cuervo que grazna, del perro que ladra? ¿Acaso no
ves el color de las flores, el movimiento de las hojas, no ves a la gente que
pasa caminando? Ésa es la conciencia externa.
Cuando ves la puesta de sol, las estrellas en la noche, la luz de la
luna sobre el agua, todo eso es conciencia externa, ¿verdad? Y tal como estás consciente externamente,
también puedes estar internamente consciente de tus pensamientos y
sentimientos, de tus motivos e impulsos, de tus prejuicios, de tu envidia, de
tu codicia y tu orgullo. Si estás de
verdad consciente externamente, la conciencia interna también comienza a
despertarse y te vuelves más y más consciente de tu reacción a lo que dice la
gente, a lo que lees, etcétera. La
reacción o respuesta externa en tu relación con otras personas es el resultado
de un estado interno constituido por deseos, esperanzas, ansiedad, temor. Esta conciencia externa e interna es un
proceso unitario que produce una integración total de la comprensión humana.
Interlocutor: ¿Qué es la
verdadera y eterna felicidad?
K.: Cuando estás completamente
sano no eres consciente de tu cuerpo, ¿verdad?
Sólo cuando hay enfermedad, molestia, dolor, te vuelves consciente de
él. Cuando estás libre para pensar
completamente, sin resistencias, no existe una conciencia del pensar. Sólo cuando hay una fricción, un bloqueo,
una limitación, comienzas a tener conciencia de un pensador. De igual manera, ¿es la felicidad algo de lo
que eres consciente? En el instante de
felicidad, ¿estás consciente de que eres feliz? Sólo cuando eres desdichado anhelas la felicidad, y entonces se
suscita la pregunta: "¿Qué es la verdadera y eterna felicidad?
Ya ves cómo la mente juega trucos
consigo misma. A causa de que te
sientes triste, desdichado, en circunstancias insatisfactorias y demás, deseas
algo eterno, una felicidad permanente. ¿Existe una cosa semejante? En vez de preguntar sobre la felicidad
permanente, descubre cómo estar libre de las enfermedades que te roen creando
dolor tanto físico como psicológico.
Cuando eres libre no hay problema, no preguntas si existe la felicidad
eterna o qué es la felicidad. Es un
hombre perezoso, tonto, el que estando en prisión quiere saber qué es la
libertad; y son personas perezosas, tontas, las que se lo dirán. Para el hombre que se encuentra en la
prisión, la libertad es especulación pura.
Pero si sale de esa prisión, no especula acerca de la libertad; la
libertad está ahí.
¿No es importante, entonces, en
vez de preguntar qué es la felicidad, descubrir por qué somos desdichados? ¿Por
qué está mutilada la mente? ¿Cuál es la razón de que nuestros pensamientos sean
limitados, pequeños, mezquinos? Si
podemos comprender la limitación del pensamiento, ver la verdad el respecto, en
ese descubrimiento de la verdad hay liberación.
Interlocutor: ¿Por qué desea
cosas la gente?
K.: ¿No deseas comida cuando
tienes hambre? ¿No deseas ropas que te abriguen y una casa para albergarte?
Éstos son deseos normales, ¿no es así?
La gente sana reconoce naturalmente que necesita ciertas cosas. Es sólo el hombre enfermo o desequilibrado
el que dice: "Yo no necesito comida". Es una mente extraviada la que necesita tener muchas casas o
ninguna casa en absoluto donde vivir.
Tu cuerpo tiene hambre porque
estás usando energía y entonces quiere más alimento; eso es normal. Pero si dices: "Tengo que tener las
comidas más sabrosas, tengo que tener solamente la comida que proporcione
placer a mi paladar", entonces comienza la perversión. Todos nosotros -no sólo los ricos sino todos
en el mundo- debemos tener comida, ropas y albergue; pero si estas necesidades
físicas se limitan, se controlan y se toman accesibles sólo para unos pocos,
entonces hay perversión, se pone en marcha un proceso anormal. Si uno dice: "Debo acumular, debo
tenerlo todo para mí", está privando a otros de aquello que es esencial
para sus necesidades cotidianas.
Mira, el problema no es sencillo,
porque deseamos otras cosas además de las que son esenciales para nuestras
necesidades cotidianas. Puedo
satisfacerme con poca comida, unas cuantas ropas y un lugar pequeño donde
vivir; pero deseo algo más. Deseo ser
una persona conocida, deseo posición social, poder, prestigio, deseo estar lo
más cerca posible de Dios, deseo que mis amigos piensen bien de mí, etc. Estos deseos internos pervierten los
intereses externos de todos los seres humanos.
El problema es un poco difícil, porque el deseo interno de ser el hombre
más rico o más poderoso, el impulso de ser alguien depende, para su
satisfacción, de la posesión de cosas, incluyendo alimento, ropas y
albergue. Me apoyo en estas cosas a fin
de enriquecerme internamente; pero en tanto me encuentre en este estado de
dependencia, es imposible que sea rico internamente, porque esto último implica
ser totalmente sencillo en lo interno.
CAPITULO 15
Tal vez algunos de ustedes estén
interesados en lo que he estado diciendo acerca de la envidia. No uso la palabra "recuerdan"
porque, como lo he explicado, recordar meramente palabras o frases embota la
mente, la vuelve apática, pesada, carente de creatividad. Es muy destructivo el mero recordar. Lo importante, especialmente mientras son
jóvenes, es comprender antes que cultivar la memoria, porque la comprensión
libera la mente, despierta la facultad crítica del análisis. Les capacita para ver la significación del
hecho, no sólo para racionalizarlo.
Cuando meramente recuerdan ciertas frases, sentencias o ideas acerca de
la envidia, por ejemplo, esa recordación les impide mirar el hecho de la
envidia. Pero si ven y comprenden la
envidia que se esconde detrás de la fachada de las buenas obras, de la
filantropía, de la religión y detrás de sus propios deseos de ser grandes, de
ser virtuosos, si realmente ven y comprenden esto por sí mismos, entonces
descubrirán qué libertad extraordinaria hay respecto de la envidia, de los
celos.
Por lo tanto es muy importante
comprender, porque el recuerdo es una cosa muerta; y quizá sea ésta una de las
causas principales del deterioro humano.
Somos muy propensos a imitar, a copiar, a seguir ideales, a seguir los
héroes. ¿Qué es lo que ocurre, entonces?
Se pierde poco a poco la llama de la creatividad y sólo queda la
representación, el símbolo, la palabra, sin que haya nada detrás. Se nos enseña a memorizar y esto,
obviamente, no es creativo. No hay
comprensión en el mero recordar cosas que han leído en los libros o que les han
enseñado; y cuando a lo largo de la vida sólo se cultiva la memoria, se
destruye gradualmente la verdadera comprensión.
Por favor, escuchen
cuidadosamente porque es esencial que esto se comprenda. Lo creativo es la comprensión, no la
memoria, no el recuerdo. La comprensión
es el factor liberador, no las cosas que han acumulado en la mente. Y la comprensión no se encuentra en el
futuro. El mero cultivo de la memoria
da origen a la idea del futuro; pero si comprenden directamente, o sea, si ven
algo claramente por sí mismos, entonces no hay problema. Un problema existe sólo cuando no vemos
claramente.
Lo importante, pues, no es lo que
ustedes conocen, no es el conocimiento o la experiencia que han adquirido, sino
ver las cosas como son y comprenderlas inmediatamente; porque la comprensión es
inmediata, no está en el futuro. Cuando
la experiencia y el conocimiento toman el lugar de la comprensión, se vuelven
factores de deterioro en la vida. Para
la mayoría de nosotros, el conocimiento y la experiencia son muy importantes;
pero si penetramos detrás de las palabras y vemos la verdadera significación
del conocimiento y la experiencia, encontraremos que se convierten en los
factores principales del deterioro humano.
Esto no quiere decir que el conocimiento no sea correcto en ciertos
niveles de nuestra existencia. Es
correcto e indispensable para saber cómo plantar un árbol y qué clase de
nutrición debe tener, o cómo alimentar a las gallinas, o cómo constituir
apropiadamente una familia, o cómo construir un puente, etc. Hay una enorme cantidad de conocimiento
científico disponible que puede ser correctamente utilizado. Es correcto, por ejemplo, que sepamos cómo
armar una dínamo o un motor. Pero
cuando no hay comprensión, entonces el conocimiento, que es meramente memoria,
se vuelve muy destructivo; y ustedes encontrarán que la experiencia también se
vuelve destructivo, porque la experiencia refuerza el trasfondo de la memoria.
Me pregunto si han notado cuántas
personas adultas piensan burocráticamente, como oficinistas. Si son maestros, su pensar está limitado a
esa función; no son seres humanos latiendo con la vida. Conocen las reglas de la gramática o las
matemáticas o una historia carente de importancia; y a causa de que su pensar
se halla circunscrito a esa memoria, a esa experiencia, su conocimiento les
está destruyendo. La vida no es una
cosa que ustedes puedan aprender de alguien.
La vida es algo a lo que prestan atención, algo que comprenden de
instante en instante, sin acumular experiencias. Después de todo, ¿qué es lo que tienen cuando han acumulado
experiencia? Cuando dicen: "He
tenido una cantidad enorme de experiencia", o "conozco el significado
de esas palabras", eso es memoria, ¿verdad? Han tenido ciertas experiencias, han aprendido cómo manejar una
oficina, cómo construir un edificio o un puente, y conforme a ese trasfondo
obtienen más experiencias. Cultivan la
experiencia, la cual es memoria; y con esa memoria encaran la vida.
Como el río, la vida corre, es
rápida, volátil, nunca está quieta; y cuando ustedes la encaran con la carga
pesada de la memoria, es natural que jamás estén en contacto con la vida. Afrontan la vida con el conocimiento y la
experiencia que poseen, lo cual no hace sino incrementar la pesada carga de la
memoria. Así es como el conocimiento y
la experiencia se vuelven gradualmente factores destructivos en la vida.
Espero que estén comprendiendo
esto muy profundamente, porque lo que estoy diciendo es muy verdadero; y si lo
comprenden usarán el conocimiento en su nivel correcto. Pero si no comprenden y meramente acumulan
conocimiento y experiencia como un medio de progresar en la vida, como un medio
de fortalecer su posición en el mundo, entonces el conocimiento y la
experiencia se volverán muy destructivos, destruirán su iniciativa, su
creatividad. Casi todos nosotros
estamos tan abrumados por la autoridad, por lo que otras personas han dicho,
tan cargados con el Bhagavad Gita, con ideas, que nuestras vidas se han vuelto
muy insípidas. Estas cosas son todas
recuerdos, reminiscencias; no son cosas que hemos comprendido, no tienen
vida. No hay nada nuevo, en tanto
estamos cargados de recuerdos; y no podemos comprender la vida, que es
perpetuamente nueva. En consecuencia, nuestro vivir es muy tedioso, nos
volvemos apáticos, nos desarrollamos mental y físicamente torpes y feos. Es muy importante comprender esto.
La sencillez es libertad de la
mente respecto de la experiencia, de la carga de la memoria. Pensamos que la sencillez es una cuestión de
no tener sino pocas ropas y una escudilla de mendigo; creemos que una vida sencilla
consiste en poseer muy poco externamente.
Eso puede estar muy bien. Pero
la verdadera sencillez implica estar libre del conocimiento, libre de los
recuerdos y de la acumulación de experiencias. ¿No han reparado en las personas
que dan mucha importancia al hecho de poseer muy poco y piensan que son muy
sencillas? ¿Las han escuchado? Aunque
puedan no tener más que un taparrabo y un bastón, están llenas de ideales.
internamente son muy complejas, luchando consigo mismas, esforzándose por
seguir sus propias proyecciones, sus propias creencias. internamente no son sencillas, están
repletas de lo que han recogido de los libros, repletas de ideales, dogmas,
temores. Exteriormente podrán poseer
sólo un bastón y unas pocas ropas. Pero
la verdadera sencillez de la vida es permanecer internamente vacío, inocente,
sin acumular conocimientos, sin creencias ni dogmas, sin el miedo a la
autoridad; y ese estado de sencillez interna puede nacer sólo cuando
comprendemos realmente cada experiencia de instante en instante. Si hemos comprendido una experiencia,
entonces esa experiencia se ha terminado, no deja ningún residuo. Es a causa de que no comprendemos la
experiencia, de que recordamos su placer o su dolor, que jamás somos
internamente sencillos. Aquellos que
tienen una disposición religiosa persiguen las cosas que contribuyen a la
sencillez exterior; pero internamente son caóticos, confusos, están agobiados
por innumerables anhelos, deseos, conocimientos; tienen miedo de vivir, de
experimentar.
Si observan la envidia verán que
es una forma profundamente arraigada de recordación que constituye un factor
muy deteriorante, muy destructivo en nuestras vidas; y lo mismo ocurre con la
experiencia. Esto no quiere decir que
deban olvidar los hechos cotidianos o evitar la experiencia. No pueden. Pero el
hombre que está lleno de experiencias no es necesariamente un hombre
sabio. El que tiene una experiencia y
se aferra meramente a esa experiencia, no es un hombre sabio, es como cualquier
colegial que lee y acumula información de los libros. Un hombre sabio es inocente, está libre de la experiencia; es
internamente sencillo, aunque exteriormente pueda tener todas las cosas de la
Tierra o muy pocas.
Interlocutor: La inteligencia,
¿forma el carácter?
K.: ¿Qué entendemos por
"carácter"? ¿Y qué entendemos por "inteligencia"? Todos los políticos -ya sean de la variedad
de Delhi o el voceador local de ustedes- continuamente usan palabras tales como
"carácter", "ideal", "inteligencia",
"religión", "Dios". Escuchamos estas palabras con atención
absorta porque parecen muy importantes. La mayoría de nosotros vive de
palabras; y cuanto más elaboradas y exquisitas son las palabras, más
satisfechos nos sentimos. Averigüemos,
pues, qué es lo que entendemos por "inteligencia" y qué entendemos
por "carácter". No digan que
no contesto de una manera definida.
Buscar definiciones, conclusiones, es uno de los trucos de la mente y
significa que no quieren investigar y comprender, que sólo quieren seguir las
palabras.
¿Qué es la inteligencia? Si un hombre está atemorizado, ansioso, si
siente envidia, codicia, si su mente copia, imita y está repleta con el
conocimiento y las experiencias de otras personas, si su pensar se halla
limitado y moldeado por la sociedad, por el miedo, ¿es inteligente un hombre
así? No lo es, ¿verdad? ¿Y puede tener
carácter un hombre temeroso, no inteligente? -siendo el carácter algo original,
no la mera repetición de los tradicionales debes y no debes-. ¿Es carácter la respetabilidad?
¿Entienden lo que significa esa
palabra "respetabilidad"? Uno
es respetable cuando es estimado, respetado por la mayoría de las personas que
lo rodean. ¿Y qué es lo que la mayoría de las personas respetan, qué respetan
las personas de la familia, las personas de la masa? Respetan las cosas que ellas mismas desean y que han protegido
como una meta, como un ideal; respetan aquello que presumen en contraste con su
propio estado inferior. Si uno es rico
y poderoso o tiene gran renombre político o ha escrito libros de éxito, es
respetado por la mayoría. Lo que uno
dice puede ser un completo disparate, pero cuando habla, la gente lo escucha
porque lo considera un gran hombre. Y
cuando de esa manera te has ganado el respeto de los muchos, el seguimiento de
la multitud, eso te da un sentido de respetabilidad, un sentimiento de que has
llegado. Pero el así llamado pecador
está más cerca de Dios que el hombre respetable, porque el hombre respetable
está investido de hipocresía.
¿Es el carácter el resultado de
la imitación, de ser controlado por el miedo a lo que la gente dirá o no dirá?
¿Es el mero fortalecimiento de nuestras propias tendencias, de nuestros propios
prejuicios? ¿Es el sostenimiento de la tradición, ya sea de la India, de Europa
o de América? Eso es lo que
generalmente se llama tener carácter: ser una persona fuerte que sostiene la
tradición local y así es respetada por los muchos. Pero cuando uno prejuzga, imita, cuando está atado por la
tradición, cuando tiene miedo, ¿hay inteligencia, hay carácter? Imitar, seguir, rendir culto, tener
ideales... ese camino conduce a la respetabilidad, pero no a la
comprensión. Un hombre de ideales es
respetable, pero jamás estará cerca de Dios, jamás sabrá lo que es el amor,
porque sus ideales son un medio para ocultar su temor, su imitación, su
sentimiento de soledad.
Por lo tanto, sin comprendemos a
nosotros mismos, sin damos cuenta de todo lo que está operando en nuestra
propia mente: cómo pensamos, si estamos imitando, copiando, si tenemos miedo,
si estamos buscando el poder, no puede haber inteligencia. Y la que crea el carácter es la
inteligencia, no el culto al héroe o la persecución de un ideal. La comprensión de nosotros mismos, de
nuestro propio y extraordinariamente complicado yo, es el principio de la
inteligencia, la cual revela el carácter.
Interlocutor: ¿Por qué un hombre
se siente perturbado cuando otra persona le mira fijamente?
K.: ¿Tú te sientes nervioso
cuando alguien te mira?
Cuando un sirviente, un aldeano -alguien a quien consideras
inferior- te mira, ni siquiera te enteras de que está ahí, sólo pasas de largo
sin hacer caso de él. Pero cuando te
miran tu padre, tu madre o tu maestro, te sientes algo ansioso porque ellos
saben más que tú y pueden descubrir cosas sobre ti. Yendo un poco más arriba,
si algún funcionario del gobierno o algún otro visitante destacado repara en ti
eso te complace porque esperas obtener algo de él, un empleo o alguna clase de
recompensa. Y si te mira un hombre del
cual nada deseas, eres por completo indiferente, ¿verdad? Lo importante, pues,
es descubrir qué está operando en tu propia mente cuando alguien te mira,
porque la manera como respondes a una mirada o a una sonrisa, significa
muchísimo.
Infortunadamente, muy pocos de
nosotros nos damos cuenta de todas estas cosas. Jamás reparamos en el mendigo, en la aldeana que lleva su pesada
carga, o en el loro que pasa volando.
Estamos tan ocupados con nuestros propios pesares, anhelos y temores,
con nuestros placeres y rituales, que no somos conscientes de las muchas cosas
significativas que hay en la vida.
Interlocutor: ¿No podemos
cultivar la comprensión? Cuando
constantemente tratamos de comprender, ¿no significa eso que estamos
practicando la comprensión?
K.:¿Es cultivable la comprensión?
¿Es algo para practicarse como practicamos el tenis o el piano o el canto o la
danza? Podemos leer un libro una y otra
vez hasta que estemos completamente familiarizados con él. ¿Es la comprensión
como eso, algo para ser aprendido mediante la constante repetición, lo cual es,
en realidad, el cultivo de la memoria? ¿Acaso la comprensión no es de instante
en instante y, por lo tanto, algo que no puede ser practicado? ¿Cuándo
comprendemos? ¿Cuál es el estado de nuestra mente y de nuestro corazón cuando
comprendemos algo? Cuando me escuchan
decir algo muy verdadero acerca de los celos -que los celos son destructivos,
que la envidia es el factor principal de deterioro en la relación humana- ¿cómo
responden a ello? ¿Ven instantáneamente la verdad que implica? ¿O comienzan a
pensar acerca de los celos, a hablar sobre ellos, a racionalizarlos o
analizarlos? ¿Es la comprensión un proceso ya sea de racionalización o de lento
análisis? ¿Puede la comprensión ser cultivada como cultivan ustedes un jardín
para que produzca frutos o flores? Por
cierto, comprender es ver directamente la verdad de algo, sin barrera alguna de
palabras, prejuicios o motivos.
Interlocutor: El poder de
comprender, ¿es el mismo en todas las personas?
K.: Supongamos que te presentan
algo verdadero y ves muy rápidamente la verdad de ello; tu comprensión es
inmediata, porque no tiene barreras. No
estás lleno de importancia propia, tienes ansia de descubrir, así que percibes
instantáneamente. Pero yo tengo muchas
barreras, muchos prejuicios, soy celoso, estoy desgarrado por conflictos que se
basan en la envidia, estoy lleno de mi propia importancia. He acumulado cosas en la vida y en realidad
no deseo ver; por lo tanto, no veo, no comprendo.
Interlocutor: ¿Puede uno eliminar
lentamente las barreras por medio del constante intento de comprender?
K.: No. Yo puedo eliminar las
barreras, no mediante el intento de comprender, sino solamente cuando siento de
verdad la importancia de no tener barreras, lo cual implica que debo estar
dispuesto a ver las barreras. Supongamos
que tú y yo oímos a alguien decir que la envidia es destructivo. Tú escuchas y comprendes la significación,
la verdad de ello y estás libre de ese sentimiento de envidia, de celos. Pero yo no quiero ver la verdad de ello,
porque si lo hiciera destruiría toda mi estructura de vida.
Interlocutor: Yo siento la
necesidad de eliminar las barreras.
K.: ¿Por qué sientes eso?
¿Quieres eliminar las barreras a causa de las circunstancias? ¿Quieres
eliminarlas porque alguien te ha dicho que debes hacerlo? Ciertamente, las barreras son eliminadas
sólo cuando ves por ti mismo que tener barreras de cualquier clase crea una
mente que se halla en estado de paulatino deterioro. ¿Y cuándo ves eso? ¿Lo ves
cuando sufres? ¿Acaso el sufrimiento te despierta a la importancia de eliminar
todas las barreras? ¿O por el contrario, te lleva a crear más barreras?
Encontrarás que todas las
barreras se derrumban cuando tú mismo estás empezando a escuchar, a observar, a
descubrir. No existe una razón para
eliminar las barreras; en el momento en que introduces una razón, no las estás
eliminando. El milagro, la más grande
de las bendiciones, es que des a tu propia percepción interna una oportunidad
de eliminar las barreras. Pero cuando dices
que las barreras deben ser eliminadas y entonces practicas su eliminación, ésa
es la operación de la mente, y la mente no puede eliminar las barreras. Tienes que ver que ningún intento de tu
parte puede eliminarlas. Entonces la
mente se queda muy quieta, muy silenciosa.
Y en este silencio uno descubre aquello que es verdadero.
CAPITULO 16
Hemos estado hablando acerca de
los factores deteriorantes en la existencia humana y dijimos que el miedo es
una de las causas fundamentales de este deterioro. También dijimos que el seguimiento de cualquier forma de
autoridad, ya sea impuesta por uno mismo o establecida desde fuera, así como de
cualquier forma de imitación o copia, destruye la iniciativa, la creatividad y
bloquea el descubrimiento de lo verdadero.
La verdad no es algo que pueda
seguirse; tiene que ser descubierta.
Ustedes no pueden encontrar la verdad por medio de ningún libro, de
ninguna acumulación de experiencias.
Como lo discutimos el otro día, cuando la experiencia se convierte en un
recuerdo, ese recuerdo destruye la comprensión creadora. Cualquier sentimiento de malicia o envidia,
por leve que sea, es también destructivo de esta comprensión creadora sin la
cual no existe la felicidad. La
felicidad no puede comprarse, ni llega cuando uno la persigue; está ahí cuando
no hay conflicto.
Ahora bien, ¿no es muy importante,
especialmente cuando todavía estamos en la escuela, comenzar a comprender la
significación de las palabras? La
palabra, el símbolo, se ha vuelto para todos nosotros una cosa
extraordinariamente destructivo y no nos percatamos de esto. ¿Saben qué entiendo
por símbolo? El símbolo es la sombra de
la verdad. El disco fonográfico, por
ejemplo, no es la voz real; pero la voz ha sido registrada en el disco y eso es
lo que escuchamos. La palabra, el
símbolo, la imagen, la idea no es la verdad; pero adoramos la imagen, veneramos
el símbolo, asignamos una gran significación a la palabra, y todo esto es muy
destructivo, porque entonces la palabra, el símbolo, la imagen se vuelve
sumamente importante. Así es como los
templos, las iglesias y las distintas religiones organizadas con sus símbolos,
creencias y dogmas se convierten en factores que impiden a la mente ir más allá
y descubrir la verdad. De modo que no
queden presos en las palabras, en los símbolos, que automáticamente cultivan el
hábito. El hábito es un factor
extremadamente destructivo, porque cuando quieren pensar creativamente, el
hábito se pone en medio.
Quizás ustedes no comprendan la
plena significación de lo que estoy diciendo, pero lo harán si piensan al
respecto. Salgan de vez en cuando a
pasear solos y reflexionen sobre estas cosas.
Descubran qué se entiende por palabras como .vida",
"Dios", "deber", "cooperación", todas esas
palabras extraordinarias que usamos con tanta prodigalidad.
¿Se han preguntado alguna vez qué
significa "deber"? ¿Deber hacia qué?
Hacia los ancianos, hacia lo que dice la tradición: que ustedes deben
sacrificarse por sus padres, por su país, por sus dioses. Esa palabra "deber" se ha vuelto
extraordinariamente significativa para ustedes, ¿verdad? Está cargada de mucha significación que se
les impone. Se les enseña que tienen un
deber hacia su país, hacia sus dioses, hacia su prójimo; pero mucho más
importante que la palabra "deber" es que descubran por sí mismos cuál
es la verdad. Sus padres y la sociedad
usan esa palabra "deber" como un medio de moldearles, de ajustarles
conforme a las idiosincrasias particulares de ellos, a sus hábitos de
pensamiento, a sus agrados y desagrados, esperando de ese modo garantizar su
propia seguridad. Así que tómense
tiempo, sean pacientes, analicen, investiguen y descubran por sí mismos qué es
verdadero en todo esto. No acepten
meramente la palabra "deber", porque donde hay "deber" no
hay amor.
