1. Son posturas, no movimientos
Se trata de posturas, no de movimientos; es decir, más que ejercicios dinámicos, son estáticos. Mientras en la gimnasia occidental los ejercicios se efectúan con rapidez y se repiten muchas veces, porque lo que interesa es sólo el efecto muscular, en el Yoga se adopta una postura física y se mantiene, pues se da importancia a la acción profunda que ejerce tal postura, consecuencia resultante de la permanencia cada vez mayor en la misma postura.
Uno de los requisitos primordiales de las posturas es que se aflojen todos los músculos que no intervengan en el ejercicio. Esta relajación, que implica a veces la distensión de otros grupos musculares profundos, no se puede conseguir si no es por medio de un adiestramiento sistemático. Un ejercicio que se hiciera rápidamente, aunque fuera varias veces, no daría tiempo para producir esta relajación profunda: en cambio si el ejercicio consiste en llegar a una postura corporal determinada y mantenerla, una vez conseguida dicha postura será conveniente relajar más y más toda la musculatura restante que no interviene en el mantenimiento de la postura, aflojando así muchas contracturas inútiles, casi siempre inconscientes
Los cambios fisiológicos de cierta importancia se producen también gracias a esta acción prolongada. Por ejemplo, en las posturas en que el cuerpo está invertido, con las piernas hacia arriba, se produce un efecto de relajación de toda la cavidad abdominal y sus órganos. Para conseguir de hecho esta relajación conviene prolongar la postura durante un buen rato, pues así es como se van aflojando los músculos de las paredes abdominales y muchos residuos que quedaron en los pliegues intestinales, por el efecto mecánico de la gravedad, se desprenden y entran en el circuito fisiológico normal de la función digestiva. Favorece, por lo tanto la limpieza del aparato digestivo y tiende a producir una curación radical del estreñimiento.
La permanencia prolongada en la misma postura relaja las tensiones y vicios musculares que mantenemos inconscientemente, pero llega un momento en que su acción es tan profunda que toca a los centros nerviosos y a las glándulas endocrinas, produciendo efectos más notables, ya no sólo fisiológicos, sino incluso mentales. De ellos hablaremos específicamente al describir los distintos asanas.
Prescindiendo de esta acción profunda, la postura mantenida tiende ya de suyo a inducir un estado determinado, propio en cada caso de la actitud corporal que se adopta en la ejecución de la postura. Mejor dicho, según la concepción, hindú, las modificaciones fisiológicas que la postura induce no determinan propiamente las transformaciones mentales de que hablábamos. Sino más bien el aspecto fisiológico de la transformación es resultado de los estados mentales que las posturas reportan. Para aclarar esta idea conviene recordar que el Yoga supone la existencia de un puente entre los fenómenos fisiológicos y los mentales. Este puente es la energía pránica, cuyo desplazamiento de un centro a otro en el hombre, produce las transformaciones fisiológicas y las mentales. El Hatha-Yoga pretende manejar estas energías, y lo hace insistiendo en determinadas posturas, que tienen la virtualidad de movilizar el prana o energía sutil. Por ejemplo, el Sarvangasana, postura invertida sobre la cabeza, es cierto que hace variar la presión de la sangre, favoreciendo el descanso del corazón, pero según la teoría pránica hindú es más importante el efecto que viene del hecho de invertir las polaridades del hombre. Pues la cabeza se pone en contacto con el prana de la tierra y el final de la columna vertebral se acerca a la energía que nos viene del Sol: esta inversión de polaridades permite una renovación interior de energía.
2. Suavidad y armonía en los movimientos
El Yoga, normalmente, no utiliza la violencia, sino la suavidad en los movimientos: sólo en dos o tres ejercicios hay que hacer uso de gestos bruscos y enérgicos; en los demás la norma es la suavidad en la ejecución: El Yoga busca movilizar la energía interior, y no precisamente para consumirla en el ejercicio puramente mecánico del esfuerzo físico.
