El
ser humano vive en la superficie, y su entendimiento superior, en lugar de irse
activando, va atrofiándose con el transcurso del tiempo, salvo que trabaje
sobre él. Para hacer posible la evolución de la consciencia necesita poner en
marcha los mecanismos oportunos. Hay un conocimiento religioso, científico,
filosófico, psicológico, espiritual. Y hay, por encima de todos ellos un
conocimiento integral, puro, sin mezcla. Ese conocimiento está en las
profundidades y no sobreviene por sí solo. Es forzoso emprender su búsqueda si
quiere rescatarse. Incluso los más grandes iniciados tuvieron que retirarse temporalmente
del mundo fenoménico para establecerse más sólidamente en su Sí-mismo y lograr
la conquista del supremo conocimiento. Tal fue el caso de Buda, Mahavira,
Sankara, Cristo y otros mahatmas (almas grandes).
La visión superior es independiente,
amplia y libre. No tiene mezcla, porque está más allá de toda interferencia. No
está sometida a nada ni a nadie. No es un producto de la elaboración
intelectual ni se basa en la lógica y en el razonamiento. Va apareciendo cuando
la mente va consiguiendo la unidireccionalidad (ekagrata), la voluntad se va
reafirmando definitivamente, las emociones se van controlando y la conducta obtiene
la purificación adecuada. Durante muchos siglos algunos seres humanos han buscado el conocimiento superior a través de unas
técnicas arriesgadas, drogas, esoterismo de naturaleza inferior, choques sobre
el sistema nervioso con distintos procedimientos, ascesis férrea, ayunos prolongados
y otros. Otros han optado por procedimientos mas fiables y menos extremos: la
meditación, el alertamiento mental, el trabajo inteligente sobre el cuerpo, la
vía de la entrega, la purificación del discernimiento y otros En cualquier modo
hay que tratar de superar las actitudes egocéntricas y saber que el conocimiento
superior sólo es obtenible dentro de uno mismo, a diferencia de ese otro conocimiento
adquirido que es prestado por los demás.
El gnana-yogui no debe limitarse a concentrarse
durante determinados momentos del día, sino que su atención mental ha de mantenerse
despierta en todo instante. No debe dejarse atrapar por su mente conceptual
aunque tendrá que usarla en la vida cotidiana. Debe imponerse un estado de tranquilidad
que evite en lo posible la agitación mental, porque ésta es un obstáculo para
la clara visión y puede crear falsas ideas o erróneos pensamientos que en nada favorecen
su desenvolvimiento interior; debe en todo instante sustraerse a la
identificación del Yo con el cuerpo el sistema emocional o la mente; debe
distanciarse de sus elementos, comprendiendo que son parte de él, pero que
no son su Yo; debe, en definitiva,
apoyarse en la sabiduría y hacer una precia distinción entre su Yo y su no Yo.
El gnana-yogui, como los restantes
practicantes de yoga, busca la inmovilidad
de la mente. Incluso el hatha-yoga busca esta inmovilidad de la mente, apoyándose
para ello en la inmovilidad el cuerpo y en la neutralización de la dinámica
sensorial. La abolición de toda agitación es uno de los procedimientos del ejercitamiento
yóguico, pues el silencio de la mente es el campo abonado para que se
manifieste el conocimiento superior. Tal silencio se ve quebrado en el ser
humano común por una larga serie de elementos que el yogui se esfuerza por
refrenar. En un estado de quietud la atención se hace infinitamente más viva y
penetrante, al sustraerse del desgaste de energía que provocan los actores
perturbadores. En tal caso la atención no oscila ni vacila y se toma un
instrumento eficaz para ir alertando la mente intuitiva, que si bien al
principio es tan débil que pasa inadvertida posteriormente se va fortaleciendo
e independizando de la mente racional. De esta manera el ser humano, para los
asuntos de la vida cotidiana, en su esfera de relacion, cuenta con la
inteligencia ordinaria, pero para la indagación del Yo va disponiendo de la
inteligencia supramundana. Una y otra no tienen por qué interferirse ni
limitarse sino que son complementarias y mediante las técnicas yóguicas no sólo
se estimula la mente supramundana sino que se va perfeccionando asimismo la
mente mundana. Se mejora la atención, la memoria, la capacidad de concentración, se integra la voluntad y se fortalece el carácter. De hecho, el ser humano ni
siquiera utiliza asiduamente y con eficacia las facultades de su mente ordinaria. La observación y el
análisis intelectivo son instrumentos excelentes para desarrollar la mente e ir
trascendiendo a planos intuitivos. Aunque ellos únicamente facilitan un
conocimiento indirecto y sujeto a error, sirven de apoyo para ir integrando la
mente. Mediante ellos el practicante debe enriquecer sus conocimientos y hacer
que los conocimientos ordinarios sirvan de impulso para obtener conocimientos
superiores y despierten una inquietud que solamente pueda satisfacer la
sabiduría suprema y el conocimiento directo. Tras las apariencias está la
realidad y tras la forma de las cosas está su esencia, su modo final de ser. En
tanto la razón se estrella contra las apariencias y las formas, la mente
intuitiva penetra hasta la base. El ego es la identificación con el cuerpo, las
emociones, los pensamientos, los hábitos El Yo es energía libre e
independiente, incondicionada El Yo es la Consciencia Cósmica que habita en cada
ser sintiente. El jivanmukta (liberado en vida) es quien realiza
definitivamente su Si-mismo como parte de la totalidad. El se convierte en
Aquello. Desapegado de sus sentidos, habiendo superado los infinitos ropajes
del ego, reside en su mismidad.
El discernimiento, la capacidad de
discriminación y la indagación son los medios de que se sirve, implacablemente,
el Gnana-Yoga. El gnana-yogui se sitúa más allá del dolor y del placer y se va
independizando, gracias a la labor infatigable de su discernimiento puro, de
innumerables ataduras. Una energía nueva y fresca, la de la inteligencia primordial,
aflora cuando la mente ordinaria ha sido puesta en su lugar y el practicante ha
sido capaz de rescatar una actitud que se ubica en un plano mental no
mediatizado por el apego y la aversión. Tal es la energía incondicionada que
genera la inteligencia discernitiva. El practicante aprende a distinguir entre
el que ve y lo visto, se convierte en espectador más allá del espectáculo. Y,
más aún, comprende que también gracias a él es el espectáculo. Y de una es por
todas está en el carnaval con plena conciencia de que él es el testigo
imperturbable del carnaval y que las mascaras están en la personalidad, pero no
en la esencia.
Colección fascículos de Yoga.
TOMO 2 (Ramiro Calle).
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