Del mismo modo, tomemos la
palabra "cooperación". El
estado quiere que ustedes cooperen con él.
Si cooperan con algo sin comprenderlo, están meramente imitando,
copiando. Pero si comprenden, si
descubren la verdad de algo, entonces al cooperar están viviendo, moviéndose
con ello y ello forma parte de ustedes.
Es, entonces, muy necesario percatamos
de las palabras, de los símbolos e imágenes que mutilan nuestro pensar. Percatarnos de eso y descubrir si podemos ir
más allá es esencial, si hemos de vivir creativamente sin desintegrarnos.
¿Saben?, permitirnos que la
palabra "deber" nos mate. La idea
de que tienen un deber hacia sus padres, hacia sus relaciones, hacia el país,
los sacrifica, Hace que salgan y vayan a pelear, a matar y a ser muertos o
lisiados. El político, el líder dice
que es necesario destruir a otros para proteger la comunidad, el país, la
ideología o el estilo de vida; así, el matar se vuelve una parte de nuestro
deber y pronto nos vemos envueltos en el espíritu militar. El espíritu militar les vuelve obedientes,
hace que sean físicamente muy disciplinados; pero en lo interno sus mentes son
destruidas poco a poco porque están imitando, siguiendo, copiando. Se convierten en una herramienta de los
mayores, del político, en un instrumento de la propaganda. Llegan a aceptar la matanza para proteger a
su país como algo inevitable, porque alguien dice que es necesaria. Pero sin importar quién lo diga, ¿no
deberían examinarlo muy claramente por sí mismos?
Matar es, obviamente, la más
destructiva y corrupta de las acciones en la vida, especialmente matar a otro
ser humano, porque cuando uno mata está lleno de odio, por mucho que pueda
racionalizarlo, y crea también antagonismo en los demás. Podemos matar con una palabra igual que con
una acción; y matar a otros seres humanos jamás ha resuelto ninguno de nuestros
problemas. La guerra jamás ha curado
ninguna de nuestras enfermedades económicas o sociales, ni ha dado origen a una
comprensión mutua en las relaciones humanas; no obstante, todo el mundo está
preparándose perpetuamente para la guerra.
Son muchas las razones que se exponen para explicar por qué es necesario
matar gente; y también hay muchas razones para no matar. Pero no se dejen arrastrar por ningún
razonamiento, porque hoy pueden tener una buena razón para no matar y mañana
podrán tener una razón mucho más fuerte para matar.
Primero vean la verdad de ello,
perciban lo esencial que es no matar.
Sin tener en cuenta lo que puedan haber dicho otros, desde la más alta a
la más baja de las autoridades, descubran por sí mismos la verdad de la
cuestión; y cuando estén internamente claros al respecto, entonces podrán
analizar los detalles. Pero no empiecen
razonando, porque cada razón puede ser enfrentada por una razón contraria y
quedan atrapados en la red de los razonamientos. Lo importante es que vean directamente por sí mismos cuál es la
verdad, y entonces pueden empezar a usar la razón. Cuando perciben por sí mismos lo verdadero, cuando saben que
matar a otro no es amor, cuando internamente sienten la verdad de que no debe
haber antagonismo en la relación con otro, ninguna cantidad de razonamientos
puede destruir esa verdad. Entonces no
hay político ni sacerdote ni padre que puedan sacrificarles por una idea o por
la propia seguridad de ellos.
Los viejos siempre han
sacrificado a los jóvenes. Cuando ustedes sean mayores, ¿sacrificarán a su vez
a los jóvenes? ¿No quieren poner fin a este sacrificio? Porque ésta es la más destructivo forma de
vivir, es uno de los mayores factores de deterioro humano. Para terminar con ello, cada uno de ustedes,
como individuo, tiene que descubrir por sí mismo la verdad. Sin pertenecer a ninguna organización,
tienen que descubrir la verdad que hay en no matar, en sentir amor, en no tener
antagonismo. Entonces, ninguna cantidad
de palabras, de agudos razonamientos podrán persuadirles para que maten o
sacrifiquen a otro ser humano.
Es muy importante, pues, mientras
son jóvenes, que examinen, que examinen estas cosas por sí mismos, y de ese
modo echen los cimientos para el descubrimiento de la verdad.
Interlocutor: ¿Cuál es el
propósito de la creación?
K.: ¿Estás realmente interesado
en eso? ¿Qué es lo que entiendes por "creación"? ¿Cuál es el
propósito del vivir? ¿Por qué existen ustedes, por qué leen, estudian, dan
exámenes? ¿Cuál es el propósito de la relación, la relación de padres e hijos,
de marido y mujer? ¿Qué es la vida? ¿Es eso lo que quieres decir cuando
preguntas: "¿Cuál es el propósito de la creación?". ¿Cuándo formulas
una pregunta así? Cuando internamente
no ves con claridad, cuando te sientes confundido, desdichado, cuando estás a
oscuras, cuando no percibes ni sientes por ti mismo la verdad de ello; entonces
quieres saber cuál es el propósito de la vida.
Y bien, hay muchas personas que
te dirán cuál es el propósito de la vida, te dirán lo que dicen los libros
sagrados. Personas ingeniosas seguirán
inventándole diversos propósitos a la vida. El grupo político tendrá un
propósito, el grupo religioso tendrá otro y así sucesivamente. ¿Y cómo vas a
descubrir cuál es el propósito de la vida cuando tú mismo estás confundido? Ciertamente, en tanto estés confundido, sólo
podrás recibir una respuesta también confusa.
Si tu mente está perturbada, si no se halla realmente quieta, cualquier
respuesta que recibas lo será a través de esta pantalla de confusión, de
ansiedad, de temor; por lo tanto, la respuesta llegará desnaturalizada. Lo importante, pues, no es preguntar cuál es
el propósito de la vida, sino aclarar la confusión que hay dentro de uno. Es como un ciego que pregunta: "¿Qué es
la luz?". Si trato de decirle qué
es la luz, él escuchará de acuerdo con su ceguera, con su oscuridad; pero en el
instante en que pueda ver, jamás preguntará qué es la luz. La luz está ahí.
De igual modo, si puedes aclarar
la confusión dentro de ti mismo, descubrirás cuál es el propósito de la vida;
no tendrás que preguntar por él, no tendrás que buscarlo. Para estar libres de la confusión tenemos
que ver y comprender las causas que originan la confusión; y las causas de la
confusión están muy claras. Se hallan
arraigadas en el "yo", que está deseando constantemente expandirse
mediante la posesión, mediante el devenir, el éxito, la imitación; y los
síntomas son los celos, la envidia, la codicia, el temor. En tanto exista esta confusión interna,
estarás siempre buscando respuestas externas; pero cuando la confusión interna
se haya aclarado, entonces conocerás el significado de la vida.
Interlocutor: ¿Qué es el karma ?
K.: Karma es una de las palabras
peculiares que usamos, es una de esas palabras en que se halla atrapado nuestro
pensamiento. El hombre pobre tiene que
aceptar la vida en los términos de una teoría.
Tiene que aceptar la miseria, el hambre, la escualidez, porque está
desnutrido y no tiene la energía para romper con ello y crear una revolución. Tiene que aceptar lo que la vida le da, por
eso dice: "Es mi karma ser así"; y los políticos, los grandes hombres
le alientan para que acepte su desdicha.
Ustedes no desean que se rebele contra todo esto, ¿verdad? Pero cuando le pagan al pobre tan poco,
teniendo ustedes tanto, es muy probable que eso suceda; entonces usan la
palabra karma para fomentar la aceptación de la miseria en su vida.
El hombre educado, el que ha
alcanzado el éxito, el que ha heredado, el que ha llegado a la cima de las
cosas, el que tiene poder, posición y los medios de corrupción, él también
dice: "Es mi karma. He obrado bien
en una vida anterior y ahora estoy cosechando el premio por mis acciones
pasadas".
¿Pero cuál es el significado del
karma? ¿Aceptar las cosas como están? ¿Comprenden? ¿Acaso karma quiere decir
aceptar las cosas sin cuestionarlas, sin una pizca de rebelión? Ésa es la
actitud que todos tenemos. Así que ya
ves cuán fácilmente ciertas palabras se vuelven una red en la que quedamos
atrapados, porque no estamos realmente vivos.
El verdadero significado de esa palabra karma no puede entenderse como
una teoría; no pueden comprenderlo si dicen: "Eso es lo que afirma el
Bhagavad Gita".
¿Saben?, la mente comparativa es
la más estúpida de todas las mentes porque no reflexiona, sólo dice: "He
leído el libro tal y tal y lo que usted dice es lo mismo". Quien dice esto ha dejado de pensar; cuando
comparamos, ya no investigamos para descubrir lo verdadero, para descubrirlo
sin tener en cuenta lo que puedan haber dicho algún libro o gurú en
particular. Lo esencial, pues, es
descartar a todas las autoridades e investigar, descubrir, no comparar. La comparación es el culto de la autoridad,
es imitación, irreflexión. El comparar constituye la naturaleza misma de una
mente que no está despierta para descubrir lo que es verdadero. Ustedes dicen: "Es así, es como lo que
dijo el Buda", y piensan que de ese modo han resuelto sus problemas. Pero
para descubrir realmente la verdad de cualquier cosa, uno tiene que ser
extremadamente activo, vigoroso, tiene que confiar en sí mismo, y no podemos
tener confianza en nosotros mismos mientras estemos pensando
comparativamente. Por favor, escuchen
esto. Si no confían en sí mismos,
pierden todo poder de investigar y descubrir lo verdadero. Esa confianza en uno
mismo trae cierta libertad en lo que descubrimos; y esa libertad nos es negada
cuando estamos comparando.
Interlocutor: ¿Hay un elemento de
miedo en el respeto?
K.: ¿Qué dices tú? Cuando muestras respeto hacia tu maestro,
hacia tus padres, hacia tu gurú, y falta de respeto hacia tu sirviente; cuando
pateas a los que no son importantes para ti y lames las botas a los que están
por encima de ti, los funcionarios, los políticos, los encumbrados, ¿no hay en
esto un elemento de miedo? De las
personas importantes, del maestro, del examinador, del profesor, de tus padres,
del político, del gerente de banco, esperas obtener alguna cosa; en
consecuencia, eres respetuoso. ¿Pero qué pueden darte los pobres? Por lo tanto, los pasas por alto, los tratas
con desprecio, ni siquiera sabes que están ahí cuando pasan junto a ti en la
calle. No los miras, no te preocupa que
tiriten de frío, que estén sucios y hambrientos. Pero a los personajes importantes, a los grandes del país les
darás algo, aunque tengas muy poco, a fin de recibir más de sus favores. En esto hay definitivamente un elemento de
miedo, ¿no es así? No hay amor. Si tuvieras amor en tu corazón, mostrarías
respeto a aquellos que no tienen nada y también a los que lo tienen todo; no
sentirías miedo de los que tienen ni descuidarías a los que no tienen. El respeto con la esperanza de una
recompensa es el resultado del miedo.
En el amor no hay miedo.
CAPITULO 17
Hemos estado examinando los
diversos factores que originan deterioro en nuestras vidas, en nuestras
actividades, en nuestros pensamientos; y hemos visto que el conflicto es uno de
los principales factores de este deterioro.
Y la paz, tal como se la entiende generalmente, ¿no es, acaso, también
un factor destructivo? ¿Fluede la paz ser producida por la mente? Si tenemos
paz por intermedio de la mente, ¿no conduce eso también a la corrupción, al
deterioro? Si no estamos muy alerta y
atentos, esa palabra "paz" se vuelve como una ventana estrecha a
través de la cual miramos el mundo y tratamos de comprenderlo. A través de una ventana estrecha podemos ver
solamente una parte del cielo y no toda su vastedad, su magnificencia. No es posible tener paz persiguiendo
meramente la paz, lo cual es por fuerza un proceso de la mente.
Quizás haya una pequeña
dificultad para comprender esto, pero trataré de hacerlo tan simple y claro
como pueda. Si podemos comprender qué significa ser pacífico, tal vez
comprendamos el verdadero significado del amor.
Pensamos que la paz es algo que
debe ser alcanzado mediante la mente, la razón, ¿pero es así? ¿Puede la paz
llegar jamás mediante cualquier tipo de aquietamiento, control o dominio del
pensamiento? Todos queremos paz; y para
la mayoría de nosotros, la paz significa que nos dejen tranquilos, que no nos
perturben ni interfieran con nosotros; de ese modo construimos un muro en tomo
de nuestra propia mente, un muro de ideas.
Es muy importante que ustedes
comprendan esto, porque a medida que vayan creciendo se enfrentarán con los
problemas de la guerra y la paz. ¿Es la paz algo que ha de ser perseguido, atrapado
y domesticado por la mente? Lo que la
mayoría de nosotros llama paz es un proceso de estancamiento, un paulatino
deterioro. Pensamos que encontraremos
la paz aferrándonos a una serie de ideas, construyendo internamente una valla
de seguridad, un muro de hábitos, de creencias; pensamos que la paz es cuestión
de perseguir un principio, de cultivar una tendencia, una fantasía o un deseo
particular. Queremos vivir sin perturbaciones, de modo que encontramos un
rincón del universo o de nuestro propio ser, dentro del cual nos arrastramos
viviendo en la oscuridad de nuestro propio encierro. Eso es lo que casi todos buscamos en nuestra relación con el
marido, con la esposa, con los padres, con los amigos. Inconscientemente deseamos la paz a
cualquier precio, y así es como la perseguimos.
¿Pero puede la mente encontrar la
paz alguna vez? ¿Acaso no es la mente misma una fuente de perturbación? La mente sólo puede adquirir, acumular,
negar, afirmar, perseguir. La paz es
absolutamente esencial, porque sin paz no podemos vivir creativamente. ¿Pero es
la paz algo para ser realizado por medio de luchas, renuncias, sacrificios de
la mente? ¿Entienden de qué estoy hablando?
Puede que mientras son jóvenes
estemos descontentos, pero cuando vayamos creciendo, a menos que seamos muy
sensatos y estemos muy alerta, ese descontento será canalizado en alguna forma
de resignación pacífica a la vida. La
mente está buscando perpetuamente aliarse en un hábito, en una creencia, en un
deseo, en algo que le permita vivir y estar en paz con el mundo. Pero la mente no puede encontrar la paz,
porque sólo puede pensar en términos de tiempo, en términos de pasado, presente
y futuro: lo que ha sido, lo que es y lo que será. Está constantemente condenado,
juzgando, sopesando, comparando, persiguiendo sus propias vanidades, sus
propios hábitos, sus propias creencias, y una mente así jamás puede ser
pacífica. Puede engañarse a sí misma
con un estado al que llama paz, pero eso no es paz. La mente puede hipnotizarse mediante la repetición de palabras y
frases, siguiendo a alguien o acumulando conocimientos; pero no es pacífica,
porque una mente semejante es ella misma el centro de la perturbación; por su
propia naturaleza es la esencia del tiempo.
Por lo tanto, la mente con la que pensamos, con la que calculamos, con
la que ideamos y comparamos, no puede encontrar la paz.
La paz no es el resultado de la
razón; no obstante, si ustedes observan las religiones organizadas verán que se
hallan presas en esta persecución de la paz por medio de la mente. La paz es tan pura y creativa como
destructivo es la guerra, y para encontrar esa paz uno tiene que comprender qué
es la belleza. Por eso es importante,
mientras somos muy jóvenes, tener belleza a nuestro alrededor: la belleza de
los edificios que tienen proporciones apropiadas, la belleza del aseo, de la
conversación sosegada entre los mayores.
En la comprensión de lo que es la belleza conoceremos el amor, porque la
comprensión de la belleza es la paz del corazón.
Paz del corazón, no de la mente. Para conocer la paz tenemos que descubrir
qué es la belleza. La manera como
hablamos, las palabras que usamos, los gestos que hacemos, estas cosas importan
muchísimo, porque a través de ellas descubriremos el refinamiento de nuestro
propio corazón. La belleza no puede ser
definida ni explicada con palabras.
Sólo puede ser comprendida cuando la mente está muy quieta.
Por lo tanto, mientras son
jóvenes y sensibles, es esencial que tanto ustedes como quienes son
responsables por ustedes, creen una atmósfera de belleza. La manera como visten, como caminan, como se
sientan, como comen, todas estas cosas y las que les rodean son muy
importantes. Cuando sean mayores se
encontrarán con las cosas feas de la vida; las construcciones feas, la gente
fea con su malicia, su envidia, su ambición, su crueldad; y si no han cimentado
y establecido la percepción de la belleza en sus corazones, serán fácilmente
arrebatados por la enorme corriente del mundo.
Entonces quedarán presos en la interminable lucha por encontrar la paz
mediante la mente. La mente proyecta
una idea de lo que es la paz y trata de perseguirla, quedando de ese modo
atrapada en la red de las palabras, en la red de las fantasías y las ilusiones.
La paz puede llegar únicamente
cuando hay amor. Si tienen paz
meramente gracias a la seguridad financiera o de otra clase, o gracias a
ciertos dogmas, rituales o repeticiones verbales, no hay creatividad, no existe
la urgencia de producir una revolución fundamental en el mundo. Una paz semejante sólo conduce al
contentamiento y a la resignación. Pero cuando en ustedes exista la comprensión
del amor y de la belleza, encontrarán que la paz no es una mera proyección de
la mente. Ésta es la paz creativa, la paz que elimina la confusión y genera
orden dentro de nosotros mismos. Pero
esta paz no llega mediante esfuerzo alguno por encontrarla. Llega cuando estamos observando
constantemente, cuando somos sensibles tanto a lo bello como a lo feo, a lo
bueno como a lo malo, a todas las fluctuaciones de la vida. La paz no es algo mezquino creado por la
mente; es inmensamente grande, infinitamente extensa y sólo puede ser
comprendida cuando hay plenitud en el corazón.
Interlocutor: ¿ Por qué nos
sentimos inferiores delante de nuestros superiores?
K.: ¿A quiénes consideras tus
superiores? ¿A los que saben? ¿A los que tienen títulos, rangos académicos? ¿A
las personas de las que esperas algo, alguna clase de recompensa o de
posición? En el momento en que
consideras a alguien como superior, ¿no consideras a algún otro como inferior?
¿Por qué tenemos esta división de
lo superior y lo inferior? Existe sólo
cuando deseamos algo, ¿no es así? Yo me
siento menos inteligente que tú, no tengo tanto dinero o capacidad como tú
tienes, no soy tan feliz como tú pareces ser, o deseo algo de ti; por lo tanto,
en relación contigo me siento inferior.
Cuando te envidio o cuando deseo algo de ti o cuando trato de imitarte,
me convierto instantáneamente en tu inferior, porque te he puesto en un pedestal,
te he asignado un valor superior. Así,
psicológicamente, internamente, he creado tanto al superior como al inferior,
he creado este sentido de desigualdad entre los que poseen y los que no poseen.
Entre los seres humanos existe
una enorme desigualdad de capacidades, ¿no es así? Está el hombre que diseña el turborreactor y el hombre que maneja
el arado. Estas enormes diferencias en
la capacidad -intelectual, verbal, física- son inevitables. Pero ya lo ven, otorgamos una significación
tremenda a ciertas funciones. Al
gobernador, al primer ministro, al inventor, al científico, los consideramos
enormemente más importantes que al sirviente; así es como la función asume el
estatus del que la desempeña. Mientras
asignemos un estatus a funciones particulares, por fuerza tendrá que haber un
sentido de desigualdad, y el vacío que separa a los que son capaces de los que
no lo son, se vuelve imposible de llenar.
Si podemos mantener la función despojada de estatus, entonces hay una
posibilidad de generar un real sentimiento de igualdad. Pero para esto tiene que haber amor, porque
es el amor el que destruye el sentido de lo inferior y lo superior.
El mundo está dividido en
aquellos que poseen -el rico, el poderoso, el capaz, los que lo tienen todo- y
aquellos que no poseen. ¿Es posible dar origen a un mundo en el que no exista
esta división entre los "poseedores" y los "no
poseedores"? Lo que sucede en
realidad es esto: viendo la brecha, el abismo entre el rico y el pobre, entre
el hombre de gran capacidad y el de poca o ninguna capacidad, los políticos y
los economistas tratan de resolver el problema mediante reformas económicas y
sociales. Éstas pueden estar muy bien.
Pero una verdadera transformación nunca podrá tener lugar mientras no
comprendamos todo el proceso del antagonismo, de la envidia y la malicia;
porque sólo cuando comprendamos este proceso y le pongamos fin, podrá haber
amor en nuestros corazones.
Interlocutor: ¿Puede haber paz en
nuestras vidas, cuando en todo momento estamos luchando contra nuestro ambiente
?
K.: ¿Qué es nuestro ambiente? Nuestro ambiente es la sociedad, el medio
económico, religioso, nacional y de clase que corresponde al país en que
vivimos; y también es el clima. Casi todos luchamos por encajar en, por
ajustamos a nuestro medio, porque de ese medio podemos obtener un empleo,
esperamos los beneficios de esa sociedad en particular. ¿Pero de qué está
compuesta esa sociedad? ¿Han pensado alguna vez en ello? ¿Han observado alguna
vez atentamente la sociedad en la cual están viviendo y a la que tratan de
ajustarse? Esa sociedad está basada en
una serie de creencias y tradiciones llamada religión y en ciertos valores
económicos, ¿no es así? Ustedes forman
parte de esa sociedad y luchan por ajustarse a ella. Pero esa sociedad es la consecuencia del espíritu adquisitivo, de
la envidia, del miedo, de la codicia, de las búsquedas posesivas, todo con
algunos destellos de amor. Y si quieren
ser inteligentes, no adquisitivos, si no quieren sentir temor, ¿pueden
ajustarse a una sociedad semejante? ¿Pueden?
Ciertamente, tienen que crear una
sociedad nueva, lo cual implica que cada uno de ustedes, como individuo, tiene
que estar libre del espíritu adquisitivo, de la envidia, de la codicia; tiene
que estar libre de nacionalismo, de patriotismo y de cualquier limitación del
pensamiento religioso. Sólo entonces
existe la posibilidad de crear algo nuevo, una sociedad totalmente nueva. Pero en tanto luchen irreflexivamente por
ajustarse a la presente sociedad, sólo están siguiendo el viejo patrón de la
envidia, del poder y del prestigio, de las creencias corruptoras.
Es entonces muy importante,
mientras son jóvenes, que comiencen a comprender estos problemas y generen
libertad dentro de sí mismos, porque entonces crearán un mundo nuevo, una nueva
relación entre hombre y hombre. Y ayudarles
a que hagan esto es, sin duda, el verdadero sentido de la educación.
Interlocutor: ¿Por qué sufrimos?
¿Por qué no podemos estar libres de la enfermedad y la muerte?
K.: Mediante las medidas
sanitarias, las apropiadas condiciones de vida y los alimentos nutritivos, el
hombre está comenzando a liberarse de ciertas enfermedades. Gracias a la cirugía y a diversas formas de
tratamiento, la ciencia médica está tratando de encontrar una cura para
enfermedades incurables como el cáncer.
Un médico capaz hace todo lo que puede para aliviar y eliminar la
enfermedad.
¿Y es conquistable la
muerte? Es una cosa sumamente
extraordinaria que a tu edad estés tan interesado en la muerte. ¿Por qué te
preocupa? ¿Es porque ves tanta muerte a tu alrededor: los ghats donde creman a
los muertos, el cuerpo que llevan al río?
Para ti, la muerte es una visión familiar, está constantemente contigo;
y existe el miedo a la muerte.
Si no reflexionas por ti mismo
sobre las ¡aplicaciones de la muerte y las comprendes, irás interminablemente
de un predicador a otro, de una esperanza a otra, de una creencia a otra,
tratando de hallar una solución a este problema de la muerte. ¿Comprendes? No sigas preguntando a algún otro, trata más
bien de descubrir por ti mismo la verdad de ello. Formular innumerables preguntas sin tratar jamás de averiguar o
descubrir es característico de una mente trivial.
Mira, tememos a la muerte sólo
cuando nos aferrarnos a la vida. La
comprensión de todo el proceso del vivir es también la comprensión del significado
del morir. La muerte es meramente la
extinción de la continuidad, y lo que tememos es no poder continuar; pero lo
que continúa jamás puede ser creativo.
Reflexiona sobre ello, descubre por ti mismo lo que es verdadero. Es la verdad la que te libera del miedo a la
muerte, y no tus teorías religiosas ni tu creencia en la reencarnación o en la
vida en el más allá.
CAPITULO 18
Mientras somos muy jóvenes, tal
vez a muy pocos de nosotros nos afectan grandemente los conflictos de la vida,
las preocupaciones, las alegrías pasajeras, los desastres físicos, el miedo a
la muerte y las deformaciones mentales que agobian a la generación más
vieja. Por fortuna, mientras somos
jóvenes la mayoría de nosotros no se encuentra todavía en el campo de batalla
de la existencia. Pero a medida que
crecemos, los problemas, las desdichas, las dudas, las luchas económicas y
también las internas empiezan todas a abrumamos y entonces queremos descubrir
el significado de la vida, qué es la vida en todas partes. Nos preguntamos acerca de los conflictos,
los sufrimientos, la pobreza, los desastres.
