El efecto que sobre la capacidad contráctil del corazón, mejorándola y permitiendo que la función de bomba que desarrolla el corazón sea completa, sin presentar fallos, se lleva a cabo a través de distintos mecanismos: directamente por el estímulo tónico que sobre el músculo cardiaco implica la movilización corporal energética que originan los distintos asanas; por la apertura de los vasos arteriales distales, que se origina en la musculatura del cuerpo al trabajar con estos músculos y ser necesario un mayor aporte de sangre a ellos para suministrarles el oxígeno que precisas en la realización de este trabajo muscular incrementado, y por la mejora que implican los asanas en el retorno de sangre venosa al corazón, facilitando el que éste se llene completamente de sangre antes de cada latido. Este efecto sobre la capacidad contráctil del corazón mejora su funcionamiento, tonificándolo y combatiendo trastornos, como taquicardia o alteraciones en el estímulo eléctrico intracardiaco; al mismo tiempo, y por estas mismas causas, se lleva a cabo una apertura de los vasos coronarios que irrigan al propio corazón, incrementando el flujo de sangre al mismo, ampliándolo y combatiendo los déficit de riego sanguíneo coronario, como son las isquemias.
El esfuerzo que implica la realización de las distintas posturas, por estar siempre autorregulado por el propio practicante en relación a su capacidad personal y el desarrollo progresivo y gradual de dicha capacidad, nunca es motivo de fatiga o cansancio para el individuo. El esfuerzo tiene como límite el que el mismo sujeto le imponga, según sienta su propio cuerpo, lo que impide la presencia de competitividades extenuantes o que den lugar a cansancio, con el siguiente trabajo cardiaco incrementado que ello originaría, lo cual limitaría la posibilidad de la práctica yóguica a unas condiciones físicas atléticas o de salud plenas. Por ser el esfuerzo gradual, progresivo y autorregulado, nunca es motivo de trabajo cardiaco excesivo, por no implicar sobrecarga cardiaca perjudicial o que pueda estar contraindicada, a excepción de situaciones globales de salud, lo que motivaría indicaciones y valoraciones concretas para la realización de las distintas técnicas yóguicas. Aunque, según mi experiencia personal, no considero que existan procesos cardiológicos que de una forma absoluta contraindiquen la práctica del hatha-yoga, no recomiendo a aquellas personas que padezcan algún tipo de trastorno en este sentido su realización de forma indiscriminada y sin consultar previamente con el especialista. Personalmente desaconsejo su práctica en casos de insuficiencia cardiaca no bien compensada, cuadros de angina de pecho inestable y ante infartos de miocardio extremos y/o recientes.
Las modificaciones que, pudiesen suponerse, aparecen en la tensión arterial, en lugar de ser hacia el incremento o elevación de ésta, es generalmente hacia el descenso o regulación en sus valores. Las posturas de inversión son las que se evidencian más efectivas, según mis estudios, en este sentido. El aflujo de sangre que originan hacia el cuello y la parte alta del tórax tiene como resultado una disminución en los valores de tensión arterial, que los receptores que se encuentran situados en el cayado aórtico, y cuya misión es la de regular las cifras tensionales. Al mismo tiempo, y por estímulo del sistema nervioso parasimpático o vago, se produce una disminución de la frecuencia cardiaca, apareciendo incluso ocasionalmetne cifras por debajo de lo normal en el número de pulsaciones cardíacas. A consecuencia de esto nunca es una contraindicación la práctica del hatha-yoga en un sujeto hipertenso o con tendencia a la taquicardia, si bien sus cifras de tensión arterial deben estar reguladas, o al menos controladas, con dieta apropiada o incluso medicación en cso necesario. En estos efectos descritos hay que valorar igualmente el componente de sedación nerviosa que la práctica del hatha-yoga conlleva: a pesar de que los asanas o posturas impliquen para su ejecución el desarrollo de un mínimo esfuerzo muscular, el efecto de relajación simultáneo que se presenta induce o posibilita un control o disminución de las cifras de la frecuencia cardiaca y tensión arterial habituales para el individuo. Como excepción en estas consideraciones anteriores, se encuentra la realización de las posturas que hemos denominado de tensión muscular, en las que el esfuerzo a realizar siempre es mayor que su componente de relajación, produciendo ocasionalmente elevación en las cifras tensionales, si bien, como siempre se insiste, al estar el esfuerzo en relación a la capacidad individual y ser un proceso gradual, no implica necesariamente su práctica la presencia de estas modificaciones en una forma cuantitativa o cualitativa tal, que sea motivo de contraindicación.
A nivel de la circulación venosa periférica se origina, como ya se ha indicado, un
mejoramiento en el retorno de esta sangre hacia el corazón. La acción tónica que se ejerce sobre la musculatura de las piernas en las distintas posturas (principalmente en las posturas de meditación) es la causa más importante en el desarrollo de esta acción y posibilita al mismo tiempo un tratamiento esencial a los procesos de insuficiencia venosa en miembros inferiores y a los cuadros de varices. Las posturas de inversión desarrollan este efecto de una forma más marcada por el consiguiente vaciamiento de sangre que producen en las piernas.
El cuadro general de los efectos que la práctica del hatha-yoga desarrolla sobre el aparato cardiocirculatorio es el de un proceso manifiesto de mejora de toda la circulación sanguínea corporal, tanto a nivel venoso como a nivel arterial y cardiaco. Hay que destacar en este mismo sentido el efecto coadyuvante que desarrollan los ejercicios respiratorios; el masaje general que implican para toda la cavidad torácica afecta al corazón y pulmones por igual, siendo un elemento más de ayuda para facilitarla circulación sanguínea. Al mismo tiempo, las retenciones prolongadas de aire a pulmón lleno, que se realizan en las prácticas de pranayama avanzado, inducen a una modificación de la tensión arterial hacia la disminución y producen un aumento de la presión sanguínea venosa dentro del tórax; acciones que complementan el efecto general descrito de facilitación de toda la circulación corporal de la sangre.
Dr. Miguel Fraile (Médico internista y director del Centro de Yogoterapia ASANGA (Madrid)