Gracias a la suavidad en la ejecución, puede la mente dirigir el proceso, procurando que en cada momento se haga el movimiento justo, en el grado necesario para conseguir la postura. Y al pasar de nuevo de la postura a la actitud de descanso, hay que hacerlo también con toda suavidad. Esto refuerza el sistema nervioso, aumenta la vinculación de la mente consciente con nuestro organismo físico, y desarrolla la habilidad, es decir la adaptabilidad del cuerpo para moverse con soltura y desenvolverse bien en el mundo que le rodea.
Gracias a la suavidad en la ejecución, puede la mente dirigir el proceso, procurando que en cada momento se haga el movimiento justo, en el grado necesario para conseguir la postura. Y al pasar de nuevo de la postura a la actitud de descanso, hay que hacerlo también con toda suavidad. Esto refuerza el sistema nervioso, aumenta la vinculación de la mente consciente con nuestro organismo físico, y desarrolla la habilidad, es decir la adaptabilidad del cuerpo para moverse con soltura y desenvolverse bien en el mundo que le rodea.
3. Lentitud.
Otra característica es lentitud en la ejecución. Esta lentitud está destinada a que la mente tome plena conciencia de lo que está ocurriendo. Hay que facilitar la atención de la mente, que tiene que estar centrada en lo que sucede dentro, siguiendo toda la marcha del ejercicio paso a paso en las distintas fases de su ejecución. Y se consigue con la lentitud. Por eso suele decirse que lo que más favorece la ejecución de los asanas es la disposición interior, practicándolos como si se tratara de un rito. Y no por superstición, ya que no se les da ningún sentido mágico, sino porque predispone la mente para percibir en su totalidad el estado mental que evoca de por sí, automáticamente, cada postura. La mente se siente centrada, viviendo de lleno el ejercicio, lo que constituye un excelente adiestramiento de concentración, con todas sus consecuencias, como son ir tomando conciencia del cuerpo e incorporando así la energía corporal a la mente consciente, y sentir con mayor claridad las necesidades del cuerpo, es decir, que ayuda a sintonizar la mente consciente con la instintiva. Así podremos discernir en cualquier momento cuándo nos conviene comer un tipo de alimentos u otro, cuándo hace acto de presencia una enfermedad y qué medidas nos conviene adoptar para combatirla: se movilizan todas las defensas instintivas de la naturaleza humana, que habían quedado al margen de la mente consciente, habitualmente alejada de nuestra biología, y aislada en el mundo de nuestros problemas.
4. Atención
Es absolutamente necesario que en todos los ejercicios la mente siga el proceso con toda atención. Primero para ejecutar con todo detalle cada una de las fases del ejercicio.
Pero además la mente ha de dirigir el proceso conscientemente, en cada etapa. De ordinario, tenemos la idea externa del ejercicio y entonces damos orden a nuestros músculos para que adopten aquella postura. En el Yoga no basta que la mente inicie externamente la postura, sino que deben también tomar conciencia de todo el proceso físico que tiene lugar mientras se está realizando la postura, y esto exige una presencia interior continua que dirige y sigue cada movimiento. Si muevo un brazo, he de sentir que lo estoy moviendo, y que lo hago porque estoy queriendo hacerlo. No sólo darme cuenta de que he movido un brazo con la atención externa corriente, sino con una atención interna al hecho fisiológico del movimiento del brazo. Y así sucesivamente con todos y cada uno de los movimientos que hay que realizar en las distintas posturas.
La atención permite además profundizar en los estados. Aparentemente parece que una vez conseguida una postura ya no queda nada más que hacer en ella; pero no es así. La atención interior descubre de pronto, despues de estar tal vez varios meses practicando una misma postura, que en tal punto del cuerpo se está haciendo una fuerza inútil, contracciones parásitas que sólo pueden perjudicar. Y entonces, al aflojar un grupo de músculos o uno sólo, el ejercicio que parecía perfectamente dominado se transforma de repente por completo, experimentando la sensación nueva de que una fuerza desconocida abre la puerta hacia un nuevo estado.