Queremos saber por qué ciertas personas están en buena posición y otras
no, por qué un ser humano es sano, inteligente, capaz, talentoso, mientras que
otro no lo es. Y si se nos satisface
fácilmente, pronto quedamos presos en alguna hipótesis, en alguna teoría o
creencia; encontramos una respuesta, pero jamás es la respuesta verdadera. Nos damos cuenta de que la vida es fea,
penosa, dolorosa, y empezamos a investigar; pero al no tener suficiente
confianza en nosotros mismos, suficiente vigor, inteligencia, inocencia para
proseguir con la investigación, pronto somos atrapados en teorías, en
creencias, en alguna clase de especulación o doctrina que explica de manera
satisfactoria todo esto. Poco a poco,
nuestras creencias y nuestros dogmas arraigan profundamente y se hacen
inconmovibles, porque tras ellos hay un constante temor a lo desconocido. Jamás miramos ese temor; nos alejamos de él
buscando refugio en nuestras creencias.
Y cuando examinamos estas creencias -hindú, budista, cristiana-
encontramos que dividen a la gente.
Cada conjunto de dogmas y creencias contiene una serie de rituales, una
serie de compulsiones que atan la mente y separan al hombre del hombre.
Empezamos, pues, con una
investigación para descubrir qué es verdadero, cuál es el significado de toda
esta desdicha, esta lucha, esta pena, y terminarnos en un conjunto de
creencias, dogmas, rituales, teorías.
No tenemos confianza en nosotros mismos, ni en el vigor ni en la
inocencia para desechar la creencia e investigar; por lo tanto, la creencia
comienza a actuar como un factor de deterioro en nuestras vidas.
La creencia corrompe, porque
detrás de la creencia y de la moralidad idealista, acecha el "sí
mismo", el "yo", el "yo" que está creciendo
constantemente, volviéndose cada vez más grande, más poderoso. Pensamos que la creencia en Dios es
religión; consideramos que creer es ser religioso. Si ustedes no creyeran serían vistos como ateos y condenados por
la sociedad. Una sociedad condena a
aquellos que no creen en Dios y otra sociedad condena a los que creen. Ambas son la misma cosa.
La religión se vuelve así una
cuestión de creencia, y la creencia actúa como una limitación sobre la mente; y
entonces la mente jamás es libre. Pero
es sólo en libertad y no gracias a creencia alguna como podemos descubrir lo
que es verdadero; lo que es Dios; porque nuestra creencia proyecta lo que
pensamos que Dios debe ser, lo que pensamos que debe ser verdadero. Si creemos que Dios es amor, que Dios es
bueno, que Dios es esto o aquello, esa creencia misma nos impide comprender qué
es Dios, qué es verdadero. Pero ya ven,
ustedes quieren olvidarse de sí mismos en una creencia, quieren sacrificarse a
sí mismos, quieren emular a otro; desean abandonar esta permanente lucha que se
desarrolla dentro de ustedes y perseguir la virtud.
Nuestra vida es una lucha
constante en la que hay dolor, sufrimiento, ambición, placer efímero, dicha que
viene y se va; de modo que la mente desea algo inmenso para aferrarse a ello,
algo que está más allá de ella misma y con lo cual pueda identificarse. A ese algo lo llama Dios, verdad, y se
identifica con ello mediante la creencia, mediante la convicción y la racionalización,
mediante diversas formas de disciplina y de moralidad idealista. Pero ese algo inmenso creado por la
especulación sigue siendo parte del "yo", es proyectado por la mente,
en su deseo de escapar del tumulto de la vida.
Nos identificamos con un país en
particular: India, Inglaterra, Alemania, Rusia, América. Ustedes piensan en sí mismos como hindúes.
¿Por qué? ¿Por qué se identifican con la India? ¿Lo han considerado alguna vez,
yendo detrás de las palabras en que se hallan presas sus mentes? Viviendo en una ciudad o en un pueblo pequeño,
llevando una vida desdichada con sus luchas y sus disputas familiares, estando
insatisfechos, descontentos, sintiéndose infelices, se identifican con un país
llamado India. Esto les da un
sentimiento de vastedad, de importancia, una satisfacción psicológica, de modo
que dicen: "Soy indio"; y por esto están dispuestos a matar, a morir
o a ser mutilados.
Del mismo modo, porque son muy
triviales y están en constante batalla consigo mismos y con otros, porque están
confundidos y se sienten desdichados, inseguros, porque saben que existe la
muerte, se identifican con algo más allá, algo inmenso, significativo, pleno de
sentido, a lo que llaman Dios. Esta
identificación con lo que llaman Dios les da una sensación de enorme
importancia y se sienten felices. Así,
el identificarse con algo inmenso es un proceso autoexpansivo, sigue siendo el
esfuerzo del "sí mismo", del yo
La religión, tal como
generalmente la conocemos, es una serie de creencias, dogmas, rituales,
supersticiones; es la adoración de los ídolos, de hechiceros y gurúes, y
pensamos que todo esto nos conducirá a alguna meta suprema. La meta suprema es nuestra propia
proyección, es lo que deseamos, lo que pensamos que nos hará felices, una
garantía de un estado exento de muerte.
Presa en este deseo de certidumbre, la mente crea una religión de
dogmas, de prácticas sacerdotales, de supersticiones y veneración de ídolos; y
ahí se estanca. ¿Es religión eso? ¿Es la religión una cuestión de creer, de
aceptar o conocer las experiencias y afirmaciones de otras personas? ¿Es
meramente la práctica de la moralidad? ¿Saben?, es relativamente fácil ser
moral, hacer esto y no hacer aquello.
Uno puede imitar meramente un sistema moral. Pero detrás de una moralidad semejante acecha el agresivo yo,
creciendo, expandiéndose, dominando. ¿Es religión eso?
Ustedes tienen que descubrir qué
es la verdad, porque eso es lo que realmente importa, no si son ricos o pobres
o si están felizmente casados y tienen hijos, porque todas estas cosas tocan a
su fin, y siempre está la muerte. Por
lo tanto, sin ninguna forma de creencia, tienen ustedes que tener el vigor, la
confianza propia, la iniciativa para descubrir por sí mismos qué es la verdad,
qué es Dios. La creencia no libera a
sus mentes, la creencia tan sólo corrompe, ata, oscurece. La mente puede liberarse sólo mediante su
propio vigor y la confianza en sí misma.
Ciertamente, una de las ficciones
de la educación es crear individuos que no estén atados por ninguna forma de
creencia, por ningún patrón de moralidad o respetabilidad. Es el "yo" el que busca volverse
meramente moral, respetable. El
individuo auténticamente religioso es el que descubre, el que experimenta
directamente lo que es Dios, lo que es la verdad. Esa experiencia directa nunca es posible a través de ninguna
forma de creencia, de ningún ritual, de ningún seguimiento o veneración de
otro. La mente verdaderamente religiosa
está libre de todos los gurúes. Cada
uno de ustedes, como individuo, a medida que crezca y viva su vida, podrá
descubrir la verdad de instante en instante y, en consecuencia, podrá ser
libre.
La mayoría de la gente piensa que
estar libre de las cosas materiales del mundo es el primer paso hacia la
religión. No lo es. Ésa es una de las
cosas más fáciles de hacer. El primer
paso es estar libre para pensar de manera plena, completa e independiente, lo
cual implica no estar atado por ninguna creencia ni agobiado por las
circunstancias, por el medio, de manera que uno sea un ser humano integrado,
capaz, vigoroso y confiado en sí mismo.
Sólo entonces puede nuestra mente, estando libre, libre de prejuicios,
de condicionamientos, descubrir lo que es Dios. Ciertamente, ése es el propósito básico por el cual debe existir
cualquier centro educativo: ayudar a cada individuo que llega allí a estar
libre para descubrir la realidad. Esto
significa no seguir ningún sistema, no aferrarse a ninguna creencia o ritual y
no venerar a ningún gurú. El individuo
tiene que despertar su inteligencia, no mediante alguna forma de disciplina,
resistencia, compulsión o coacción, sino gracias a la libertad. Es sólo gracias a la inteligencia nacida de
la libertad, como el individuo puede descubrir aquello que está más allá de la
mente. Esa inmensidad, lo innominable,
lo ilimitado, aquello que no puede ser medido por las palabras y en lo cual
existe el amor que no es de la mente- debe ser experimentada de manera
directa. La mente no puede concebirla;
por lo tanto, la mente tiene que estar muy quieta, asombrosamente silenciosa,
sin la exigencia de ningún deseo. Sólo
entonces es posible que revele su existencia aquello que puede ser llamado Dios
o la realidad.
Interlocutor: ¿Qué es la
obediencia? ¿Debemos obedecer una orden aun cuando no la comprendamos?
K.: ¿Acaso no es eso lo que hace
la mayoría de nosotros?
Los padres, los maestros, los
mayores dicen: "Haz esto". Lo
dicen cortésmente o a palos, y porque tenemos miedo, obedecemos. Es también lo que nos hacen los gobiernos, los
militares. Desde la infancia se nos
educa para obedecer, sin que sepamos nada al respecto. Cuanto más autoritarios son nuestros padres
y más tiránico el gobierno, tanto más nos compelen, nos moldean desde nuestros
primeros años; y sin comprender por qué debemos hacer lo que nos dicen que
hagamos, obedecemos. También se nos dice qué es lo que debemos pensar. Nuestras mentes son purgadas de todo
pensamiento que no sea aprobado por el estado, por las autoridades
locales. Jamás se nos enseña ni se nos
ayuda a pensar, a descubrir, sino que se nos exige obedecer. El sacerdote nos dice que es así, y nuestro
propio miedo interno nos obliga a obedecer, porque de lo contrario nos
confundiremos, nos sentiremos perdidos.
De modo que obedecemos porque
somos muy irreflexivos. No queremos
pensar porque el pensar es perturbador; para pensar tenemos que cuestionar, que
inquirir, que descubrir por nosotros mismos.
Y los adultos no quieren que inquiramos, no tienen la paciencia de
escuchar nuestras preguntas. Están
demasiado ocupados con sus propias disputas, con sus ambiciones y sus
prejuicios, con sus debo y no debo de la moralidad y la respetabilidad; y
nosotros, que somos jóvenes, tenemos miedo de equivocamos porque también
queremos ser respetables. ¿Acaso no deseamos todos vestir el mismo tipo de
ropas, lucir igual? No queremos hacer
nada diferente, no queremos pensar independientemente, distinguimos, porque eso
es muy perturbador; así que nos unimos al grupo.
Cualquiera que sea nuestra edad,
casi todos obedecemos, copiamos, porque internamente tenemos miedo de sentirnos
inseguros. Queremos certidumbre, tanto financiera como moral; queremos que se
nos apruebe. Deseamos hallamos en una posición segura, rodeados de una valla y
sin tener que enfrentarnos jamás con el infortunio, la pena, el
sufrimiento. Es el miedo, consciente o
inconsciente, el que nos hace obedecer al jefe, al líder, al sacerdote, el
gobierno. Es el miedo a ser castigados
el que nos impide hacer algo dañino para los demás. Por lo tanto, detrás de todas nuestras acciones, de nuestra
codicia y nuestras búsquedas, está al acecho este deseo de certidumbre, este
deseo de hallamos a salvo, asegurados.
Si no estamos libres del miedo, la mera obediencia significa muy poco.
Lo que tiene significación es que estemos atentos a este miedo de día en día, que
observemos cómo se manifiesta de diferentes maneras. Sólo cuando estamos libres del miedo puede existir esa cualidad
interna de la comprensión, ese estado único en el que no hay acumulación de
conocimientos ni de experiencias.
CAPITULO 19
Cuando hemos crecido y dejamos la
escuela después de haber recibido una así llamada educación, tenemos que
afrontar innumerables problemas. ¿Qué profesión vamos a elegir a fin de que en
ella podamos realizamos y ser felices? ¿En qué vocación o trabajo sentiremos
que no estamos explotando a otros, que no somos crueles con ellos? Tenemos que
comprender el hambre, la superpoblación, el sexo, la pena, el placer. Tenemos
que habémoslas con las múltiples cosas confusas y contradictorias de la vida:
las riñas entre hombre y hombre, entre el hombre y la mujer, los conflictos
internos y las luchas externas. Tenemos
que comprender la ambición, la guerra, el espíritu militar; y es mucho más
esencial que comprendamos esa cosa extraordinaria llamada paz. Tenemos que
comprender el significado de la religión -la cual no es una mera especulación o
la adoración de imágenes- y también esa cosa muy extraña y compleja llamada
amor. Tenemos que ser sensibles a la
belleza de la vida, al pájaro que vuela, y también al mendigo, a la escualidez
del pobre, a las feísimas construcciones que la gente levanta, a las sucias
calles y al templo más sucio aún.
Tenemos que afrontar todos estos problemas. Y tenemos que enfrentamos con la cuestión de a quién seguir o no
seguir y si debemos seguir a alguien en absoluto.
La mayoría de nosotros se
interesa en producir un cambio aquí y allá, y con eso se satisface. Cuanto más avanzamos en edad, tanto menos
queremos cualquier cambio profundo, fundamental, porque tenemos miedo. No pensamos en los términos de una
transformación total, sólo pensamos en términos de un cambio superficial; y si
uno lo examina encontrará que el cambio superficial no es cambio en
absoluto. No es una revolución radical,
sino solamente una continuación modificada de lo que ha sido. Todas estas cosas tienen ustedes que afrontar,
desde su propia felicidad y desdicha hasta la felicidad y desdicha de la
mayoría, desde sus propias ambiciones y búsquedas egocéntricas a las
ambiciones, motivaciones y búsquedas de los demás. Tienen que afrontar la competencia, la corrupción en sí mismos y
en otros, el deterioro de la mente, la vacuidad del corazón. Tienen que conocer todo esto, tienen que
afrontarlo y comprenderlo por sí mismos.
Pero, por desgracia, no están preparados para ello.
¿Qué hemos comprendido cuando
dejamos la escuela? Podremos haber recogido unos pocos conocimientos, pero
somos tan torpes, vacíos y superficiales como cuando llegamos. Nuestros estudios, nuestra asistencia a la
escuela, nuestros contactos con los maestros no nos han ayudado a comprender
estos problemas tan complejos de la vida.
Los maestros son tediosos y nosotros nos volvemos tan tediosos como
ellos. Ellos sienten temor y nosotros
sentimos temor. Es tanto
responsabilidad nuestra como de los maestros ver que salgamos de aquí para
entrar en el mundo con madurez, con profundidad en el pensar, sin temor y, por
lo tanto, con capacidad para afrontar la vida inteligentemente.
Ahora bien, parece muy importante
encontrar una respuesta a todos estos problemas tan complejos; pero no hay
respuesta. Todo cuanto podemos hacer es
afrontar estos problemas inteligentemente a medida que surgen. Por favor,
comprendan esto. Instintivamente, ustedes desean una respuesta, ¿verdad? Piensan que leyendo libros, siguiendo a
alguien, encontrarán respuestas a todos estos problemas tan complejos y sutiles
problemas de la vida. Encontrarán
creencias, teorías, pero ésas no serán respuestas, porque estos problemas han
sido creados por seres humanos como ustedes.
La espantosa insensibilidad, el hambre, la crueldad, la fealdad, la escualidez,
todo esto ha sido creado por los seres humanos; y para dar origen a una
transformación fundamental tienen que comprender la mente y el corazón humanos,
que son la mente y el corazón de cada uno de ustedes. Buscar meramente una respuesta en un libro o identificarse con
algún sistema político o económico, por mucho que pueda prometer, o practicar
algún absurdo religioso con todas sus supersticiones o seguir a un gurú,
ninguna de estas cosas les ayudará a comprender estos problemas humanos, porque
son creados por ustedes y por otros como ustedes. Para comprenderlos tienen que comprenderse a sí mismos,
comprenderse tal como viven de instante en instante, de día en día, de año en
año; y para esto necesitan inteligencia, muchísimo discernimiento, paciencia,
amor.
Tenemos, pues, que averiguar qué
es la inteligencia, ¿no es así? Todos
usan esa palabra con mucha prodigalidad; pero hablar meramente de la
inteligencia no les hará inteligentes.
Los políticos repiten todo el tiempo palabras como "inteligencia",
"integración", "una nueva cultura", "un mundo
unido", pero son meras palabras que significan muy poco. Así que no usen palabras sin comprender
realmente todo lo que implican.
Estamos tratando de averiguar qué
es la inteligencia, no meramente su definición, que podemos encontrar en
cualquier diccionario, sino que trataremos de conocer, de sentir, de comprender
qué es la inteligencia, porque si tenemos esa inteligencia, ella nos ayudará a
cada uno de nosotros, a medida que vayamos creciendo, a tratar con los enormes
problemas de nuestra vida. Y sin esa
inteligencia, por mucho que leamos, estudiemos, acumulemos conocimiento,
reformemos produciendo pequeños cambios aquí y allá en el patrón de la
sociedad, no podrá haber verdaderamente transformación ni una felicidad
perdurable.
Y bien, ¿qué significa la
inteligencia? Voy a averiguar qué
significa. Tal vez ello resulte difícil
para algunos de ustedes, pero no se preocupen mucho tratando de seguir las
palabras; en vez de eso, procuren percibir el contenido de aquello a que me
estoy refiriendo. Traten de percibir la
cosa, la cualidad de la inteligencia.
Si la perciben ahora, entonces, a medida que crezcan, verán más y más
claramente la significación de lo que he estado diciendo.
La mayoría de nosotros piensa que
la inteligencia es el resultado de adquirir conocimientos, información,
experiencia. Pensamos que, teniendo
mucho conocimiento y experiencia, seremos capaces de afrontar inteligentemente
la vida. Pero la vida es una cosa
extraordinaria, jamás está fija; como el río, fluye constantemente, nunca está
quieta. Pensamos que acumulando más
experiencia, más conocimiento, más virtud, más salud, más posesiones, seremos
inteligentes. Por eso respetamos a las
personas que han acumulado conocimientos, los eruditos, y también a las
personas ricas y llenas de experiencia.
Pero la inteligencia, ¿es el resultado del "más"? ¿Qué hay
detrás de este proceso de tener más, de desear más? Al desear más, lo que nos interesa es acumular, ¿no es así?
Ahora bien, ¿qué sucede cuando
hemos acumulado conocimiento, experiencia?
Cualquier experiencia ulterior que podamos tener es traducida
inmediatamente a términos del "más", y nunca estamos experimentando
realmente, siempre estamos acumulando; y esta acumulación es el proceso de la
mente, que es el centro del "más".
El "más" es el "yo", el ego, la entidad encerrada en
sí misma que sólo se interesa en acumular, ya sea negativamente o
positivamente. De ese modo, con su
experiencia acumulada, la mente afronta la vida. Al afrontar la vida con esta acumulación de experiencias, la
mente está siempre buscando el "más", por lo que nunca experimenta,
sólo acumula. Mientras la mente sea un
mero instrumento del acumular, no hay verdadera experimentación. ¿Cómo puede
uno estar abierto a la experiencia, cuando siempre está pensando en obtener
algo de esa experiencia, en adquirir algo más?
Por lo tanto, el hombre que
acumula, que guarda, el hombre que desea jamás está experimentando frescamente
la vida. Sólo cuando la mente no se
interesa en el "más ", en acumular, tiene posibilidad de ser
inteligente. Cuando lo que le interesa
es el "más", cada nueva experiencia fortalece el muro del encierro en
uno mismo, fortalece el "yo", el proceso egocéntrico que es el núcleo
de todos los conflictos. Por favor,
sigan esto. Ustedes piensan que la
experiencia libera a la mente, pero no lo hace. En tanto la mente se interesa en la acumulación, en el
"más", cada experiencia que tenemos refuerza nuestro interés propio,
nuestro proceso egocéntrico de pensamiento.
La inteligencia sólo es posible
cuando hay verdadera libertad con respecto al sí mismo, al "yo", o
sea, cuando la mente ya no está presa en el deseo de una experiencia más
grande, más amplia, más expansivo. La
inteligencia es libertad respecto de la presión del tiempo, ¿no es así? Porque el "más" implica tiempo, y
en tanto la mente sea el centro de la exigencia del "más", la mente
es el resultado del tiempo. Por
consiguiente, cultivar el "más" es negar la inteligencia. La comprensión de todo este proceso es
conocimiento propio. Cuando, sin que
haya un centro acumulativo, uno se conoce a sí mismo tal como es, de ese
conocimiento propio surge la inteligencia que puede afrontar la vida; esa
inteligencia es creativa.
Miren su propia vida, qué torpe,
qué estúpida, qué estrecha es porque ustedes no son creativos. Cuando sean mayores tal vez tengan hijos,
pero eso no es ser creativo. Puede que
sean burócratas, pero en eso no hay vitalidad, ¿no es así?, es una rutina
muerta, un completo aburrimiento. La
vida de ustedes está cercada por el miedo y, en consecuencia, hay autoridad e
imitación. No saben qué es ser
creativo. Por creatividad no entiendo
pintar cuadros, escribir poemas o tener habilidad para cantar. Me refiero a la
naturaleza más profunda de la creatividad que, una vez descubierta, es una
fuente eterna, una corriente inmortal; y sólo puede darse con ella por conducto
de la inteligencia. Esa fuente es lo
intemporal; pero la mente no puede dar con lo intemporal en tanto exista el
centro del "yo", de la personalidad egocéntrico, de la entidad que
está perpetuamente requiriendo el "más".
Cuando comprendan todo esto, no
sólo verbalmente sino muy a fondo, encontrarán que con la inteligencia
despierta llega una creatividad que es la realidad misma, que es Dios, sobre la
cual no puede especularse ni cavilarse.
Jamás darán con ella mediante sus prácticas de meditación, mediante sus
rezos por el "más" o sus escapes del "más". Esa realidad podrá llegar a existir sólo
cuando comprendan el estado de su propia mente, la malicia, la envidia, las
complejas reacciones a medida que surgen de instante en instante, cada
día. En la comprensión de estas cosas
adviene un estado que puede ser llamado amor.
Ese amor es inteligencia y trae consigo una creatividad que es
intemporal.
Interlocutor: La sociedad se basa
en nuestra dependencia mutua. El médico tiene que depender del granjero y el
granjero del médico. ¿Cómo puede un hombre ser por completo independiente?
K.: La vida es relación. Aun el sanyasi está relacionado; podrá
renunciar al mundo, pero sigue estando relacionado con el mundo. No podemos
escapar de la relación. Para la mayoría de nosotros, la relación es una fuente
de conflicto; en la relación hay temor porque dependemos psicológicamente de
otro, ya sea del marido, de la esposa, del padre o de un amigo. La relación existe no sólo entre uno mismo y
el padre, entre uno mismo y el hijo, sino también entre uno mismo y el maestro,
el cocinero, el sirviente, el gobernador, el comandante y toda la sociedad; y
en tanto no comprendamos esta relación, no estaremos libres de la dependencia
psicológica que genera miedo y explotación.
La libertad llega sólo con la inteligencia. Sin inteligencia, el mero buscar independencia o libertad
respecto de la relación es perseguir ilusiones.
Lo importante, pues, es
comprender nuestra dependencia psicológica en la relación. Cuando revelamos las cosas ocultas de
nuestra mente y de nuestro corazón, comprendiendo nuestra propia soledad,
nuestro vacío, como estamos libres, libres no de nuestra relación sino de la
dependencia psicológica que ocasiona conflicto, desdicha, pena, temor.
Interlocutor: ¿Por qué es
desagradable la verdad?
K.: Si pienso que soy muy hermoso
y tú me dices que no lo soy, lo cual puede ser cierto, ¿me agrada eso? Si pienso que soy muy inteligente, muy
ingenioso, y tú señalas que en realidad soy una persona más bien tonta, eso es
muy desagradable para mí. Y la acción
de señalar mi estupidez, a ti te provoca un sentimiento de placer,
¿verdad? Halaga tu vanidad, muestra lo
inteligente que tú eres. Pero no deseas
mirar tu propia estupidez; quieres escapar de lo que eres, quieres ocultarte de
ti mismo, quieres tapar tu propia estupidez, tu propia soledad. Entonces buscas amigos que nunca te digan lo
que eres. Deseas mostrar a otros lo que
ellos son, pero cuando los otros te muestran lo que tú eres, eso no te
agrada. Evitas aquello que expone tu
propia naturaleza interna.
Interlocutor: Hasta ahora
nuestros maestros han estado muy seguros y nos han enseñado del modo habitual;
pero después de escuchar lo que se ha dicho aquí y después de tomar parte en
las discusiones, se han vuelto muy inseguros. Un estudiante inteligente sabrá
cómo conducirse en estas circunstancias, pero ¿qué harán aquellos que no son inteligentes?
K.:¿Acerca de qué están inseguros
los maestros? No acerca de lo que
enseñan, puesto que pueden seguir adelante con las matemáticas, la geografía,
el habitual plan de estudios. No es de
eso de lo que están inseguros. Están
inseguros acerca de cómo tratar con el estudiante, ¿no es así? Están inseguros en su relación con el
estudiante. Hasta hace muy poco, jamás
se preocupaban de su relación con el estudiante, sólo venían a la clase,
enseñaban y se iban. Pero ahora les
preocupa que puedan estar creando temor al ejercitar su autoridad para hacer
que el estudiante les obedezca. Les
preocupa saber si están reprimiendo al estudiante o si estimulan su iniciativa
y lo ayudan a encontrar su verdadera vocación.
Naturalmente, todo esto ha hecho que se sientan inseguros. Pero por
cierto, tanto el maestro como el estudiante tienen que sentirse seguros;
también tienen que investigar, explorar. Ése es todo el proceso de la vida
desde el principio al fin, ¿no es así?
No detenerse en cierto punto y decir: "Yo sé".
Un hombre inteligente jamás se
halla estático, jamás dice: "Yo sé".
Está siempre investigando, dudando, mirando, explorando,
descubriendo. En el instante en que dice
"yo sé", ya está muerto. Y
casi todos nosotros, jóvenes o viejos, a causa de la tradición, de las
compulsiones, del temor, a causa de la burocracia y los absurdos de nuestra
religión, estamos más bien muertos, carecemos de vitalidad, de vigor, de
confianza en nosotros mismos. De modo
que el maestro ha de investigar y descubrir por sí mismo sus propias tendencias
burocráticas y así dejará de embotar la mente de otros; y ése es un proceso muy
difícil. Requiere una gran dosis de
paciente comprensión.
Por lo tanto, el estudiante
inteligente ha de ayudar al maestro y el maestro ha de ayudar al estudiante; y
ambos han de ayudar al niño o a la niña lerdos y poco inteligentes.
Eso es la relación. Ciertamente, cuando el maestro mismo se
siente inseguro e investiga, es más tolerante, más vacilante, más paciente y
afectuoso con el estudiante lerdo, cuya inteligencia de ese modo puede ser
despertado.
Interlocutor: El granjero tiene
que confiar en el médico para la cura de un dolor físico. ¿También ésta es una relación dependiente?
K.: Como hemos visto, si
psicológicamente dependo de ti, mi relación contigo se basa en el temor; y en
tanto haya temor no hay independencia en la relación. El problema de liberar a la mente del temor es sumamente
complejo.
Miren, lo importante no es lo que
uno dice en respuesta a todas estas preguntas, sino que ustedes descubran por
sí mismos la verdad al respecto mediante una constante investigación, lo cual
implica no quedar presos en ninguna creencia, en ningún sistema de
pensamiento. Es la constante
investigación la que crea iniciativa y abre paso a la inteligencia. Estar meramente satisfechos con una
respuesta embota la mente. Entonces, es esencial que no acepten, que inquieran
de manera constante y empiecen a descubrir por sí mismos todo el significado de
la vida.
CAPITULO 1
Me pregunto por qué reciben ustedes
educación. ¿Lo saben? Tan pronto tienen
edad suficiente, sus padres les envían a la escuela, ¿pero saben ustedes por
qué van a la escuela? Todo lo que ustedes y sus padres saben es que deben ir a
la escuela y educarse.
Ahora bien, ¿qué significa que a
uno le eduquen? ¿Alguna vez han pensando al respecto? ¿Significa meramente
aprobar exámenes para que más tarde puedan casarse, tener alguna clase de
empleo y continuar en ese empleo, les guste o no, por el resto de sus vidas?
¿Es eso la educación?
Asisten a diversas escuelas donde
se les educa, o sea, que aprenden matemáticas, historia, geografía, ciencia y
demás. ¿Por qué? ¿Se lo han preguntado alguna vez? ¿Es meramente para que
después se ganen la vida? ¿Es ése el propósito de la educación? ¿Es la educación
tan sólo un asunto de rendir exámenes y poner unos cuantos títulos junto a sus
nombres, o es algo por completo diferente?
Si miran a su alrededor, verán en
qué espantosa confusión se encuentra el mundo. ¿Ven al pobre que tiene muy poco
para comer, que carece de días festivos y debe trabajar día tras día, de la
mañana a la noche, mientras los padres de ustedes acuden al club en lujosos
automóviles y allí se divierten? Ésa es la vida, ¿verdad? Están el pobre y el rico, los enfermos y los
que gozan de buena salud, y en todo el mundo hay guerras, desdichas, toda clase
de infortunios. ¿Acaso no deberían ustedes reflexionar sobre estas cosas
mientras son jóvenes? Pero ya ven, en
sus escuelas no les ayudan a prepararse para afrontar esa vasta extensión de la
vida con sus extraordinarias luchas, desdichas, sufrimientos, guerras... nadie
les habla sobre todo esto. Sólo les
comunican los hechos desnudos, pero eso no es suficiente, ¿verdad?
Por cierto, la educación no está
sólo para capacitarles a fin de que puedan conseguir un empleo; es algo que
debe ayudarles a prepararse para la vida.
Podrán convertirse en un oficinista, un gobernador, un científico, pero
eso no es la totalidad de la vida.
Hay toda clase de cosas en la
vida. La vida es como el océano. El océano no es sólo lo que vemos en la
superficie, ¿verdad? Es tremendamente
profundo, tiene corrientes enormes y está atestado con todo tipo de vida, con
múltiples variedades de peces, el grande viviendo del pequeño. Todo eso es el océano; y así ocurre con la
vida, en la cual hay toda clase de goces, de placeres, dolores, invenciones
extraordinarias, innumerables sistemas de meditación y la búsqueda colectiva de
la felicidad. La vida es todo eso, pero
ustedes no están preparados para ella.
En la escuela nadie les habla acerca de todas esas cosas. Hay demasiados chicos y chicas en cada
clase, y el maestro sólo se interesa en que pasen los exámenes, no se interesa
en el esclarecimiento de sus mentes. Pero la educación, obviamente, no es un
proceso de atiborrar sus mentes con información. Si saben leer pueden tomar
cualquier enciclopedia y obtener la información que desean. Pienso, pues, que
la educación es algo por completo diferente del mero aprendizaje de ciertos
hechos y de la aprobación de unos cuantos exámenes.
Vean, mientras tengamos miedo, no
estamos educados. ¿Saben qué es el miedo?
Todos ustedes saben que temen: los niños temen, los adultos temen, todos
temen; y en tanto tengamos miedo, no estaremos educados, careceremos de
inteligencia. De modo que la educación
no consiste meramente en atestar la mente con información sino en ayudar al
estudiante a comprender sin miedo esta gran complejidad de la vida.
Ustedes sienten temor de sus
maestros, de sus padres, del hermano mayor,, de la tía o de alguna otra
persona, ¿no es así? Los mayores tienen
el poder de castigarles, de apartarles o de pedirles que permanezcan en su
propia habitación; y así, tanto en la escuela como en la casa, se nos educa
continuamente en el miedo. Nuestra vida
es moldeada por el miedo y, desde la infancia hasta que morimos, estamos
atemorizados. ¿Y saben lo que el miedo hace? ¿Alguna vez se han observado
cuando tienen miedo, cómo se les aprieta el estómago, cómo transpiran, cómo
tienen pesadillas? No les gusta estar
con personas que les atemorizan, ¿verdad?
Quieren escapar de ellas como un animal que se siente amenazado. Y ya
ven, con ese miedo asistimos a la escuela y al colegio, y cogiese miedo dejamos
el colegio para encontramos con esta cosa extraordinaria, esta vasta corriente
con su enorme profundidad a la que llamamos vida. Me parece, pues, que lo que tiene importancia primordial en la
educación es ver que en ella se nos eduque para que estemos libres del miedo;
porque el miedo embota nuestras mentes, mutila nuestro pensar, contribuye a la
oscuridad, y en tanto vivamos con miedo no crearemos un mundo nuevo.
¿Comprenden de qué estoy hablando, o es algo de lo que jamás han oído antes?
¿Saben?, en el mundo exterior a
nuestra propia familia, a nuestro propio hogar, en el mundo que está más allá
de Bombay, en Europa, América y Rusia están preparando instrumentos de enorme
destrucción. El mundo está pasando por
una fase terrible y todos los políticos, todos los gobernantes están muy
confundidos aunque digan que no lo están, porque siempre se hallan en guerra,
siempre hay alguna clase de infortunio.
De modo que el mundo al presente no es algo hermoso, no es un lugar
feliz donde vivir; y si a ustedes, que son muy jóvenes, no se les educa correctamente,
es obvio que crearán un mundo igualmente infeliz, igualmente desdichado y
confuso. ¿No es, por lo tanto, muy importante descubrir de qué modo se les
educa a fin de que puedan crear una clase de mundo por completo diferente? Un mundo en el que puedan vivir juntos
dichosamente, en el cual no existan el rico y el pobre, ni los grandes
políticos que poseen todo el poder, la posición, el atractivo, ni los que
carecen de todo privilegio, que nada tienen en la vida y deben trabajar
incesamente hasta que mueran.
Son ustedes los que tendrán que
crear un mundo nuevo, no los adultos, porque éstos están haciendo del mundo una
confusión espantosa. Pero si se les
educa correctamente, podrán crear un mundo nuevo. Está en sus manos, no en manos de los políticos o de los
sacerdotes. Si se les educa apropiadamente
crearán un mundo maravilloso, no un mundo indio o europeo, sino un mundo que
será nuestro, de ustedes y mío, un mundo en el cual todos viviremos juntos
dichosamente. Y yo les aseguro que la
creación de un mundo semejante depende de ustedes y de nadie más; por eso es
muy importante el modo como se les eduque y la clase de maestros que
tengan. Si el maestro está atemorizado,
tendrá estudiantes también atemorizados.
Si el maestro es estrecho de miras, trivial, mezquino y sólo está
transmitiéndoles información, entonces también ustedes tendrán mentes muy
mezquinas y crecerán sin comprender qué es la vida.
Es, por lo tanto, esencial que se
les eduque apropiadamente, lo cual implica que han de desarrollarse en
libertad; y no pueden ser libres si tienen miedo de sus padres, si temen a la
opinión pública, a lo que podría decir la abuela. Si sienten temor jamás podrán ser libres. Y pueden advertir en las escuelas que los
maestros no han reflexionado sobre este problema del temor; porque en el momento
en que se ejerce sobre ustedes cualquier tipo de compulsión para obligarles a
que hagan algo, ya sea mediante la así llamada amabilidad o mediante un sistema
de disciplina, ello crea inevitablemente temor. Si yo soy el maestro y, a fin de hacer que alguno de ustedes
estudie, lo comparo con otro estudiante diciéndole que no es tan inteligente
como el otro, lo estoy destruyendo, ¿no es así? En nuestras escuelas actuales tenemos exámenes, los cuales
engendran temor, y también tenemos sistemas de clasificaciones que implican
comparar siempre a un estudiante con otro; por eso se considera importante al
chico o a la chica hábil, no al estudiante como individuo. El estudiante que es muy sagaz en sus
estudios, que tiene una peculiar capacidad para aprobar sus exámenes, puede ser
estúpido en otros sentidos y probablemente lo es.
Poner notas, clasificar, comparar
y cualquier forma de compulsión, ya sea por medio de la amabilidad o de las
amenazas, engendran temor; y es a causa de que nos hallamos presos en este temor
mientras somos jóvenes, por lo que luchamos en medio del temor por el resto de
nuestra vida. Los adultos, por su
actitud hacia la vida, crean una forma de educación que es meramente una
repetición de lo viejo, de modo que no puede haber una manera diferente de
vivir. Por eso me parece muy importante
que reflexionen sobre estas cosas mientras aún son muy jóvenes. Aunque no comprendan lo que estoy diciendo,
deben interrogar sus maestros acerca de esto -si ellos lo permiten- y ver si
pueden estar realmente libres de temor.
Cuando no temen, estudian mucho mejor.
Cuando sientan que no se les obliga a hacer algo, descubrirán qué es lo
que les interesa, y entonces por el resto de sus vidas harán algo que realmente
aman, lo cual es mucho más importante que volverse un desdichado oficinista
porque uno necesita tener un empleo.
Hacer algo porque nuestros padres nos dicen que tenemos que hacerlo o
porque la sociedad lo exige no tiene ningún sentido; mientras que si aman
realmente hacer algo con sus manos o con la mente, entonces gracias a ese amor
crearán un mundo nuevo. Pero no pueden
crear un mundo nuevo si están atemorizados; por lo tanto, mientras son jóvenes
tiene que haber en ustedes un espíritu de rebelión.
¿Entienden qué es la
rebelión? A medida que van creciendo
desde la infancia a la edad adulta, la vida presiona sobre ustedes en la forma
de padres, maestros, tradición, vecinos, la cultura de la sociedad en que se
crían, etcétera; todo eso les encierra como en una prisión y les obliga a hacer
lo que "eso" quiere, de modo que jamás son ustedes mismos. ¿No es,
entonces, fundamental que la educación les ayude a ser libres de modo que
puedan pensar y vivir sin miedo y, de esa manera, sepan por sí mismos qué es el
amor? Si sus padres les amaran
realmente producirían esta clase de educación, verían que fueran ustedes libres
para crecer sin miedo, para ser felices.
Pero hay muy pocos padres así en el mundo, porque la mayoría de los
padres dice que el niño debe hacer esto y no hacer aquello, que debe ser como
su padre: un abogado, un policía, un comerciante o lo que fuere.
Es realmente muy difícil
comprender estos problemas tan complejos, y a medida que vamos creciendo
podemos comprenderlos sólo cuando hay inteligencia. La inteligencia debe llegar a nosotros mientras somos jóvenes, lo
cual implica que el maestro mismo debe comprender primeramente todo esto. Pero hay muy pocos maestros que lo
comprendan, porque para la mayoría de ellos la enseñanza es meramente un trabajo. No pueden conseguir otro trabajo donde
podrían ganar más dinero, por eso dicen: "La enseñanza es un buen
trabajo", lo cual significa que no están interesados ni en educarles a
ustedes ni en la educación misma.
Por lo tanto, cada uno de
ustedes, niño o niña, tiene que averiguar la verdad de todo esto, no pueden ser
meramente amansados como animales domésticos.
Espero que comprendan de qué estoy hablando, porque todo esto es
realmente muy difícil y requiere muchísima reflexión por parte de ustedes. El mundo se está desintegrando, se desmorona,
hay guerras, hambre y desdicha; y la creación de un mundo nuevo está en manos
de ustedes. Pero no pueden crear un mundo nuevo si en ustedes no alienta el
espíritu de rebelión, y no pueden tener este espíritu de rebelión en tanto hay
miedo, porque el miedo mutila la inteligencia.
Interlocutor: Yo tengo todo lo
que puede hacerme feliz, mientras que otros no lo tienen. ¿Por qué es así?
K.: ¿Por qué piensas que es
así? Puede que tengas buena salud,
padres amables, un buen cerebro; por lo tanto, piensas que eres feliz. Mientras otro, que está enfermo, cuyos
padres son rudos y que no tiene un cerebro demasiado bueno, siente que es
desdichado. Ahora bien, ¿por qué es
esto así? ¿Por qué eres feliz mientras algún otro es desdichado? ¿Consiste la
felicidad en tener riquezas, automóviles, buenas casas, alimentación pura,
padres amables? ¿A eso es a lo que llamas felicidad? ¿Y desdichada es la
persona que no tiene ninguna de estas cosas?
Entonces, ¿qué entiendes por felicidad?
Es importante averiguarlo, ¿verdad? ¿Consiste la felicidad en
comparar? Cuando dices: "Soy
feliz", ¿acaso tu felicidad nace de la comparación? ¿Comprendes de qué
estoy hablando o esto es demasiado difícil?
¿No has escuchado a tus padres
decir: "Fulano de tal no es tan próspero como nosotros"? La comparación nos hace sentir que tenemos
algo, nos provoca un sentimiento de satisfacción, ¿no es así? Si uno es hábil y se compara con alguno que
no lo es, se siente muy feliz. 0 sea, pensamos que somos felices a través del
orgullo, de la comparación; pero el hombre que se siente feliz comparándose con
otro que tiene menos es un ser humano de lo más desdichado, porque siempre
habrá alguien por encima de él que tenga más; y así prosigue eso una y otra
vez. Ciertamente, la comparación no es
felicidad. La felicidad es por completo
diferente; no es cosa que pueda buscarse.
La felicidad llega cuando estamos haciendo algo que amamos de verdad, y
no porque lo que hacemos nos dé riquezas o haga de nosotros una persona
destacada.
Interlocutor: ¿Cuál es el modo de
librarnos del miedo que tenemos?
K.: En primer lugar tienes que
saber qué es lo que temes, ¿no es así?
Puedes tener miedo de tus padres, de los maestros, de no aprobar un
examen, de tu hermana, de tu hermano, de lo que podría decir tu vecino; o quizá
tengas miedo de no ser tan bueno o tan inteligente como tu padre, quien tiene
un gran nombre. Hay muchas clases de
miedo, y uno tiene que saber de qué tiene miedo.
Entonces, ¿sabes de qué tienes
miedo? Si lo sabes, no escapes de ese
miedo, antes bien descubre por qué temes.
Si quieres saber cómo librarte del miedo, no debes escapar de él, tienes
que afrontarlo; y el hecho mismo de afrontarlo te ayuda a librarte de él. En tanto estamos escapando del miedo no lo
miramos; pero en el instante en que nos detenemos y miramos el miedo, éste
comienza a disolverse. El propio
escapar es la causa del miedo.
Ustedes deben estar hirviendo de
preguntas, pero tal vez son tímidos. ¿Puedo yo formularles una pregunta a
ustedes? ¿Qué quieren ser cuando sean mayores? ¿Lo saben? Por supuesto, para las niñas es simple,
quieren casarse, eso está entendido; pero aun si se casan, ¿qué quieren hacer?
¿Son ustedes ambiciosos? ¿Saben
qué es la ambición? Es el deseo de
llegar a ser alguien, ¿no es así? El
hombre que tiene un ideal y dice: "Voy a ser como Rama, Sita o
Gandhi", sigue siendo ambicioso. ¿Son ustedes ambiciosos de algún
modo? Entonces, ¿qué es lo que eso
significa? ¿Por qué son ambiciosos?
Esto puede ser un poco difícil, pero es uno de los problemas de la vida
y deben pensar al respecto. Les diré
por qué. Todos somos ambiciosos; cada
cual es ambicioso a su propia manera. ¿Y saben lo que eso hace? Es la causa de que estemos el uno contra el
otro. Estamos siempre luchando por ser
ricos, famosos, por ser más hábiles que otros; yo quiero ser más grande que tú
y tú quieres ser más grande que yo. Por
lo tanto, la ambición significa en realidad tratar de ser algo que no somos. ¿Y
qué es lo importante? ¿Tratar de ser algo que no somos o comprender lo que
somos? Ciertamente, primero tenemos que
miramos a nosotros mismos y empezar a comprender lo que somos.
Vean, casi todos nosotros somos
idealistas, y los idealistas son unos hipócritas porque siempre están tratando
de llegar a ser algo que no son. Si soy
estúpido y me esfuerzo por ser ingenioso, todos piensan que eso es
espléndido. Pero una persona estúpida,
por mucho que pueda utilizar los trucos del ingenio, no por eso se volverá
inteligente. Mientras que si sé que soy
estúpido, entonces ese mismo saberlo es el comienzo de la inteligencia, la cual
es mucho mejor que el mero ingenio. ¿Comprenden?
Si no soy muy listo, ¿qué es lo
que generalmente ocurre? En la escuela
me ponen al final de la clase, y es vergonzoso que el maestro haga tal cosa,
porque soy tan importante como cualquier otro. Es estúpido por parte del
maestro mantenerme al final de la clase comparándome con los estudiantes
listos, porque al compararme me está destruyendo.
Pero el comparar es la base de
nuestra así llamada educación y de toda nuestra cultura. El maestro está diciendo siempre que debes
ser tan bueno como tal o cual estudiante, de manera que te esfuerzas por ser
tan listo como ellos. ¿Y qué es lo que ocurre contigo? Te atormentas más y más, te enfermas
físicamente, te desgastas mentalmente.
Mientras que si el maestro no te compara con nadie sino que dice:
"Mira, chico, sé tu mismo.
Averigüemos qué es lo que te interesa, cuáles son tus capacidades. No imites, no trates de ser como Rama, Sita
o Gandhi; sé lo que eres y empieza desde ahí", si el maestro dice eso,
entonces el importante eres tú, no algún otro.
El individuo es el importante, y al comparar al estudiante con alguien
que es más listo, el maestro lo está desestimando, empequeñeciendo, mostrando
que es más estúpido. Es función del
maestro ayudarles a descubrir lo que es cada uno de ustedes, y no puede
ayudarles a que hagan eso si les compara con algún otro. La comparación los destruye, de modo que no
se comparen con otro. Uno es tan bueno
como cualquiera. Comprenda cada uno de
ustedes lo que es, y a partir de ahí empiece a descubrir cómo ser plenamente,
más libremente, más expansivamente lo que es.
Interlocutor: Usted dijo que si
los padres amaran realmente a sus hijos, no les impedirían hacer cosa alguna.
Pero si el hijo no quiere ser limpio o come algo que es malo para su salud, ¿no
debemos impedírselo?
K.: No creo haber dicho jamás que
si los padres amaran a sus hijos les dejarían hacer exactamente lo que a éstos
se les antoje. Ésta es una cuestión muy difícil, ¿verdad? Después de todo, si amo a mi hijo veré que
él no tenga motivo alguno para sentir miedo, lo cual es algo
extraordinariamente difícil de hacen Como dije, para estar libre de miedo, el
niño no debe ser comparado con ningún otro ni debe ser sometido a exámenes. Si amo al hijo le daré libertad, no para
hacer lo que le plazca -porque hacer meramente lo que a uno le place es
estúpido-, sino libertad en la que pueda cultivar la inteligencia; esa
inteligencia le dirá entonces lo que tiene que hacer.
Para que haya inteligencia tiene
que haber libertad, y uno no puede ser libre si es constantemente exhortado a
volverse como algún héroe, porque entonces el importante es el héroe y no uno.
¿No experimentan ustedes dolores de estómago cuando tienen exámenes? ¿No se
sienten nerviosos, ansiosos? Cuando año tras año tienen que enfrentarse a la
experiencia penosa de los exámenes, ¿no saben lo que eso les hace por el resto
de sus vidas? Los adultos dicen que los
niños deben desarrollarse sin temor, pero eso no significa absolutamente nada,
se trata meramente de un montón de palabras, porque ellos mismos están
cultivando su temor al someterles a los exámenes y al compararles con algún
otro.
Otra cosa que realmente debemos
discutir es lo que llamamos disciplina. ¿Saben lo que entiendo por
disciplina? Desde la infancia se les
dice lo que deben hacer, y ustedes tienen que hacerlo alegremente. Nadie se toma la molestia de explicarles por
qué tienen que levantarse temprano, por qué tienen que estar limpios. Los padres y los maestros no les explican
estas cosas porque no tienen ni el amor ni el tiempo ni la paciencia; dicen
meramente: "Hazlo o te castigaré".
Así, la educación tal como la conocemos, es la instalación del temor. ¿Y
cómo puede ser inteligente la mente de ustedes cuando hay temor? ¿Cómo pueden
sentir amor o respeto por la gente cuando están atemorizados? Puede que 14 respeten" a las personas
que tienen grandes apellidos, automóviles costosos; pero al sirviente no le
respetan, sólo lo patean. Cuando llega
un gran hombre todos lo saludan y tocan sus pies, y a eso lo llaman respeto;
pero no es respeto, es el temor el que hace que toquen sus pies. Ustedes no tocan el pie del pobre coolie,
¿verdad? Con él no son respetuosos
porque él no puede darles nada. De modo
que nuestra educación no es nada más que el cultivo o fortalecimiento del
temor. Esto es algo terrible, ¿no es
así? Y en tanto haya temor, ¿cómo
podemos crear un mundo nuevo? No
podemos. Por eso es muy importante que
comprendan este problema del temor mientras son jóvenes, y para todos nosotros
es importante ver que seamos educados verdaderamente sin temor.
Interlocutor: ¿No es importante
tener ideales en la vida?
K.: Es una buena pregunta, porque
todos ustedes tienen ideales. Tienen el
ideal de la no violencia, el ideal de la paz o el ideal de una persona como
Rama, Sita o Gandhi, ¿no es cierto? ¿Qué es lo que eso significa? Que lo importante no eres tú, sino que el
ideal es muy importante. Rama es
tremendamente importante, pero no un pobre tipo como tú, de modo que le
imitas. Todo lo que les interesa es
copiar, ya sea a una persona o una idea.
Como dije, un idealista es un hipócrita porque está siempre tratando de
llegar a ser lo que no es, en vez de ser y comprender lo que es.
Vean, el problema del idealismo es
realmente muy complejo, y ustedes no lo comprenden porque jamás se les ha
alentado para que reflexionen al respecto; nadie ha hablado nunca de eso con
ustedes. Todos sus libros, todos sus
maestros, todos los diarios y revistas dicen que deben tener ideales, que deben
ser como este héroe o aquel otro, lo cual sólo hace que la mente sea como un
mono que imita o como un disco fonográfico que repite un montón de
palabras. Por lo tanto, no tienen que
aceptar, sino empezar a cuestionarlo todo y descubrir, y no pueden cuestionar
si internamente están llenos de temor.
Cuestionarlo todo significa hallarse en estado de rebelión, lo cual
implica crear un mundo nuevo. Pero ya
lo ven, sus maestros y sus padres no quieren que se rebelen, porque desean
controlarles, desean formarles y moldearles según sus propios patrones de
existencia; y así la vida continúa siendo una cosa fea.
Interlocutor: Si somos pequeños,
¿ cómo podemos crear un mundo nuevo?
K.: No pueden crear un mundo
nuevo si son pequeños. Pero no van a
ser pequeños por el resto de sus vidas, ¿verdad? Serán pequeños si tienen miedo.
Podrán tener un cuerpo grande, un automóvil grande, una alta posición
social, pero si internamente están atemorizados, jamás crearán un mundo
nuevo. Por eso es muy importante que se
desarrollen con inteligencia, sin miedo, en libertad. Pero desarrollarse en libertad no significa disciplinarse para
ser libre.
Interlocutor: ¿Cuál debería ser
el sistema de educación para hacer que el niño no sienta temor?