Finalmente gracias a la atención incorporamos a la mente consciente la energía biológica liberada en cada ejercicio, que pasa a aumentar la seguridad y solidez interior, traduciéndose en fuente de paz y serenidad.
Pero además la mente ha de dirigir el proceso conscientemente, en cada etapa. De ordinario, tenemos la idea externa del ejercicio y entonces damos orden a nuestros músculos para que adopten aquella postura. En el Yoga no basta que la mente inicie externamente la postura, sino que deben también tomar conciencia de todo el proceso físico que tiene lugar mientras se está realizando la postura, y esto exige una presencia interior continua que dirige y sigue cada movimiento. Si muevo un brazo, he de sentir que lo estoy moviendo, y que lo hago porque estoy queriendo hacerlo. No sólo darme cuenta de que he movido un brazo con la atención externa corriente, sino con una atención interna al hecho fisiológico del movimiento del brazo. Y así sucesivamente con todos y cada uno de los movimientos que hay que realizar en las distintas posturas.
La atención permite además profundizar en los estados. Aparentemente parece que una vez conseguida una postura ya no queda nada más que hacer en ella; pero no es así. La atención interior descubre de pronto, despues de estar tal vez varios meses practicando una misma postura, que en tal punto del cuerpo se está haciendo una fuerza inútil, contracciones parásitas que sólo pueden perjudicar. Y entonces, al aflojar un grupo de músculos o uno sólo, el ejercicio que parecía perfectamente dominado se transforma de repente por completo, experimentando la sensación nueva de que una fuerza desconocida abre la puerta hacia un nuevo estado.
Finalmente gracias a la atención incorporamos a la mente consciente la energía biológica liberada en cada ejercicio, que pasa a aumentar la seguridad y solidez interior, traduciéndose en fuente de paz y serenidad.
5. Respiración específica para cada postura.
Cada postura tiende a inducir un tipo de respiración.
En general, cada postura tiende de por sí a producir un tipo determinado de respiración. En unas será una respiración superficial, en otras profunda, en otras abdominal, o alta, o media, etc.
En general, cada postura tiende de por sí a producir un tipo determinado de respiración. En unas será una respiración superficial, en otras profunda, en otras abdominal, o alta, o media, etc.
6. Economía de energía.
El último requisito muy importante y digno de tenerse en cuenta en la ejecución de los ejercicios de Hatha-Yoga es el de hacer la máxima economía posible de energía.
La gimnasia sueca exige un fuerte consumo de energía y hasta podríamos decir que se basa en él. Trata de ejercitar activamente los músculos, de aumentar la circulación de la sangre y producir una renovación de los tejidos. En el Yoga, aunque también tienen lugar estos efectos, como ejercicio corporal que es, la importancia se cifra en perfeccionar un solo ejercicio de forma que se pueda mantener la postura con el menor número de músculos, aflojando todos los demás y haciendo así un ahorro de energía. Y siempre, cuando se han terminado de practicar los asanas, se practica la relajación. Incluso al terminar cada asana hay también que descansar unos momentos. No se trata de gastar energía, sino de polarizar la necesaria en un punto sobre el que el asana produce una acción que con el tiempo se hace profunda, y al mismo tiempo que el resto del cuerpo descanse. Gracias precisamente a este aflojamiento general se logra una mayor profundización en la dirección que interesa en cada uno de los asanas. No es así de extrañar que la práctica prolongada del Yoga tenga unos efectos que a primera vista parecen desproporcionados. Tales efectos están condicionados a la perfección con que se ejecute el ejercicio en cuestión y al tiempo que se persevere en su práctica. Y suele decirse que la práctica en el Yoga se cuenta por años. Aunque debemos añadir que todo trabajo bien hecho se aprovecha del todo y empieza a surtir efectos inmediatos, por más que de momento no se perciba nada. En nuestro interior hay muchas capas de profundidad para las que estamos insensibilizados y por eso no percibimos los cambios que ellas se van verificando, sin embargo son efectivos y un día llegamos a percatarnos de ellos.
HATHA-YOGA
Antonio Blay.