K.: Un sistema o método implica
que a uno le digan lo que debe hacer y cómo debe hacerlo. ¿Hará eso que uno no
sienta temor? ¿Puede uno ser educado con inteligencia, sin temor, sin ninguna
clase de sistema? Cuando somos jóvenes
debemos tener libertad para crecer; pero no hay un sistema que nos haga libres.
Un sistema implica hacer que la mente se ajuste a un patrón, ¿verdad? Significa encerramos dentro de una
estructura que no nos da libertad. En
el momento en que confiamos en un sistema no nos atrevemos a salir de él, y
entonces el pensamiento mismo de salimos del sistema engendra temor. Por lo tanto, en realidad no hay sistema de
educación. Lo importante son el maestro
y el estudiante, no el sistema. Después
de todo, si quiero ayudarles a que se liberen del temor, yo mismo debo estar
libre de temor. Entonces tengo que
estudiarles, tengo que tomarme el trabajo de explicárselo todo y decirles lo
que es el mundo; y para hacer todo esto tengo que amarles. Como maestro, he de sentir que cuando dejen
la escuela o el colegio lo hagan exentos de temor. Si realmente siento eso, puedo ayudarles a que se liberen del
temor.
Interlocutor: ¿Es posible conocer
la calidad del oro sin someterlo a algún tipo especial de prueba? Del mismo modo, ¿puede conocerse la
capacidad de cada niño sin alguna clase de examen?
K.: ¿Conoce usted realmente la
capacidad del niño por medio del examen?
Un niño puede fallar porque está nervioso, temeroso del examen, mientras
que otro puede pasar fácilmente porque el examen le afecta menos. En cambio, si usted observa a cada niño,
semana tras semana, si observa su carácter, el modo como se comporta en sus
juegos, cómo habla, el interés que demuestra, cómo estudia, la comida que come,
etc., comenzará a conocer al niño sin necesitar exámenes que le digan de qué es
él capaz. Pero nunca hemos pensado
acerca de todas estas cosas.
Interlocutor: Señor, ¿cuál es su
idea de un mundo nuevo?
K.: No tengo ninguna idea acerca
del mundo nuevo. El mundo
"nuevo" no puede ser nuevo si tengo una idea acerca de él. Esto no es sólo una declaración ingeniosa,
es un hecho. Si tengo una idea al
respecto, la idea nace de mi estudio y de mi experiencia, ¿no es así? Nace de lo que he aprendido, de lo que otras
personas han dicho acerca de cómo debe ser el mundo nuevo. De modo que el mundo nuevo nunca puede ser
nuevo si es una creación de la mente, porque la mente es lo viejo. Usted no sabe qué es lo que va a suceder
mañana, ¿verdad? Podrá saber que mañana
no habrá escuela porque es domingo, o que el lunes estará asistiendo a la escuela
nuevamente; pero lo que va a ocurrir fuera de la escuela, qué clase de
sentimientos va a experimentar, qué tipo de cosas va a ver, todo eso no lo
sabe, ¿correcto? A causa de que no sabe
qué va a ocurrir el día de mañana o a la mañana siguiente, cuando eso ocurre,
es nuevo. Lo que importa es la
capacidad para afrontar lo nuevo.
Interlocutor: ¿Cómo podemos crear
algo nuevo si no sabemos qué es lo que queremos crear?
K.: Es triste no saber lo que
significa crear, ¿no es así? Cuando
usted siente algo, puede poner en palabras lo que siente. Si ve un árbol hermoso, puede escribir un
poema describiendo no el árbol, sino lo que el árbol ha despertado en
usted. Ese sentir es nuevo, es la cosa
creativa. Pero eso no puede producirlo,
tiene que ocurrirle.
Interlocutor: ¿Deben los niños
tomarse seriamente todas estas cosas? Y
si lo hacen, ¿estarán libres alguna vez para divertirse?
K.: ¿No eres serio ahora? Pero no puedes ser serio todo el tiempo,
¿verdad? No puedes jugar todo el tiempo
o dormir todo el tiempo o estudiar todo el tiempo. Hay un tiempo para jugar y un tiempo para ser serio, y esta
reunión intenta ser seria; pero si no quieres ser serio. está muy bien, nadie
va a obligarte.
CAPITULO 2
Hemos estado hablando acerca del
temor. ¿No creen ustedes que lo que llamamos religión es en realidad el
resultado del temor? Tienen que haber
advertido cómo sus padres, sus abuelos o sus parientes van al templo, adoran un
ídolo, repiten frases del Gita o de algún otro libro sagrado, o practican algún
ritual. Hacer estas cosas y creer en
algo, es lo que ellos llaman religión. ¿Pero piensan ustedes que es así? Ir al templo, poner flores a los pies de un
ídolo hecho por la mano, practicar algún ritual día tras día, año tras año
hasta que mueren, ¿es religión eso?
Y si la religión no es la
veneración de una cosa hecha por la mano, ¿es entonces la veneración de algo
hecho por la mente? Cuando ustedes
entran en un templo ven ahí un ídolo que algún escultor ha labrado en la piedra. La gente pone flores delante de esta imagen,
vierte agua sobre ella, la viste; eso es lo que ellos llaman religión, y
piensan que es irreligioso no hacer estas cosas.
También tenemos una idea de lo
que es Dios, y esa idea es creada por la mente, ¿no es así? El ídolo es fabricado por la mente mediante
la mano, y la idea de Dios es elaborada y sostenida en la mente como algo
maravilloso, algo que debe venerarse igual que al ídolo sagrado. Tanto la idea como el ídolo son hechura de
la mente, ¿verdad? Obviamente no son
Dios, porque es la mente la que los ha inventado. En Europa verán ustedes la figura esculpida de un ser humano
desnudo y clavado en una cruz, y ellos adoran esa figura. Aquí en la India hacemos lo mismo de una
manera diferente. Ya sea en la India,
en Europa o en América, le rezamos a una imagen, adoramos una idea y
gradualmente edificamos una cosa llamada religión, una religión inventada por
la mente.
Vean, tenemos miedo de estar
solos, queremos algo que nos ayude. A
la edad de ustedes queremos ser ayudados por nuestra madre, por nuestro padre,
por nuestro abuelo; a medida que vamos creciendo seguimos deseando que alguien
nos ayude, porque la vida es muy difícil; queremos un padre glorificado que nos
proteja, que nos diga lo que debemos hacer.
Por lo tanto, debido a este miedo de estar solos, de que nadie nos
ayude, creemos en un Dios que va a ayudarnos; pero eso sigue siendo una
invención de la mente, ¿no es así? A
causa de que tenemos miedo y queremos que se nos guíe y se nos diga qué es
bueno y qué es malo, cuando somos mayores creamos una religión que no es
religión en absoluto. La religión,
pienso, es algo totalmente distinto, y para encontrar la cosa verdadera, es
obvio que tenemos que estar libres de la cosa que el hombre inventa. ¿Lo
siguen? Para descubrir lo que es Dios,
para descubrir algo real, uno debe estar libre de todos los adornos
pseudorreligiosos que el hombre mismo se ha impuesto. Ustedes podrán descubrir lo real sólo si están completamente
libres de temor, lo cual quiere decir que cuando hayan crecido y salgan para
ingresar en el mundo, deben tener la inteligencia para descubrir de qué tienen
miedo; para descubrirlo, sacarlo del armario de la mente, mirarlo y no escapar
de ello.
Casi todos tenemos miedo de estar
solos. ¿Alguna vez salimos a pasear a solas?
Muy raramente. Siempre queremos que alguien nos acompañe porque deseamos
charlar, deseamos contarle a alguien una historia, estamos todo el tiempo
hablando, hablando, hablando: de ese modo jamás estamos solos, ¿verdad? Cuando uno es mayor y sale a dar un paseo a
solas, descubre muchísimas cosas.
Descubre sus propios modos de pensar, y entonces comienza a observar
todas las cosas que lo rodean: el mendigo, el hombre estúpido, el hombre listo,
el rico y el pobre; uno se percata de los árboles, de los pájaros, de la luz
sobre una hoja. Ustedes verán todo esto
cuando salgan solos. Al estar solos,
pronto descubrirán que están atemorizados.
Y es porque estamos atemorizados por lo que hemos inventado esta cosa
llamada religión.
Se han escrito volúmenes acerca
de Dios y de lo que debemos hacer para aproximamos a Él; pero la base de todo
eso es el temor. En tanto estemos
atemorizados, no podremos encontrar nada real.
Si uno teme la oscuridad, no se atreve a salir, de manera que se cubre
con la sábana y se duerme. Para salir y
mirar, para descubrir lo real, uno tiene que librarse del temor, ¿no es
así? Pero ya lo ven, es muy difícil
libramos del temor. La mayoría de los
adultos dice que ustedes sólo podrán librarse del temor cuando sean más
grandes, cuando hayan acumulado conocimientos y hayan aprendido a disciplinar
la mente. Ellos piensan que la libertad
es algo muy lejano, que está al final, no al principio. Pero, ciertamente, tiene que haber libertad
desde la infancia, de lo contrario jamás serán libres.
Vean, estando ellos mismos
atemorizados, los adultos les disciplinan a ustedes, les dicen qué es lo que
está bien y qué es lo que está mal, les dicen que deben hacer aquello y no
esto, que deben pensar en lo que dirá la gente, etc. Ejercen toda forma de control para hacerlos encajar dentro del
surco, dentro de un armazón, de un patrón, y a esto lo llaman disciplina. Siendo muy jóvenes y a causa del propio
temor, ustedes encanan; pero esto no les ayuda, porque cuando meramente
encajan, no comprenden.
Ahora mirémoslo de otro
modo. Si no se les disciplinara, si no
fueran controlados o reprimidos, ¿harían ustedes lo que les place? ¿Harían lo
que se les antoja si no hubiera nadie para decirles lo que deben hacer? Ahora probablemente lo harían porque están
acostumbrados a que los fuercen, a que los sujeten o los pongan en un armazón,
y como reacción harían algo contrario a eso.
Pero supongamos que desde la infancia, desde el comienzo mismo cuando
pasan por la escuela, el maestro discutiera las cosas con ustedes y no les
dijera lo que deben hacer, ¿cómo responderían entonces? Si desde el principio mismo el maestro les
señalara que ser libres es lo primero, no lo último cuando están a punto de
morir, ¿qué ocurriría entonces?
La dificultad está en que ser libre
exige una gran dosis de inteligencia; y como ustedes no saben todavía lo que es
ser libre -libre para hacer lo que uno ama realmente-, es función del maestro
ayudarles a descubrir los caminos de la inteligencia. Es la inteligencia la que nos libera del temor. En tanto haya temor, estarán ustedes
imponiéndose constantemente alguna clase de disciplina: debo hacer esto y no
aquello, debo creer, debo adaptarme, debo practicar puja, etc. Esta autodisciplina nace toda del temor, y
donde hay temor no hay inteligencia.
De modo que la educación,
propiamente hablando, no es sólo un asunto de leer libros, aprobar exámenes y
conseguir un empleo. La educación es un
proceso por completo diferente, se extiende desde el momento en que nacen hasta
el momento en que mueren. Podrán leer
innumerables libros y ser muy ingeniosos, pero no creo que el mero ingenio sea
una señal de, educación. Si son
solamente ingeniosos, se pierden muchísimo de la vida. Lo importante es que en primer lugar
averigüen de qué están atemorizados, a fin de que comprendan el temor y no
escapen de él. Cuando nuestra mente
está de verdad libre de las exigencias de cualquier tipo, cuando ya no es más
envidiosa, adquisitiva, sólo entonces puede descubrir qué es Dios. Dios no es lo que la gente dice que es. Dios es algo por completo diferente, algo
que revela su existencia cuando uno comprende, cuando ya no hay más temor.
Por lo tanto, la religión es
verdaderamente un proceso de educación, ¿no es así? La religión no es un asunto de qué creer o qué no creer, de
practicar rituales o de aferramos a ciertas supersticiones; es un proceso de
educamos en el sentido de la comprensión, de modo tal que nuestra vida se
vuelva extraordinariamente rica y ya no seamos más seres humanos temerosos,
mediocres. Sólo entonces podremos crear
un mundo nuevo.
Los políticos y los líderes
religiosos dicen que la creación de un mundo nuevo está en manos de los
jóvenes. ¿No han oído eso?
Probablemente cientos de veces.
Pero ellos no les educan para que sean libres; y para crear un mundo
nuevo tiene que haber libertad. Los
adultos, que han hecho una atroz confusión de las cosas, les educan según el
patrón de sus propias ideas. Dicen que
son ustedes, la nueva generación, los que deben crear un mundo nuevo; pero al
propio tiempo les ponen dentro de una jaula, ¿verdad? Les dicen que deben ser indios, parsis, esto o aquello, y si
ustedes siguen sus ideas, es obvio que van a crear un mundo exactamente igual
al presente. Un mundo nuevo puede ser
creado sólo si creamos desde la libertad, no desde el temor, no desde la
superstición ni sobre la base de lo que ciertas personas han dicho acerca de lo
que el mundo nuevo debería ser.
Ustedes, los jóvenes, la
generación venidera, podrán dar origen a un mundo por completo diferente sólo
si se les educa para que sean libres y no se les fuerza a que hagan algo que no
aman o que no comprenden. Por eso es
importante que mientras son jóvenes sean verdaderos revolucionarios, lo cual
implica no aceptar nada sino investigar todas las cosas a fin de descubrir qué
es lo verdadero. Sólo entonces podrán
crear un mundo nuevo. De lo contrario,
aunque puedan llamarlo con un nombre diferente, perpetuarán el mismo mundo viejo
de desdicha y destrucción que siempre ha existido hasta el día de hoy.
¿Pero qué nos ocurre generalmente
cuando somos jóvenes? Las chicas se
casan, tienen hijos y poco a poco se marchitan. Los muchachos, cuando han crecido, tienen que ganarse la vida, de
modo que consiguen empleo y se les exige que se adapten, se les obliga a seguir
una profesión, les guste o no les guste; al casarse y tener hijos son
arrastrados por sus responsabilidades y, en consecuencia, tienen que hacer lo
que se les dice. Así, el espíritu de
rebelión, el espíritu de investigación, el espíritu de la búsqueda interna
llega a su fin; todas sus ideas revolucionarias de crear un mundo nuevo se
extinguen porque la vida es demasiado complicada para ellos. Tienen que ir a la oficina, tienen un jefe
para el cual deben hacer esto o aquello, y paulatinamente el sentido de la
investigación, de la rebelión, el anhelo de crear un estilo de vida totalmente
distinto, se destruye por completo. Por
eso es importante tener este espíritu de rebelión desde el comienzo mismo,
desde la infancia.
Vean, la religión, la verdadera,
significa una rebelión para encontrar a Dios, lo cual implica descubrir por uno
mismo lo verdadero. No es una mera
aceptación de los así llamados libros sagrados, por antiguos y venerados que
sean.
Interlocutor: En su libro sobre
la educación, usted sugiere que la educación moderna es un completo fracaso. Me
gustaría que explicara esto.
K.: ¿No es un fracaso,
señor? Cuando usted sale a la calle ve
al hombre pobre y al rico, y cuando mira a su alrededor ve a todas las personas
que se dicen educadas riñendo, peleando, matándose unas a otras en guerras que
ocurren en todo el mundo. Hoy existe el
conocimiento científico suficiente para que podamos proveer de alimento, ropa y
albergue a todos los seres humanos; sin embargo, no es eso lo que se hace. Los políticos y otros líderes son en todo el
mundo personas educadas, tienen títulos, grados, togas y bonetes, son doctores
y científicos; sin embargo, no han creado un mundo en el cual el hombre pueda
vivir dichosamente. Por lo tanto, la
educación moderna ha fracasado, ¿no es así?
Y si uno está satisfecho con ser educado del mismo viejo modo, hará de
la vida otra tremenda
Interlocutor: ¿Puedo saber por
qué no debemos amoldarnos a los planes de nuestros padres, ya que lo que ellos
quieren es que seamos buenos?
K.: ¿Por qué deben ustedes
amoldarse a los planes de sus padres, por meritorios, por nobles que sean? No son mera masilla, no son jalea para que
les encajen en un molde. Y si encajan,
¿qué ocurre con ustedes? Se convierten
en una así llamada buena chica o un buen muchacho, ¿y después qué? ¿Saben qué
significa ser buenos? La bondad no es
meramente lo que la sociedad dice o lo que dicen los padres. La bondad es algo
por completo diferente, ¿no es así? La
bondad surge sólo cuando tenemos inteligencia, cuando tenemos amor, cuando no
tenemos miedo. No puedes ser bueno si
tienes miedo. Puedes volverte
respetable haciendo lo que exige la sociedad, y entonces la sociedad te pone
una guirnalda, dice qué persona tan buena eres; pero ser meramente respetable
no es ser bueno.
Mira, cuando somos jóvenes no
queremos amoldamos, y al mismo tiempo queremos ser buenos. Queremos ser gentiles, dulces, queremos ser
considerados y hacer cosas amables; pero sabemos qué significa todo eso y somos
"buenos" porque tenemos miedo.
Nuestros padres dicen: "Sé bueno", y casi todos somos buenos,
pero una "bondad" semejante consiste meramente en vivir conforme a
los planes de ellos para nosotros.
Interlocutor: Usted dice que la
educación moderna es un fracaso. Pero
si los políticos no hubieran recibido educación, ¿cree usted que podrían haber
creado un mundo mejor?
K.: No estoy del todo seguro de
que no podrían haber creado un mundo mejor si no hubieran recibido esta clase
de educación. ¿Qué significa gobernar a la gente? Después de todo, eso es lo que se supone que hacen los políticos:
gobernar a la gente. Pero son
ambiciosos, desean poder, posición, quieren ser respetados, quieren ser los
conductores, ocupar el primer lugar; no piensan en la gente, están pensando en
sí mismos o en sus partidos, que son una extensión de ellos mismos. Los seres humanos son seres humanos, sea que
vivan en la India, en Alemania, en Rusia, en América o en la China; pero ya lo
ven, al dividir a los hombres de acuerdo con los países, son más los políticos
que pueden tener grandes posiciones, de modo que no les interesa pensar en el
mundo como una totalidad. Son educados,
saben leer, argumentar, hablan incisamente acerca de ser buenos ciudadanos,
pero los que deben ocupar el primer lugar son ellos. ¿Dividir el mundo y crear
guerras es lo que llamamos educación?
Los políticos no están solos haciendo esto, todos lo hacemos. Algunas personas quieren la guerra porque
les rinde beneficios. De modo que no
son sólo los políticos quienes deben tener la clase correcta de educación.
Interlocutor: Entonces, ¿cuál es
su idea de la clase correcta de educación?
K.: Acabo de decírselo. Mire, se lo mostraré nuevamente. Después de todo, la persona religiosa no es
la que adora a un Dios, una imagen hecha por la mano o por la mente, sino una
que investiga realmente qué es la verdad, qué es Dios; y una persona así es
verdaderamente educada. Puede no haber
ido a la escuela, puede no tener libros, quizá ni siquiera sepa leer; pero se
está liberando del temor, de su egoísmo, de su interés propio, de su
ambición. Por lo tanto, la educación no
es meramente un proceso de aprender a leer, a calcular, a construir puentes, de
realizar investigaciones para encontrar nuevos modos de utilizar el poder
atómico y demás. El propósito de la
educación es fundamentalmente ayudar al hombre a que se libere de su propia
mezquindad y de sus estúpidas ambiciones.
Toda ambición es estúpida, mezquina; no existe la gran ambición. Y la educación implica también ayudar al
estudiante a crecer en libertad y sin temor, ¿no es así?
Interlocutor: ¿Cómo pueden todos
los hombres ser educados de ese modo?
K.: ¿No quieres tú ser educado de
ese modo?
Interlocutor: ¿Pero cómo?
K.: En primer lugar, ¿quieres ser
educado así? No preguntes cómo, sientes
que quieres ser educado de ese modo. Si
tienes este sentimiento intenso, cuando hayas crecido ayudarás a crearlo en
otros, ¿no es cierto? Mira: si eres muy
entusiasta jugando cierto juego, pronto encontrarás a otras personas que lo
jueguen contigo. De igual manera, si
eres realmente entusiasta en querer ser educado del modo que hemos estado
discutiendo, ayudarás a crear una escuela con la clase apropiada de maestros
que proporcionarán ese tipo de educación.
Pero muy pocos de nosotros queremos realmente ese tipo de educación, y
entonces preguntamos: "¿Cómo puede hacerse?". Acudimos a algún otro para la
respuesta. Pero si todos ustedes -cada
estudiante que está escuchando y espero que los maestros también- quieren esa
clase de educación, entonces la exigirán y la llevarán a cabo.
Tomemos un ejemplo sencillo. Ustedes saben lo que es la goma de mascar,
¿no? Si todos quieren mascar goma el
fabricante la produce, pero si no la quieren, el fabricante quiebra. De igual modo y en un nivel por completo
diferente, si todos ustedes dicen: "Queremos la clase correcta de
educación, no esta falsa educación que sólo conduce al crimen organizado",
si dicen eso y es realmente lo que quieren decir, darán origen a la clase
correcta de educación. Pero ya ven,
ustedes son todavía demasiado jóvenes, demasiado temerosos, por eso es
importante ayudarles a crear esto.
Interlocutor: Si quiero la clase
correcta de educación, ¿necesito maestros?
K.: Por supuesto que sí. Necesitas maestros que te ayuden, ¿no es
así? ¿Pero qué es ayudar? No estás
viviendo solo en el mundo, ¿verdad?
Están tus compañeros estudiantes, tus padres, tus maestros, el cartero,
el lechero, todos son necesarios, todos se ayudan el uno al otro a vivir en
este mundo. Pero si dices: "El
maestro es sagrado, él está en un nivel y yo estoy en otro", entonces esa
clase de ayuda no es ayuda en absoluto.
El maestro sólo es útil si no está utilizando la enseñanza para
alimentar su vanidad o como un recurso para su propia seguridad. Si enseña no porque es incapaz de hacer otra
cosa sino porque realmente ama la enseñanza, entonces ayudará al estudiante a
crecer sin temor. Esto significa nada
de exámenes ni calificaciones ni notas.
Si ustedes van a crear la clase correcta de educación, necesitan de
tales maestros para que les ayuden a crearla; es, entonces, muy importante que
los maestros mismos sean educados correctamente.
Interlocutor: Si todas las
ambiciones son estúpidas, entonces ¿cómo puede progresar el hombre?
K.: ¿Sabe usted lo que es el
progreso? Bien, tenga paciencia y
examinémoslo despacio. ¿Qué es el progreso? ¿Ha pensado alguna vez al respecto?
¿Es progreso cuando usted puede ir a Europa en pocas horas por avión en lugar
de que le tome una quincena yendo en barco?
La invención de medios más rápidos de transporte, el desarrollo de armas
más grandes, de mayores y mejores medios de destruimos unos a otros aniquilando
a miles de personas con una sola bomba atómica en vez de derribarlas una por
una con flechas; esto es lo que llamamos progreso, ¿no es así? Éste ha sido, pues,
el progreso en el sentido tecnológico, pero ¿hemos progresado en alguna otra
dirección? ¿Hemos terminado con las guerras? ¿Es la gente más bondadosa, más
amable, más generosa, más reflexiva, menos cruel? No tiene que decir "sí" o "no", mire simplemente
los hechos. En lo científico y en lo
físico hemos logrado progresos enormes, pero internamente estamos atascados,
¿verdad? Para la mayoría de nosotros,
la educación ha sido como alargar sólo una pata de un trípode, de modo que nos
falta el equilibrio; ¡no obstante, hablamos de progreso, todos los periódicos
están llenos de él!
Interlocutor: Tengo una amiga que
odia a sus padres porque la han separado de una persona que ella ama. ¿Cómo
puedo ayudarla?
K.: Ésta es una cuestión muy
complicada, ¿no? ¿Sabes?, la vida no es nada fácil, algunas partes de ella son
muy crueles. Hay padres irreflexivos
que no se interesan en sus hijos en absoluto, o si se interesan, quieren que
sus hijos les obedezcan, que les imiten, que lo hagan todo exactamente como
desean los padres. Así es como poco a
poco se forma en los hijos la resistencia.
Si ocurre que el padre es inteligente y la madre estúpidamente obstinada
cuando el padre no está, o viceversa, el hijo siente resistencia, antagonismo
hacia uno u otro de los padres. Quizá puedas ayudar a tu amiga siendo más
comprensiva, más afectuosa, explicándole de una manera amable algunas de las
cosas que tú y yo hemos hablado al respecto y que tú comprendes por ti misma.
Mira, en el momento en que
alimentas un rencor, en que odias a alguien, eso te hace más daño a ti que a la
persona que te desagrada, porque ese sentimiento es como una herida interna que
está supurando; pero es muy difícil que los niños, los jóvenes entiendan todo
esto. Después de todo, los niños están
llenos de travesuras, de despreocupación, tal como deben estarlo; y si los
padres fuerzan a su hijo dentro de un determinado molde o patrón, eso crea en
el niño una resistencia tremenda, un ciego antagonismo que él va a descargar
sobre alguien cuando sea mayor. Si has
comenzado a comprender esto, puedes hablar de ello con tu amiga y tal vez la
ayudes a no aumentar este odio, este antagonismo que hay dentro de ella.
Interlocutor: ¿Cuál es la
definición de estudiante?
K.: Es muy fácil encontrar una
defunción, ¿verdad? Todo lo que tienes
que hacer es abrir un diccionario en el lugar apropiado y te dará la
respuesta. Pero ésa no es la clase de
definición que quieres, ¿no es cierto?
Quieres conversar sobre ello, quieres averiguar qué es un verdadero
estudiante. ¿Es un verdadero estudiante aquél que aprueba exámenes, consigue un
empleo y después cierra todos los libros?
Ser un estudiante significa estudiar la vida, no sólo leer los pocos
libros requeridos por tu programa de estudios; implica observarlo todo a lo
largo de la vida, no sólo unas cuantas cosas en un período determinado. Un estudiante, ciertamente, no es sólo el
que lee, sino el que es capaz de observar todos los movimientos de la vida, los
externos y los internos, sin decir: "esto es bueno, aquello es malo". Si condenas algo no lo observas,
¿verdad? Para observarlo tienes que
estudiarlo sin condenar, sin comparar.
Si te comparo con algún otro, no te estoy estudiando, ¿correcto? Si te comparo con tu hermano menor o tu
hermana mayor, los importantes son tu hermano o tu hermana; por lo tanto, no te
estoy estudiando.
Pero toda nuestra educación
consiste en comparar. Te estás
comparando perpetuamente a ti mismo o a otro con alguien: con tu gurú, con tu
ideal, con tu padre que es tan inteligente, un gran político y demás. Este proceso de comparación y condena te
impide observar, estudiar. De manera
que el verdadero estudiante es aquél que lo observa todo en la vida, tanto
externa como internamente, sin comparar, aprobar ni condenar. No sólo es capaz de investigar en cuestiones
científicas, sino que también puede observar las operaciones de su propia
mente, de sus propios sentimientos, lo cual es mucho más difícil que observar
un hecho científico. Comprender todo el funcionamiento de la propia mente
requiere una gran dosis de discernimiento, muchísima investigación exenta de
condena.
Interlocutor: Usted dice que
todos los idealistas son unos hipócritas. ¿A quién llama idealista?
K.: ¿No sabe usted qué es un
idealista? Si soy violento, podré decir
que mi ideal es ser no violento; pero subsiste el hecho de que soy
violento. El ideal es lo que espero ser
con el tiempo. Me costará años volverme
no violento, y mientras tanto soy violento, ésa es la cosa real. Siendo violento, trato todo el tiempo de ser
no violento, que es lo irreal. ¿No es hipocresía eso? En lugar de comprender y disolver mi violencia, estoy tratando de
ser alguna otra cosa. El hombre que
está tratando de ser otra cosa de lo que es, es obviamente un hipócrita. Es como ponerme una máscara y decir que soy
diferente, pero detrás de la máscara sigo siendo el mismo hombre de antes. Mientras que si puedo investigar todo el
proceso de la violencia y comprenderlo, entonces existe una posibilidad de
librarme de la violencia.
CAPITULO 3
Cuando ustedes son jóvenes tienen
curiosidad por saberlo todo acerca de todo, por qué brilla el sol, qué son las
estrellas, quieren saberlo todo acerca de la luna y del mundo que nos rodea;
pero cuando somos mayores, el conocimiento se vuelve una mera colección de informaciones
sin sentimiento alguno. Se convierten
en especialistas, saben mucho acerca de este o aquel tema y se interesan muy
poco por las cosas que les rodean: el mendigo de la calle, el hombre rico que
pasa cerca de ustedes en su automóvil. Si queremos saber por qué hay riqueza y
pobreza en el mundo, podemos encontrar una explicación. Hay explicaciones para
todo, y la explicación parece satisfacer a la mayoría de nosotros. Lo mismo es
válido para la religión. Nos satisfacen
las explicaciones; y a ese explicarlo todo lo llamamos conocimiento. ¿Es esto
lo que entendemos por educación? ¿Aprendemos para descubrir, o meramente
requerimos explicaciones, definiciones, conclusiones a fin de tranquilizar
nuestras mentes y así no tener que seguir investigando?
Nuestros mayores pueden habémoslo
explicado todo, pero con eso han apagado generalmente nuestro interés. A medida que crecemos la vida se vuelve más
compleja y muy difícil. ¡Hay tantas cosas para conocer, hay tanta desdicha y
sufrimiento! Y viendo toda esta
complejidad pensamos que hemos resuelto todo eso mediante explicaciones. Muere alguien y explicamos esa muerte; de
tal modo, el sufrimiento se amortigua por medio de la explicación. Tal vez nos rebelemos contra la idea de la
guerra mientras somos jóvenes, pero ya adultos aceptamos la explicación de la
guerra y nuestras mentes se embotan.
Cuando somos jóvenes, lo
importante no es satisfacernos con explicaciones sino averiguar cómo es posible
ser inteligentes y, de ese modo, descubrir la verdad de las cosas; y no podemos
ser inteligentes si no somos libres. Se
dice que la libertad llega sólo cuando somos viejos y sabios, pero no hay duda
de que tiene que haber libertad mientras aún somos muy jóvenes; no libertad para
hacer lo que nos plazca, sino libertad para comprender muy profundamente
nuestros propios instintos e impulsos.
Tiene que haber una libertad exenta de temor, pero no podemos estar
libres del temor mediante una explicación.
Somos conscientes de que existe la muerte y el miedo a la muerte. Pero explicando la muerte, ¿podemos saber
qué es el morir o podemos estar libres del miedo a la muerte?
A medida que vamos creciendo, es
importante que tengamos la capacidad de pensar muy sencillamente. ¿Qué es la
sencillez? ¿Quién es una persona sencilla?
Un hombre que hace vida de ermitaño, que tiene muy pocas pertenencias,
¿es verdaderamente sencillo? ¿Acaso la sencillez no es algo por completo
diferente? La sencillez es de la mente
y del corazón. Casi todos somos muy
complejos, tenemos muchas necesidades y muchos deseos. Por ejemplo, ustedes
desean aprobar sus exámenes, desean conseguir un buen empleo, tienen ideales y
quieren desarrollar un buen carácter, etc., ¡la mente tiene tantas exigencias!
¿Contribuye eso a la sencillez? ¿No es muy importante descubrirlo?
Una mente compleja no puede
descubrir la verdad de nada, no puede descubrir lo real, y ésa es nuestra
dificultad. Desde la infancia nos
educan para que nos amoldemos, y no sabemos cómo transformar la complejidad en
simplicidad, en sencillez. Es sólo la
mente muy sencilla y directa la que puede encontrar lo real, lo verdadero. Conocemos más y más, pero nuestras mentes
nunca son sencillas. Y sólo la mente
sencilla es creativa.
Cuando ustedes pintan el cuadro
de un árbol, ¿qué es lo que están pintando? ¿Sólo una representación del árbol
tal cual se ve, con sus hojas, sus ramas, su tronco, el árbol completo en todos
sus detalles? ¿O lo pintan desde el sentimiento que el árbol ha despertado en
ustedes? Si el árbol les dice algo y lo
pintan desde esa experiencia interna, aunque lo que sienten pueda ser muy
complejo, el cuadro que pintan será el resultado de una gran sencillez. Es indispensable, cuando son jóvenes, que
mantengan la mente muy sencilla, incontaminado, aunque puedan tener toda la
información que necesitan.
Interlocutor: Si todos fuéramos
educados correctamente, ¿estaríamos libres de temor?
K.: Es muy importante estar libre
de temor, ¿no es así? Y no puedes estar
libre de temor excepto por intermedio de la inteligencia. Averigüemos, pues, en
primer lugar, cómo podemos ser inteligentes, no cómo libramos del temor. Si podemos experimentar qué es ser
inteligente, sabremos cómo libramos del temor.
El temor es siempre con respecto a algo, no existe por sí mismo. Está el temor a la muerte, el temor a la
enfermedad, el temor a la pérdida, el temor a los padres, el temor a lo que
dirá la gente, etc.; y la cuestión no es cómo libramos del temor, sino cómo
despertar la inteligencia con la cual Poder enfrentamos con el temor,
comprenderlo e ir más allá.
Ahora bien, ¿cómo puede la
educación ayudamos a ser inteligentes? ¿Qué es la inteligencia? ¿Es un asunto
de habilidad, de aprobar exámenes?
Podremos leer muchos libros, conocer a personajes prominentes, tener
muchísima capacidad, ¿pero hace todo eso que seamos inteligentes? ¿O la
inteligencia es algo que se revela en nosotros sólo cuando llegamos a estar
integrados? Nos hallamos compuestos de
muchas partes; a veces nos sentimos ofendidos, celosos, somos violentos, otras
veces somos humildes, reflexivos, tranquilos.
En distintos momentos somos seres diferentes, jamás somos totales, jamás
estamos totalmente integrados, ¿no es así?
Cuando un ser humano tiene muchos deseos, internamente está dividido en
muchos seres.
Uno debe abordar el problema
sencillamente. La cuestión es cómo ser
inteligentes, a fin de vemos libres del temor.
Si desde su más temprana infancia, cualquier dificultad que tengan es
discutida con ustedes de modo que la comprensión de la misma no sea meramente
verbal sino que les capacite para ver la totalidad de la vida, entonces una
educación así puede despertar la inteligencia y, con eso, liberar a la mente
del temor.
Interlocutor: Usted ha dicho que
ser ambicioso es ser estúpido y cruel ¿Es entonces estúpido y cruel tener la
ambición de obtener la clase correcta de educación?
K.: ¿Eres ambicioso? ¿Qué es la
ambición? Cuando deseas ser mejor que
otro, obtener mejores notas que algún otro, eso es, sin duda, lo que llamamos
ambición. Un pequeño político es
ambicioso al desear convertirse en gran político; pero ¿es ser ambicioso desear
la clase correcta de educación? Cuando
haces algo que amas, ¿es ambición eso?
Cuando escribes o pintas no porque desees prestigio sino porque amas
escribir o pintar, eso no es ambición, ciertamente. La ambición interviene cuando te comparas con otros escritores o
artistas, cuando deseas tener éxito.
Por lo tanto, cuando haces algo
que amas realmente, eso no es ambición.
Interlocutor: Cuando uno desea
encontrar la verdad o la paz, se convierte en un sanyasi. ¿Un sanyasi conoce,
entonces, la sencillez?
K.: ¿Conoce uno la sencillez
cuando desea la paz? ¿Es por convertirse en un sanyasi o en un sadhu por lo que
uno es sencillo? Ciertamente, la paz es
algo que no pertenece a la mente. Si
deseo la paz y trato de quitar de mi mente todos los pensamientos de violencia,
¿me traerá eso la paz? O si tengo muchos deseos y digo que no debo tener
deseos, ¿seré pacífico? En el momento
en que uno desea algo está en conflicto, lucha, y lo que genera sencillez es
nuestra propia comprensión de todo el proceso del deseo.
Interlocutor: Si somos educados
del modo correcto estamos libres de temor, y si nos educan erróneamente somos
temerosos. ¿Es cierto eso?
K.: Es obviamente cierto, ¿no es
así? ¿Y acaso no estamos atemorizados por una cosa u otra? Todos le temen a algo: a la opinión pública,
a la muerte, a la enfermedad. Eso es un
hecho obvio.
Interlocutor: Si, como usted
dice, todos sienten temor, entonces nadie es un santo ni un héroe. ¿No hay
entonces grandes hombres en este mundo?
K.: Ése es un razonamiento
meramente lógico, ¿verdad? ¿Por qué debemos preocupamos de los grandes hombres,
de los santos, de los héroes? Lo que
importa es lo que uno es. Si uno es temeroso, va a crear un mundo feo. Ésa es
la cuestión, no si hay grandes hombres.
Interlocutor: Usted dijo que la
explicación es una cosa mala. Hemos
venido aquí en busca de explicación. ¿Es malo eso?
K.: Yo no dije que la explicación
es mala; dije que no se satisfagan con explicaciones.
Interlocutor: ¿Cuál es su idea
acerca del futuro en la India?
K.: No tengo idea, ninguna idea
en absoluto. No creo que la India como
India importe demasiado. Lo que importa
es el mundo. Ya sea que vivamos en la
China o en Japón, en Inglaterra, en la India o en América, todos decimos:
"Mi país importa muchísimo", y nadie piensa en el mundo como una
totalidad; los libros de historia están llenos con la constante repetición de
las guerras. Si pudiéramos empezar a
comprendemos como seres humanos, tal vez dejaríamos de matamos unos a otros y
pondríamos fin a las guerras; pero en tanto seamos nacionalistas y pensemos tan
sólo en nuestro propio país, seguiremos creando un mundo terrible. Si alguna vez vemos que ésta es nuestra
Tierra donde todos podemos vivir felizmente y en paz, entonces juntos
construiremos de nuevo; pero si seguimos pensando en nosotros mismos como
indios, alemanes o rusos, y consideramos a todos los demás como extranjeros,
entonces no habrá paz y no podrá crearse ningún mundo nuevo.
Interlocutor: Usted dice que hay
muy pocas personas en este mundo que sean grandes. ¿Entonces qué es usted?
K.: No importa lo que soy
yo. Lo que importa es descubrir la
verdad o falsedad de lo que se dice. Si
usted piensa que tal o cual cosa es importante porque fulano de tal la está
diciendo, entonces no está escuchando realmente, no está tratando de descubrir
por sí mismo qué es verdadero y qué es falso.
Pero, ya lo ve, casi todos
tenemos miedo de descubrir por nosotros mismos qué es verdadero y qué es falso,
y por eso aceptamos meramente lo que algún otro dice. Lo importante es cuestionar, observar, no aceptar jamás. Por desgracia, la mayoría de nosotros
escucha sólo a quienes considera que son grandes personas, a alguna autoridad
establecida, a los Upanishads, al Gita, a lo que fuere. Jamás prestamos atención a los pájaros, al
sonido del mar o al mendigo. Así nos
perdemos lo que el mendigo está diciendo; puede haber verdad en lo que dice el
mendigo y ninguna verdad en lo que dice el rico o el hombre investido de
autoridad.
Interlocutor: Nosotros leemos
libros a causa de nuestra curiosidad.
Cuando usted era joven, ¿no era curioso?
K.: ¿Piensa usted que meramente
leyendo libros descubre por sí mismo lo que es verdadero? ¿Descubre alguna cosa
repitiendo lo que otros han dicho? ¿O sólo descubre investigando, dudando, no
aceptando jamás? Muchos de nosotros
leemos montones de libros sobre filosofía y esta lectura moldea nuestras
mentes, lo cual hace muy difícil descubrir por nosotros mismos qué es verdadero
y qué es falso. Cuando la mente ya está
moldeada, formada, sólo puede descubrir la verdad a costa de las más grandes
dificultades.
Interlocutor: ¿No deberíamos
preocuparnos por el futuro?
K.: ¿Qué entiendes por el
futuro? De aquí veinte o cincuenta
años, ¿es eso para ti el futuro? El futuro
que está a muchos años de distancia es muy incierto, ¿no es así? Tú no sabes qué es lo que va a suceder. ¿De
qué te sirve, entonces, que te preocupes o te inquietes al respecto? Puede haber una guerra, una epidemia,
cualquier cosa puede ocurrir; de modo que el futuro es incierto,
desconocido. Lo que importa es cómo
vives ahora, lo que piensas, lo que sientes ahora. Importa muchísimo el presente, el hoy, no el mañana o lo que va a
suceder de aquí a veinte años; y comprender el presente requiere muchísima
inteligencia.
Interlocutor: Cuando somos
jóvenes somos muy traviesos y no siempre sabemos qué es bueno para
nosotros. Si un padre aconseja a su
hijo por el bien del hijo, ¿no debe el hijo seguir el consejo de su padre?
K.: ¿Qué piensas tú? Si soy un padre, primero debo averiguar qué
es lo que mi hijo desea hacer realmente en la vida, ¿verdad? ¿Conoce el padre
lo suficiente acerca del hijo como para aconsejarle? ¿Ha estudiado al hijo?
¿Cómo puede un padre que tiene muy poco tiempo para observar a su hijo,
ofrecerle consejos? Suena lindo decir
que el padre debe guiar a su hijo, pero si el padre no conoce a su hijo, ¿qué
es lo que ha de hacer? Un niño tiene
sus propias inclinaciones y capacidades que han de ser estudiadas, no sólo por
cierto tiempo o en un lugar determinado, sino durante todo el período de su
infancia.
Interlocutor: Usted dijo la
última vez que el idealista es un hipócrita.
Si queremos construir un edificio, primero debemos tener una idea de él.
¿No debemos, de igual modo, tener primero un ideal si vamos a construir un
mundo nuevo?
K.: Tener una idea de un edificio
que vamos a construir no es lo mismo que ser idealista con respecto a
algo. Son, por cierto, dos cosas
diferentes.
Interlocutor: Al aspirar al
bienestar de nuestro propio país, ¿no aspiramos también al bienestar de la
humanidad? ¿Está dentro de los alcances del hombre común aspirar directamente
al bienestar de la humanidad?
K.: Cuando buscamos el bienestar
de nuestro país a expensas de otros países, eso conduce a la explotación y al
imperialismo. Mientras pensemos
exclusivamente en nuestro país, por fuerza tendremos que crear conflicto y
guerra.
Cuando usted pregunta si está
dentro de los alcances del hombre común aspirar directamente al bienestar de la
humanidad, ¿qué es lo que entiende por hombre común? ¿Usted y yo no somos el
hombre común? ¿Acaso somos diferentes del hombre común? ¿Qué es lo que hay de
excepcional respecto de nosotros? Somos
todos seres humanos corrientes, ¿no es así? ¿Sólo porque poseemos ropas limpias
y llevamos zapatos o tenemos un automóvil, piensa usted que somos diferentes de
otros que no poseen estas cosas? Todos
somos personas comunes, y si realmente comprendemos esto podremos dar origen a
una revolución. Una de las fallas de
nuestra educación actual es la de hacemos sentir tan exclusivos, tan sobre un
pedestal por encima del así llamado hombre de la calle.
CAPITULO 4
Pienso que es una cosa muy rara
que, después de dejar la escuela, encontremos la felicidad en la etapa
posterior de nuestra vida. Cuando
ustedes se vayan de aquí, estarán enfrentándose a problemas extraordinarios: el
problema de la guerra, los problemas de la relación personal, los problemas
como ciudadanos, el problema de la religión y el constante conflicto dentro de
la sociedad; y me parece que sería una falsa educación la que no nos preparara
para afrontar estos problemas y así poder dar origen a un mundo genuino y más
feliz. Ciertamente, corresponde a la
educación, especialmente en una escuela donde tienen la oportunidad de la
expresión creativa, ayudar a los estudiantes a que no queden atrapados en esas
influencias sociales y ambientales que estrecharán sus mentes y, por ende,
limitarán su perspectiva de la vida y su posibilidad de ser felices; y me
parece que aquellos que están a punto de ingresar en el colegio, deberían
conocer por sí mismos los múltiples problemas que todos afrontamos. Es muy importante, sobre todo en el mundo al
que van a enfrentarse, tener una inteligencia extraordinariamente clara, y esa
inteligencia no puede tener su origen en ninguna influencia externa ni en los
libros. Llega, pienso, cuando uno se da
cuenta de estos problemas y puede encararlos, no en un sentido personal o
limitado, no como americano o hindú o comunista, sino como un ser humano capaz de
sostener la responsabilidad de percibir el verdadero valor de las cosas tal
como son y no interpretarlas conforme a alguna ideología particular o a algún
determinado patrón de pensamiento.
¿No es importante que la
educación nos prepare a cada uno de nosotros para comprender y encarar nuestros
problemas humanos, y no que nos provea meramente de conocimientos o de
adiestramiento tecnológico? Porque ya
ven, la vida no es nada fácil. Ustedes
pueden haber disfrutado de un período feliz, un período creativo, un período en
el cual han madurado; pero cuando dejen la escuela, las cosas empezarán a
ocurrir y a cercarles, estarán limitados no sólo por las relaciones personales
sino por las influencias sociales, por sus propios temores y por la inevitable
ambición de triunfar.
Pienso que ser ambicioso es una
calamidad. La ambición es una forma de
interés propio, de encierro en uno mismo; por lo tanto, engendra mediocridad de
la mente. Vivir en un mundo lleno de
ambición sin ser ambicioso significa, realmente, amar algo por sí mismo sin
buscar recompensa, un resultado; y eso es muy difícil, porque todo el mundo,
todos nuestros amigos, nuestras relaciones, todos están luchando para triunfar,
para realizarse personalmente, para ser alguien. Pero comprender todo esto, libramos de ello y hacer algo que
realmente amamos -no importa qué, por modesto o poco reconocido que sea-, eso,
pienso, despierta el espíritu de grandeza que nunca busca aprobación ni
recompensa, que hace las cosas por amor a ellas mismas y que, por lo tanto,
tiene la fuerza y la capacidad de no quedar atrapado en la influencia de la
mediocridad.
Pienso que es muy importante que
vean eso mientras son jóvenes, porque las revistas, los periódicos, la
televisión y la radio acentúan constantemente el culto al éxito, y con eso
alientan la ambición y la competencia que engendran mediocridad de la
mente. Cuando ustedes son ambiciosos,
están ajustándose meramente a un patrón particular de la sociedad, sea en
América, en Rusia o en la India; por lo tanto, están viviendo en un nivel muy
superficial.
Cuando dejen la escuela e
ingresen en el colegio, y más tarde se enfrenten al mundo, me parece que lo
importante es que no se rindan, que no inclinen sus cabezas ante las distintas
influencias, sino que las afronten y las comprendan tal como son y vean cuál es
la verdadera significación y el valor que tienen; y que hagan todo esto con
espíritu bondadoso y gran fuerza interior, lo cual no creará más discordia en
el mundo.
Pienso, pues, que una verdadera
escuela debe traer una bendición al mundo merced a sus estudiantes. Porque el mundo necesita una bendición, se
encuentra en un estado terrible; y la bendición podrá venir sólo cuando
nosotros, como individuos, no estemos buscando el poder, no estemos tratando de
satisfacer nuestras ambiciones personales, sino que tengamos una clara
comprensión de los inmensos problemas con los que todos estamos
enfrentados. Esto requiere una gran
inteligencia, la cual implica, en realidad, una mente que no piensa de acuerdo
con ningún patrón particular, sino que es libre en sí misma y, por lo tanto,
tiene la capacidad de ver lo que es verdadero y dejar de lado lo que es falso.
PENSAMIENTOS DE KRISHNAMURTI
- Poemas de Juventud
- Sobre el Amor
- Sobre la Naturaleza y el Medio
- Sobre la Sociedad
- Sobre la Verdadera Negación
- Poemas de Juventud
- ¡Escuchad!
- La Vida es una. No tiene principio ni fin
- El origen y la meta viven en nuestro corazón
- Estáis aprisionados en las tinieblas de su vasto
precipicio.
1
La Vida no tiene credo ni creencia. No tiene patria ni
santuario; no está limitada por
el nacimiento y la muerte ni es masculina ni femenina.
¿Podéis "sujetar las aguas en un delantal" o
"aprisionar el viento en vuestro puño"?
Responde, ¡oh, amigo!
Bebe en la fuente de la Vida. Ven, yo te mostraré el camino.
El manto de la vida cubre todas las cosas.
2
En lo más secreto de los valles
existe el gemido y el lamento. En las grandes avenidas de los hombres están las
risas de las mutables tristezas. En los cantos melodiosos está la vacuidad del
deseo colmado. Sobre la elevada montaña espera el silencio de la muerte.
Como las olas del mar, se suceden
las acciones de los hombres, sólo para romperse sobre las playas de la gloria
vana. El torbellino del amor joven crece triste en el lapso de un sólo día. El
pensamiento conquista las grandes regiones del tiempo, y siempre vuelve al
cautiverio de una mente engañadora.
¡Ay! e! deseo es
tan joven como el primer rayo de aurora y triste como el cortejo que lleva al
muerto a la tumba. Lucha, la persecución del placer fugaz. Trabajo, la torpe
pena de la ambición fácil. Lucro, la reunión de los tesoros peculiares del
rico. Dominio, el grito del juicio pervertido que ahoga el corazón del opresor.
Codicia, la crueldad de la privación que pervierte el crecimiento de la vida.
3
¡Oh, amigo! Estoy anheloso de ti.
La larga carrera
con el tiempo. La incesante danza con los vientos del espacio, el agobio de la
pena de la soledad y el acopio de alegrías: han cesado, y yo te espero como los
campos agostados esperan la llegada de lluvias.
El amor que
corrompe la forma de sus encantos, las ofrendas para pacificar el secreto temor
del pensamiento, las vanas esperanzas faltas de comprensión, las visiones y
sueños siempre en la imagen del hombre, la muerte que crea las tinieblas de la
vida: han cesado, y yo te espero como el loto espera el frescor de la noche.
Escúchame, ¡oh,
amigo! Te espero, como el nevado pico en un sosegado valle.
Del Boletín Internacional de la Estrella (1931-32)
Sobre el Amor
La niña que vivía al lado estaba
enferma y había estado llorando a ratos todo el día, y hasta bien avanzada la
noche. Esto continuaba desde cierto tiempo, y la pobre madre estaba agotada.
Había en la ventana una plantita que ella solía regar todas las tardes, pero
durante los últimos días esto se había descuidado. La madre estaba sola en la
casa -excepto una sirvienta bastante inútil e ineficiente-, y ella parecía no
saber qué hacer, porque era evidente que la enfermedad de la niña era grave. El
médico había venido varias veces en su gran automóvil, y la madre se
entristecía cada vez más.
Un árbol platanero en el jardín
se regaba con el agua de la cocina, y el suelo en torno del tronco siempre
estaba húmedo. Sus hojas eran de un verde oscuro, y había una muy grande, de
dos o tres pies de ancho y mucho más larga, que hasta entonces no había sido
rasgada por los vientos como las demás. Oscilaba muy suavemente con la brisa, y
sólo la tocaba el sol por el oeste. Era algo maravilloso el ver las flores
amarillas en círculos descendentes sobre un largo tallo inclinado hacia abajo.
Estas flores serían pronto jóvenes plátanos y el tallo engrosaría mucho, porque
podría haber docenas de plátanos, ricos, verdes y pesados. De vez en cuando, un
brillante abejorro penetraba por entre las flores amarillas, y varias mariposas
negras y blancas llegaban y revoloteaban en torno. Parecía haber gran
abundancia de vida en aquel bananero, especialmente al darle el sol y con sus
grandes hojas agitándose bajo la brisa. La niña solía jugar alrededor de él y
era muy alegre y sonriente. A veces caminábamos juntos un corto trecho por la
senda, mientras la madre vigilaba, y luego se volvía corriendo. No podíamos
entendernos, porque nuestras palabras eran distintas pero eso no le impedía
hablar; y así hablábamos.
Una tarde, la madre me llamó por
señas para que entrara. La niña estaba en los huesos; sonreía débilmente y
luego cerraba los ojos, completamente agotada.. Dormía por momentos. Por lo
ventana abierta venia el ruido que hacían otros niños que gritaban y jugaban.
La madre no podía hablar, y se le habían secado ya las lágrimas. No se sentaba,
sino que permanecía en pie junto a la camita, y en el ambiente había
desesperación y ansiedad. En aquel momento entró el médico, y me despedí, con
una silenciosa promesa de volver.
El sol se ponía detrás de los
árboles, y las enormes nubes sobre él tomaban un brillo dorado. Estaban los
habituales cuervos, un papagayo llegó chillando y se aferró al borde de un
agujero en un gran árbol muerto, con la cola apretada contra el tronco;
vacilaba, al ver un ser humano tan cerca, pero un instante después desapareció
por el agujero. Habla unos pocos campesinos en el camino, y pasó un auto,
cargado de, cargado de jóvenes. Un temerito de una semana de edad estaba atado
a un poste de un alambrado, mientras la madre pastaba cerca. Por el camino
bajaba una mujer con un muy bruñido recipiente de bronce sobre la cabeza, y
otro apoyado en la cadera; llevaba agua del pozo. Solía pasar todas las tardes;
y en aquel atardecer especialmente, frente al sol poniente, era la tierra misma
en movimiento.
De la ciudad cercana habían
llegado dos hombres jóvenes. El ómnibus los había traído hasta la parada, y
ellos hablan venido andando el resto del camino. Trabajaban en una oficina,
dijeron, y por eso no hablan podido llegar más temprano. Llevaban ropa limpia,
que no se había ensuciado en el viejo ómnibus, y llegaron sonrientes, pero algo
tímidos, en actitudes vacilantes y respetuosas. Una vez sentados, pronto
olvidaron su timidez, pero aun no estaban muy seguros sobre la manera expresar
en palabras lo que pensaban.
¿Qué clase de trabajo hacéis?
"Ambos estamos. empleados en
la misma oficina; yo soy taquígrafo y mi amigo lleva las cuentas. Ninguno de
nosotros ha ido al colegio, porque nuestros medios no lo permitían, y no somos
casados. No recibimos mucha paga, pero como no tenemos responsabilidades de
familia, nos basta para nuestras necesidades. Si alguno de los dos se casara,
ya sería diferente"
"No somos muy cultos"
-añadió el segundo- aunque leemos algo de literatura sería, nuestra lectura no
es intensa. Pasamos mucho tiempo juntos, y en los días feriados volvemos a
nuestras familias. En la oficina hay muy pocos que se interesen en cosas
serías. Un amigo común nos trajo el otro día a oír una plática vuestra, y hemos
preguntado si podíamos veros. ¿Puedo preguntaros una cosa, señor?"
Claro que si.
"¿Qué es el amor?"
¿Queréis una definición? ¿No
sabéis lo que significa esa palabra?
«Hay tantas ideas sobre lo que
debida ser el amor, que todo es un poco confuso"
-dijo el primero-.
¿Qué clase de ideas?
"Qué el amor no debe ser
apasionado, sensual; que debe uno amar a su prójimo como a si mismo; que debe
amar a sus padres, que el amor debe ser el amor impersonal de Dios, etc. Cada
hombre da una opinión según su concepción."
Prescindiendo de las opiniones de
otros, ¿qué creéis vosotros?¿Tenéis también opiniones sobre el amor?
"Es difícil expresar en
palabras lo que uno siente" -replicó el segundo-. "Creo que el amor
debe ser Universal;. uno tiene que amarlo todo, sin prejuicio. Es el prejuicio
lo que destruye el amor; es la conciencia de clase la que crea barreras y
divide a la gente. Los libros sagrados dicen que tenemos que amarnos unos a
otros, y no ser personales ni limitados en nuestro amor; pero a veces nos
resulta esto muy difícil."
"Amar a Dios es amar a
todos" -añadió el primero-. "Sólo existe el amor divino ; lo demás es
carnal, personal. El amor físico impide el amor divino; y sin amor divino, todo
otro amor es mero trueque o intercambio. El amor no es sensación. Hay que
frenar la sensación sexual, disciplinarla; por eso estoy en contra del control
de nacimientos. La pasión física es destructiva; por la castidad se va hacia
Dios."
Antes de seguir adelante, ¿no
creéis que deberemos descubrir si todas estas opiniones tienen alguna validez?
¿No vale tanto una opinión corno otra? Prescindiendo de quién es el que la
tenga, ¿no es la opinión una forma de prejuicio, una tendencia creada por el
temperamento propio, por la propia experiencia y por la forma en que por
casualidad se nos ha educado?
"¿Creéis que es malo tener
una opinión?" -preguntó el segundo-.
Decir que es malo o bueno sería
meramente otra opinión ¿no? Pero si empezamos por observar y comprender cómo se
forman las opiniones, entonces tal vez podamos percibir el significado efectivo
de la opinión, el juicio, la conformidad.
"¿Tendréis la bondad de
explicarlo?"
El pensamiento es resultado de la
influencia ¿no es así? Vuestro pensar y vuestras opiniones están dictados por
la forma en que se os ha educado. Decís: "esto está bien, esto está
mal", según el patrón moral de vuestro particular condicionamiento, Por el
momento no nos interesa lo que es la verdad más allá de toda influencia, o si
existe tal verdad, Tratamos de ver el significado de las opiniones, de las
creencias, tanto si son colectivas, como personales. La opinión, la creencia,
la conformidad o disconformidad, son reacciones que está de acuerdo con el
propio trasfondo, estrecho o amplio, ¿no es así?
"Sí, pero ¿está mal
eso?"
Repito, si decís que está bien o
mal, os mantenéis en el campo de las opiniones. La verdad no es cuestión
opinión. Un hecho no depende de la conformidad o de la creencia. Vosotros y yo
podemos convenir en llamar a este objeto "reloj", pero bajo cualquier
otro nombre seguiría siendo lo que es. Vuestra creencia u opinión es algo que
os ha dado la sociedad en que vivís. Al rebelaros contra ella, como una
reacción, podéis formar una opinión distinta, otra creencia; pero continuáis en
el mismo nivel, ¿verdad?
"Lo siento, señor, pero no
comprendo adónde queréis llegar" -replicó el segundo-.
Tenéis ciertas ideas y opiniones
sobre el amor ¿no es así?
"Sí."
"He leído lo que han dicho
sobre el amor los santos y los grandes maestros religiosos, y, habiéndolo
pensado, he llegado a mis propias conclusiones."
Que están determinadas por lo que
os agrada o disgusta, ¿verdad? Os gusta o no os gusta lo que han dicho otros
sobre el amor, y decidís qué afirmación es correcta y cuál es equivocada según
vuestra propia predilección. ¿No es esto lo que hacéis?
"Escojo lo que considero que
es verdadero."
¿En qué se basa vuestra elección?
"En mi propio conocimiento y
discernimiento".
¿Qué entendéis por conocimiento?
No trato de poneros tropiezos ni acorralaros, sino que procuramos juntos
comprender por qué tenemos opiniones, ideas, conclusiones sobre el amor. Una
vez que comprendamos esto, podremos penetrar mucho más hondamente en el asunto.
¿Qué entendéis, pues, por conocimiento?
" Por conocimiento entiendo lo que he aprendido de las
enseñanzas de los libros sagrados."
"El conocimiento abarca
también las técnicas de la ciencia moderna y toda la información acumulada por
el hombre desde los tiempos antiguos hasta el momento presente" -añadió el
otro-.
El conocimiento es pues un
proceso de acumulación, ¿verdad? Es el cultivo de la memoria. El conocimiento
que hemos acumulado como hombres de ciencia, músicos, tipógrafos, estudiosos,
ingenieros, nos convierte en técnicos en los diversos departamentos de vida.
Cuando. tenemos que construir un puente, pensamos como ingenieros, y este
conocimiento forma parte de la tradición, es parte del trasfondo o
condicionamiento que influye en todo nuestro pensar. El vivir, que incluye la
capacidad de construir un puente, es acción total, no una actividad parcial,
separada; y sin embargo, nuestro pensar sobre la vida, sobre el amor, es
determinado por las opiniones, las conclusiones, la tradición. Si se os educase
en una cultura que sostuviera que el amor es sólo físico y que el amor divino
es todo un disparate, repetiríais de la misma manera lo que se os había
enseñado ¿no es así?
"No siempre" -replicó
el segundo-. "Reconozco que es raro, pero algunos de nosotros nos
rebelamos y pensamos por nosotros mismos."
El pensamiento puede rebelarse
contra la norma establecida, pero esta rebelión misma es generalmente producto
de otra norma; la mente sigue presa en el proceso del conocimiento, de la
tradición. Es como rebelarse dentro de los muros de una prisión para pedir más
comodidad, mejor alimento, etcétera.
Vuestra mente está, pues,
condicionada por las opiniones, la tradición, el conocimiento, y por vuestras
ideas sobre el amor, que os hacen actuar de cierta manera. Eso es claro,
¿verdad?
Si queréis una definición podéis
mirar cualquier diccionario; pero las palabras que definen el amor no son el
amor ¿verdad? Bucear meramente una explicación de lo que es el amor, es estar
aún atrapado en las palabras, las opiniones, que se aceptan o rechazan de acuerdo
con vuestro condicionamiento.
"¿No estáis haciendo
imposible averiguar qué es el amor?" preguntó el segundo.
¿Es posible averiguar a través de
una serie de opiniones, conclusiones? Para indagar acertadamente, el
pensamiento tiene que estar libre de la conclusión, de la seguridad del
Conocimiento, de la tradición. La mente puede librarse de una serie de
conclusiones, y formar otra, cosa que es también sólo una continuidad
modificada de lo viejo.
Ahora bien, ¿no es el pensamiento
mismo un movimiento de un resultado a otro, de una influencia a otra? ¿Veis lo
que quiero decir?
"No estoy seguro", dijo
el primero.
"No lo comprendo nada",
dijo el segundo.
Tal vez lo entendáis a medida que
avancemos. Voy a presentarlo así: ¿es el pensar un Instrumento de indagación?
¿Nos ayudará el Pensamiento a comprender qué es el amor?
"¿Cómo voy a descubrir qué
es el amor si no se me permite pensar?", preguntó el segundo un poco
bruscamente.
Por favor, tened un poco más de
paciencia. Habéis pensado sobre el amor ¿no es así?
"Si, mi amigo y yo hemos
pensado mucho sobre ello."
Si puedo preguntarlo, ¿qué
queréis significar al decir que habéis pensado sobre el amor?
"Que he leído sobre él, lo
he discutido con mis amigos he sacado mis propias conclusiones."
¿Os ha ayudado eso a descubrir lo
qué es el amor? ¿Habéis leído, habéis intercambiado opiniones, y habéis llegado
a ciertas conclusiones sobre el amor, a todo lo cual se le llama pensar. Habéis
descripto positiva o negativamente qué es el amor, a veces añadiendo y a veces
quitando a lo que anteriormente habéis aprendido. ¿No es así?
"Sí, eso es exactamente lo
que hemos estado haciendo, y nuestro pensar ha contribuido a clarificar
nuestras mentes".'
¿Ha contribuido? ¿O es que os
habéis atrincherado cada vez más en una opinión? Seguramente que lo que llamáis
aclaración es el proceso de llegar a una definida conclusión verbal o.
intelectual.
"Eso es; no estamos tan
confusos como estábamos".
En otras palabras: algunas pocas
ideas resaltan claramente en esta mezcla de enseñanzas y opiniones
contradictorias sobre el amor, ¿no es eso?
"Sí; cuanto más hemos
analizado toda esta cuestión de lo que es el amor, tanto más clara se ha
vuelto."
¿Es el amor lo que se ha aclarado
o lo que pensáis sobre él?
¿Vamos a indagar un poco más
esto? Cierto ingenioso mecanismo se llama reloj, porque todos hemos convenido
en utilizar esta palabra para indicar esa cosa determinada; pero la palabra
'reloj' no es evidentemente el mecanismo del mismo. De la misma manera, hay un
sentimiento o un estado que todos hemos convenido en llamar amor; pero la
palabra no es el sentimiento mismo, ¿verdad? Y la palabra amor significa
muchísimas cosas diferentes. En cierto momento la utilizáis para describir un
sentimiento sexual, en otro instante habláis de amor divino o impersonal, o
bien afirmáis lo que debería o no debería ser el amor. Y así sucesivamente.
"Si se me permite
interrumpir, señor ¿podría ser que todos estos sentimientos fueran simplemente
formas variantes de la misma cosa?", preguntó el primero.
¿Que os parece a vos?
"No estoy seguro. Hay
momentos en que el amor parece ser una cosa, pero en otros instantes parece
algo muy distinto. Todo eso es muy confuso, no sabe uno a qué atenerse".
Ahí está, precisamente. Queremos
estar seguros del amor, clavarlo para que no se nos escape; llegamos a
conclusiones, nos ponemos de acuerdo sobre ellas; lo llamamos por diversos
nombres, con sus significados especiales; hablamos sobre "'mi amor",
lo mismo que hablamos sobre 'mi propiedad', 'mi familia», "mi virtud', y
esperamos guardarlo bien seguro, para poder atender a otras cosas y asegurarnos
también de ellas. Pero de alguna manera siempre se nos escapan cuando menos lo
esperamos.
"No sigo bien todo
esto"; dijo el segundo, bastante perplejo.
Como hemos visto, el sentimiento
mismo es diferente de lo que los libros dicen sobre él; el sentimiento no es la
descripción, no es la palabra. Hasta aquí está claro ¿verdad?
"Si"'.
Ahora bien, ¿podéis separar el
sentimiento de la palabra y de vuestros preconceptos sobre lo que debería y no
debería ser?
"¿Qué queréis decir con
'separar'?", pregunto' el primero.
Existe el sentimiento, y la
palabra o palabras que describen ese sentimiento, ya sea en forma aprobatoria o
desaprobatoria. ¿Podéis separar el sentimiento de su descripción verbal? Es
relativamente fácil separar una cosa objetiva, como este reloj, de la palabra
que lo describe; pero, disociar el sentimiento mismo de la palabra
"amor", con todas sus implicaciones, es mucho más arduo y requiere
mucha atención.
"¿Para qué servirá
eso", preguntó el segundo.
Siempre queremos conseguir un
resultado a cambio de hacer algo. Este deseo de un resultado, que es otra forma
de la busca de conclusión, impide comprender. Cuando preguntáis "¿para qué
me servirá disociar el sentimiento de la palabra 'amor'?" estáis pensando
en un resultado; por lo tanto, no estáis realmente inquiriendo para descubrir
qué es ese sentimiento, ¿verdad?
"Quiero, si, descubrir, pero
quiero también saber cuál es el resultado de disociar el sentimiento de la
palabra. ¿No es esto perfectamente natural?"
Tal vez; pero si queréis
comprender, tenéis que prestar atención, y no hay atención cuando una parte de
vuestra mente interesa en resultados, y la otra en comprender. De este modo no
conseguís ni una cosa ni la otra, y así os volvéis cada vez más confuso,
amargado y desdichado. Si no disociamos la palabra -que es recuerdo y todas sus
reacciones, del sentimiento, entonces la palabra o la memoria, es la ceniza sin
el fuego. ¿No es esto lo que os ha pasado a los dos? Os habéis enmarañado en la
red de las palabras, de las especulaciones, que se pierde el sentimiento mismo,
lo único que tiene honda y vital importancia.
"Empiezo a ver lo que
queréis decir" -dijo despacio el primero. "No somos sencillos; no
descubrimos nada por nosotros mismos, sino que simplemente repetirnos lo que se
nos ha dicho. Aun cuando nos rebelemos, formamos nuevas conclusiones, que de
nuevo tienen que romperse. Realmente no sabemos qué es el amor, sino que
meramente tenemos opiniones sobre él ¿Es eso?".
¿No lo creéis así vos mismo? Por
cierto, para conocer el amor, la verdad, Dios, no tiene que haber opiniones, ni
creencias, ni especulaciones, con respecto a ello. Si tenéis una opinión sobre
un hecho, la opinión se vuelve lo importante, no el hecho. Si queréis conocer
la verdad o la falsedad del hecho, entonces no debéis vivir en la palabra, en
el intelecto. Podéis tener muchos conocimientos, información, sobre el hecho,
pero el hecho mismo es enteramente distinto. Dejad de lado el libro, la
descripción, la tradición, la autoridad, y emprended el viaje del
autodescubrimiento. Amad, y no os enredéis en opiniones e ideas acerca de qué
es el amor o qué debería ser. Cuando améis, todo saldrá bien. El amor tiene su
propia acción. Amad, y conoceréis sus bendiciones. Manteneos apartados de la
autoridad que os dice qué es y qué no es el amor. Ninguna autoridad lo sabe; y
el que lo sabe no puede decirlo. Amad, y habrá comprensión.
Comentarios sobre el Vivir. 3ª
serie. Editorial Kier.
Sobre la Naturaleza y el Medio
Habiendo perdido el contacto con
la naturaleza, tendemos naturalmente a desarrollar capacidades intelectuales.
Leemos muchísimos libros, asistimos a innumerables museos y conciertos,
mirarnos televisión y tenemos muchos otros entretenimientos. Citamos
interminablemente las ideas de otras personas y pensamos y hablamos
extensamente acerca del arte. ¿Por qué dependemos tanto del arte? ¿Es una forma
de escape, de estimulación? Si estuvieran directamente en contacto con la
naturaleza, si observaran el movimiento de un pájaro cuando vuela, si vieran la
belleza de cada movimiento del cielo, las sombras de las colinas o la belleza
en el rostro de otra persona, ¿piensan que querrían ir a un museo para mirar
algún cuadro? Tal vez sea a causa de que no saben cómo mirar todas las cosas
que los rodean, que recurren a alguna forma de droga, a fin de estimularse para
ver mejor.
Hay una historia acerca de un
maestro religioso que acostumbraba hablar todas las mañanas a sus discípulos.
Una mañana subió al estrado y estaba a punto de comenzar, cuando un pajarito
vino a posarse en el alféizar de la ventana y empezó a cantar; cantó sin cesar
y a pleno corazón. Cuando terminó y se fue volando, el maestro dijo:
"El sermón de esta mañana ha
terminado".
Me parece que una de nuestras
mayores dificultades es ver por nosotros mismos con verdadera claridad, no sólo
las cosas exteriores sino nuestra vida interna. Cuando decimos que vemos un
árbol o una flor o una persona ¿las vemos realmente? ¿O vemos meramente la
imagen que la palabra ha creado? O sea: cuando ustedes miran un árbol o una
nube en un atardecer pleno de luz y encanto, ¿ven realmente ese árbol, esa
nube, los ven no sólo con los ojos o el intelecto sino de manera completa
total?
¿Han probado alguna vez mirar una
cosa objetiva como un árbol, sin ninguna de las asociaciones, sin ninguno de
los conocimientos que han adquirido acerca de él, sin ningún prejuicio, sin
ningún juicio, sin palabras que formen una pantalla entre ustedes y el árbol,
pantalla que les impide verlo tal como es verdaderamente? Traten de hacerlo y
vean qué es lo que realmente ocurre cuando observan el árbol con todo su ser,
con la totalidad de su energía. En esa intensidad encontrarán que no hay
observador en absoluto, que sólo hay atención. El observador y lo observado
existen cuando hay inatención. Si miran algo con atención completa, no hay
espacio para un concepto, una fórmula o un recuerdo. Es importante comprender
esto, porque vamos a examinar algo que requiere una investigación muy
cuidadosa.
Sólo una mente que mira un árbol
o las estrellas o las centelleantes aguas de un río con una completa entrega de
sí misma sabe qué es la belleza; y cuando vemos de verdad, nos hallamos en un
estado de amor. Por lo general, conocemos la belleza mediante la comparación o
por intermedio de lo que el hombre ha producido, lo cual implica que atribuimos
la belleza a algún objeto. Veo lo que considero que es un bello edificio, y
aprecio esa belleza a causa de mi conocimiento de la arquitectura o comparando
este edificio con otros que he visto. Pero ahora me pregunto: "¿Existe una
belleza sin el objeto?". Cuando hay un observador, que es el censor, el
experimentador, el pensador, no hay belleza, porque entonces la belleza es algo
externo, algo que el observador mira y juzga. Pero cuando no hay observador -y
esto exige muchísima meditación e investigación-, entonces existe la belleza
sin el objeto.
La belleza está en el total
abandono del observador y lo observado, y ese abandono de uno mismo sólo es posible
cuando hay total austeridad, no la austeridad del sacerdote con su dureza, sus
sanciones, sus reglas y su obediencia, no la austeridad en las ropas, en las
ideas, en la comida y en la conducta, sino la austeridad de la total sencillez,
que es completa humildad. Entonces no hay nada que lograr, no hay escalera para
subir por ella; sólo existe el primer paso, y el primer paso es el paso para
siempre.
Digamos que uno está caminando a
solas o con alguien y que ha dejado de hablar. Se halla rodeado por la
naturaleza; no ladra ningún perro, no se oye el ruido de ningún automóvil que
pase, ni siquiera el aleteo de un pájaro. Uno está completamente callado y la
naturaleza que lo rodea también está totalmente silenciosa. En ese estado de
silencio, tanto en el observador como en lo observado -cuando el observador no
traduce en pensamientos lo que observa-, en ese silencio hay una calidad de
belleza diferente. No hay naturaleza sin observador. Hay un estado de la mente
que es de total, completa soledad; la mente está sola, no aislada, sino quieta,
en silencio, y ese silencio, esa quietud, es belleza. Cuando ustedes aman, ¿hay
un observador? El observador existe solamente cuando hay deseo y placer. Cuando
el deseo y el placer no están asociados con el amor, entonces el amor es
intenso. Igual que la belleza, es algo totalmente nuevo cada día. Como he
dicho, no tiene ni ayer ni mañana.
Sólo cuando miramos sin ninguna
idea preconcebida, sin ninguna imagen, podemos estar en contacto directo con
algo en la vida. Todas nuestras relaciones son en realidad imaginarias, o sea,
que se basan en una imagen formada por el pensamiento. Si tengo una imagen de
otro y el otro tiene una imagen de mí, es obvio que no vemos el uno al otro en
absoluto tal como somos realmente. Lo que vemos son las imágenes mutuas que nos
hemos formado, las cuales nos impiden estar en contacto, y por eso nuestras
relaciones no andan bien.
Cuando digo que lo conozco quiero
decir que lo conocí ayer. No sé lo que usted es hoy. Todo lo que conozco es mi
imagen de usted. Esa imagen está formada por lo que usted ha dicho para
elogiarme o para insultarme, por lo que usted me ha hecho; está formada por
todos lo recuerdos que tengo de usted. Y la imagen que usted tiene de mí se ha
formado del mismo modo; son esas imágenes las que se relacionan y eso es lo que
nos impide comunicarnos realmente el uno con el otro.
Dos personas que han vivido
juntas durante un largo tiempo, tienen la una de la otra una imagen que les
impide estar realmente relacionadas. Si comprendemos la relación, podemos
cooperar, pero la cooperación no puede existir a base de imágenes, de símbolos,
de conceptos ideológicos. Sólo cuando comprendemos la verdadera relación entre
nosotros, hay una posibilidad de amor pero negamos el amor cuando tenemos
imágenes. Por lo tanto, es esencial comprender, no intelectualmente sino de
hecho, cómo en nuestra vida cotidiana hemos elaborado imágenes acerca de
nuestra esposa, nuestro marido, nuestro vecino, nuestros hijos, nuestro país,
nuestros líderes, nuestros políticos, nuestros dioses; no tenemos otra cosa
sino imágenes.
Estas imágenes crean el espacio
entre uno mismo y lo que uno observa, y en ese espacio hay conflicto. Vamos a
averiguar juntos si es posible estar libre del espacio que creamos no sólo
exteriormente sino dentro de nosotros mismos, el espacio que divide a la gente
en todas su relaciones.
Ahora bien, la atención misma que
ustedes conceden a un problema es la energía que resuelve ese problema. Cuando
le prestan atención completa -quiero decir cor todo el ser-, no hay observador
en absoluto. Sólo hay un estado de atención que es energía total, y esa energía
total es la suprema forma de inteligencia. Naturalmente, ese estado mental debe
ser de completo silencio, y ese silencio, esa quietud, que nos es la quietud de
la disciplina, adviene cuando hay atención total. Ese silencio total en el que
no existen ni el observador ni lo observado, es la más elevada expresión de la
mente religiosa. Pero lo que ocurre en ese estado no puede ser puesto en palabras,
porque lo que se expresa en palabras no es el hecho. Para descubrir ese hecho
por nosotros mismos, tenemos que experimentarlo.
Cada problema está relacionado
con todos los demás problemas, de modo que si podemos resolver por completo un
problema -no importa cuál- veremos que somos capaces de afrontar fácilmente
todos los otros problemas y de resolverlos. Hablamos, por supuesto, de
problemas psicológicos. Ya hemos visto que un problema sólo existe en el
tiempo, es decir, cuando afrontamos la cuestión de una manera incompleta. Por
lo tanto, no sólo hemos de percibir claramente la naturaleza y estructura del
problema y verlo en su totalidad, sino que debemos abordarlo apenas surge y
resolverlo de inmediato a fin de que no eche raíces en la mente. Si permitimos
que un problema perdure por un mes o por un sólo día, aun por unos cuantos
minutos, el problema generará distorsión en la mente. ¿Es posible, entonces,
abordar un problema de manera inmediata, sin distorsión alguna, y estar
instantánea y completamente libres de él, sin permitir que subsista un solo
recuerdo, un solo rasguño en la mente? Estos recuerdos son las imágenes que
llevamos con nosotros a todas partes, y estas imágenes son las que se enfrentan
a esta cosa extraordinaria que llamamos vida; por lo tanto, hay una
contradicción y, en consecuencia, conflicto. La vida es muy real, no es una
abstracción, y cuando la abordamos con imágenes hay problemas.
¿Es posible afrontar cada
problema sin este intervalo de espacio-tiempo, sin la brecha entre uno mismo y
la cosa que uno tiene? Es posible sólo cuando el observador no tiene
continuidad, el observador que es el constructor de la imagen, el observador
que es una colección de recuerdos e ideas, un manojo de abstracciones.
Cuando uno mira las estrellas, ahí
está el "uno" que mira las estrellas en el cielo; el cielo está
colmado de brillantes estrellas, el aire es fresco, y ahí está "uno",
el observador, el experimentador, el pensador con su corazón adolorido, ahí
está uno, el centro, creando espacio. Nunca entenderemos esto del espacio entre
uno mismo y las estrellas, entre uno mismo y la esposa, el esposo o el amigo,
porque jamás hemos mirado sin la imagen, y por eso no sabemos qué es la
belleza, qué es el amor. Hablamos y escribimos al respecto, pero jamás lo hemos
conocido excepto, quizás, en raros instantes de total olvido de nosotros
mismos. De modo que mientras existe un centro creando espacio a su alrededor,
no hay amor ni belleza. Cuando no existen ni centro ni circunferencia, entonces
hay amor. Y cuando amamos, somos belleza.
Cuando miramos un rostro que
tenemos frente a nosotros, estamos mirando desde un centro, y el centro crea el
espacio entre persona y persona; por eso nuestras vidas son tan vacías e
insensibles. No es posible cultivar el amor o la belleza, ni inventar la
verdad, pero si estamos todo el tiempo atentos a lo que hacemos, podemos
cultivar la percepción alerta. Y desde esa percepción alerta comenzaremos a ver
la naturaleza del placer, del deseo y del dolor, y la completa soledad y el hastío
del hombre; entonces comenzaremos a dar con esa cosa llamada "el
espacio".
Cuando haya espacio entre
nosotros y el objeto que estamos observando, sabremos que no hay amor; y sin
amor, por mucho que tratemos de reformar al mundo o de producir un nuevo orden
social, por mucho que hablemos de mejoras, sólo crearemos dolor. De modo que
ello depende de ustedes. No hay líder, no hay maestro, no hay nadie que les
diga lo que deben hacer. Están solos en este mundo demente y brutal.
La Naturaleza y el Medio.
Editorial Planeta de Buenos Aires
Sobre la Sociedad
SENTADO EN LA PLAYA, mientras uno
observa a las personas que pasan, dos o tres parejas y una mujer sola, parece
que toda la naturaleza, todo lo que a uno lo rodea, desde el profundo mar azul
a aquellas altas montañas rocosas, también está observando. Estamos observando,
sin aguardar nada, sin esperar que algo ocurra, sino solo observando sin fin.
En esa observación hay un aprender, no la acumulación de conocimientos mediante
al aprendizaje que es casi mecánico, sino una observación atenta nunca
superficial sino profunda, viva y afectuosa; entonces no existe ahí un
observador. Cuando hay un observador, éste es meramente el pasado que observa,
y eso no es un observar sino sólo un recordar; es, más bien, una cosa muerta.
La observación es algo tremendamente vital, un vacío de instante en instante.
Esos pequeños cangrejos y esas gaviotas y todos esos pájaros que pasan volando,
observan. Están vigilando a la presa, al pez, a algo para alimentarse; ellos también
observan. Pasa alguien muy cerca de uno y desea saber qué estamos observando,
Nada, y en esa nada está todo.
El otro día vino a vernos un
hombre que había viajado muchísimo, que había visto muchísimo y escrito una que
otra cosa; era un hombre algo viejo, con una barba bien cuidada; se hallaba
decentemente vestido, sin el desaliño de la vulgaridad. Cuidaba sus zapatos,
sus ropas. Aunque era extranjero hablaba un inglés excelente. Y le dijo al
hombre que estaba sentado en la playa observando, que había hablado con
muchísima gente, que había discutido con algunos profesores y estudiosos, y que
mientras estuvo en la India había conversado con unos cuantos pundits. Y la
mayoría de ellos, según dijo al parecer no se interesaba en la sociedad, no se
comprometía a fondo con ninguna reforma social ni con la presente crisis
bélica. A él sí le interesaba profundamente la sociedad en la que estábamos
viviendo, aunque no era un reformador social. No estaba muy seguro de que la
sociedad pudiera cambiar, de que uno pudiera hacer algo al respecto. Pero veía
lo que la sociedad era: la inmensa corrupción, el absurdo de los políticos, la
mezquindad, la vanidad y la brutalidad que se difunden por todas partes del
mundo.
Dijo: "¿Qué podemos hacer
con respecto a esta sociedad? No pequeñas reformas insignificantes aquí y allá
cambiar un Presidente por otro, o un Primer Ministro por otro, son todos más o
menos de la misma progenie, no pueden hacer mucho porque representan la
mediocridad o tal vez menos aún que eso: la vulgaridad; desean alardear, jamás
harán nada. Procambiar un Presidente por otro, o un Primer Ministro por otro,
son todos más o menos de la misma progenie, no pueden hacer mucho porque
representan la mediocridad o tal vez menos aún que eso: la vulgaridad; desean alardear,
jamás harán nada. Producirán reformas mínimas aquí y allá, pero la sociedad
proseguirá su curso a pesar de ellas". El había observado las diversas
sociedades culturas y había advertido que no son muy diferentes en lo
fundamental. Parecía s
No es posible cambiar a la
sociedad a menos que cambie el hombre. El hombre -uno mismo y los demás-ha
creado estas sociedades por generaciones y generaciones; todos hemos creado
estas sociedades desde nuestra mezquindad, desde nuestra codicia, nuestra
envidia nuestra brutalidad, nuestra estrechez de miras, nuestra competencia,
nuestra violencia y demás. Somos los responsables de la mediocridad, de la
estupidez, de la vulgaridad, de toda la insensatez tribal y del sectarismo
religioso. A menos que cada uno de nosotros cambie radicalmente, la sociedad
jamás cambiará. Está ahí, lo hemos hecho nosotros y después ella nos hace ser
lo que somos. Nos moldea tal como la hemos moldeado. No encaja en un patrón y
el patrón la introduce en una estructura; esa estructura es la sociedad.
Y así es como esta acción
prosigue interminablemente, como el mar con la marea que se aleja y después
regresa, a veces muy, muy lentamente, y otras rápidamente peligrosamente. Va y
viene: acción, reacción, acción. Tal parece ser la naturaleza de este
movimiento, a menos que dentro de nosotros exista un orden profundo. Ese orden
mismo producirá orden en la sociedad, no mediante la legislación, los gobiernos
y todo eso, aunque mientras haya desorden y confusión, proseguirán la autoridad
las leyes que son creadas por nuestro propio desorden. La ley es una hechura
del hombre, un producto del hombre tal como lo es la sociedad.
De modo que lo interno, la
psique, crea lo externo conforme a su limitación; y lo externo controla
entonces lo interno y lo moldea. Los comunistas han pensado, probablemente
siguen pensándolo, que controlando lo externo, elaborando ciertas leyes,
regulaciones, instituciones, ciertas formas de tiranía, pueden cambiar al
hombre. Pero hasta ahora no han conseguido su propósito y jamás o conseguirán.
Esta es, asimismo, la actividad de los socialistas. Los capitalistas lo hacen
de un modo diferente, pero es la misma cosa. Lo interno domina siempre lo
externo, porque lo interno es más fuerte, mucho más vital que lo externo.
¿Puede este movimiento detenerse
alguna vez? Lo interno que crea al medio psicológico externo, y lo externo, las
leyes, las instituciones, las organizaciones que tratan de moldear al hombre,
de moldear su cerebro para que actúe en cierta dirección; y el cerebro, lo interno,
psique, que se modifica entonces eludiendo lo externo Este movimiento ha
proseguido durante todo el tiempo que el hombre ha estado sobre esta Tierra, ha
proseguido crudamente, superficialmente, a veces brillantemente siempre lo
interno dominando a lo externo, como el mar con sus mareas que van y vienen.
Uno debería realmente preguntar si este movimiento puede detenerse alguna vez,
este movimiento de acción y reacción, de odio y más odio, de violencia y más
violencia. El movimiento cesa cuando sólo existe el observar, un observar sin
motivo sin reacción ni dirección alguna.
La dirección aparece cuando hay
acumulación. Pero la observación, en la que hay atención, percepción directa y
un gran sentido de compasión, tiene su propia inteligencia. Esta observación y
la inteligencia actúan. Y esa acción no es un flujo y reflujo. Pero esto exige
una gran estado de alerta, requiere que las cosas se vean sin palabra, sin el
nombre, sin reacción alguna; en ese observar hay una gran vitalidad, una gran
pasión.
Ultimo Diario de Krishnamurti
Sobre la Verdadera Negación
MAESTRO: En una de sus pláticas a
los niños usted dijo que cuando surge un problema uno debe resolverlo de
inmediato. ¿Cómo ha de hacerse eso?
KRISHNAMURTI: Para resolver un
problema inmediatamente, usted tiene que comprender el problema. ¿Es la
comprensión de un problema una cuestión de tiempo o es cosa de percepción
intensa, de intensidad en el ver? Digamos que yo tengo un problema, que soy
vanidoso. Es un problema para mí en el sentido de que crea un conflicto, una
contradicción dentro de mí. Es verdad que soy vanidoso y también es cierto que
no quiero serlo. Primeramente debo entender el hecho de que soy vanidoso. Tengo
que vivir con ese hecho. Debo no sólo estar intensamente atento al hecho, sino
comprenderlo en su totalidad. Ahora bien, ¿es una cuestión de tiempo la
comprensión? Puedo ver el hecho de inmediato, ¿verdad? Y la instantaneidad de
la percepción. de ver, disuelve el hecho. Cuando veo una cobra, hay acción
instantánea. Pero no veo la vanidad del mismo modo. Cuando veo la vanidad, o
bien me gusta y por lo tanto continúo con ella, o no la quiero porque genera
conflicto. Si no genera conflicto, no hay problema.
La percepción y la comprensión no
pertenecen al tiempo. La percepción es cuestión de intensidad en el ver, un ver
que es total. ¿Cuál es la naturaleza de ese ver algo totalmente? ¿Qué es lo que
a uno le da la capacidad, la energía, la vitalidad, el impulso de encarar algo
de inmediato, con toda su energía no dividida? En el momento que uno ha
dividido la energía, surge el conflicto y, por lo tanto, no existe el ver, no
existe la percepción de algo en su totalidad. Ahora bien, ¿qué es lo que le da
la energía para hacerlo saltar cuando ve una cobra? ¿Cuáles son los mecanismos
que hacen que todo el ser, orgánico y psicológico, salte sin vacilación alguna,
de manera que la reacción sea inmediata? ¿Qué es lo que ha intervenido en esta
inmediatez? Han intervenido varias cosas en esa acción inmediata: miedo,
protección natural, los cuales deben estar presentes, el conocimiento de que la
cobra es mortífera.
Ahora bien, ¿por qué no tenemos
la misma acción enérgica con respecto a la disolución de la vanidad? Estoy
tomando la vanidad como un ejemplo. Existen diversas causas que han contribuido
a mi falta de energía. Me gusta la vanidad, el mundo se basa en ella, es el
fundamento del modelo de comportamiento Social, me proporciona cierta sensación
de vitalidad, cierta cualidad de dignidad, de superioridad, la impresión de que
soy un poco mejor que otros. Todo esto obstruye esa energía que se necesita
para disolver la vanidad. Entonces, o bien analizo todas las causas que han
obstaculizado mi acción, impidiéndome disponer de la energía para encarar la
vanidad, o veo el hecho de inmediato. El análisis es un proceso de tiempo, un
proceso de postergación. Mientras estoy analizando, la vanidad continúa y el
tiempo no va a terminar con ella. De esta manera, tengo que ver la vanidad en
su totalidad, pero carezco de la energía necesaria para ver. Ahora bien, reunir
la energía disipada requiere que lo haga no sólo cuando me estoy enfrentando a
un problema como la vanidad, sino que debo estar acumulando energía todo el
tiempo, incluso cuando no hay ningún problema. Nosotros no tenemos problemas
permanentemente. Hay momentos en que no tenemos ninguno. Si en esos momentos
acumulamos energía - acumular en el sentido de estar despiertos-, entonces,
cuando surge el problema, podemos hacerle frente sin pasar por el proceso del
análisis.
MAESTRO: Existe otra dificultad.
Cuando no hay problemas ni estamos acumulando esta energía, tiene lugar cierta
forma de actividad mental.
KRISHNAMURTI: Hay un desgaste de
energía en la mera repetición, en reaccionar a la memoria, a la experiencia. Si
observa su propia mente, verá que un suceso placentero se repite una y otra
vez. Usted quiere regresar a él, quiere pensar en él, y por lo tanto el suceso
adquiere cierto ímpetu. Cuando la mente está alerta, no hay disipación. ¿Es
posible dejar que ese ímpetu, que ese pensamiento florezca? Esto implica no
decir nunca «esto está bien o está mal», sino vivir el pensamiento hasta el
final, sentir que el pensamiento puede florecer de manera que se termine por sí
mismo.
¿Deberíamos abordar
el problema de otro modo? Hemos estado hablando de crear una generación con una
nueva cualidad de la mente. ¿Cómo lo haremos? Si yo fuera maestro aquí, éste
sería mi interés fundamental, y es obvio que un buen educador lleva este
interés en el corazón: producir una mente nueva, una nueva sensibilidad, un
nuevo sentir hacia los árboles, el cielo, el firmamento, los ríos, crear una
conciencia nueva, no la vieja conciencia refundida en un nuevo molde. Me
refiero a una mente completamente nueva, no contaminada por el pasado. Si ése
es mi interés, ¿cómo lo llevo a cabo?
En primer lugar,
¿se puede producir una mente nueva de tal naturaleza? No una mente que sea una
continuación del pasado en un nuevo molde, sino una mente no contaminada. ¿Es
eso factible, o debe el pasado continuar en el presente para ser modificado y
puesto en un nuevo molde? En cuyo caso no hay nueva generación: es la vieja
generación que se repite en una forma nueva. Yo creo que es posible crear una
generación nueva. Y pregunto: ¿Cómo he de hacer, no sólo para experimentar esto
en mí mismo, sino para expresárselo al estudiante?
Si yo veo algo
experimentalmente en mí, no puedo dejar de expresárselo al estudiante.
Indudablemente, no es una cuestión de yo y el otro, sino algo compartido, ¿
verdad? ¿Cómo he de producir, entonces, una mente que no esté contaminada?
Usted y yo no somos recién nacidos, hemos sido contaminados por la sociedad,
por el hinduismo, por la educación, por la familia, la sociedad, los
periódicos. ¿Cómo nos abrimos paso a través de la contaminación? ¿Digo que ésta
forma parte de mi existencia y la acepto? ¿Qué hago, señor? Aquí tenemos un
problema: nuestras mentes están contaminadas. Para los de mayor edad es más
difícil abrirse paso. Usted es comparativa-mente joven y el problema es
descontaminar la mente. ¿Cómo ha de hacerse?
O bien es posible o no lo es.
Entonces, ¿cómo ha de descubrir uno si lo es o no? Me gustaría que se metiera
de lleno en esto.
¿Sabe lo que significa la palabra
«negación»? ¿Qué significa negar el pasado, negar que uno es hindú? ¿Qué
entiende usted por la palabra «negar»? ¿Ha negado algo alguna vez? Existe una
negación verdadera y una falsa negación. La negación que obedece a un motivo es
una negación falsa. Negar con un propósito, con una intención, negar con un ojo
puesto en el futuro no es negar. Si yo niego algo con el fin de conseguir otra
cosa, eso no es negación. Pero existe una negación que no obedece a un motivo.
Cuando niego sin saber qué es lo que me depara el futuro, ésa es la verdadera
negación. Niego ser hindú, niego pertenecer a organización alguna, niego
cualquier credo particular, y en esa misma negación me vuelvo completamente
inseguro. ¿Conoce usted una negación semejante, ha negado algo alguna vez?
¿Puede negar de este modo el pasado, negar sin saber lo que el futuro le
depara? ¿Puede negar lo conocido?
MAESTRO: Cuando niego algo,
digamos el hinduismo, hay una comprensión simultánea de lo que es el hinduismo.
KRISHNAMURTI: Lo que discutíamos
es la posibilidad de producir una mente nueva. Una mente que está contaminada
no puede ser nueva. Así que estamos hablando de la descontaminación y si ésta
es posible. Y en relación con eso comencé por preguntar qué es lo que usted
entiende por negación, porque me parece que la negación tiene muchísimo que ver
con esto. La negación tiene que ver con una mente nueva. Si yo niego
limpiamente, sin raíces, sin motivos, ésa es la negación real. Ahora bien, ¿es
posible? Mire, si yo no niego por completo la sociedad en la que ¿están
incluidas la política, la economía, las relaciones sociales, la ambición, la
codicia, si no niego todo eso por completo, es imposible descubrir qué
significa tener una mente nueva. Por lo tanto, el primer paso en asentar los
cimientos consiste en negar las cosas que he conocido. ¿Es eso posible? Es
obvio que las drogas no van a producir una mente nueva: nada la producirá,
excepto una negación total del pasado. ¿Es eso posible? ¿Que dice usted? Y si
he respirado el perfume, si he visto, si he gustado una negación de tal
naturaleza, ¿cómo haré para comunicársela al estudiante? Él debe tener lo
conocido en abundancia: matemáticas, geografía, histeria, y, no obstante, debe
estar plena e inexorablemente libre de lo conocido.
MAESTRO: Señor, todas las
sensaciones dejan un residuo, una perturbación que conduce a diversos tipo de
conflicto y otras formas de actividad mental. El enfoque religioso tradicional
consiste en renunciar a estas sensaciones mediante la disciplina y la negación.
Pero en lo que usted dice parece haber una receptividad elevada con respecto a
tales sensaciones, de modo que las sensaciones se perciben sin distorsión
alguna y sin residuo.
KRISHNAMURTI: Ésa es la cuestión.
Sensibilidad y sensación son dos cosas diferentes. Una mente que es esclava del
pensamiento, de la sensación, de los sentimientos, es una mente residual. Goza
con los residuos, disfruta pensando en el mundo placentero y cada pensamiento
deja una huella, que es el residuo. Cada pensamiento sobre un determinado
placer que usted ha experimentado deja una marca que contribuye a la
insensibilidad. Es obvio que eso entorpece la mente; la disciplina, el control
y la represión la embotan todavía más. Yo digo que la sensibilidad no es
sensación, que la sensibilidad significa que no hay marcas, que no hay
residuos. ¿Cuál es, entonces, la cuestión?
MAESTRO: ¿La negación de que
usted habla es diferente de la que consiste en restringir las sensaciones?
KRISHNAMURTI:¿Cómo ve usted esas
flores, cómo ve su belleza y es completamente sensible a ellas de modo que no
haya residuos, ni recuerdos, para que cuando vuelva a verlas una hora más
tarde, usted vea una nueva flor? Eso no es posible si la ve como una sensación
y asocia esa sensación con las flores, con el placer El modo tradicional es
excluir por completo lo placentero porque tales asociaciones despiertan otras
formas de placer; por eso usted se disciplina para no mirar. Extirpar la
sensación con un bisturí es algo inmaduro. ¿Cómo han de hacer entonces la mente
y los ojos para ver el extraordinario color sin que deje marca alguna?
Yo no estoy pidiendo un método.
¿Cómo surge ese estado? De otro modo no podemos ser sensibles. Es como una
placa fotográfica que recibe impresiones y se renueva a sí misma. Es expuesta y, sin embargo, se vuelve negativa para
la siguiente impresión. Así, todo el tiempo, la mente se está purificando de
cada placer. ¿Es eso posible o en lugar de tratar con hechos estamos jugando
con las palabras?
El hecho que veo claramente es
que cada sensibDlidad residual, cada sensación embota la mente. Niego ese
hecho, pero no sé qué significa ser tan extraordinaria-mente sensible que las
experiencias no dejen huella y, no obstante, vea esa flor con plenitud, con
tremenda intensidad. Veo como un hecho innegable que cada sensación, cada
sentimiento, cada pensamiento deja una huella, moldea la mente, y que esas
impresiones no pueden en modo alguno producir una mente nueva. Veo que tener
una mente con huellas implica muerte, de modo que niego la muerte. Pero no
conozco lo otro. También veo que una buena mente es sensible, sin el residuo de
la experiencia. Experimenta, pero la experiencia no deja secuelas de las que
extraiga más experiencias, más conclusiones, más muerte.
Niego lo uno y desconozco lo
otro. ¿Cómo va a tener lugar esta transición de la negación de lo conocido a lo
desconocido?
¿Cómo niega uno? ¿Niega uno lo
conocido, no en grandes sucesos dramáticos, sino en los pequeños
acontecimientos? ¿Niego cuando me estoy afeitando y recuerdo lo bien que lo
pasé en Suiza? ¿Niega uno el recuerdo de un rato agradable? ¿Se da uno cuenta
de ello y lo niega? Eso no es dramático, no es espectacular, no se entera
nadie. Y, sin embargo, esta constante negación de las cosas pequeñas, estas
pequeñas eliminaciones, las pequeñas borraduras, y no sólo una impresionante
gran limpieza, son esenciales. Es esencial negar el pensamiento como recuerdo,
agradable o desagradable, cada minuto del día y a medida que va surgiendo. Uno
hace esto sin ningún motivo, no lo hace con el fin de entrar en el
extraordinario estado de lo desconocido. Usted vive en el Valle de Rishi y piensa
en Bombay o Roma. Esto crea conflicto, embota la mente, la divide ¿Puede verlo
y descartarlo'.? ¿Puede seguir descartándolo, no porque desee entrar en lo
desconocido? Usted nunca puede saber lo que es lo desconocido, porque en el
momento en que lo reconoce como lo desconocido se encuentra nuevamente en lo
conocido. El proceso de reconocimiento es un proceso por el cual lo conocido
continúa. Como no sé qué es lo desconocido, sólo puedo hacer lo siguiente: ir
desprendiéndome del pensamiento conforme va surgiendo. Usted ve esa flor, la
siente, ve su belleza, su intensidad, su extraordinaria brillantez. Después va
usted al cuarto en que vive, que es feo, no está bien proporcionado. Usted vive
en ese cuarto pero tiene cierta sensación de belleza y comienza a pensar en la
flor; entonces atrapa el pensamiento conforme surge y lo borra. Ahora bien, ¿a
qué profundidad descarta usted, desde que profundidad niega la flor, niega a su
esposa, a sus dioses, su vida económica? Usted tiene que vivir con su mujer,
con sus hijos, con esta horrible y monstruosa sociedad. No puede apartarse de
la vida. Pero cuando niega por completo el pensamiento, el dolor y el placer,
su relación es diferente. De modo que debe haber una negación total, no
parcial, no un conservar las cosas que le agradan y negar las que no le
agradan. Bien, ¿cómo le transmite usted al estudiante lo que ha comprendido?
MAESTRO:
Usted ha dicho que en el enseñar y el aprender existe un estado de intensidad
en el cual uno no dice «yo le estoy enseñando algo». Ahora bien, ¿este
constante borrar las huellas del pensamiento tiene algo que ver con la
intensidad del estado de enseñar-aprender?
KRISHNAMURTI: Evidentemente.
Mire, yo siento que el enseñar y el aprender son lo mismo. ¿Qué es lo que tiene
lugar aquí? Yo no le estoy enseñando, no soy su maestro o autoridad.
Simplemente exploro y le comunico mi exploración. Usted puede tomarlo o
dejarlo. La posición es la misma con respecto a los estudiantes.
MAESTRO:¿Qué es entonces lo que
tiene que hacer el profesor?
KRISHNAMURTI: Usted sólo puede
descubrirlo cuando está negando constantemente. ¿Lo ha intentado alguna vez? Es
como si no pudiera dormirse ni un solo minuto durante el día.
MAESTRO: Eso no sólo requiere
energía, sino que también libera una gran cantidad de energía
KRISHNAMURTI: Pero primero debe
usted tener la energía para negar.
Sobre la educación. De la última
obra editada por Editorial Edaf
(Madrid, España), titulada ANTOLOGÍA BÁSICA. 1997.
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